Empty {FukuAra}
A pesar de intentar aparentar que nada era capaz de sobreponerse a mí cuando estaba relacionado contigo nunca se me dio bien; desde el principio y hasta el final.
Nos conocimos como un encuentro del destino, como si el azar caprichoso estuviera dispuesto a que mi vida estuviera girando alrededor de aquel rubio de cejas pronunciadas. Aunque sabía que aunque al principio tuviera una gran molestia por ello no dudaría de sonreír por tener la oportunidad de estar contigo.
Estar ahí, llevarte a la meta. Ser el que pone una mano en tu espalda y te impulsa. Me sentí tan afortunado al poder hacerlo que en cuanto me di cuenta era el tercer día y, como si despertara de aquel sueño, estaba cada vez separándome de aquellos maillots azules. Una única oportunidad que duro menos de lo que me hubiese gustado. Muchas cosas por demostrar, tantas cosas que decir, pero todo se quedó ahí, como una lluvia torrencial que aunque fuera tormentosa y destrozara todo a su paso... no sería eterna. Y quizás al tiempo nadie se acordaría de ella. Ni de sus destrozos, ni de su cantidad masiva de agua.
Temía que mi recuerdo en Fuku-chan terminara cada vez desvaneciéndose hasta no significar nada para él. Pero, ¿qué podía hacer yo? Ya no iba a ser yo el que estuviera ahí para él.
Cuando empecé en Yonan me sentí inseguro, incluso esa bici que utilizaba me recordaba a él. Por mucho que intentara mostrarme fuerte y sin darme por vencido todo era tan diferente que mis ilusiones empezaron a venirse abajo. Con más frecuencia empecé a alejarme del club, hasta prácticamente dejar de asistir. De la misma manera me fui alejando de Kinjou y de Machimiya, ellos al principio intentaban ayudarme, darme ánimos, pero todo aquello fue en vano. Quizás debía haberles dado un motivo, ¿pero cómo podía hacerlo si no podía ni darme el motivo a mí mismo? Me sentía tan perdido, tan vacío que al final opté por alejarme completamente de Yonan.
Empecé a trabajar en un konbini alejado de todo. Iba por las noches mientras por las mañanas simplemente me dedicaba a subsistir e intentar volver a tener ganas por hacer otras cosas, pero era imposible. Al final mi vida se estaba basando en darme pequeños caprichos gracias a mi sueldo mientras hacía horas y horas extras. Intentaba mantenerme lo más activo posible para evitar ponerme a pensar. Para impedir que los pensamientos intrusivos me hicieran replantearme si esto era lo que quería hacer con mi vida. Sabía perfectamente que no lo era, pero tampoco quería tener que admitir que estaba pensando como un adolescente al que su crush le importara más que cualquier cosa en el mundo. Aunque sabía que era eso lo que estaba pasando, pero quería tener un mínimo de dignidad.
— Buenas noches. — Despedí a uno de los últimos clientes. En cuanto la puerta cerró suspiré. En nada tenía que cerrar la tienda y ya había aparecido el último de los clientes habituales. Estaba estirándome mientras repasaba mentalmente todo aquello que iba a hacer antes de irme hasta que escuche un ruido. Me giré rápidamente y me quedé intentando ver, a través de las estanterías, si podía ver quien era.
Tenía muy claro que si a mis jefes les interesaba que estuviera en este horario nocturno era por los posibles robos que pudiesen haber. Y muchos al final terminaron aprendiendo por las malas que conmigo no iba a ser posible. Me fui mentalizando. Igualmente si se tratara de alguien no era el momento de comprar. Aquel día la tienda iba a cerrar a las dos, ya que normalmente mi turno duraba hasta las cinco y media, pero aquel día era diferente. Eran menos diez y aquella persona seguía ahí. Me negaba tener que cerrar en punto porque alguien le apetecía tocarme las narices.
— La tienda está a punto de cerrar, si no es para algo rápido puede esperar a comprar mañana. — Aunque se me obligaba a hablarle educadamente a la gente eso no quitaba que lo dijera con un tono amenazante y con cara de muy pocos amigos, aunque bueno, eso era habitual en mí. Parecía que no me escuchaba o algo porque no pude oír ninguna respuesta de su parte. Chasqueé la lengua de la rabia, hoy por fin iba a irme a dormir mientras el sol aún seguía escondido, iba a poder descansar. Pero no, siempre tenía que haber algo que lo jodiera todo. — ¿No me escuchas o qué? — Seguía sin oír una respuesta de su parte. Notando como mi cuerpo iba aumentando rabia fui a paso rápido hacía allí.
Hasta que capté un olor bastante conocido. Mi cuerpo se tensó por un momento, no sabía identificar exactamente qué o quién era pero de forma contraria a mi cabeza mis sentidos sí lo sabían perfectamente.
Con un paso más rápido me acerqué y antes de poder reaccionar me choqué contra alguien. Afortuna de mi pobre ser caímos de una forma que no dañamos nada de nuestro alrededor, llego a tener que recoger y limpiar quedando tan poco tiempo y hasta aquí hemos llegado. Mientras intentaba relajarme y habituarme escuché una voz bastante conocida llamarme por mi nombre. Al levantar la mirada me lo encontré allí. Se me cortó la respiración, no podía ser posible.
Llevaba un maillot y tenía en una mano una bebida energética y en la otra un sándwich. Quizás parecía que hacía nada que nos habíamos visto pero para mí había sido una eternidad. Se sacó los auriculares, culpables de que no me hubiese estado escuchando, y me sonrió débilmente. Sentí como mi interior se llenaba de sensaciones totalmente dispares, me sentía entre avergonzado y feliz. Miedoso y contento. Solo sé que había echado de menos a esa cara de piedra.
Me apresuré para cerrar toda la tienda y realizar todo aquello que tenía que hacer antes de irme: cuadrar caja, organizar todo el dinero y por ultimo quitarme mi uniforme.
Mientras me cambiaba me vi al espejo del lavabo. No era consciente de que iba a salir de ahí y estaría Fuku-chan esperándome. ¿De qué hablaríamos? ¿Qué le diría? Suspiré, no sabía porque temía tanto decepcionarle. Tampoco tenía que demostrarle nada, ya no formábamos parte del mismo equipo. Nunca habíamos estado tan unidos como lo podía haber estado con Shinkai, encima estaban en la misma universidad. Volví a suspirar. No estaba preparado.
Justamente como dije ahí estaba él, fuera mientras comía aquel sándwich. Sonreí, seguramente estaba entrando y en cuanto se dio cuenta no había cenado. Era obvio que si había algo relacionado con el ciclismo siempre iba a ser su gran prioridad respecto a cualquier otra cosa. Me coloqué a su lado, me senté en la acera y me limité a mirar al cielo, podían verse algunas estrellas.
— ¿Cómo estás? — Algo se escondía a través del tono de voz de él, quizás era mi intuición pero sabía que Fuku-chan tenía claro que quería hablar de algo en concreto. La segunda pregunta me lo confirmo. — ¿Cómo va la universidad?
Suspiré y tan solo me limité a estirarme. Notaba su mirada en mi espalda, como esperaba mi respuesta. ¿Qué iba a decirle? Tenía claro que eso no era lo que iba a hablar con él.
— Parece mentira que ya hace más de medio año que le dijimos adiós a Hakone. — Fuku-chan dejó de comer su sándwich, no sé si era que había acabado o que realmente no esperaba que esa fuera mi contestación a su pregunta. Me masajeé la nuca y reí. Sabía que una parte de mí se había quedado congelada en aquel lugar, antes de irnos, antes de poner un final. Y los demás a comparación ya estaban avanzando mientras yo me limitaba a asimilar que aquel gran equipo que construyó Fuku-chan ya no existía. — Parece mentira que todo aquello por lo que peleé para llegar al Interhigh haya llegado a su fin. — Reí. — El propio Interhigh ya acabó.
Fuku-chan estaba sin palabras. Yo mismo sabía que quizás esto era lo último que le interesaba escuchar. Pero como si el destino lo hubiese querido ahí tenía mi oportunidad para poder decir todo aquello. ¿Sabría valorarla? Posiblemente no, pero intenté ganarle al orgullo e intentar decirle todo lo que quedo dentro de mí y no pude exteriorizar.
— Fuku-chan. — Le llamé. Aproveche que estaba de espaldas a él, que no era capaz de ver su tosca expresión, para poder soltar todo como si estuviera solo. Sabía que si no lo hacía me arrepentiría. — Gracias.
El silencio nos invadió de golpe.
Me animé a seguir hablando, quizás si lo hacía como un monologo sería más fácil decirlo. — Aunque ya acabó el Interhigh y el tiempo fue pasando... nunca fui capaz de decirlo. Y con el tiempo ya nuestros caminos se separaron y ya perdí la esperanza de decirlo.
Los recuerdos venían a mi mente; estaba tan feliz con pasar tiempo con Hakone que nunca me di cuenta que aquello tenía una fecha de caducidad. Quizás esa era la razón por la que me encontraba a mí mismo en esa circunstancia. Por no saber mentalizarme a tiempo.
— Conseguí llegar al gran escenario del Interhigh. Subí hasta allí yo solo, corriendo solo. Y tenías razón, Fuku-chan. Entendí aquello que tenía de especial. — Mientras hablaba, él se animó a sentarse a mi lado. A lejos de ponerme más nervioso debido a su cercanía tan solo, me sentí extrañamente más cómodo, como si me inundara un sentimiento de nostalgia. De añoranza. —Es gracioso pensar que empecé a correr en bici cuando estaba tan retorcido... — Reí ligeramente. — Corrí todos los días durante tres años. Dijiste que corriera solo porque sabias lo retorcida que era mi personalidad. — Tenía claro que, aunque gran parte de mi personalidad seguía ahí, siempre había sido una persona difícil de tratar. Siempre tratando de poner una barrera entre los demás y yo. Hasta que un chico con una bicicleta de carreras me dio algo por lo que luchar. — Y corrí. No dejé de correr mirando hacia delante, solo hacia delante. —Suspiré. Parecía mentira que tiempo después fuera capaz de exteriorizarlo. Me animé y al fin fui capaz de pronunciarlo en voz alta. — Fui un poco bueno estos tres años, Fuku-chan, ¿verdad? — Me giré y noté una ligera sonrisa en su rostro. — Sí que lo fui, ¿no? — Me levanté y marqué distancia entre nosotros. — Solo quería que me alabases, Fuku-chan.
No me atrevía a voltear, notaba como mis mejillas ardían. Por mucho que había tenido el valor de soltarlo todo no era del todo suficiente como para tener el coraje de ver su rostro. Pero de repente su voz consiguió que todos aquellos nervios e inseguridades se fueran de golpe.
— Sí, Yasutomo, corriste magníficamente. — Volteé y su mirada se encontró con la mía. Algo dentro de mi pecho empezó a sentirte extraño, quizás el motivo era que me llamara por mi nombre. — Yasutomo, no podía haber formado este equipo sin ti. Corriste como el mejor.
Me acaricié el cabeza, avergonzado, con el brazo para evitar que Fuku-chan viera mi rostro sonrojado. Quizás era lo que realmente quería escuchar. De un momento a otro se levantó quedándose a mi altura. De nuevo nuestras vistas volvieron a cruzarse.
— ¿Quieres ir a correr mañana por la mañana?
* * *
— No me creo que para un día libre que tengo me tengas aquí despierto a las siete de la mañana. — Me quejé mientras estábamos a punto de dejar al punto final de aquella carrera matutina. Parecía mentira que estuviera ahí encima; encima de aquella bici que tanto había significado y que llevaba meses sin enfrentar.
— Solo son las siete. — Resoplé enfadado. Ese "cara piedra" no sabía que era tener todo el horario movido al trabajar de noche. Quizás era por propia decisión mía, pero era algo a tener en cuenta. Pero sabía que si tenía la posibilidad de volver a correr con él no la desaprovecharía. — Ya queda solo un kilómetro para llegar al punto de partida. — Sonreí.
Como si se tratara de una carrera propia del Interhigh, adelanté a Fuku-chan para poder ser su asistente una vez más. Con una sonrisa pedaleé con todas mis fuerzas, no tenía a nadie con quien competir, pero quería volver a repetir esa sensación en el pecho. Cuando estaba a punto de llegar, cuando solo faltaba el sprint final ahí estaba él, preparado para salir. Me sonrió y le sonreí de vuelta. Coloqué mi mano en su espalda, notando como esta se llenaba de calor, como me hacía sentir algo indescriptible en el estómago. Con todas mis fuerzas le empujé y llegó a la línea de meta que habíamos pactado. Sentí una felicidad inmensa y un fuerte nudo en la garganta. Echaba de menos esto, pero a la vez sabía que sería la última vez que lo hiciese.
Fuimos a la máquina de refrescos, casualmente aquella en la que nos encontramos por primera vez. Mientras él se llenaba su botella con el agua yo me bebía mi Bepsi. Años después estábamos donde todo comenzó y, de alguna manera, dándole un final.
Me senté mientras él seguía ahí de pie. De alguna forma tenía que asimilar que ya no éramos del mismo equipo, que ya no sería yo el que apoyara la mano en su espalda antes del tramo final. Dolía pero si no era capaz de ponerle fin no sería capaz de avanzar. Intentaba controlar mi respiración, controlar la tormenta de emociones que me estaba consumiendo. Pero era imposible. Mi mirada no se levantaba del suelo y mi Bepsi ahí, abandonada en el suelo.
— Es justamente como pensaba. — Me sorprendió escuchar su tosca voz de golpe. Lo miré y nuestras miradas se encontraron, una vez más. Me sonrió ligeramente y arremetió sin piedad contra mi corazón. — Solo puedes ser tú.
Como si hubiese sido la gota que había colmado el vaso una salvaje lágrima se abrió paso por mi rostro desencajado. Pero no venía sola, en cuanto me despiste un montón de ellas me atacaron sin piedad alguna. Me sentía tan patético, ¿cómo estaba ahí llorando por solo ese comentario? Me tapé el rostro rápidamente con mis brazos, no me creía que me estuviera pasando eso.
— ¿Arakita? — Preguntó temeroso por, supongo, mi reacción. Nadie se esperaría verme llorar, ni yo mismo lo haría. — ¿Estás... llorando? — Parecía necesario confírmalo ya que era difícil de creer.
— ¡Cállate! — Decir que estaba sudando por los ojos era algo tan poco creíble que opté por simplemente mandarle a callar. No podía controlar mis emociones, no sé si al haberlas reprimido tanto ahora habían explotado.
Se agachó para quedarse a mi altura, notaba su cercanía y, de un momento a otro, su tacto encima de mi piel, intentando sacar mis brazos de mi rostro para poder ver aquello que resultaba increíble. Pero yo no aflojaba mi agarre, no iba a permitir que Fuku-chan me viera de esa forma tan lamentable. — Arakita... ¿Por qué has dejado la universidad?
Aquella pregunta me tomó totalmente por sorpresa. Sé que me había visto aquí trabajando de noche... ¿pero era razón suficiente para saberlo? Me tensé de golpe, me sentí aún más vulnerable. Estaba deseando salir corriendo de allí, coger la bici e huir. Pero su agarre aún seguía ahí, no iba a ser posible. Preferí no decir nada, quedarme en silencio.
— Y... — Tragué saliva, parecía que no era lo único que sabía. — ¿Por qué has dejado el club de ciclismo? — Aquello sí que no tenía manera de enterarse. Con suerte no se había hecho ninguna carrera donde se pudiese competir contra otros clubs, así que nadie de Hakone podría haberse enterado del estado lamentable en el que estaba. Pero él lo sabía.
Opté por decirlo. — ¿Cómo lo sabes?
—Kinjou me llamó. — Eso me pilló por sorpresa. El agarre de Fuku-chan se fue haciendo cada vez más suave. — Me dijo que habías dejado de ir al club, que ya no te veía en clase. — Notaba una sensación de culpa en su tono de voz. Como si de alguna forma él se sintiera culpable de ello. — Que no contestabas las llamadas ni los mensajes. — Quizás aquel encuentro no había sido tan casual. — Estaba preparándome para hablar contigo, para llamarte. Tenía pensado hacerlo ayer por la mañana, después de salir del entreno. Pero al final terminé encontrándote en aquella tienda a esa hora.
Sé que quizás estaba siendo un cobarde, estaba siendo un inmaduro que era incapaz de superar que cada persona tiene su propio camino. Irónicamente era el que siempre ponía una barrera alrededor de todos pero, a su vez, no quería que nadie se alejara de mí. Me sentía avergonzado, mi rostro manchado de lágrimas no merecía mirarle a la cara. Hasta un cubo de basura tenía más orgullo que yo en aquel momento. Le escuché suspirar.
— ¿Por qué?
Yo también me lo preguntaba, me lo preguntaba cada día al cerrar los ojos al irme a dormir. Cada vez que tenía que decirle "buenas noches" a cada cliente. Cada vez que veía aquella bicicleta y algo me quemaba el pecho. Me lo preguntaba aún si ya sabía la respuesta. Pero la respuesta era algo que no lograba procesar, que no quería, directamente. Por eso huía, me pasaba todos aquellos meses huyendo.
— Arakita. — Al final contesté a su llamado, y por fin alejé mis brazos para poder enfrentar mi cara a la suya. El ver mi expresión, como siempre tosca e intimidante, con aquellas lágrimas provoco que sus grandes cejas se arquearan, como preocupado por aquello que estaba viendo frente a él. — ¿Qué ha pasado? — Tan solo podía mirarle a sus ojos, mientras intentaba encontrar algo en claro entre toda la tormenta de pensamientos que me estaban acechando en ese momento. ¿Sabía la respuesta? Claro que la sabía. La llevo sabiendo desde que nuestros caminos se separaron. — ¿Por qué-? — Esta vez no le dejé terminar.
Cogí su maillot con ambas manos y con una fuerza apresurada uní sus labios con los míos. No quería aceptar que desde que me ganó a aquella carrera no pude sacarle de mi mente. Me separé después de unos segundos. Nuestros rostros quedaron prácticamente separados por milímetros. Él se había quedado petrificado, como si de una piedra se tratase, irónicamente. Sonreí. — Ahora ya sabes el porqué.
Empecé a intentar levantarme para alejarme pero él tomo mi mano deteniéndome. Lo miré de vuelta y me sorprendí de lo que encontré: aunque seguía con su rostro totalmente inexpresivo estaba totalmente rojo, como un tomate. Aquello me hizo tomar consciencia de lo que acababa de hacer. ¿Acababa de besar a Fuku-chan como quien no quiere la cosa? El sonrojo también se instaló en mi rostro para no irse en un buen rato.
— ¿Qué? — Le pregunté entre titubeos mientras su agarre no aflojaba.
— No lo sé. — Por un momento su mirada esquivó la mía. — Aún no sé el porqué.
— Realmente, ¿¡no te puedes dar cuenta por ti mismo!? — Pregunté ido por la vergüenza. Parecía que lo decía totalmente en serio.
— ¿Cómo podría darme cuenta? — No podía ser posible. — ¿Qué relación tiene... con que haya dejado la universi-? — De nuevo, no lo dejé acabar.
— ¡Porque no tenía sentido si no estabas tú!
Y de golpe se hizo el silencio. Quería cavar un hoyo y esconderme por el resto de mi vida. No quería creer que el muy idiota me había hecho tener que decirle en voz alta lo que era tan obvio. Intenté escapar de su agarre para poder huir pero él lo seguía manteniendo mientras miraba al suelo. No podía más.
— ¿Por mí?
¿Por qué tenía que hacerme decir todo eso en voz alta? ¿Por qué la situación había acabado de esa forma? — ¿Te lo voy a tener que explicar con dibujos o algo?
Antes de que pudiera mentalizarme de ello me acercó a él y me abrazó. Me envolvió dulcemente con sus brazos y apoyó su cabeza en mi hombro derecho. Sentí como mi corazón latía casi saliendo de mi pecho. Notaba como me temblaba la mano. Pero a la vez contra mi pecho podía notar como su corazón también latía de la misma forma. Sentía que me derretía.
— Yasutomo. — Mi piel se erizó al escucharlo llamarme por mi nombre. — Vuelve a la universidad. — Cerré los ojos mientras, de manera tímida para evitar que se diera cuenta, me aferraba a él. — Kinjou, Machimiya, ambos están preocupados. Tienes que seguir con tu vida. — ¿Era su manera de dar un final a todo lo que habíamos tenido en Hakone? ¿Iba a decirme adiós de esta forma por lastima? Volví a sentir que las lágrimas volvían a acumularse en mis ojos. — Siempre seremos compañeros de Hakone. Pero ahora somos rivales. — Sentí como si me clavaran un puñal en el pecho. Definitivamente estaba poniendo un final de la manera más leve que se le había ocurrido. Me volvía a sentir un idiota. — Quiero saber que es enfrentarme a ti. Que es tener a Arakita Yasutomo de enemigo. — Aquello me hizo abrir los ojos. — Aunque me duele saber que volveremos a tener el mismo maillot. — Con delicadeza me separó de él y colocó una mano en mi mejilla. — Seguirás estando a mi lado.
— ¿Qué quieres decir con eso?
Sonrió ligeramente. — Solo puedo contestarte de una forma.
Y sin siquiera esperármelo juntó sus labios con los míos. Fue un leve toque pero lo suficiente como para hacer temblar a las puntas de mis dedos. Cuando estaba a punto de separarme de él volví a juntar nuestros labios con fuerza. Uniendo nuestros cuerpos. No creía que eso podía ser real. Algo inseguro se unió al baile de nuestros labios y cuando creí que no podía más nuestras lenguas entraron en juego.
No recuerdo cuando tiempo pasó, pero se sintieron segundos. Como en aquel lugar donde nos encontramos por primera vez nos estábamos encontrando de una manera totalmente diferente. Como aquella sensación de vacío que me agobiaba cada noche desde la última vez que le vi... se había vuelto insignificante solo por el roce de sus labios con los míos, con sus manos aferrándose a mi cintura. Nunca pensé que llegaría asentirme así pero... no lo cambiaría por nada.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top