III

Carrera contratiempo. Gana quien se quede con Izuku




Mientras los caídos discutían sus malas intenciones en confianza como comúnmente lo hacían, un ángel enviado por parte de Gabriel actuaba de infiltrado en el averno escuchando sus planes.

Su nombre era Keigo, mejor conocido por el apodo de Hawks.

El llevaba años conviviendo con el enemigo fingiendo así ser uno más de ellos. Hacía tan bien su trabajo que él mismísimo Lucifer ya lo consideraba hasta cierto punto uno de sus discípulos más útiles y confiables.

Lamentablemente para el rey del inframundo.. hasta a los ángeles se les enseña a traicionar.

Más tarde después de la junta y sin que nadie sospechara, como era rutina, Hawks se comunicó con su respectivo superior para poder informarle sobre todos los planes de los caídos en la reunión, entre ellos, uno en donde intentarían corromper el alma de un chico humano de ojos verdes.

Desde luego en el cielo el arcángel al enterarse no tardó en correr la voz con sus compañeros en la próxima junta celestial.

— Se los digo en serio, Satanás le dió la orden a Grigori de enviar a uno de sus mejores siervos a corromper a Izuku — exclamó un exaltado Gabriel.

No era raro escuchar el nombre del muchacho humano dentro del paraíso. El rumor de que el mismo arcángel Rafael tenía una preferencia por ese chico resonaba en todo el lugar. Además, por si no fuera poco, uno de los ángeles más conocidos no solo por su belleza si no por su fuerza y poder, era su protector, su respectivo ángel de la guarda.

— ¿Tu enviado lo aseguró?

— Si, Hawks afirma que sucederá pronto.

— ¿Y bien? ¿Qué haremos? — cuestionó Uriel con cierta preocupación.

El protector de los viajeros, la salud y los noviazgos únicamente se dedicaba a pensar mientras sus compañeros discutían qué hacer. Dios al darse cuenta de lo absorto que se encontraba su arcángel dió un breve suspiro y posterior a eso pidió silencio.

— Vamos, Rafael ¿En qué tanto piensas? — le preguntó lo más tranquilo posible, con ese aire de padre mayor que tanto lo caracterizaba.

El mencionado únicamente le dedicó una mirada de tristeza y tras soltar una pequeña lágrima se dispuso a hablar.

— Al final no pude protegerlo... — explicó en voz baja. — Las peticiones de Inko no podrán hacerse realidad.

El Rey de los cielos al ver tan mal a su siervo - algo que no presenciaba desde hacia décadas - no pudo evitar intervenir.

— Rafael, ella me lo encargó a mi, no a ti. Por favor, créeme que no dejaré que nadie lo desvíe hacia el mal camino — tras sus propias palabras la Deidad se incorporó de sus asiento y le pidió a Gabriel llamar a Shoto.

— ¿Lo alertaras sobre el peligro que acecha a su protegido — preguntó Raguel.

— Más aún, lo enviaré al plano terrenal a cuidar de Izuku — respondió con total seguridad Dios.

— ¿Cómo dices?

De pronto los siete se miraban sorprendidos entre sí.

No era para nada común mandar a un ángel de la guarda a hacer su trabajo de forma presencial.

— Así es, normalmente no lo haríamos, sin embargo, Izuku es un caso especial — agregó el mayor mientras indiscretamente le guiñaba un ojo a su ahora antes triste arcángel.

Rafael solo atinó asentir ante aquel gesto, posterior a eso secó la única lágrima posada sobre su mejilla y sonrió.

Izuku no lo sabía, pero su ángel de la guarda iba en camino.

— Shoooto. Oye, Shoooto — una ángel castaña le exigía atención a su compañero.

El mayor rodó ambos ojos ante la insistencia de aquella alma enérgica que algunas veces lo exasperaba.

— Shotooo, no me ignoreees.

— ¿Qué sucede, Ochaco? — preguntó algo cansado de su obstinada amiga.

— ¿Cómo que qué? ¿Es cierto que te irás?

— Totalmente.

— ¿Pero por qué? ¿Cuando regresas? ¿A dónde te diriges exactamente?

— Ya te lo dije, tengo una misión y no sé cuanto tiempo tardaré. Me dirijo al plano terrenal.

Su compañera únicamente entristeció al escuchar aquellas vagas respuestas.

Si bien el ángel se mostraba frío con ella, la verdad era que eran mejores amigos desde hacia décadas atrás. Ambos se adoraban.

Aunque el mayor no lo admitía abiertamente, el ver a su compañera tan decaía le dolía.

Después de todo, Shoto no pudo evitar detenerse un instante y dedicarle una cálida sonrisa para animarla.

— Oye, sabes que si por mi fuera te llevaría conmigo ¿No es así? — le preguntó con dulzura.

Ochaco solo pudo atinar a devolverle la sonrisa.

— Tiene que ver con tu protegido ¿Verdad? — le cuestionó ella. El asintió. — Lo entiendo, es solo... no lo sé. Por favor, cuídate mucho. Esto debe ser un caso bastante especial si es que mandan a un ángel de la guarda directamente a la tierra a proteger.

— No te preocupes, no creo que sea para tanto. Te prometo que cuando menos lo esperes volveré. Nos reuniremos de nuevo muy pronto — los dos se abrazaron durante minutos enteros, demostrándose así la hermosa amistad que habían forjado.

Tiempo después, el protector de Izuku se dirigió hacia la sala celestial en donde recibió las últimas instrucciones de su reciente misión.

Posterior a eso el arcángel Uriel se encargó de abrirle las puertas del cielo para así poder enviarlo a la tierra.



— ¿Y bien? — un ángel caído de cabellera rojiza hablaba con su amigo en el averno.

— ¿Bien qué? — respondió secamente.

— Vamos, Katsuuu. Déjame ir contigo.

— Imbécil, ya te expliqué tres veces que no voy para distraerme. Esta vez es una maldita misión.

— ¡No mientas! Seguro solo lo dices para no llevarme contigo como las otras veces. Mejor admite que planeas divertirte sin mi.

— Escucha, te digo que me otorgaron una tarea especial por orden del jefe. Necesito ir a la porquería de civilización que tienen los humanos allá arriba para poder corromper a un idiota o algo así. Sabes que si no te quisiera llevar conmigo no tendría porque inventarme toda esta tontería, simplemente iría y ya.

— ¿El señor Lucifer quiere tanto un alma? ¿Pues quién es o qué hace? — el contrario se sorprendió. — Debe ser alguien importante.

— Justo ahora voy a reunirme con él y los otros nueve grandes para recibir toda la información. No sé qué haga o quien sea. No me interesa. Después de la orden me abrirán las puertas y me largaré.

El más tranquilo al cual se le conocía por el nombre de Eijiro era la amistad más fuerte de Katsuki, el otro ángel de cabellera rubia ceniza.

Katsuki siendo de los siervos favoritos de Grigori había sido elegido por el mismo para ser enviado al gran plano terrenal con la misión de agrietar cierta alma de cierto chico de ojos verdes.

— Mmm, pues está bien, entonces prometo que voy a alcanzarte allá — Eijiro se abalanzó sobre su amigo para darle un corto abrazo, pero este fue interrumpido al segundo por un manotazo que lo apartó por parte del rubio.

— No me toques.

— Katsuuu, déjame abrazarte. No sé cuándo volverás.

— No tardaré nada. Esto será demasiado fácil. Tu no te muevas de aquí, suficiente tengo contigo en el infierno, no te quiero tener que ver hasta en la tierra.

Tras eso, a Eijiro ni siquiera le dió tiempo a responder. Tan rápido como la luz su compañero extendió sus alas y comenzó a dirigirse al lugar en donde recibiría mejor las instrucciones.

Sea quien sea ese idiota me encargaré de él y lo terminaré pronto. ~ Pensó.

Así, ambas deidades enviaron a sus respectivos ángeles y ángeles caídos hacia la humanidad, todo para ver quién lograba predominar en el alma del producto entre aquella bruja blanca y aquel hechicero de magia negra.

Una carrera que acababa de empezar.

Izuku ya tenía sus dieciocho años.

Físicamente era bastante lindo, casi idéntico a cuando era apenas un pequeño de cinco. La diferencia era que ahora sus rasgos estaban mucho más acentuados. Se le miraba mucho más varonil por donde lo vieras.

Vivía junto a su hermano adoptivo a quién por supuesto no llamaba así, para el peli verde Denki era su hermano y hasta ahí, punto final.

El de ojos esmeralda era una persona amable y alegre, alguien educado, respetuoso, tranquilo y agradable. Sin duda un alma encantadora que inconscientemente lograba cautivar a cualquiera.

Su hermano unos cuantos días menor era de igual forma un chico apuesto hablando de rostro y cuerpo, pero por otro lado su manera de ser era un tanto más diferente a la del pecoso.

Denki solía ser enérgico la mayoría del tiempo, alguien distraído pero alegre. Un chico coqueto y juguetón el cual era capaz de mucho pero prefería ignorar su potencial.

Los dos compartían casa desde hacia poco más de un año. El rubio y el de cabello verde no solo eran hermanos, también eran los mejores amigos.

Cuando ambos chicos cumplieron la edad de diecisiete hablaron con sus padres para que estos les dieran permiso de vivir por su cuenta, y bueno, claro que al principio ellos no creyeron que fuese una muy buena idea, sin embargo, con el tiempo accedieron porque si algo podían reconocerle a Izuku era su sentido de la responsabilidad.

Pensaron que si el pecoso vivía junto al más intranquilo - ambos valiéndose por sí mismos - quizá con suerte Denki podría terminar absorbiendo algo de esa cualidad. Al final los dos hermanos lograron su cometido y obtuvieron el permiso que buscaban por parte de sus mayores.

Rentaron un departamento bastante lindo en la ciudad vecina.

Los padres de los chicos se encargaban de pagar los gastos del mismo lugar junto con la luz, el agua, el gas y la comida de cada mes, ese había sido el trato, al menos hasta que ambos terminaran la universidad y buscaran un empleo propio para así atender sus necesidades.

Obviamente los hermanos sólo tenían que encargarse de lo básico; sacar las mejores notas en sus estudios y no ocasionar desastres. Además de que los padres ya no les darían ingresos extras como para el cine, una fiesta, algún parque de diversiones, etc.

Los mayores se limitaban a entregarles el respectivo dinero para sobrevivir a sus hijos y ellos bien podían gastarlo en irse a disfrutar con amigos una noche o en comer bien durante una semana, no obstante, lo que sus padres desconocían era que lo que aportaban era mucho más que suficiente, pues reitero, ellos eran una familia que no carecían de nada y hasta cierto punto gozaban de muchos privilegios.

Era de esperarse que aunque solo le dieran lo necesario a sus hijos.. a los menores les sobraría para gastar a su antojo. No era difícil, el dinero les llegaba puntual cada mes.

Durante ese último año, Izuku y Denki habían aprendido a sobrellevar todo.

Ambos vivían bastante bien y de forma feliz sin padres cerca de ellos, disfrutando así únicamente la compañía del otro. Y es que seamos sinceros.. dos adolescentes siendo los mejores amigos, viviendo juntos con todo pagado por parte de sus padres con la sola condición de entregar bien sus notas del colegio ¿Quién no sería feliz con aquello?

Su rutina era increíble y durante mucho tiempo se sentían en la cima. Lamentablemente, el sentimiento fue breve.

No esperaban a ciertos inquilinos que llegarían dentro de poco para darle a su cómoda vida un giro de ciento ochenta grados.

[•••]

Izuku.

Denki miraba algo en el televisor, curioseando en su celular sobre un sofá de la sala. Yo me preparaba un sándwich en la cocina. Tenía hambre.

La noche se sentía de lo más normal. Era Jueves y al día siguiente habría clases para ambos. El bonito reloj de pared marcaba las 9:30 pm.

En serio, todo era como cualquier otra noche.

Nada estaba fuera de lo normal, ni siquiera hacia un clima que valiera la pena recordar. Estaba dándole la primer mordida a mi sándwich cuando alguien tocó el timbre.

Denki y yo discutimos sobre quién debía ir a abrir, como siempre. Aunque yo me hallaba mucho más lejos de la puerta y mi hermano a tan solo unos metros, al final fui yo quien cedió y dejó su cena para ir a ver de quien se trataba.

¿La recompensa que me llevé? Una vista bastante peculiar.

Dios mío.

El hombre frente a mi era el más lindo que hasta el momento había visto en persona. Aparentaba estar entre sus veinte y sus veinticinco años.

Era bastante alto, con un cuerpo delgado pero que si te fijabas bien en el, podías apreciar su firmeza. Su tez era blanca en casi toda su persona, a excepción de uno de sus párpados cubierto por una cicatriz roja.

Algo que llamó aún más mi atención fueron sus tonos de iris totalmente diferentes entre sí, siendo uno gris y otro azul. Aunque este detalle no era lo único impar en el. Su cabello también era de dos tonos distintos.

Lo admiré durante unos segundos, porque si, su belleza era de admirar. Parecía un maldito modelo de revista. Al salir de mi ensoñación sintiendo como todos mis sentidos retomaban fuerza, noté lo callados que estábamos y caí en cuenta de lo raro que era que un desconocido se parara en tu entrada a verte en silencio. Sentí un mal presentimiento.

El ambiente se estaba poniendo extraño.

— Disculpa ¿Se te ofrece algo? — decidí ser yo quien hablara primero. Lo único que salió de su boca como respuesta fue un nombre, más específico; el mío.

<< Izuku >> una voz imponente pero a la vez dulce lo esbozó.

No despegaba su vista de mi. Parecía sorprendido, como si un familiar muerto al que hubiese querido mucho se le hubiera aparecido de repente.

El ambiente comenzó a pasar de extraño a incómodo.

— ¿Te conozco? — hice otra pregunta, ahora nervioso.

El bicolor al darse cuenta de su rara forma de actuar rápidamente cambió su expresión a una mucho más seria, negando ligeramente con la cabeza.

Acto seguido y sin aviso se abrió paso para entrar en mi hogar, haciéndome a un lado sin siquiera tocarme.

— ¡Hey hey hey! — intenté detenerlo pero la diferencia de músculos y altura entre ambos era destacable, sin contar claro que sentía cierto temor a enfrentarme con un intruso.

¿Y si sacaba una navaja y me la clavaba?

¿Y si de pronto le apuntaba con un arma a mi hermano en la cabeza?

— Oye, Izu ¿Quién era? — Denki seguía de lo más tranquilo en la sala, pero al voltear y ver a un hombre desconocido a mi lado se inquietó. — Oh, hola — se le veía nervioso, él también intuía que algo iba mal. — ¿Tu eres... amigo de Izuku?

— ¡Kami, llama a la policía!

Sin pensarlo dos veces me arrojé sobre la espalda del extraño, recargándole todo mi peso encima esperando ganar algo de tiempo para que mi hermano pudiera ir por ayuda.

Para mi desgracia no sirvió de nada. Debí verlo venir.

— AAAAAAAAA — Denki comenzó a chillar como chica mientras permanecía estático en su lugar y yo luchaba contra aquel hombre, o bueno, al menos en mi mente creía que luchaba con el porque la verdad era que él intruso ni siquiera ponía resistencia y únicamente se trataba de mi retorciéndome como un pescado rabioso sobre sus hombros.

Después de unos cuantos forcejeos inútiles por mi parte, el hombre sin mucho esfuerzo me tomó de la camisa y me estabilizó. Luego se dirigió de lo más tranquilo hacia Denki y lo observó fijamente hasta que este dejó de gritar.

Los tres nos quedamos en silencio dentro del departamento observándonos los unos a los otros. Mi hermano y yo confundidos y asustados a partes iguales.

Cuando sentí que había recargado las fuerzas suficientes para volver a intentar defenderme, le lancé una mirada significativa a mi hermano para que captara lo que haría a continuación con la esperanza de que él también hiciera algo, sin embargo, cuando estaba a punto de atacar por segunda vez al intruso, este rompió con el silencio y habló con una calma que incluso me desesperó.

— Izuku, yo soy tu fiel ángel de la guarda.

¿Qué mierda?

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