V

Un loco malo con alas


CUATRO SEMANAS DESPUÉS.

Viernes 2:30 pm.

Quizá parecía repentino pero no me importaba.

Después de tener a mi ángel de la guarda pegado como garrapata durante casi un mes, mi hermano y yo ya nos habíamos acostumbrado a ser tres hombres en la casa. Nuestra relación había avanzado de forma extrema desde el inicio.

En cuatro semanas ningún demonio o mejor dicho ningún caído - como Shoto les dice - había aparecido cerca. Este tiempo había sido de lo más tranquilo y agradable. La forma de ser del bicolor se mezclaba tanto con la de Denki como con la mía, y eso le daba un plus a la situación. Era como si tuviéramos otro hermano.

Mi ángel de la guarda era un amor, ya está, lo dije.

Estando completamente solos me daba cuenta de ciertas acciones y gestos suyos que solamente hacía o mostraba conmigo los cuales me hacían tomarle aún más cariño, como por ejemplo;

• Había ocasiones en las que únicamente miraba al cielo y sumergía su vista ahí durante horas y horas.

• Le encantaba recostarse a mi lado y pedirme que le leyera porque mi voz lo hacía sentir más ligero.

• Ahora tomar una taza de café helado antes de ir a dormir era una ley, impuesta por el, claro.

• Ponía sus alas sobre mi regazo para que se las acariciara. Al parecer lo relajaba muchísimo. Incluso a veces me pedía que le acariciara el cabello.

Shoto amaba muchas cosas y se regocijaba con otras. Cualquier acción relacionada conmigo parecía ser un tesoro para el, por más tonto que eso pudiera sonar.

¿Yo? La verdad era que no me molestaba. Desde el principio había sentido una conexión extraña con el bicolor. Un día le pregunté si aquello era normal y me explicó que todos los ángeles de la guarda estaban conectados a sus protegidos. No era raro que me encariñara tan rápido con el mío.

Era como una parte de mi.

Si mi ángel se encontraba feliz, era casi seguro que yo también lo estaría, si él estaba triste, yo también lo sentía. Pero lo único o más bien la única persona que podía arrebatarnos esos momentos de alegría era Lucifer. Si su enviado caído llegaba, lo más probable era que la tranquilidad se terminaría para nosotros.

Aunque gracias a Dios - literalmente hablando - durante ese mes el tal caído nunca se presentó.

Hasta llegué a pensar que se les había olvidado.

Que idiota.

Ya debía saber que yo no corría con tanta suerte.

Sábado 7:49 pm.

Denki se estaba alistando para desaparecer como era costumbre suya. Lo hacía mínimo una vez cada fin de semana.

Era su rutina.

Mi hermano solía salir a divertirse a una buena fiesta en el club o a lugares de la índole durante los Sábados o los Domingos. A veces se iba unos dos días enteros y no regresaba hasta el tercero.

Antes yo solía acompañarlo de vez en cuando, pero desde que me había enterado del peligro que me asechaba constantemente, la verdad no había tenido muchas ganas de añadirme a ninguno de sus planes.

Mejor irme a lo seguro.

Me conformaba con ver a mi hermano a la distancia.

¡Diviértete por los dos! ~ casi le grité cuando salió por la puerta.

Shoto y yo observábamos un reality nuevo en la T.V de la sala, recostados sobre el mismo sofá. Bueno, en realidad yo veía el programa y el me veía a mi, aunque pareciera súper extraño con el tiempo ya me había acostumbrado a sentirlo como algo normal, después de todo, el bicolor había pasado toda su vida haciendo eso mismo solo que desde otro plano.

Esa era su trabajo y hasta cierto punto su único pasatiempo. Pobre de el, esperaba que le pagaran bien en el cielo al menos.

Así que mi noche se basó en eso; mirar como Denki iba a divertirse sin mi mientras compartía el Sábado con mi ángel de la guarda, viendo algo en el televisor y comiendo palomitas.

Domingo 10:06 am.

Al día siguiente ni siquiera escuché cuando Kami regresó a casa, igual no lo necesitaba, sabía que lo había hecho de todos modos.

Apenas logré despertar cuando Shoto se asomó por la puerta de mi habitación y me avisó que acababa de ir a revisar que todo se encontraba en orden con Denki quien seguía durmiendo en su cuarto. Si, eso era algo que también hacía el bicolor. Se había vuelto como la madre soltera de la casa cuidando de sus dos inútiles hijos.

Me levanté aún con sueño.

Estaba cansado, siempre lo estaba, pero tuve que tomar mis súplicas internas por seguir durmiendo y mandarlas a volar lejos porque necesitaba hacer cosas el día de hoy. Primero tomaría una ducha. Planeaba hacer algo de ejercicio después de unos meses de tan solo sentarme a comer sin control y no mover ni un dedo más que para servirme más en el plato. Ya me hacía falta. Quería ir a correr como antes.

No me importaba tener que volver a lavarme después.

Unos quince minutos más tarde ya estaba seco y vestido. Al final salí de casa. Tenía un estructurado plan para volver a mover las piernas.

Si, era medio rarito. A veces parecía un maniático del control, aunque no era nada en comparación a cuando era aún más joven. Gracias a dos años de terapia en el pasado ahora me manejaba mucho mejor en ese aspecto

En fin.

Al principio Shoto se aferró a su idea de intentar ir conmigo a correr, no porque quisiera hacerlo o le hiciera falta, únicamente no quería dejarme ir solo.

Apreciaba a Shoto, lo quería incluso, pero tenerlo pegado a mi durante día y noche llegaba a cansarme por momentos, varios varios momentos. Solo le faltaba acompañarme a hacer del baño también.

Creo que se dió cuenta de la cara que puse cuando insistió más de la cuenta en querer salir conmigo. Después de la tercera o cuarta vez de pedirme dejarlo acompañarme terminó rindiéndose. Eso si, solo me dejó ir con la advertencia de que si no regresaba en los próximos cuarenta y cinco minutos, el personalmente iría a buscarme. Le dije que estaba bien, no planeaba tardarme tanto tampoco.

— ¡Adios, mamá! — me burlé de él al cerrar la puerta al salir.

¡Finalmente una mañana a solas!

Llevaba unos veinte minutos de haber corrido la misma vuelta. Me sentía bien, un poco cansado pero nada del otro mundo. Antes solía correr todas las mañanas, solo necesitaba volver a acostumbrar mi cuerpo a ese ritmo y todo volvería a ser igual que en el pasado.

Cuando la canción en mi auricular dejó de sonar, decidí detenerme a beber algo de agua y cambiar la música.

Estaba en el parque a unas calles de mi casa. Era una zona residencial bastante bonita, por lo que no me preocupaba el pararme de pronto y que me fueran a asaltar. Lo que yo no sabía es que la cuenta regresiva había comenzado y que el que me hubiesen asaltado habría sido preferible a lo que el destino tenía preparado en cambio.

— ¡Oye, tu! — una deliciosa voz, rasposa y suave a partes iguales me llamó por detrás.

— ¿Si?— respondí antes de siquiera verlo.

¿Era real?

En ocasiones llegué a pensar que no.

A un metro mío se hallaba un hombre tan atractivo que parecía haber salido de un cuento sobre Dioses y erotismo.

En cuanto mis ojos se detuvieron en su rostro, involuntariamente se me vino a la cabeza la imagen de mi ángel de la guarda. Este hombre ahora frente a mi podría haber sido el mismísimo Dios si los rangos en el cielo se midieran con base a la belleza. Si, eso seguro, el atractivo de un ángel le quedaba corto.

Un hombre alto, rubio y con la piel solo un poco más acaramelada que la mía. Masculino, con un cuerpo que lucía con todo y su conjunto deportivo, lo firme y varonil que era.

Todo en el se apreciaba hermoso. Todo en el llamaba mi atención. Sin embargo, si tuviera qué nombrar solo un aspecto físico suyo me atrevería a decir que sus ojos eran lo más bonito que había visto, no solo en el, sino en el mundo entero.

Sus orbes eran de un color carmín intenso, similar al de la sangre recién derramada. Su mirada era gatuna, afilada y juguetona. Por un segundo pensé en el amor, si el amor tuviese que ser de algún color, sin duda sería del mismo tono que sus lindos e intensos ojos.

¿Desde cuando me había salido lo poeta?

Ay no, que cursi. Lo bueno que nadie podía leer mis pensamientos. Ni una sola palabra de estas saldría de mi boca en voz alta jamás. Aunque justo ahora tampoco podía hablar mucho por más que quisiera. En realidad me hallaba mudo, me hallaba mudo y me sentía patético porque sabía que lo estaba, sabía que no podía decir ni una sola palabra porque el chico frente a mi parecía que me las robaba todas con su pura presencia.

— Perdona que sea tan directo — el desconocido se acercó hasta quedar a menos de medio metro de mi. — Te prometo que no suelo ser así. No suelo ir por la vida haciendo esto con cualquier persona que se me atraviesa, es solo que, la verdad tú no te ves como cualquier persona — sí su rostro ya era precioso, la sonrisa que esbozó al terminar le terminó de dar el toque.

— ¿Yo?

La curva en sus labios se amplió.

— Por supuesto, tu. En serio discúlpame. Lo qué pasa es que ya te vi dar la misma vuelta tres veces y en realidad, bueno, de verdad perdona mi atrevimiento. No te lo tomes a mal, eso solo que creo que eres el chico más lindo que he visto en mi vida.

¿Eh?

— ¿Ah? Oh, este.. gracias...

Absolutamente todo lo demás pasó a segundo plano para mi.

No sabía que responder ¿¡Por qué no sabía que responder!? ¡Yo era yo! ¡Yo siempre sabía que responder!

De pronto lo único que tuve claro de un momento a otro fue el fuerte sonrojo que comenzaba a hacerse presente en mis mejillas, extendiéndose veloz por toda mi cara. No solo era un sonrojo porque el hombre que me estaba halagando era un completo Adonis, sino también por vergüenza.

Me sentía patético por actuar de una forma tan estúpida ¿Cuántos años tenía? ¿Doce? ¿Quince?

Seguro el pobre se alejaba corriendo creyendo que era un rarito, si lo era, solo que no de esa clase.

— Sé que a lo mejor piensas que soy un extraño de lo más intenso, pero si no te molesta.. — el desconocido dió unos dos pasos más hacia mi, acortando la distancia entre ambos. — ¿Podrías decirme tú nombre? Te juro que la pregunta me está matando.

Si no hubiese estado tan ocupado abofeteándome a mi mismo por dentro, quizá desde ahí me habría dado cuenta que algo andaba mal. No lo noté, claro, pero su sonrisa dulce había dejado de serlo, ahora era una altiva y burlona.

Sin sospechar nada me centré en sus ojos y me cuestioné seriamente si debía responderle o no. Al final no quise ser grosero y tampoco me costaba nada hacerlo ¿Verdad?

— Izuku — le dije. El me observó con fijeza.

— Que precioso suena — casi pude ver como saboreaba aquellas cinco letras en su paladar, como si fuera un manjar exquisito. — Muhco gusto, Izuku. Yo soy Katsuki.

Mi sonrojo continuó creciendo sin mi permiso, sin embargo, antes de que pudiera deshacerme de el pensando en otras cosas, el extraño simplemente se despidió y se marchó.

Así como si nada.

— Lo siento, chico, pero ahora me tengo que ir. Aunque estoy seguro que volveremos a encontrarnos muy pronto. Hasta entonces.. creo que será mejor que te cuides, Izuku — nuevamente no lo noté por estar tan perdido en lo rápido y raro que había cambiado la situación, pero de nuevo su sonrisa había pasado a ser una enteramente ladina y malvada.

Justo después me pasó de largo.

— Adios.. supongo — ya ni siquiera sé encontraba ahí cuando pude responderle. Se había ido.

No entendía en nada lo que acababa de suceder.

¿Había perdido la oportunidad de tener mi romance adolescente? Pues mejor, eso solo eran tonterías.

Terminé por no darle mucha importancia, lo más probable era que solo se trataba de una persona tan atractiva como rara a la que había tenido la suerte de conocer. Simplemente me limité a ignorarlo y regresé a mi plan inicial, continuando con mi ejercicio.

Cuando por fin terminé volví directo al departamento con los minutos contados. Faltaban dos minutos antes de que se cumplieran los cuarenta y cinco y Shoto saliera en plan madre histérica con cuchillo en mano a buscarme por toda la cuadra.

— ¡Hola, Sho! — lo saludé mientras ponía un pie dentro de la casa. Aún ni siquiera terminaba de entrar.

— Hola, Izu...

No alcancé a escuchar lo demás, porque en realidad no hubo un lo demás.

El bicolor se interrumpió levantándose con una velocidad alarmante desde el sofá en el que estaba.

Se incorporó y avanzó hasta mi tan rápido que apenas y me dió tiempo de entender lo que estaba haciendo.

No lo entendía. Cuando menos me di cuenta el ya estaba encarándome en la entrada con una mirada feroz transformando su expresión.

— ¿En dónde lo encontraste? ¿Qué fue lo que te dijo? ¿Qué hiciste? — soltó una pregunta tras otras sin darme oportunidad de procesarlas y responderlas.

No comprendía un carajo.

— ¿Qué me encontré.. a quién? ¿De qué hablas?

— Izuku, hueles muy mal — puso una mueca de asco, arrugando la nariz.

— Vale, aunque no lo parezca te recuerdo que estuve haciendo ejercicio. Creo que es normal que apeste pero no es necesario que te portes como loco ¿Si?

El bicolor me observaba igual de desentendido que yo a él. Al parecer ninguno de los dos estábamos en la misma sintonía, ninguno de los dos captaba lo que el otro trataba de decirle.

— Escúchame, Izuku — intentó proseguir después de reunir paciencia. — No creo que te hayas dado cuenta, pero en serio hueles muy muy mal. Hueles.. hueles a infierno.

De pronto su rostro molesto mutó a uno mucho más serio. Yo seguía sin comprender

— ¿Mm?

— Que no hueles bien.

— Ya, vale.

— Tienes aroma de ángel caído sobre el tuyo.

Y pasó. Finalmente lo entendí.

Con que eso era.

Fue muy rápido. Cuando lo capté el mundo se me cayó a los pies.

No. No podía ser cierto.

— Pero si.. únicamente estuve corriendo. Estuve solo todo el tiempo.

— ¿No te encontraste con nadie más en el camino? ¿Viste a alguien sospechoso acercarse a ti, observarte o simplemente merodeando por la zona?

— E.. no.. no lo sé.. yo.. — era mucha información de golpe. No podía ser verdad. No lo era ¿No?

De pronto se hizo realidad.

No lo había pensado mucho, me había negado a hacerlo durante las últimas cuatro semanas que Shoto había pasado viviendo en mi hogar, pero ahora todo caía como un balde de agua helada sobre mi. Si, era cierto. Todo esto era real. Todo esto estaba pasando.

No sabía nada acerca de ese tal caído. Apenas conocía un poco del tema desde hacía menos de un mes. Había sido muy ingenuo y había creído que nunca iba a aparecerse. Había creído que podría vivir tranquilo, como siempre.

Que iluso.

Me odié, por un segundo en verdad lo hice.

— Izuku, tranquilízate. No te sucedió nada. Estás bien. Ahora necesito que te concentres en lo que pasó y me lo cuentes todo — su voz salía preocupada, aunque era obvio que intentaba sonar lo menos afectado posible. Yo continuaba sin reaccionar del todo cuando me puso ambas manos en los hombros y me sujetó con fuerza. — Dime ¿Había alguien más contigo?

Yo inhalé y exhalé durante unos segundos para poder reposar. No podía darme el lujo de tardar en responder ante la situación. No era un niño, ya no era un maldito mocoso. No tenía tiempo para ponerme mal.

Debía concentrarme y lo hice.

— Sho, realmente no había nadie más.

— Te creo, quizá te estuvo observando de lejos. Probablemente se acercó a ti sin que lo notaras. Los ángeles y los caídos somos en su mayoría lo que ustedes consideran criaturas hermosas. Físicamente estamos por encima del promedio. Somos seres creados con la imagen más cercana a la perfección, por lo que, si te hubieras encontrado con alguien así, lo más seguro es que te habrías dado cuenta desde el principio.

Sabía que me había tardado mucho en reaccionar, pero mi estúpida y hormonal cabeza no hizo click sino hasta que las palabras hermoso y perfección llegaron a mis tímpanos.

Como si el ángel frente a mi pudiese leer mis pensamientos, al instante en que vió mi expresión supo lo que ocurría en mi mente y terminó por inclinarse en mi dirección, dejando más cerca su oído de mis labios para escuchar con atención.

— ¿Y bien?

— Sho..

— ¿En dónde lo encontraste, Izuku?

— El.. el se acercó mientras hacía ejercicio. Te juro que se veía tan bien que no pasó por mi mente que alguien como el pudiera ser un demonio o algo.

— ¿Bien? ¿Cómo que bien? ¿Cómo era?

— Pues.. era bastante guapo. Un hombre como de tú edad. Delgado, blanco, rubio y con unos ojos carmín muy lindos — me daba vergüenza admitir todo aquello en voz alta, pero tenía que, no me quedaba de otra. Sin embargo, de un momento a otro toda mi pena se transformó en una preocupación peligrosa al ver la cara que puso el mayor.

El semblante de Shoto cambió completamente a uno inquieto tras escuchar mis palabras, lo cual me asustó más de lo que me habría gustado dejar a la vista.

— ¿T-todo bien? — incluso tartamudeé un poco al buscar respuestas.

— ¿Qué fue lo qué exactamente hablaste con el?

— Solo me dijo que yo le parecía un chico lindo. Me dijo que me cuidara y...

— ¿Tú nombre?

— ¿Eh?

— ¿Le dijiste tú nombre?

Mierda..

¿Por qué cada vez sentía que lo arruinaba más y más?

— ¿Le dijiste tú nombre si o no?

— Si.. él.. él lo preguntó y no creí que pudiera afectar en nada..

Shoto paseó su mano por el puente de su nariz como ya era costumbre cuando estaba intentado no perder su serenidad. Si, indudablemente la había cagado.

Supe que lo había decepcionado. Yo también me había decepcionado a mi, esperaba que sirviera de algo.

— Sho, por favor perdónam..

— Tranquilo, Izu — me interrumpió. — No tenías ninguna manera de poder saber que él era un ángel caído. Yo debí haberte hablado más sobre el tema para que pudieras identificarlo fácilmente.

— ¿No estás molesto?

— Pero claro que lo estoy. Estoy bastante descontento por esta situación, créeme, pero no te confundas, no lo estoy contigo, lo estoy conmigo. No debí confiarme, no debí haberte dejado ir solo.

— No es culpa de nadie. Tu tampoco tenías manera de saber que él iba a aparecer.

— Igual debí haberlo intuido, debí estar atento. Yo soy tu ángel de la guarda, Izuku.

Ante eso no tuve idea de que responder. Me sentí culpable porque todo se pudo evitar de no ser por mi estúpida necedad de ir a correr esa mañana. Después me sentí furioso porque no era justo que me sintiera mal por algo que no le habría hecho daño a nadie en condiciones normales. El único culpable era Satanas.

Al final opté por tragarme mi enojo y quedarme callado a esperar sus próximas palabras. Igual lo que yo dijera seguramente no sería de mucha ayuda en estos momentos.

— Bien, pues por tú descripción.. creo saber de quien se puede tratar — finalmente Shoto rompió el silencio una vez más.

— ¿Ah si?

— Si. Estoy casi seguro que es un siervo de Grigori, uno de los nueve grandes. Solo ellos tienen los ojos color carmín.

— ¿Y es.. ya sabes.. poderoso?

— Si se trata de Eijiro puede que si.

¿Eijiro? No, no me sonaba ese nombre.

— Si se trata de Tenko tenemos aún más problemas.

¿Tenko? Mmm, no, tampoco.

— Si es Katsuki.. en ese caso mejor hay que cuidarnos.

Katsuki.

Escuchar su nombre por segunda vez me hizo temblar de pie en mi lugar, solo que a diferencia de la primera, ahora fue por terror.

Aquel chico divino no era nada menos que el ángel caído que venía a agrietar de mil y un maneras mi alma.

Que suerte la mía..

Katsuki. El nombre de todo mal del cual debía cuidarme. Si, ese era.

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