Capítulo I
Me sentía ridículo allí sentado. ¿Acaso esa gente no se daba cuenta que estaba oyendo toda su conversación? Ésta sería la última vez que me dejaría convencer por Sugu; aunque mi hermanita podía resultar demasiado insistente, y yo era consciente de que necesitaba el dinero, aquello empezaba a resultarme un poco humillante. No paraban de repetir que yo no era un profesional, que necesitaban a alguien serio no un aspirante a músico de tres al cuarto. ¡Ni que a mí me importara ser un "don nadie" para ellos! Yo sólo quería tocar y sentirme feliz, completo y a dicho objetivo dedicaba mi vida.
Oírles hablar así me asqueaba. Para mí la música era pasión, sentimientos, tenía su propio corazón y latía con fuerza. Cada vez que mis dedos se deslizaban por el piano, así lo sentía, era como si mi cuerpo dejara de pertenecerme, como si el alma de la melodía me poseyera de una forma que me era imposible describir. El ritmo y los compases eran como respirar, vitales para sentirme vivo. Por eso sé que soy bueno, probablemente el mejor, y no es mi arrogancia la que habla, lo sé porque precisamente conozco ese secreto, esa verdad que muchos de mi gremio parecen haber olvidado, algo que los de aquella habitación nunca habían conocido.
Cuando la puerta se abrió seguía absorto en aquella reflexión con la que pretendía expiar mi pecado, aquella afrenta a mis propias creencias, porque me quejara lo que me quejase lo cierto era que estaba vendiendo mi alma a la industria del entretenimiento a cambio de unos meses de alquiler.
Un hombre alto, vestido con un traje gris marengo con el que pretendía dejar claro su papel en aquel circo, me miraba inexpresivo tras los cristales de sus gafas.
- Sr. Kirigaya, ya puede pasar.
El estudio musical era mucho más grande de lo que imaginaba. Sugu se encontraba en un lateral, escuchaba atenta a una mujer y a un hombre que discutían, había alguien más, pero no alcanzaba a distinguir bien quién. La mujer era a la que minutos antes había escuchado despotricar y quejarse de que me hubieran contratado para cubrir el puesto de su pianista. Ese debía ser la famosa madre y representante de la "artista" para la que se supone debía tocar. Sugu me había contado que colaboraría con la cantante pop más famosa de Japón, por lo que era una oportunidad que no podía desaprovechar. "Vamos oni-chan, al menos hazlo por mí y por nuestros padres, sabes que están preocupados porque no encuentres un trabajo serio. Sé que no es tu estilo de música pero plantéatelo como una oportunidad para darte a conocer. Además, pagan bien, te permitirá despreocuparte por un tiempo de tus gastos ¿o acaso crees que no sé cuál es tu situación económica?"
En el fondo Sugu tenía mucha razón, así que haría mi trabajo dignamente, cobraría el cheque y me olvidaría de aquello para siempre.
Ya que nadie parecía haberse percatado de mi presencia allí, eché un vistazo a mi alrededor, realmente era un estudio ámplio y con todo lo necesario, una enorme batería, equipos de cuerda y viento, incluyendo un saxofón, y... mis ojos casi se salen de sus orbitas al cruzarse con aquella visión divina ¡era un Steinway Gran serie D, una leyenda viva! Más que un piano, aquel instrumento era pura distinción y excelencia mecánica, una obra de arte en toda regla, si Sugu me hubiera dicho que aquel trabajo me iba a permitir poner mis manos sobre un Steinway no me hubiera hecho tanto de rogar.
Decidí no desaprovechar la ocasión de tocar esa joya a la vista de que el grupo todavía no se había percatado de mi presencia en la sala. Me senté con cuidado, con gesto casi reverencial, pues el instrumento frente a mi lo merecía. Ajusté el taburete de modo que tanto teclado como pedales quedaran a mi altura; y antes de poner mis manos sobre ella, me permití admirar la pieza por un momento. Sus particulares teclas de madera eran especialmente suaves al tacto, siempre admiré la decisión adoptada por la compañía de dejar de utilizar el marfil de los cuernos de elefante en su fabricación. La madera de roble que lo envolvía y su imponente presencia corroboraban todas las leyendas que se oían sobre aquel instrumento.
Casi sin darme cuenta, cómo si una extraña fuerza guiara mis movimientos, deslicé con suavidad mis dedos por su superficie dejándome seducir por la perfecta vibración del sonido que surgía del mismo. Aquel piano estaba vivo, me hablaba indicándome cual debía ser mi siguiente movimiento, absorbiendo toda mi atención, por un instante me olvidé de dónde estaba y, lo que es más importante, de que no estaba sólo.
Él sonido de un carraspeo tras de mí me arrastró fuera de aquel hipnótico estado en el que me había sumido por un momento.
— ¿No crees que es de mala educación jugar con las pertenencias ajenas antes siquiera de presentarte formalmente? – era la voz de la madre-representante, me miraba con gesto de desaprobación y enfado. Bajé la mirada para evitar una confrontación, aunque en el fondo no pude evitar pensar que, precisamente, los allí reunidos no habían sido el paradigma de la buena educación conmigo hasta el momento
— Vamos mama – una voz femenina se oyó tras de ella – no seas tan dura. Hola ¿te importaría presentarte?
Frunci el ceño y sin apenas levantar la vista, la cual escondía tras mi largo flequillo, la ofrecí mi mano derecha a modo de saludo.
Su tacto era delicado y aún así agarró mi mano con fuerza, agitándola con brío.
— Kirigaya, Kazuto Kirigaya.
— Encantada Sr. Kirigaya, mi nombre es Asuna- la muchacha dejó escapar una ligera risa. El sonido de su voz era dulce y casi melódico, por lo que no pude resistirme a alzar mi mirada para descubrir a la poseedora de aquella risa. - ¿Mucho mejor así no crees?
Era la mujer más bonita que había visto nunca, unos enormes y expresivos ojos castaños claros me observaban con un simpático brillo a juego de su amigable sonrisa. Tenía una larga melena color mandarina y, a pesa, de su sencillo atuendo, vaqueros y camiseta blanca, se advertían sus deliciosas curvas y perfecta silueta. Me quedé embobado ante aquella visión divina, si no hubiera sido por la rápida intervención de Sugu seguro pensarían que era un rarito o hubiera confirmado ser un poco tonto.
—Señora Yuuki, por favor, denle una oportunidad, les aseguro que Kazuto es un brillante pianista y estará a la altura.
— Señorita Kirigaya, sabe que el concierto Unplugged de Asuna es muy importante para su carrera, reconocidos productores musicales estarán atentos al evento como parte de su consagración como artista, y usted nos ha traído a "su hermano" – marcó con cierto tono despectivo la referencia el vínculo familiar que nos unía a Sugu y a mi — ¿de verdad cree que su palabra es suficiente para nuestra tranquilidad?
—Yo... vera... - mi hermana dudo, claramente se sentía acorralada y asustada ante aquella mujer que se expresaba con tanta rudeza y vehemencia. Seguramente cualquier error por mi parte podría costarle el puesto a Sugu, no podía consentirlo.
— ¿Qué tal si toco algo y entonces ya vosotros mismos decidís si puedo ser un candidato a la altura del puesto? – finalmente me atreví a intervenir, cortando así la mirada de desaprobación que la representante sostenía sobre mi hermana pequeña.
— ¡Me parece una idea fantástica! – exclamó Asuna que se había sentado junto a mí al piano. - ¿Conoces alguna de mis canciones?
— Eh... lo cierto es que no.
— Fenomenal, encima viene sin prepararse el repertorio. ¡A esto me refería con profesionalidad! — esa mujer empezaba a caerme verdaderamente mal.
— Eso no es un problema mama. – La recriminó la joven a mi lado. – Toca lo que quieras... - Su suave voz se sentía como una caricia.
— Apártate un poco, por favor, Asuna – ese era el momento que estaba esperando y necesitaba máxima concentración. Respiré hondo, chasqueé mis dedos y comencé a tocar aquella pieza clásica que tanto me apasionaba el "Concierto para piano nº3 en Re menor Op. 30" de Rachmaninov, si aquellos, llamados a sí mismos entendidos de la música, reconocían la pieza tendrían que comerse sus palabras, no en vano era una de las piezas más respetadas y temidas por los concertistas de piano, todo un reto que conseguí dominar hace años.
Mis dedos recorrían con una rapidez asombrosa las teclas, rozándolas o golpeándolas con fuerza en función de los compases mientras fijaba el ritmo con los pedales a mis pies; en poco tiempo me dejé llevar por completo olvidando dónde estaba e incluso quién me observaba. El Steinway hacía honor a su reputación, con su virtuosismo natural la melodía nacía sin complicaciones. Cuando terminé de tocar sólo encontré silencio, levanté la mirada y me encontré con aquellos implacables ojos de la Sr. Yuuki.
— No ha estado mal.
— ¿Qué no ha estado mal! – exclamé molesto, si no llega a ser por Sugu y su mirada censuradora de "Cállate y no la cagues ahora sacando tu ego a relucir" no sé qué hubiera pasado. Bajé la mirada en gesto sumiso, trasladando mi rabia a mis puños que mantenía apretados bajo el piano.
— Creo que te daremos una oportunidad, al menos, hasta que encontremos a alguien con el prestigio necesario. Comenzarás mañana, los ensayos empiezan a las 9 de la mañana en punto, apréndete el repertorio. – La insufrible mujer me dio la espalda dirigiéndose hacia la salida. – Asuna, vamos. – Ordenó antes de abandonar por completo la sala.
La muchacha con cara de ángel continuaba a mi lado en el piano, antes de irse se dirigió a mí por última vez.
— No le tengas muy en cuenta lo que te dijo... sólo es que... es muy exigente con todo lo que tiene que ver conmigo. – Pude percibir cierta tristeza en sus ojos mientras me decía aquello y se marchaba.
Me giré para mirar a Sugu, tenía una enorme sonrisa.
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