Capítulo 8: El Sueño de AY230

La noche había sido larga y difícil. 230 durmió poco, casi nada, pensando en tonterías sin posible solución. Por lo tanto, cuando escuchó la voz, le fue casi imposible salir de su embotamiento.

—Buen día clon AY230, es hora de estar consciente.

230 demostró estar despierto enseguida, para no ser molestado de nuevo, pero permaneció inmóvil por unos instantes. No podía asegurarlo, pero creía haber estado consciente en todo el tiempo del descanso, sin poder dormir, aunque también le parecía recordar algún extraño sueño, sobre hechos del pasado y del futuro...

—¿Qué estaba soñando? —se preguntó en un diálogo mental consigo mismo.

—¡Ah! Esa historia. Hacía mucho que no soñaba con ella... ¿Cómo iba?... Recuerdo que el muchacho espiaba por el hoyo en la pared, hasta que ella se le acercó y le hizo compañía...

—Clon AY230 —dijo la voz—, es hora de la Actividad.

230 ignoró al Ambiente, por un tiempo, concentrándose en los recuerdos que rápidamente se borraban de su mente, los segundos consumían las endebles visiones tan fácilmente como una hoguera quemaría hojas de papel...

La voz volvió a solicitarle que se movilice hacia la Actividad, por lo que el clon se transportó con disconformidad, para no escucharla de nuevo. No modificó sus parámetros de aspecto, ni siquiera se preocupó por ellos, simplemente quedó en su selección por defecto.

La espesa negrura de la Actividad lo absorbía por completo, esa negrura primigenia, que empujaba a la creación.

—Ver todos mis trabajos incompletos —solicitó el clon al Ambiente, luego de un buen tiempo de reflexionar sobre los confusos onirismos a los que había estado sometido.

Una lista de obras empezadas y sin finalizar, ordenadas por tipo de actividad, se desplegó frente suyo. Las miró con detenimiento, recordando con nostalgia cosas que nunca terminó de desarrollar, ya sea por falta de ganas o de ideas. Se sentía culpable de que esas creaciones estuvieran rezagadas, y que no pudieran salir aún a la luz. Algunas de ellas serían muy bellas una vez terminadas.

—¡Ah! —exclamó, observando un ítem de la lista—. Hace tiempo que te tengo abandonada, querida historia. Creo que hoy es un día especial para continuarte ¡Editar la historia de amor! —exclamó—. Desde el principio.

Su propia voz empezó a relatarle una historia, la cual fue escuchando con tranquilidad y atención, mientras que el mismo texto se desplazaba frente a él, flotando en el éter. En ciertos fragmentos, detenía la narración y corregía algunas palabras o expresiones, para luego continuar escuchándola. Cada vez que la oía, la historia sufría modificaciones en su mente, o la veía de otra manera, pero decidió mantenerse fiel a la idea original, ignorando las nuevas, porque de otro modo jamás acabaría el relato.

Cuando finalizó la narración, que estaba incompleta, 230 pensó cómo seguiría, y fue dictando el resto de la historia, recordando sus últimos sueños, porque en realidad su cuento era eso, una gran historia que se había desarrollado en sus sueños, mezcla de imaginaciones, fantasías y letargos en los que su cerebro divagaba. Le resultaba tan natural el relato, que las palabras le salían como si alguien se las dictara, o como si hubiera vivido esas experiencias por sí mismo.

Durante toda la región horaria de la Actividad pulió su historia, agregándole descripciones largamente perdidas dentro de su mente, y que ahora volvían claras y fluidas. Continuó el relato hasta cerca del final, dictando casi sin dudar toda la historia, realizando escasas modificaciones a lo que iba agregando, y dándole más vida a la narración, modulando mejor la voz para cada parte, y por lo tanto haciendo la escucha mucho más agradable.

—¿En qué estaba? —se preguntó AY230—. ¡Ah! El muchacho regresó al lugar, y esperó —comenzó a dictar en voz alta—. Su enamorada al poco tiempo apareció, para hacerle compañía. Juntos permanecieron allí por bastante tiempo. Ambos estaban cansados pero, dándose fuerzas uno al otro, lograron mantenerse despiertos hasta que el hombre misterioso entró en el lugar. Levantó la alfombra, y, ante sus ojos sorprendidos, abrió una portezuela que lo llevó hacia algún tipo de sótano. Finalmente, estiró la mano y puso todo en su lugar, para no despertar sospechas.

El clon se tomó un respiro, ordenando las ideas, y continuó con el relato poco después.

—Ellos corrieron por los sucios pasajes, hasta llegar a la biblioteca, movieron la alfombra y abrieron la trampilla. Con cuidado se adentraron en el oscuro pasaje abierto bajo sus pies...

—Esta es la parte que me resulta confusa —habló 230 para sí—. Hay porciones de la historia que veo muy claras, y por otro lado hay baches que no sé cómo rellenar... Tampoco entiendo qué tienen que ver esas peligrosas sombras que hoy soñé, con el resto de la historia. Su aparición es repentina, nunca habían estado en mis sueños... No, no pienso reescribir el cuento, en todo caso lo modificaré para que se convierta en lo que me parece. Ignoremos a las sombras, agentes secundarios, y enfoquémonos en los personajes principales. Y esa poesía... Aún la tengo tan clara en mi mente... Debería ponerla en alguna parte, tal vez en el discurso final...

230 continuó editando y ampliando su obra. Finalmente, dejó el desenlace y el epílogo para otra oportunidad, puesto que la hora de la Reunión se acercaba y no quería detenerse en la mitad del relato de tan fundamental sección, ya que es muy difícil continuar una línea de pensamiento cuando se la abandona en un lugar importante.

Luego de poner a buen recaudo su proyecto, AY230 se desplazó hacia la Reunión con pocas ganas de compartir momentos con los demás clones y Maestros. Hacía apenas un día desde que se había enterado acerca de la extraña desaparición de Xor, uno de sus mejores amigos, y esto lo mantenía triste y melancólico.

* * * * *

La actividad creativa, la más importante del hombre, puede darse en cualquier momento o lugar. Es como el despertar místico, que puede suceder en los momentos más inverosímiles, a veces con ayuda de la meditación y en un monasterio, o a veces al mediodía durante el almuerzo en un lugar de comida rápida lleno de gente. Hay lugares y situaciones que ayudan más que otras (vivir inmerso en el ruido, por ejemplo, no ayuda en nada), pero el suceso se puede desencadenar sin previo aviso. En todo momento estamos recibiendo avisos, instrucciones y conocimiento divino.

A veces uno cree que el momento es inoportuno, y no deja de lado lo que lo ocupa, pensando que luego, al estar más tranquilo, podrá analizar esa inspiración, o ese instante de lucidez. Pero ocurre que normalmente ese instante tan efímero se pierde en el mar del olvido, y nunca se recupera, o, cuando se hace, ya no se ve claramente como antes y no sirve de nada, porque la oportunidad ya se perdió.

Queda en nuestras manos aprovechar el momento, o ignorarlo y continuar con la vida sin darle importancia. Sólo quienes se detienen a pensar, a escuchar lo que su mente les dice, o a entender el conocimiento recibido de arriba en un momento de lucidez, son los que despiertan. El resto permanece dormido.

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