Farewell {TadoKin}
La luz entraba brevemente por las ventanas de aquel club de ciclismo, el sol del atardecer parecía que también quería ser parte de ello. Dentro de esa misma sala se encontraban dos jóvenes, situados uno frente a otro. Uno miraba el techo y el otro tenía la cabeza gacha. Era complicado traer una conversación debido a que ninguno de los dos sabía cómo empezar. No querían ponerse sentimentales, no querían tampoco dejar nada sin decir. Sabían que quizás estuviera aquel joven de cabellera verde las cosas serían más llevaderas pero ambos podían notar como su ausencia les dejaba un gran vacío. No podían evitar pensar que todo hubiese sido mejor si hubieran tenido la oportunidad de graduarse ellos tres juntos, como empezaron. Pero ahí estaban ellos intentando no pensar demasiado en su compañero... sabían perfectamente que él también lo hubiese querido lo mismo.
Pero ahí estaban ambos. Pasando su último día en el club que tantos momentos agridulces les habían hecho pasar. El uno junto al otro.
— Llegó la hora de decirle adiós. — Decidió hablar Tadokoro Jin, volteó a mirar a su alrededor. Aquel lugar tan acogedor había sido testigo de muchos momentos que guardarían con cariño en sus corazones. Aquel sitio vería crecer a una nueva generación de Sohoku justo como había hecho con ellos mismos. Su compañero, Kinjou Shingo, asintió ante su comentario. Parecía irreal que los años hubiesen pasado tan rápido. Parecía que la semana pasada entraba por esa puerta para unirse al club de ciclismo. Y ahora estaba aquí, apunto de recoger sus cosas y marchar por aquella misma puerta. — Me parece mentira que los años hayan pasado tan rápido.
Kinjou volvió a asentir mientras que Tadokoro solo se ponía más nervioso. ¿Tanto le costaba seguirle la conversación? Él no sabía por dónde empezar y parecía que su compañero tan solo se dedicaba a mirar el suelo sin aportar nada. Quería dejar salir todo pero a la vez se sentía muy aterrado. Tenía claro que sus caminos iban a ser distintos, que después de estar juntos en un mismo equipo iban a convertirse muy probablemente en rivales. De pelear codo a codo a enfrentarse con el otro. Tadokoro sabía que no habría llegado tan lejos si aquel joven no hubiese llegado a cruzarse sus caminos. Sabía que tenía que transmitirle sus sentimientos de alguna forma. ¿Pero cómo transmitir unos sentimientos de los que él no estaba seguro? El sentimiento de gratitud era el que quería demostrarle aquella tarde no era el único pero no sentía que tuviese el suficiente valor para ser del todo sincero.
Porque su estómago se sentía extraño cuando estaba junto a él. Porque algo dentro de él se rompía al pensar que ya no volverían a llevar juntos el maillot de Sohoku. Que no podía evitar sonrojarse solo de pensarlo. Pero para ello no sentía que tenía el valor suficiente.
— Puedo recordar como al principio no te caía bien. — La voz de Kinjou lo sacó de sus pensamientos. Dirigió su mirada a él. Un sentimiento de nostalgia le invadía. — Aunque yo intentaba llevarme bien con todos, tú en seguida me declaraste como rival.
La ligera risa de su compañero lo hacía sentir entraño. Carraspeó su garganta. — Pero eso fue al principio... Yo tenía claro que quería convertirme en la estrella de Sohoku y era obvio que su ibas a ser mi rival si realmente quería eso. — Kinjou lo miró y le dedicó una sonrisa.
— Los senpais siempre estaban diciendo lo ruidoso que eras. No es que eso haya cambiado. — Tadokoro le recrimino eso alzando su voz pero Kinjou continuó con su vuela al pasado. — Pero los senpais sabían que tenías una gran motivación en ti. Todo el mundo lo sabía. Ambos y Makishima éramos realmente apreciados por los senpais.
El traer tantos recuerdos de golpe le hacía sentirse pesado. Era como que una parte de él no iba a querer marchar por aquella puerta. ¿Por qué tenían que decir adiós a ello? No estaba preparado para decir adiós a todas esas memorias y sensaciones. — Al principio realmente quería vencerte. Y en la carrera de primero aunque me pediste que fuéramos juntos sabía que mi meta era superarte, pero aun así quedé último.
Aún recordaba como Kinjou le llamaba Tadokoro-kun, como realmente tan solo quería llevarse bien con él. Kinjou siempre había sido muy buena persona, de las mejores personas que había conocido en su vida. Pero tardo mucho tiempo en darse cuenta de ello. Quizás si no hubiese pasado el tiempo no lo hubiera valorado tanto.
— Aún recuerdo lo que me dijiste... — Tadokoro le daba vergüenza decirlo en voz alta.
— Sigo manteniendo lo mismo, te respeto, Tadokoro. — Sonrió algo apenado mientras Kinjou se sacaba las gafas para frotarse los parpados. — Aunque ahora es mucho más que respeto, ahora eres alguien esencial en mi vida.
Por un momento se quedó bloqueado al escuchar eso. No se había preparado para ello y tampoco se imaginaba que iban a salir esas palabras de boca de su compañero, de su estrella. Sobre todo porque aquellas palabras le hacían volver a aquel momento, donde sonrojado se empezó a dar cuenta de que la visión de verlo como un rival no era la única que tenía. Pero era todavía bastante pronto para que él pudiera darse cuenta de lo que sentía. Ya que tardaría bastante tiempo en aceptarlo. Aún, estando ahí sonrojado frente a él, una parte de él seguía negándoselo por temor al rechazo. Por otra parte, parecía que Kinjou se había decidido a hablar.
— Cuando empezamos a practicar juntos por las mañanas realmente me alegré. Quería poder compartir eso con alguien y no te haces a la idea de lo feliz que me hizo que fueras tú. Aunque... — El rostro de Kinjou se oscureció un poco. — Me sentí verdaderamente culpable cuando te pusiste a dieta arriesgando tu salud. Y cuando te desmayaste...
— Sabes que no fue culpa tuya, a situaciones desesperadas medidas desesperadas. — Tadokoro le sonrió para poder restarle importancia. — Sabes que siempre he sido de ideas impulsivas.
— Lo sé. — La sonrisa tan tierna que le dedicó Kinjou hacía que ya empezara a replantarse si lo mejor no sería hablarlo. Aunque estaba aterrado y le asustaba que la relación entre ambos cambiara sabía que se iba a arrepentir toda la vida. ¿No iban a cambiar las cosas de igual manera? Ya no podían seguir juntos de la misma forma; pronto ingresarían a una universidad diferente y, por ende, a un club diferente. Posiblemente siguieran manteniendo el contacto el uno con el otro pero no sería lo mismo. Ya no sería igual y quizás el declararle aquello que sentía sería una manera de garantizar que sus caminos iban a seguir un mismo rumbo.
— Vas a ingresar en un club de ciclismo en la universidad, ¿verdad? — Kinjou le miró y por un momento se limitó a pensar antes de contestar. Un nuevo club, aunque estaba expectante por ello no podía evitar sentirse destrozado por dejar todo atrás. Tampoco podía hacer otra cosa, la situación sigue su curso y sí o sí tenían que despedirse de todo ello.
Sabía que no era un adiós definitivo; visitaría al nuevo Sohoku y deseaba ver la evolución por la que iban a pasar, seguramente iba a seguir yendo a la tienda de Bicis de Kanzaki y posiblemente seguiría visitando a su compañero que tenía enfrente. Porque sabía perfectamente que no estaba dispuesto a decir adiós a todo. Ya tenía que hacerlo en contra de su voluntad con su compañero de larga cabellera verde como para no aferrarse a él. Aunque sabía que en este caso un sentimiento totalmente diferente era el que le obligaba a retener a Tadokoro en su vida. Suspiró y le miró. — Sí, he de suponer que tú también.
— Obviamente. — Ambos se sonrieron. — Seremos rivales, justo como empezamos. Irónico, ¿eh? — Kinjou dirigió su mirada al techo de la sala del club. Rivales, le costaba visualizarlo. — Aunque va a ser difícil.
— ¿Difícil? — Kinjou sonrió extrañado. ¿Y su habitual confianza? — Tan poca fe tienes en que vas a vencerme.
Tadokoro se quedó callado por un momento. Sentía que de un momento a otro las ganas de llorar le iban a invadir. El solo hecho de tener que imaginarlo le hacía sentir un fuerte dolor en el pecho. Realmente no estaba preparado para salir de la línea de salida sin ver a Kinjou con su mismo maillot sonriéndole y dando ánimos.
Imaginarlo haciendo lo mismo con otras personas dolía más de lo que le gustaría admitir. — Va a ser difícil no tenerte a mi lado. — Admitió finalmente. Tras la expresión de sorpresa de Kinjou decidió añadir algo más. — En el mismo equipo.
Kinjou por un momento se bloqueó. Tan solo podía repetir las últimas palabras de Tadokoro en su mente junto con su expresión apenada. Nunca lo había visto de esa forma. Por un momento se sintió comprendido, validado, ya que a él le pasaba lo mismo. No podían hacer nada, él estaba decidido a darle una despedida digna a Sohoku y a todo lo que estaba relacionado con ello. Pero esa expresión de su compañero le hacía sentir mal, no sabía cómo definir ese sentimiento que le estaba invadiendo.
Justamente cuando Tadokoro estaba decidido a cambiar el tema y proseguir con su rivalidad Kinjou habló. — No será lo mismo si sé que al voltearme no encontraré a nadie de vosotros. — Tadokoro lo miró sin decir palabra. — Me sentiré solo sin ti a mi lado.
Notaba como sus manos empezaban a temblar, Tadokoro no podía enfrentar todo aquello que estaba sintiendo. ¿Era demasiado tener esperanzas? ¿Realmente podía aspirar a que Kinjou se sintiera como él? La sonrisa de su compañero solo lo alentaba a dejar escapar todo aquello que callaba. Venía siendo hora de hablar. ¿Estaría dispuesto a escuchar todo lo que él le hacía sentir? ¿Rompería esa amistad que tenían?
— Sé que no será lo mismo si tú no eres mi capitán. Si no estás ahí para frenarme y darme ánimos. — Su voz era lenta, llena de nerviosismo mientras miraba a otro lado. Kinjou, no sabía cómo contestar, le estaba tomando bastante por sorpresa las palabras de Tadokoro. Pero sonrió, no esperaba que esa fuera la opinión que tenía de él. No podía evitar sentirse alagado y apenado.
— Sé que sin ti en mi equipo me sentiré muy vacío, Jin. — Aquello sí que le armó de valor para finalmente decidirse a dejar salir todo aquello que tenía dentro. — Gracias por estos tres años, no hubiera sido lo mismo si no hubieses estado conmigo... — Si Kinjou intentaba imaginar lo que sería ahora su vida sin compartir clases, extraescolares, no podía evitar sentirse aflingido. Sentía que en nada las lágrimas empezarían a surcar sus mejillas. No quería tener que llegar a eso, pero no podía detener esas emociones que empezaban a emerger en él.
— Kinjou... Gracias. — El nombrado le sonrió mientras las lágrimas empezaban a empañar sus ojos. — Hay tantas cosas que sé que nunca seré capaz de agradecerte con solo palabras... — Le costaba tanto poner esos pensamientos en palabras pero realmente quería poder sentir que había podido despedir todo lo que significó Sohoku en su vida como se lo merecía. Y la amistad de Kinjou era una de ellas. — Pero me alegro de que aquel día Kanzaki consiguiera que volviera al club. No sé qué habría sido de mí estos años si hubiese decidido dejar de lado al ciclismo, a vosotros, a Makishima, a ti. — Notaba que no le temblaban solo las manos, notaba como todo su cuerpo estaba aterrado. Kinjou intentaba limpiarse las lágrimas mientras lo escuchaba atento a cada una de sus palabras. Sabía que se iba a guardar todo esto en su corazón. Aunque no quería tener que despedirlo quería recordar como se lo merecía. — Gracias, Shingo. Gracias por todo.
— Gracias a ti, Jin. Sé que sin ti todo hubiese sido más difícil de sobrellevar. Sé que has dejado una gran huella en todos, solo hay que ver a Teshima y Aoyagi, a Naruko. Gracias por estos tres años. — Ahora era cuando Tadokoro notaba los ojos se le humedecían. — Gracias... — Volvía a repetir para acabar en una ligera risa. — Realmente no se me ocurre que más decir salvo gracias...
— A mí sí. — Inspiró, expiró. — Gracias por hacer que me enamorara de ti.
El silencio inundó la sala.
El sol del atardecer iluminaba la sonrojada y lagrimosa cara de Tadokoro Jin mientras Kinjou Shingo le miraba totalmente sorprendido. Pero conmovido.
— Sé que quizás esto te pilla de nuevas, ya que si no lo hace me voy a sentir muy incómodo y posiblemente estúpido. — Ahora que empezaba no iba a parar. — Pero sabía que si no te lo decía ahora no iba a poder decirlo nunca. — Los nervios ya lo estaban matando. — Siento las molestias.
Tadokoro hizo hincapié de levantarse e irse pero Kinjou fue más rápido y atrapó su antebrazo con su mano. Escuchaba el latido de su corazón desde sus orejas, desde la punta de sus dedos, desde todo su cuerpo en sí. Se sentía aterrado aunque intentaba disimularlo o que al menos no se le notara en la cara. No quería tener que enfrentarse a la respuesta de Kinjou, no se había preparado mentalmente para una respuesta. Sabía que iba a terminar con un amor no correspondido. Aunque fuera estúpido pensarlo tenía tantas ganas de soltar sus sentimientos y poder liberarse que ni se había planteado que haría en ese mismo momento. Quería soltarse de su agarre, tan solo quería huir por esa puerta y enfrentarse a su nueva rutina, a su nueva vida. El solo pensar en ver el rostro de Kinjou le aterraba; se imaginaba una expresión de compasión, de incomodidad, incluso de disgusto.
Kinjou le intentó voltear para poder ver su rostro, pero en cuanto consiguió ponerle frente a él Tadokoro decidió armarse de valor y mirar su rostro decidido. Ambos enfrentaron sus miradas. Tadokoro no podía descifrar el rostro de Kinjou, no sabía expresar con certeza que era lo que estaba sintiendo. En cambio para Kinjou el sonrojo que adornaba todo su rostro hacía evidente los sentimientos de su compañero.
Aquellos segundos se hicieron eternos, aunque Tadokoro quería huir la mirada tan penetrante de Kinjou lo hacía quedarse inmóvil. Para la sorpresa de él, Kinjou le dedicó una dulce y tierna sonrisa. — Tienes razón, se me olvidaba agradecer esa parte.
— ¿A qué te refieres? — Preguntó con temor para ser respondido por otra sonrisa de Kinjou. Con delicadeza depositó su otra mano, aquella que no estaba aferrada al brazo de Tadokoro, en su rostro.
— Realmente me alegro de que aquel día decidieras abandonar este club. Agradezco que te quedaras y me hicieras conocer al Tadokoro Jin que hizo que mi estancia en Sohoku fuera tan especial, tan querida. Si no fuera por ti no sé cómo hubiera enfrentado aquel Interhigh donde el destino quiso que terminara en el asfalto; como me defendiste y como luchaste por mí. — Tadokoro no se podía creer todo lo que estaba escuchando, notaba como una ligera lágrima empezaba a surcar su rostro. — Siempre has estado ahí, y realmente quiero estar ahí. — Dejó el agarre que tenía de su muñeca para llegar a su rostro y con delicadeza limpiar esa lágrima rebelde que había querido escapar. — Aunque nuestros caminos nos separen, aunque nos convirtamos en rivales. Quiero seguir estando contigo.
Tadokoro pensó que estaba soñado, que huyendo se había quizás tropezado y dado un golpe en la cabeza e inconsciente se estaba imaginando todo esto. Era demasiado bonito para ser real.
— ¿Qué opinas? — Preguntó nervioso Kinjou, aunque el que le había dado el valor de hablar había sido él el temor había vuelto a Kinjou. Quizás había sido muy brusco, quizás había ido muy rápido.
Pero antes de que pudiera dar un paso atrás Tadokoro abrazó con delicadeza el torso de su compañero. Un ligero escalofrío recorrió el cuerpo de Kinjou. — Si tú estás seguro... — Kinjou le sonrió como respuesta. — Porque yo sé que nada más en el mundo me gustaría en este momento que no tener que decirte adiós.
Ambos se sonrieron. No podían creerse que aquella triste despedida que estaban planeando iba a terminar de esa forma. Ni en sus mejores sueños. Como si una fuerza superior a ambos les invadiera decidieron hacer aquello que durante tanto tiempo se estaban muriendo de ganas de hacer.
Al principio fue un suave toque, Kinjou con temor e inseguridad juntó sus labios con los suyos. Un toque que apenas duro unos 5 segundos. Se separó débilmente. Se miraron con los ojos entrecerrados. Tadokoro, necesitando realmente su cercanía, abrazó con más fuerza su cintura. Sus cuerpos ahora más unidos empezaban a sentir unas emociones que les superaban. Necesitaban sentirse el uno al otro. Kinjou volvió a unir sus labios con mucha más fuerza que antes. Ahora ya no se trataba de un solo toque, sus labios se movían a un mismo compás mientras que sus manos se aferraban al otro; Kinjou sosteniendo con firmeza su rostro y Tadokoro aferrándose a su cintura. De un momento a otro las manos de Kinjou se aferraron a su cabello y a su cuello. De un momento a otro aquel toque tan leve e indeciso estaba lleno de pasión y frenesí.
Todo aquello que habían reprimido al fin se había liberado. El calor había llegado a ellos y les empezaba a sobrar cada pieza de ropa que llevaban encima. Habían, por un momento, olvidado donde se encontraban y que era lo que habían venido a hacer. Ahora tan solo existían el uno y el otro, todo lo demás había desaparecido. Solo estaban ellos y sus sentimientos que habían resultado mutuos.
Pero antes de que pudieran seguir empezaron a escuchar pasos y por último como se abría la puerta. Por una suerte inaudita consiguieron separarse a tiempo antes de que la persona que estaba en la puerta llegara a verlo. Ambos intentaron mínimamente arreglarse, ya que tenían la ropa algo arrugada y el pelo de Tadokoro despeinado, y ahí se dieron cuenta que el que había entrado era Kanzaki. Ambos se sorprendieron pero él tan solo empezó a reír mientras los miraba a ellos y sus pintas.
— Venía a daros la enhorabuena por vuestra graduación. — Sonrió mientras interiormente no dejaba de reírse por la situación que había encontrado. Ambos con mucho nerviosismo le empezaron a agradecer que hubiera venido hasta aquí para felicitar a ambos.
Empezaron a hablar del pasado y de todo aquello que les había traído hasta ahí, como odiaban el hecho de que no hubiesen podido graduarse los tres juntos y que Kanzaki se había quedado con ganas de poder ver a sus tres discípulos a la vez. Cuando al fin ambos se habían relajado y estaban disfrutando de la compañía de su senpai él decidió que ya era hora de partir.
Ambos se miraron de reojo, volvían a quedarse solos, quizás era hora de hablar de que iban a hacer. Que iba a pasar con ellos, que eran ahora mismo exactamente.
— Por cierto. — Ambos volvieron a mirar a Kanzaki, quien estaba a punto de salir por la puerta. — Felicidades. — Le miraron extrañados, ¿no lo había dicho ya? Kanzaki negó con la cabeza y sonrió. — No me refiero a eso. Felicidades a vosotros. — Ambos se sorprendieron, se miraron pero desviaron la mirada nerviosos. — ¿O me equivoco? — Se volvieron a mirar y entre una sonrisa y unas risas nerviosas ambos negaron con la cabeza. Kanzaki les volvió a sonreír y mientras se ponía otro palito en la boca los abandonó de nuevo en esa sala. Kinjou y Tadokoro volvieron a mirarse para simplemente sonreírse mutuamente. Parecía que no iban a tener que hablar del tema.
Aquel día despidieron al club de ciclismo, a sus compañeros. A Sohoku. Y a la amistad que habían tenido hasta ahora... para adentrarse en otro tipo de relación que les acompañaría por el resto de sus vidas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top