• Prólogo • 🍃 El arribo de la luna 🍃
⚠️Atencion⚠️
Esta historia se desarrolla en el omegaverse, se recomienda informarse del contexto mencionado antes de proseguir.
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En la ajetreada ciudad de Japón, el sol cubría el paso de miles de transeúntes que formaban una gran masa corpórea que se movía de izquierda a derecha y viceversa.
El mundo estaba en constante cambio y movimiento, con pocos seres vivos percatandose de ese hecho.
¿Que sería de la vida si no estuviera en constante cambio?
Las animales nacen, viven y mueren para convertirse en alimento de los pequeños organismos que los devoran y llevan nutrientes a las plantas, que crecen como coloridas flores, o perspicaces raíces que suben y escalan convirtiéndose en árboles fornidos que dan oxígeno para otros seres vivos.
El mundo gira, viviendo en constante cambio, Los actuales reyes caen para ser reemplazados por otros líderes más jóvenes y fuertes dispuestos a reinar con ímpetu y valentía, y estos mismos serán reemplazados por sus descendientes en el futuro.
Esa cadena jamás se detiene, y aplica para todos los seres que habitan el inmenso globo terráqueo.
Y bajo el caluroso sol del mediodía, ese cambio se estaba gestando nuevamente.
Viajando por la ostentosa carretera, un lujoso vehículo color negro transportaba a los nuevos y hábiles reyes, que reemplazaban a los viejos y caídos.
- Pronto llegaremos, Joven Tsukishima - Anunció el chófer sin quitar la vista de la carretera.
Sin emitir respuesta, el nuevo rey se guardó su aliento observando con desdén por el vidrio polarizado.
Asumir un gran puesto, siempre era noticia alegre para los nuevos aplicantes, el ansia de poder era una de las fuentes de la codicia humana, aveces desmesurada.
Pero este, claramente no era el caso del joven de cabellos rubios y expresión solemne que recargaba su pálido rostro sobre sus delgados dedos.
Su expresión denotaba una serenidad más cercana al fastidio que la tristeza, su ceño ligeramente fruncido se apreciaba sobre sus ojos acaramelados tenuemente iluminados por los escasos rayos de sol que entraban por las finas rendijas entre el polarizado del cristal y el marco de la ventanilla.
El auto pronto se aparcó en un estacionamiento privado y sus dedos acariciaron su entrecejo preparándose para soportar lo que se anunciaba como un pesado día.
Tomando unas gafas negras del bolsillo de su ropa formal para luego proseguir a colocarselas, se ajustó la corbata a juego con su camisa y pantalón de vestir, para luego levantarse con pesadez de su asiento deslizándose hasta salir del coche siendo recibido por su chófer cordialmente.
- ¿Listo para su nuevo puesto, Joven Tsukishima? - Preguntó con una sonrisa cordial y este bufó con fastidio hundiendo sus manos en sus bolsillos despreocupadamente.
- Apenas he llegado y créeme que ya quiero salir de aquí..- masculló con un tono peculiarmente ronco e inició su trayecto con el cerrar de la puerta tras de si - Nos veremos lo antes posible.
Siendo esta su manera de despedirse, el chófer inclinó su gorra en gesto de saludo para luego retornar al vehículo dispuesto a salir de allí.
Su serena presencia caminó a paso seguro, subió las escaleras en salida al estacionamiento para encontrarse casi al instante con las ensordecedoras luces de un majestuoso edificio de cinco abrumadores pisos, siendo este una de las piezas más hermosas de aquella transitada avenida.
Característica por su excentricidad y finura, ese edificio denotaba que había sido construido con esmero a cada detalle, pues menos no se podía esperar de una compañía tan inmensa e importante como lo era la renombrada empresa farmacológica liderada por la familia Tsukishima hace más de treinta años.
Habiendo pasado desde el primer miembro en fundarla como lo era Enma Tsukishima, el reconocido autor y distribuidor de cientos de productos medicinales responsables de ayudar a tratar dolores articulares, reumatológicos y hormonales especialistas en la gama de productos para alfas.
Productos tales como perfumes con feromonas de Alfa dominante, así como medicina para controlar el celo tanto de alfas como omegas, eran algunos de los que habían hecho famosa a esa imponente empresa.
El paso del tiempo había pasado factura al gran hombre autor de tales productos y este, a la edad de setenta años, a pesar de encontrarse en un excelente estado de salud, decidió retirarse del negocio que había consumido más de la mitad de su vida, para vivir el resto de la misma dedicándose a sus propias aficiones y, por sobre todas las cosas, a su familia la cual había sido el principal motivo por el cual este se había retirado.
Todos los miembros de esta estuvieron contentos de su retiro, estaba claro que este se lo merecía, su esposa no podía encontrarse más feliz, esta tenía poco menos que el y con su retiro, había sido la oportunidad perfecta para realizar el viaje de reposo que ambos deseaban hace mucho.
Todo parecía favorable para la familia Tsukishima y sus miembros no podrían estar más contentos, ¿no?
Todos menos el muchacho que ahora se tomaba un respiro antes de decidirse a entrar al ajetreado lugar.
El hijo menor de Enma, Kei Tsukishima, era quien tomaría las riendas de el alto cargo que ahora le correspondía.
Suena extraño, ¿no? , el hijo menor colocándose los pantalones de una empresa tan renombrada e importante como la que le tocaba maniobrar.
Normalmente el primogénito sería el heredero ideal para tal cargo, pero este se había negado de rotundo a inmiscuirse en tal empresa, producto de algo que Kei no consideraba una excusa válida, y esto se reducía en el hecho de que su hermano mayor Akiteru, estaba felizmente casado, con un pequeño niño cumpliendo apenas cuatro años, y para colmo, otro en camino.
Al contrario de lo que cualquiera pensaría, el dedicado primogénito priorizó el convivir con su familia ante el poder, un puesto como el que ahora ocupaba Kei, demandaba mucho tiempo, por no decir casi todo. Reuniones, viajes, administración, liderazgo, entre otras cosas, era un puesto que demandaba un sacrificio que el no estaba dispuesto a aceptar.
Su padre había comprendido su posición, apreciaba mucho tanto a su hijo como a su adorada nuera y sus nietos, y priorizarlos le pareció razonable.
Como resultado de ello, el ojo selector de su padre se encaminó hacia su segundo hijo, Kei.
No era un mal heredero, al contrario, era ideal para el puesto, con 29 escasos años, el muchacho demostró agilidad e inteligencia desde que era tan solo un adolescente, siendo elogiado por tener un promedio perfecto y una impecable orientación en economía que rindió frutos, graduándose con honores como licenciado en economía con capacitación empresarial.
Con la característica formación impecable que rezaba en su renombrado apellido, era un estudiante modelo, responsable y formado en el carácter de los Tsukishima, el joven era ideal en temas de liderazgo y estrategia, aunque su personalidad dejaba mucho que desear, siendo esa junto a su corta edad, la primordial razón por la cual su padre no lo había elegido como primera opción.
Conflictivo como pocos, era lo mínimo que se podía decir de este joven, descrito por todos como un ser antisocial, este muchacho solía destilar su agria personalidad por donde quiera que iba, y con quien se encontraba, causando un desagrado fugaz en quien lograba fastidiarlo al punto de hacerlo sacar sus afilados colmillos.
Pocos eran sus amigos, su elegida soledad recaía en su negación a socializar y por ende a cooperar correctamente.
Narcisista por excelencia, su altivo carácter no perdonaba a nadie, nisiquiera a su propia familia. Observando siempre por encima de su hombro y sonriendo solo con malicia cuando lograba su entretenimiento favorito, hacer enojar a quien lo rodeaba.
Algunos lo llamaban el "experto en provocación", y no era para menos, jamás había sido cálidamente bienvenido en ningún lugar, claro que había que mantener las apariencias, y aunque este chico fuera un conflictivo por naturaleza, sus modales y crianza selectiva brillaban haciendo presencia en formalidades.
Y esto que abordamos, se había hecho presente el día en que su padre lo citó para ofrecerle, o más bien entregarle, el liderazgo de la renombrada empresa.
Claro que este se había negado de rotundo a cargar con aquella responsabilidad desde un principio, jamás había tenido interés en cosas que demandarán tanto esfuerzo como la que ahora le tocaba abordar, a pesar de tener tanto talento, nunca le habían interesado este tipo de cargos, sus intereses personales nisiquiera estaban claros para su propia familia, pero tampoco podían quejarse, su hijo era lo que se dice, un muchacho ejemplar, exceptuando su tétrica personalidad.
Sin miramientos ni opciones de parte de su estricto padre, no había excusa que lo salvara, el no estaba casado, nisiquiera tenia pareja, mucho menos hijos, no podía safarse de la situación del mismo modo que su hermano mayor, y para peor, a pesar de toda negación y rechazo de su parte, su padre se encargó del papeleo necesario para dejar todo en sus manos, aún a sus espaldas, de modo que este tuviera que aceptar de un modo u otro.
Tanta insistencia de parte de toda su familia, así como el acorralamiento constante, terminó por dejarlo sin opciones y , muy a su pesar, la empresa recayó en sus manos antes de que tuviera tiempo a negarse siquiera.
Su molestia por el presente cargo no fue disimulada ni por un segundo, odiaba tener que escuchar a la gente , y ahora que era el dueño y responsable principal de la empresa, el resto de su existencia estaba condenada a oír preguntas, quejas y proposiciones.
Lo cual, era peor que el infierno para el.
Sus pasos resonaron por la acera y, sufriendo aún antes de entrar, cruzó la puerta de cristal, el aire olía a un delicioso perfume ambiental mezclado con el aire acondicionado que estaba constantemente activado.
Su abrumante presencia cruzó la oficina principal y cientos de ojos se posicionaron sobre el al instante mientras entraba al ascensor rumbo a la quinta planta donde ahora lo esperaba su nueva oficina.
Sin duda, todos quienes allí trabajaban habían advertido la indudable presencia que destilaba el joven. Contemplando su paso firme con expresiones de admiración y de notorio interés.
El ruido de miles de hablares al abrirse las puertas del último piso lo abrumó sin darle tiempo a tomar un último respiro.
Una mujer de cabello oscuro recogido y vestimenta formal se le acercó al instante con una gran sonrisa.
- ¡Joven Tsukishima!, ¡bienvenido a-
- Omíta las vanidades - la interrumpió reanudando su paso sin siquiera mirarla.
La agitada mujer lo siguió como pudo haciendo resonar el traqueteo de sus apresurados tacones que intentaban seguirle el paso al indiferente muchacho.
- ¡M-mi nombre es Akane Hitoshi y soy su consejera empresarial! - explicó caminando a su lado- ¡Auxiliré todas las decisiones que necesite tomar en su fundamental cargo en esta empresa!
Kei no parecía prestarle la más mínima atención, todos los presentes lo observaban con expresiones de admiración y sorpresa, murmurando bajo sus narices, lo cual le ponía de unos malhumorados nervios.
- ¡Su padre me encargó explicarle todos los procedimientos que necesite saber así que podemos empezar cuand-
- Olvídese de lo que le dijo mi padre, aquí se hará lo que yo diga - Sentenció con una frialdad palpable y está le observó perpleja, sabía que el joven heredero era alguien conflictivo, pero su desfachatez para con ella era peor de lo que imaginaba.
Pronto un nuevo muchacho clamó su nombre haciéndolo rechistar, su acelerada caminata se agrandó al agregarse otro fastidioso acompañante que parecía necesitar atención, que claramente no recibiría.
- ¡Joven Tsukishima! ¡me alegra tanto verlo! - saludó con una cálida sonrisa - Mi nombre es Tokita y soy el supervisor de producción, ¡tenemos mucho de lo cual encargar-
- No me interesa quien seas, no estoy disponible en este momento.
Su terco paso se detuvo frente a un gran e impecable vidrio por el cual se apreciaba una pequeña oficina vacía, sin interés para averiguar el por qué del vacío en ese sector, cruzó la puerta cristalina para luego apreciar una inmensa puerta de roble que rezaba una delicada placa con letras talladas que rezaba " Mr. Tsukishima"
》 Tch, pamplinas..《 exclamó en su mente y hundió sus manos en su bolsillo tomando el manojo de llaves para luego abrir la puerta rápidamente.
Las voces de las personas que lo solicitaban y perseguían le eran indiferentes y, como el límite a su permiso, estos abandonaron la persecución tras el gran cristal que separaba la pequeña oficina del resto del edificio.
Aliviado por el silencio, este se tomó unos segundos para observar la gran mesa de madera terciada en la que descansaban varios teléfonos, cuadernos apilados y diversos útiles tales como apreta papeles, boligrafos y sellos, entre otras cosas.
Una pequeña placa de metal sobre el escritorio rezaba "Secretario personal", aunque no poseía nombre alguno y para su curiosidad, no había ningún tipo de cuadro o pertenencia en los anaqueles, solo había una puerta tras la mesa que indicaba el archivador, sin llave puesta.
》..¿Hubo despidos? 《
Aunque le parecia raro que el encargado de ese puesto tan importante brillara por su ausencia, le alivió pensar en que ahora se le había concedido la bendición del silencio.
Más tranquilo, cruzó la gran puerta de roble cerrándola tras de sí y, asegurándose que no había nadie, se quitó las gafas negras soltando un suspiro mientras las guardaba en el bolsillo de su elegante saco negro.
Sus ojos de tonos miel recorrieron el amplio lugar admirando su sobria belleza, las paredes estaban pintadas de un color blanco crudo decoradas con algunos recuadros de menciones honoríficas de la empresa, así como fotografías del padre del joven en distintas situaciones honorables.
》 Ese maldito viejo..apenas pueda quitaré su cara de este lugar..《
El rostro de su padre le causó indiferencia y decidió pasar de largo de las decoraciones reposadas en la pared. Unos amplios y hermosos ventanales decorados por cortinas de seda blanca dejaban entrar la luz del sol que iluminaba el impecable piso lustrado recientemente.
Todo en ese lugar, advertía finura.
La pieza central del lugar era un enorme escritorio marrón oscuro, que reposaba justo en medio de la oficina delante de una cómoda y amplia silla de escritorio forrada de cuerina negra.
Todo allí estaba tan bien cuidado que lucía nuevo, desde el piso y las paredes sin un solo desperfecto, hasta el escritorio sin un solo rayón o cicatriz tallada en su madera y la gran silla de cuerina brillante y tersa.
Lo único que delataba su uso, era el inconfundible y, para Kei, repugnante aroma que había dejado su padre allí.
Tal y como su hijo, su padre era un Alfa de pura cepa, y su aroma natural, como tal, era de lo más fuerte y abrasador.
- Al menos se ve cómoda, aunque esté lugar tiene el desagradable perfume del viejo..que asco - Comentó al aire con expresión de profundo desagrado, el fuerte perfume a tabaco y menta que habían dejado las feromonas de su padre le provocaba arcadas.
Ladeando la cabeza caminó en dirección a su escritorio, allí una aún más desagradable sorpresa le aguardaba para empeorar su día, una pila de papeles que esperaban ser leídos y debidamente firmados cuanto antes.
- Maldito viejo, dejaste mucho por hacer antes de irte..- maldijo entre dientes observando por encima algunos de los papeles que reposaban sobre su escritorio.
Viendo las fechas, pudo deducir casi al instante que los deberes que ahora habían recaído sobre el estaban tremendamente atrasados.
Un repentino sonido interrumpió su tour y sus ojos rastrearon el sonido hasta el aparato en una esquina del escritorio. Hastiado, tomó el aparato entre sus manos apretando una tecla bruscamente y llevando el teléfono a su oído.
- ¿Que sucede? - preguntó en tono nada amigable y la voz que se disponía a hablar titubeó para luego carraspear y proseguir.
- Soy su consejera, lamento insistir, pero hay mucho que hacer, Joven Tsukishima, y me gustaría que empezáramos de inmediato a hablar sobre lo pendiente para ponernos manos a la obra.
Llevándose una mano al entrecejo, este gruñó- Escuche, no se que relación llevaba con mi padre, pero yo no voy a escuchar su larga y aburrida charla, haga una lista con lo pendiente enumerada según lo más urgente y la quiero aquí cuanto antes.
Y sin darle tiempo a responder, devolvió el teléfono a su lugar prosiguiendo a sentarse en la cómoda silla de cuerina, analizando los detalles del escritorio mientras exhalaba pesadamente.
Este era realmente amplio y estaba equipado con todo lo necesario, incluyendo una lista protegida tras un cristal con todas las re direcciones del teléfono, sus respectivas oficinas contiguas y, porsupuesto, sus empleados.
Toda su agrupación estaba completa, el único espacio vacío, era el de su secretario personal.
》 Así que en verdad, ese puesto está vacío..no puedo creerlo..《
Su curiosidad fue hasta los cajones y abrió uno por uno examinando sus contenidos, poco encontró más que unas fotos y repuestos de útiles que había allí, nada interesante.
El teléfono volvió a sonar mientras leía el papeleo y, debatiéndose así mismo si contestar o no, terminó por levantar el tubo.
- Diga.
- Joven Tsukishima, la lista ya está preparada, ¿puedo pasar?
- Pase - afirmó para luego colgar y colocarse nuevamente las gafas oscuras. Poco después, su consejera entró hacia su oficina con una amplia lista en la mano que posó sobre su escritorio con gesto serio.
- Bien, esto es lo pendiente - afirmó mientras este tomaba la lista y comenzaba a leerla sin mucho interés- Si me permite, puedo asistirlo en algunas tareas.
- Excelente, por qué no me voy a ocupar de esta - Sentenció arrojando la lista sobre el escritorio bruscamente y señalando con un bolígrafo la tercera fila que rezaba "entrevista para secretario personal"
- Pero señor, su asistente personal debe ser de su selección debido a que trabajará directamente con usted, puedo asistirlo pero no puedo elegirlo por us-
- Creo que no he sido suficientemente claro - Interrumpió, sin mover un solo músculo de su cara y recargando su cabeza en su mano con desdén- Haga lo que le plazca con esto, mientras sea eficiente y no me moleste más de lo formalmente estricto, no me importa en lo más mínimo quien sea, es mi última palabra.
Boquiabierta, la mujer pareció querer decirle muchas cosas acerca de su conducta pero por obvias razones laborales, sus palabras tuvieron que ser tragadas.
- Con permiso..- Masculló notoriamente tensa y se giró sobre sus talones dispuesta a irse.
- Una cosa más - Llamó y esta se detuvo, mas este mantenía la mirada en la lista aún mientras hablaba- tráigame un café grande sin azúcar cuanto antes, tengo mucho papeleo atrasado del cual encargarme y requiero de cafeína - Ordenó sin quitar la vista de los papeles que ahora tenían toda su atención.
- Con todo respeto, soy su consejera empresarial, no su asistenta, si quiere algo de beber, puede caminar hasta la cafetería del último piso - defendió notoriamente ofendida por el pedido. Más este no se molestó en levantar la vista.
- Su trabajo es asistirme, y por si no se ha percatado todavía de sus responsabilidades, una de sus tareas es buscar a un secretario que haga lo que yo le diga expresamente, hasta que este no se encuentre, su puesto recaerá en que haga lo que yo le pida y punto - Afirmó en voz suave y levantó su mano moviéndola de arriba a abajo - retírese.
La sangre comenzó a hervir y sus puños apretados mandaron un mensaje claro de odio que el rubio no pareció importarle en lo más mínimo. Sin poder reprochar y con un taconeo histérico, la mujer se retiró de allí guardándose su molestia dentro del bolsillo.
Sin duda, ese muchacho se merecía la reputación que tenia con creces.
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- No recibiré a nadie hasta el miércoles - afirmó girando levemente en su silla- si, no me interesa.
Y sin más, colgó el teléfono por vez quien sabe cuanto en el día. Era su tercer día trabajando allí y su dolor de cabeza iba en aumento, el café ya no era suficiente para contener su estrés, su padre se había encargado de dejarlo hasta la coronilla de responsabilidades antes de irse, en esos tres días apenas se había movido de la silla de su escritorio, entre firmas, propuestas, emisiones de productos, envíos al exterior, étc, su día estaba resumido a su asiento.
- Esto me está matando..necesito un cigarro o voy a reventar..- murmuró para si mismo.
Harto, pasó sus manos por su cabello con frustración y se levantó de su asiento rumbo hacia afuera de su estresante oficina.
Sin pensar en nada más que un pronto descanso, cruzó la puerta de su oficina y le llamó la atención ver unas cajas sobre la mesa de roble que debería de estar vacía.
》 ¿No se supone que nadie puede entrar aquí a menos que yo lo diga?, y encima dejan sus cosas, que sinvergüenzas..《
Sin darle más vueltas al asunto, escapó de sus obligaciones en el ascensor y observó su celular que vibraba en su bolsillo.
El contacto a título de "Madre" brilló en la pantalla y este soltó un gruñido apagando el aparato, no tenía intenciones de contestar, ya tenia suficientes molestias con las tareas de la empresa, los empleados y sus consultas que había tenido que esquivar, las citas que había cancelado casi sin mirar de quien se trataba, entre otras cosas.
Su cabeza estaba hecha un revuelo.
Una vez sus pasos cruzaron la recepción del primer piso, tomó una cajetilla de cigarrillos de su bolsillo y colocó uno entre sus labios apresuradamente.
- ¡Señor Tsukishima! - escuchó esa voz que le resultaba tan irritante llamarlo por enésima vez en el día y cerró los ojos asumiendo la molestia que se avecinaba- ¡Tenemos un pequeño problema con la facturación de productos!
- Hable con el supervisor de producción, o el de envíos al exterior, no me moleste con sus nimiedades - Respondió sin mirarla ni detener su paso, buscando el encendedor en sus bolsillos. Ansioso, dejó de prestar atención a su alrededor - Maldita sea, ¿donde diablos..-
Su mirada subió repentinamente al notar una sombra por el rabillo del ojo y antes de que pudiera reaccionar, un fuerte empujón lo hizo perder la estabilidad al chocar contra su abdomen y el impacto hizo que los lentes negros que llevaba con regularidad resbalaran por su nariz y se estrellaran de lleno contra el suelo.
Un murmullo de asombro de parte de todos congeló el ambiente con una tensión palpable y un silencio sepulcral inundó el excéntrico lugar que solía rebozar de distintos ruidos de voces y tonos de teléfono de la recepcionista.
Hasta los teléfonos parecían haberse callado ante la indudablemente peligrosa situación.
El rubio ladeó la cabeza recomponiéndose de la sorpresa y su expresión de fastidio no tardó en pintar su pálido y masculino rostro.
Nisiquiera sabía por donde empezar a enfurecerse.
Sus ojos acaramelados observaron primeramente a un pequeño muchacho que reposaba en el suelo con expresión de dolor y sus objetos personales regados a su alrededor.
Lo que era peor, a unos centímetros de los pies del más alto, el marco de sus lentes se hallaban vacíos, y sus cristales hechos añicos a su alrededor.
Ahí, fue cuando su pánico interior afloró al encontrar su rostro expuesto, como una violación a la primera de sus reglas; nadie podía verlo directamente a la cara.
Pero ese pánico, se transformó casi inmediatamente en una furia contenida que marcaba venas sobre sus puños cerrados y pintaba matices sumamente oscuros en sus ojos dorados.
Quien sea que hubiera provocado ese desastre, estaba a punto de toparse de lleno con lo más cercano a la muerte en vida.
Por su parte, el pequeño muchacho se recompuso del golpe y observó el desastre a su alrededor con los ojos brillando de pánico, para luego comenzar a recoger sus cosas desesperadamente- ¡Ay no..!, ¡Que idiota!
- Tú..pequeña mierda.. - masculló el mayor en un murmullo apenas audible, quitándose el cigarro de los labios y rompiéndolo entre sus dedos.
La gente que rodeaba la escena se alejó lentamente, presintiendo lo peor.
Con tan solo unos días y casi sin conocerlo, se estaban empezando a acostumbrar al mal carácter y la insolencia de su nuevo jefe, junto con su lejanía para con sus empleados y sus malos hábitos solitarios.
Pero verlo así de enojado era algo superior a lo que habían visto en estos días y, para aún más desconcierto, Kei solía andar infaltablemente con lentes cuando caminaba por la empresa, e incluso dentro de su oficina.
La razón era desconocida para todos, pero suponían que, entre otras muchas cosas, al joven le fastidiaba que se tomaran confianzas con él como para mirarlo a la cara. Nisiquiera a su consejera, la mujer más cercana a él hasta el momento, se le había permitido ver su rostro cuando entraba a su oficina. Hasta entonces, su cara era un completo misterio para todos.
Claro, hasta ahora.
Pero para todos, esta era una situación que emanaba un peligro inminente por donde sea que se observara, el primero que moviera un músculo de manera que él considerara insolente, podría pagarlo con su empleo y mucho más.
El rubio se cruzó de brazos en un intento de mantener la compostura mientras el muchacho juntaba sus cosas entre balbuceos que intentaban ser disculpas.
Una vez este se puso se pie con sus cosas en los brazos , levantó la vista despreocupadamente para congelarse de pies a cabeza al toparse con la gélida mirada del rubio, quien ya de por sí, se veía naturalmente intimidante.
Su esbelta figura de casi dos metros de altura hacia pequeños a todos a su alrededor, y con su humor de los mil infiernos, su presencia tenía la misma densidad que la de un asesino en serie al que le habían frustrado su última fechoría.
- Eh..yo..yo..- balbuceó encogiéndose más y más conforme el rubio mantenía su mirada sobre el.
- ¿Tienes idea lo que acabas de hacer, pequeño insolente? - masculló entre dientes con un enojo palpable y sus ojos perforaron al pequeño peliverde como un par de navajas afiladas.
- Y-yo no lo vi..lo lamento..enserio..- susurró en un fino hilo de voz y sus ojos siguieron la mirada del más alto que fue hasta el cadáver de lo que alguna vez fueron gafas- ¡AY NO!, ¡P-PERDON SEÑOR!, ¡L-LE JURO QUE LAS PAGARÉ!
Con un nerviosismo digno del temblar de una gelatina, este juntó los pequeños pedacitos de las dichosas gafas, aunque de poco sirvió, aquello no tenía arreglo. Silencioso pero letal cual víbora, sus ojos siguieron su recorrido, observándolo como si le diera vergüenza ajena cada movimiento del jovenzuelo.
- En tu vida podrías pagar esas gafas..- masculló venenosamente y los presentes retrocedieron aún más - ¿Quién diablos eres?
- ¡S-soy Tadashi, Yamaguchi tadashi señor! - balbuceó mientras sus pequeñas manos sostenían los pequeños trozos que se caían una y otra vez de sus manos.
- Bien...Yamaguchi - repitió, con un desprecio digno de pronunciar lo más asqueroso del mundo - Limpia este desastre, y desaparece de mi vista antes que llame a seguridad.
Sin más que sentimientos negativos inundando su ser, les dedicó una mirada de muerte a todos los curiosos que murmuraban y reían muy atentos a la situación.
- ¿Y que diablos hacen ustedes perdiendo el tiempo?, Vuelvan ya mismo al trabajo - Sentenció y todos asintieron completamente aterrados para volver dando tumbos a sus puestos de trabajo.
Murmurando improperios este se marchó rápidamente cruzando las puertas de cristal a toda velocidad con un aura roja rodeándolo en advertencia.
El pequeño muchacho peliverde se mantuvo inmóvil observando al esbelto y aterrador rubio irse con un humor pésimo a toda velocidad.
- Que miedo da..- Dijo para si mismo mientras soltaba un suspiro de pesadez aún con todas sus cosas en la mano.
- ¡Muchacho!
Reconoció la voz de la persona con la cual había hablado anteriormente y se giró hacia ella quien corrió con sus tacones de aguja a socorrerlo al verlo en el suelo.
- No se preocupe, estoy bien - Sin perder más tiempo se puso se pie y se acomodó el despeinado cabello con una de sus manos intentando que no se le cayeran más cosas- ¿Usted es Hitoshi-sempai verdad?
- Así es, ¿Tú eres Tadashi? - preguntó con una sonrisa cálida y este asintió - ¿Pues qué estás esperando? , anda acompáñame te llevaré hasta tu puesto de trabajo.
El peliverde asintió y se dispuso a ir tras ella pero se detuvo al contemplar el marco de las gafas aún en el suelo, sintiéndose abochornado aún, se puso en cuclillas para tomar el vacío marco negro entre sus dedos y miró sobre su hombro en la dirección en la que se había ido el peligroso joven, con la curiosidad de su paradero aún rondando por su cabeza.
• • •
Con la espalda apoyada en la pared, la colilla de su cigarro cayó al suelo siendo pisoteada fervientemente por el más alto que así como exhaló la última bocanada de humo, encendió otro cigarro colocándolo en sus labios. Estaba muy molesto y lo único que lo ayudaba a relajarse, era alimentar su vicio en completo silencio.
- Maldito mocoso...- masculló entre dientes mientras recordaba lo sucedido con fastidio, odiaba armar escándalos, montar escenarios no era propio de él, pero la suma de estrés producto de la etapa inicial de su liderazgo en la empresa, más el hecho de que sus reglas básicas de convivencia tales como no violar su espacio personal habían sido quebrantadas por el descuidado y torpe muchacho de entidad desconocida.
Su cabeza rememoró al causante del desastre y una nueva incógnita asomo por su cien, jamás lo había visto en la empresa y a pesar de solo llevar un par de días en su posición, ya había hecho un reconocimiento básico de los rostros de los empleados del edificio, y en su colección, no figuraba el mocoso que se había atrevido a tocarlo y peor, romper sus gafas preferidas.
- Condenada mierdecilla..- escupió de manera despectiva y dejó caer su último cigarro al suelo exhalando el humo por sus fosas nasales.
Su teléfono volvió a vibrar y este cerró los ojos lentamente, ya se imaginaba quien era, y realmente no le apetecía contestar.
Pero al final, terminaría haciéndolo.
Sin intenciones de dar un cálido recibimiento, levantó el tubo que ya llevaba rato atosigandolo.
- ¿Que quieres?
- ¡Vaya manera de contestarle a tu madre, Kei! - reprochó con su aguda voz perforandole el tímpano a su hijo, quien se paso la mano por el cabello en gesto de fastidio para luego replicar.
- No tengo un buen día, dime lo que supongo era tan urgente y déjame trabajar tranquilo.
- ¿Jamás cambiaras ni siendo un adulto, no? - bufó para luego tomarse unos segundos antes de proseguir- tu padre está preocupado por ti, quiere saber si estás llevando tus responsabilidades debidamente u si necesitas algún consejo.
- ¿Interrumpes mi horario laboral por esa insensatez? - exclamó dispuesto a colgar el tubo- dile que no me fastidie, si me puso esto en los hombros, que ahora se joda, esta limitado a confiar en mi, ahora por favor no me molestes.
Y sin más que decir, colgó la llamada, sin embargo no guardó su teléfono, poco después sus dedos se encontraban tecleando un número ajeno al anterior.
- Pasa por mi, me iré antes del trabajo hoy, necesito descansar - anunció y poco después, volvió a colgar.
• • •
Muy a su pesar, ya era hora de volver a su puesto, aunque ayer había logrado escapar de esa juntada de estrés, tenia mucho que hacer esperándolo con ansias en su oficina, aunque este no tenia ni pizca de ganas de mover un dedo.
Tomando un último respiro, hundió sus manos en los bolsillos de su costoso traje y se encaminó dentro del edificio, más temprano que tarde, la incomodidad le cosquilleó la nuca, se encontraba totalmente expuesto ante las curiosas y hasta lascivas miradas de la gente que allí se encontraba.
Buscando evitar cualquier tipo de pregunta o contacto visual, este siempre llevaba lentes oscuros cubriendo sus ojos amielados.
Haciendo honor a su fama de narcisista, este quería evitar cualquier tipo de proposición o insinuación de sus empleadas, pues como descendiente directo de la familia Tsukishima, familia que por línea sanguínea, era de alfas dominantes , el muchacho gozaba de un atractivo que no pasaba desapercibido cuando su rostro iba al aire.
Dotado con un suave cabello rubio siempre peinado y largo hasta un poco más abajo de su nuca, unos leves mechones rebeldes caían sobre su frente dándole un aspecto joven y un tanto sensual, a juego con los tonos claros de su cabello, su piel pálida e impecable relucía la luna, haciendo honor a su apellido.
Sus facciones masculinas eran tanto intimidantes como atractivas, sus labios rosados y sus enmarcadas cejas fruncidas siempre en expresión gélida y serena hacían de el un muchacho con el que con una sola mirada de sus ojos color miel, te bastaba para jurar nunca meterte con el.
La delicadeza en su rostro acompañados de su alta y sutilmente fornida figura, lo dotaban de una presencia que infundía respeto donde quiera que iba.
Consciente de todo ello, pasar lo más inadvertido posible era una de las leyes primordiales en la constitución de su vida.
Expuesto frente a todos con la ausencia de sus gafas, las féminas murmuraban con pequeñas sonrisas de admiración e interés, el sex appeal del joven era como un dulce perfume francés que acariciaba las fosas nasales de las muchachas y tensaba sus sentidos.
Entre los hombres, una mezcla de miedo y respeto se distribuía como un virus junto al sonido de sus pasos, sin duda ese muchacho tenía cara de pocos amigos y los empleados, se lo estaban pensando muy bien antes de siquiera imaginar acercarse.
》 Mierda, cuánto antes debo conseguirme unas gafas nuevas..《 pensó soltando un suspiro mientras subia a su planta de trabajo en el ascensor, junto a él, unas ruidosas muchachas lo observaban con interés y las mejillas coloradas.
Pero al contrario de sentirse halagado, se sentía enormemente fastidiado por las acosadoras miradas de todos quien lo veían pasar.
Deseó poder fumarse otro cigarrillo para calmar la tensión, pero como en casi todo edificio, estaba terminantemente prohibido fumar, cualquier empleado pillado infraganti, podia ser despedido, y esa regla también estaba vigente para el jefe, claro que en menor consecuencia, pero debía mantener las apariencias y los modales aún muy al pesar de su tensión.
Apresurado, salió del ascensor ajustándose la corbata y al acercarse a su oficina pronto notó algo peculiar tras el cristal.
La mesa, ahora poseía un papeleo actual que aguardaba ser atendido, acompañado de otras decoraciones en los anaqueles, y varias cajas vacías guardadas bajo el escritorio, también se percató de que el archivador tenía la llave en la cerradura, como si alguien hubiera entrado recientemente al pequeño lugar.
Antes de que pudiera entrar a su refugio privado, la puerta de cristal resonó en un sutil crujido tras su espalda y se inclinó levemente para observar sobre su hombro.
Para su sorpresa, el ser vivo causante de su estrés agobiante se presentaba nerviosamente cruzando el cristal.
Uniformado con apropiada camisa negra y pantalones de vestir, el pequeño muchacho lo observó como si se hubiera metido en el sitio equivocado, su garganta tragó en seco y sus brazos apretaron más contra su pecho los papeles que traía.
- B-buenos días, Señor Tsukishima - saludó tembloroso y su paso avanzó nerviosamente hacia el más alto, que le dedicaba un silencio incómodo y una mirada indescifrable - C-creo que no nos hemos presentado apropiadamente con el incidente de ayer, permítame presentarme soy Yamaguchi Tadashi y soy su nuevo secretario personal.
Con una tímida pero gentil sonrisa, este extendió su mano hacia él en esperanza de un mínimo estrechar que cortara la tensión, pero para sorpresa de nadie, este nunca llegó y el intimidante rubio se giró completamente observándolo de pies a cabeza como si lo juzgara, tensando al más pequeño que comenzó a sudar por el miedo y la incomodidad de la situación a la par que su mano recorría el mismo trayecto que había iniciado para retornar a su cuerpo.
- ¿Usted mi nuevo secretario personal? - preguntó en un gélido tono y este asintió - Vaya, que irónico, ayer rompe mis cosas, viola mi espacio personal, me hace faltar a mis principios delante de todos mis empleados, y ahora es mi secretario.
- Y-yo..enserio lamento lo que sucedió - Sus balbuceos no tardaron en aparecer y el fastidio comenzó a cosquillearle la nuca al más alto que no estaba dispuesto a volver al mismo estado nervioso que ayer.
- Cierra la boca, no me importa lo que tengas que decir..- sentenció cortando de lleno al más pequeño- eres bastante torpe y descuidado para un puesto tan alto, esfuérzate por no arruinar mi día y hacer bien tu trabajo, ¿entendiste?
- S-si..señor..- susurró notoriamente abochornado.
- Te pondré al tanto de la situación, y más vale prestes atención por qué no repito las cosas - exclamó y este tomó un bolígrafo dispuesto a tomar nota - no me toques, ni toques las cosas de mi escritorio a menos que yo te lo diga, no te tomes el derecho de tutearme o hablarme más de lo necesario, no atiendo familiares ni citas sin aprobar previamente , no me importa quien sea, no quiero bebidas ni alimentos en este cuadrangular, tienes un horario de almuerzo expresado en tu contrato y el lugar donde llevarlo acabo no es aquí, no recibo mensajes si no son de clientes o socios, no permito música ni conversaciones informales, asi como llamadas fuera de los asuntos de la empresa en tu horario de trabajo, y antes de pasar a mi oficina tienes que pedir mi aprobación por teléfono, si pasas tu o alguien sin mi aprobación previa, serás despedido.
El pequeño iba anotando todo apresuradamente y como podía, tenia las manos ocupadas y todo lo que decía resultaba extenso y riguroso.
- Bien, eso es todo, espero recuerdes y acates todo al pie de la letra para llevar la convivencia sin percances - finalizó hundiendo sus manos en sus bolsillos - Ahora, puedes comenzar registrando mi intinerario de mayor a menor importancia y tráemelo cuanto antes, no confirmes ninguna cita o actividad hasta que yo la lea y la apruebe.
Aún con tanta información por digerir, el muchacho prestaba atención a cada palabra que este decía con una expresión de suma concentración a la par que tomaba nota de todo lo que oía en un pequeño cuaderno, lo cual le causó cierta curiosidad al más alto.
- Entendido, Mr Tsukishima, ¿se le ofrece algo más? - preguntó esbozando una cálida sonrisa y este se sobresaltó, no estaba acostumbrado a recibir tal gesto sincero considerando los tratos y modos que el ofrecía, y aquello le causó un escalofrío profundo en la espina dorsal que le terció el gesto.
- No, ponte manos a la obra..- sentenció y se dispuso a seguir con su paso, pero retrocedió - Una cosa más.
- ¿Si? - expresó atención y su cuerpo tembló al observar una gélida mirada del más alto que lo heló de pies a cabeza.
- Se consciente de que la única razón por que la sigues de pie aquí, es por qué ya has firmado un contrato y quiero evitarme más papeleo, pero no olvidaré que tu falta de coordinación me puso en vergüenza, asi que no voy a tolerar un solo error en tus funciones - Replicó en voz profunda y una fina gota de sudor resbaló por el contorno del rostro del peliverde- Un paso en falso, y me encargaré de que desaparezcas de aquí, ¿He sido claro?
Con la expresión de alguien que ve a un horripilante espectro, este asintió - Muy claro, Mr Tsukishima.
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