Capítulo 21: La Turba

Marcos empujó la puerta del imponente edificio que era sede del Culto Baálzico sin mayor preocupación, como si estuviera ingresando a un bar o a una biblioteca. No le importaba la reacción de los demás, o lo que fuera a suceder. Estaba jugado, había prometido obtener información y lo haría a cualquier costo.

Con el primer paso dentro del recinto, se sintió envuelto en un vaho sobrenatural. Algún tipo de incienso con componentes alucinógenos asfixiaba el lugar, aunado a varias auras poderosísimas que se mezclaban entre la gente común. El templo era bastante amplio, y alrededor de cuatrocientas personas lo colmaban. Casi no había espacio para caminar. Un calor húmedo llenaba el sitio, y se notaba que la gente estaba reunida allí desde hacía un buen tiempo.

En el instante que Marcos ingresó, se hallaba hablando frente al altar un hombre de mediana edad vestido con una túnica de color azul marino. Varios otros hombres vestidos de negro estaban parados sobre la misma tarima, en posición marcial. No se podía distinguir claramente si estaban vestidos de negro, o si en realidad eran sombras que los rodeaban y evitaban que la luz reflejara los colores verdaderos de sus ropajes. Parecían consumir la luz a su alrededor, asfixiarla y destruirla, con su mera presencia. Del mismo modo sus rostros no aparentaban ser los mismos cada vez que se los miraba, era como si cambiaran una y otra vez, como si fueran uno, pero fueran muchos...

El hombre vestido de azul profirió vítores al momento que ingresaba al auditorio una entidad terrible, un ser ataviado con una amplia túnica completamente roja. Su rostro era claro pero no identificable, y los ropajes parecían moverse con vida propia. Su estatura, su ancho, sus movimientos no parecían humanos. Marcos estaba extrañado de que la gente no notara el inusual cuadro frente al cual estaban expuestos. Tal vez el efecto de la droga alucinógena que saturaba el lugar hacía que toda la situación fuera confusa y no pudiera distinguirse la verdad de lo imaginado. Esa misma droga estaba afectando lentamente su sistema nervioso y no sabía cuánto resistiría antes de sucumbir ante su poder.

Mientras tanto, el hombre de rojo, el Sumo Sacerdote de ese culto tenebroso, empezó a hablar, con una voz ronca y potente.

—¡Compañeros! ¡Hombres! Estamos ante un momento crítico en la historia de la civilización. La lacra que viene del infierno, los brujos que habitan en el suelo, en la base de nuestra ciudad, están creciendo en número, y pronto se harán incontrolables, si no hacemos algo al respecto.

—¡Sí! ¡Hay que destruirlos! —gritaron algunos, entre alaridos desaforados.

—¡Tenemos que acabar con ellos! ¡Son hechiceros, nigromantes, un peligro para toda nuestra raza, para la gente común!

—¡Hay que matarlos! —gritó enardecido un hombre al lado de Marcos, abrazándolo.

—Sus falsos poderes, son destructivos, y la causa de que el Apocalipsis sobrevenga, puesto que nuestro Señor no tolerará a pecadores y charlatanes en la tierra por más tiempo ¡Pero el Apocalipsis llegará para todos por igual, no habrá una elección, sino un castigo para todos! ¡Y nosotros no merecemos ser castigados por culpa de esa lacra!

—¡No! —gritaba el público encendido.

—¡Por lo tanto, detendremos el Apocalipsis acabando con ellos! ¡Formaremos un ejército que limpiará toda la zona baja de la ciudad de esa inmundicia humana! ¡Así seguiremos viviendo felices como hasta ahora y para siempre! ¡El gobierno de Asción nos dará armas para combatirlos y acabar con su presencia, porque nosotros somos el verdadero culto, y todos los demás son falsos!

La gente estaba encendida, Marcos pensó que tal vez ni siquiera entendían lo que escuchaban, pero era claro que seguirían hasta la muerte a su líder, con el fin de acabar con la pobre gente de los niveles inferiores, y sobre todo con los miembros de su Iglesia. Cada vez que el sumo sacerdote hablaba, un zumbido extraño colmaba el ambiente, como si una gran cantidad de información subliminal fuera insertada en las mentes de todos, más allá de las ridículas palabras que profería.

—¡Allá abajo hay una Iglesia! ¡Un culto que se esconde! ¡Y que se hace llamar con el ridículo nombre de "La Iglesia del Sagrado Retorno"! ¡Allí todos esos brujos se reúnen para conspirar en contra nuestra, de nuestras familias y nuestros hijos! ¡Quieren destruir nuestro mundo! ¡Hay que buscarlos y acabar con ellos antes que nos maten a todos!

El lugar se colmó de gritos y chillidos, al tiempo que la preocupación de Marcos se veía claramente como una realidad. Muy pronto una turba los buscaría y asesinaría si no hacían algo al respecto. Si eso sucedía, toda esperanza de redención en el mundo acabaría...

En ese momento, alguien tomó por el brazo al fisgón. Era uno de los hombres de negro sin rostro. No lo había visto acercarse, pero allí estaba. Marcos intentó liberarse de él, pero no pudo.

—¡Un espía! —gritó el ser, que denotaba tener habilidades como las suyas, especiales, y que claramente percibía el aura anormal de Marcos.

Una veintena de hombres volteó al escuchar el grito del guardia, y se abalanzó sobre el hombre sin siquiera pensarlo. Marcos empezó a sentir los golpes en el rostro y en el resto del cuerpo. Así como la primera cuchillada... No importaba, su misión estaba cumplida, y conocía la realidad acerca del culto, que era lo único importante. Suspiró y permitió que esa línea de tiempo se diluyera, para no sentir más el dolor que lo atormentaba...

Por un momento, uno de sus tantos otros yo de otros espacios y realidades, estuvo sentado sobre una cama hasta reponerse del mal trago. Luego se recompuso y fue a buscar a su líder, para relatarle las novedades y el peligro que se cernía sobre ellos.

* * * * *

El dormido vive en un mundo de eternos sueños, donde no es capaz de reconocer verdad de fantasía, lo cierto de lo falso, las mentiras de la realidad, las palabras de los mensajes. Así, cualquiera puede dominarlo, manejarlo y convertirlo en su esclavo. Somos fácilmente esclavizables, de manera encubierta, por demasiadas personas, grupos de poder, cultos, amigos o parejas. Somos una masa descarriada, una turba, que sólo sirve a los fines de los dominadores, y que arrasa con nuestra identidad individual. Una turba es una entidad desordenada que jamás construye, sólo destruye.

Al despertar, finalmente podemos observar en vez de ver, oír en vez de escuchar, y responder en vez de simplemente reaccionar. Entonces, con criterio, iremos poco a poco liberándonos de los pesos que los otros nos han impuesto, del dominio que ejercían sobre nuestra existencia, para finalmente ser personas libres, enteras, y capaces de guiar su propio camino, su destino, sin interferencias.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top