𝚌𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚜𝚒𝚎𝚝𝚎
Quedarnos en casa de Tae no había sido una mala idea a pesar de la incomodidad que representa naturalmente dormir en una casa ajena.
Una vez en el restaurante, la conversación se había extendido después de que Tae me presentara a la señora y el señor Kim y Yoongi se acercara a saludar. Su hermano mayor había regresado a tomar el mando en la cocina mientras los padres de Taehyung continuaban interrogando a su hijo y me llenaban de extensas y divertidas anécdotas familiares. Definitivamente la sonrisa era de su padre, pero el dulce y noble semblante había sido heredado de su madre. Como Tae había prometido, el jjangjjangmyeon era delicioso y aunque aún no había probado demasiados hasta ahora, estaba segura de que sería el mejor de toda mi vida.
Una vez más volvía a confirmar que el tiempo fluye de manera distinta en compañía de las personas que te agradan, ya que antes de que pudiéramos reaccionar, se nos había pasado la hora en la que el último autobús salía a Seúl. Me sentí más que nerviosa cuando Tae apenado me dijo que lo mejor sería pasar la noche allí, pero en realidad no había mucho que yo pudiera hacer así que accedí al nuevo plan. La madre de Taehyung parecía muy contenta con la idea de tenernos allí un día más, así que prometió mostrarme el álbum familiar una vez cerraran el local y llegaremos a su casa.
Yoongi se despidió al cerrar, recordé que en alguna de nuestras conversaciones Tae me había contado que su hermano mayor no vivía en con ellos — a pesar de ser cercano a su padre y a su nueva familia, había preferido permanecer con su familia materna, y el Señor Kim había respetado su decisión—. Una vez en el acogedor hogar de los Kim, me enfrenté a la indiferencia del hermano más joven: Yeonjun, y al eufórico saludo de Nara, quien parecía realmente contenta de volverme a ver.
De inmediato la dulce chica me llevó escaleras arriba y me ofreció su habitación para dormir. Quise negarme y decirle que el piso me venía bien, pero vi tanta emoción en sus ojos sinceros al ofrecerme su cama, que decidí simplemente aceptar y agradecer. Estaba segura de que mis mejillas estaban de mil colores, pues podía sentir el calor recorriendo todo mi rostro, me sentía avergonzada, nunca me había enfrentado a la situación de dormir en una casa que no fuera la mía. Nara se disculpó y salió corriendo a buscar algo que ni siquiera alcancé a escuchar, aproveché para sentarme en la orilla de la cama. Exhalé. Todo me parecía una locura. . . una locura que me dejaba una sensación muy cálida en el pecho. Se sentía bien, después de todo.
Oí las risas de Tae y los quejidos de Yeonjun, parecían estar jugando bruscamente pues su madre les reprendió. Sonreí involuntariamente al imaginar a Taehyung siendo regañado por su mamá. La puerta se abrió de repente y Nara entró dando saltitos con su madre detrás de ella.
—Encontré esto, no es lo último en moda pero dormirás cómoda, querida—me dijo apenada.
Vi las prendas cuidadosamente dobladas en sus manos, la tela de los pantalones parecía fresca y se asomaba el estampado de una banda conocida en la otra prenda. Supuse que eran de Taehyung.
—Muchísimas gracias, esto es perfecto.
—Son de TaeTae —dijo Nara, confirmando mi sospecha—. Mamá y yo te buscamos una pijama decente, pero me temo que no te . . .
—¡Nara! —la interrumpió su madre y yo me reí. Me habían buscado algo entre la ropa de Tae porque las dos eran de complexión pequeña, totalmente contraria a la mía. Era obvio que aunque Nara moría por prestarme sus pijamas, ninguna iba a quedarme.
—No se preocupe, entiendo —le guiñé un ojo a Nara, haciendo que su carita de preocupación se desvaneciera. No me sentía ofendida con aquello, ser más grande que el promedio no era nada del otro mundo.
—Podrías dejar después una muda extra aquí. Supongo que nos visitarás a menudo —soltó Nara. Vi en sus labios una sonrisa pícara. No supe como responder a eso—. Eres la única chica que Tae ha traído a casa. . ., ¿están saliendo, cierto? —agregó enseguida.
—¡Nara! —su madre volvió a reprenderla.
Entre el shock y el calor que volvía a apoderarse de mis mejillas, logré negar con la cabeza.
—¡Oh, no! solo somos amigos —Tomé torpemente la muda de ropa que me ofrecía—. Pero gracias, considerare lo de la muda extra —sonreí avergonzada.
Tae asomó la cabeza por la puerta e interrumpió el incómodo momento.
—Papá convoca a un duelo de gonggi, ¿vienen? —sonrió de oreja a oreja antes de desaparecer tan rápido como había llegado.
Me sentí aliviada.
ººº
A la mañana siguiente salimos temprano después de desayunar y despedirnos de los padres de Taehyung. La noche anterior, antes de ir a dormir, me había dicho que quería aprovechar nuestro día extra en Daegu para mostrarme un lugar especial. Me preguntaba adónde me llevaría, sin duda todo con Tae tenía algo de magia implícita. . ., hasta las cosas mas simples. Pero esta vez la emoción en su expresión incrementó mi expectativa.
Tomamos un taxi y no nos tomó más de veinte minutos llegar a lo que parecía un parque. Tae y yo firmamos el libro de visitantes y rentamos un par de bicicletas. Al comienzo pedaleamos entre la muchedumbre que visitaba el lugar en familia, al ser domingo estaba repleto. Conversaban alegres entre las jardineras, los niños corrían de un lado a otro ocultándose detrás de los árboles y otros paseaban en pequeñas lanchas de pedales en el pequeño lago. Luego comenzamos a alejarnos y Taehyung me guió por un pequeño camino de terracería que no parecía ser muy transitado. El ruido poco a poco fue disminuyendo y el paisaje a nuestra vista fue volviéndose más hermoso. De pronto me parecía que las dimensiones no me cuadraban, sentía que podía seguir pedaleando eternamente y la extensión del lugar se ensancharía a mi antojo. Todo era verde y olía a tierra húmeda. Entre el olor, el aire fresco golpeando mi rostro y el sonido de la voz de Tae guiándome, me sentí en el paraíso. Minutos atrás, él había mencionado que aquel era su lugar favorito en el mundo, y ahora podía entender porqué.
Nos acercamos a lo que parecía un pequeño brazo del lago que había visto anteriormente. Un viejo puente de piedra lo atravesaba. Tae bajó de su bicicleta y me incitó a hacer lo mismo. Cruzamos el puente a pie, empujando nuestras bicicletas hasta llegar a un árbol cercano a la orilla del lago. Tae soltó su bicicleta y sacó de su mochila una manta. La elevó en el aire para luego dejarla caer cuidadosamente, tratando de que quedara perfectamente extendida en la cama de verde pasto. Se sentó y volteó a verme mientras palmeaba el lugar a su lado invitándome a sentarme con él. Deje caer mi bicicleta y me aproximé a él.
—Es hermoso— susurré.
—Te dije que valdría la pena —Tae también contestó a modo de susurro. Era como si el lugar fuera sensible y deseáramos no irrumpir en la serenidad que emanaba de él.
—Me gusta —suspiré, el lugar me hacía sentir en paz.
—Bienvenida a mi lugar favorito en el mundo —sonrió Tae, aún con la vista perdida en algún punto del lago, estaba segura que mientras me hablaba su mente estaba sumergida en más pensamientos—. Quería compartirlo contigo —dijo después de un corto silencio, para luego girar su cabeza hacia mí y observarme fijamente, esta vez su semblante no era juguetón, era serio, franco.
Mi corazón se sacudió y sentí cómo cada poro de mi piel se erizaba. ¿Cómo una simple mirada podía transmitirme tanto?
Después de quedarnos un rato sin hacer ni decir nada, tirados en el suelo, tan solo contemplando el paisaje, encontrando formas en las nubes e intentando descifrar los secretos escondidos entre los murmullos de la naturaleza, Tae se incorporó de repente estirándose para alcanzar su mochila.
—¡Me olvidé! —Sacó apresuradamente de ella un par de empaques—. Ya deben estar derretidos —hizo una mueca de decepción.
—¿Qué son? —pregunté curiosa.
—Qué eran, querrás decir —hablaba y sus labios sobresalían en un puchero—. Se supone que iba a mostrarte el mejor helado del mundo.
Tomé uno de los empaques. Lo conocía, eran aquellos famosos panecillos en forma de pez rellenos de helado. —Ya lo he comido antes —me reí—. Me temo que no es el más delicioso que he probado.
—Oh, eso es porque no lo has comido aquí —se defendió—. Todo se vuelve mil veces mejor en este lugar.
No podía refutarlo.
—Entonces tendremos que regresar. No puedo perderme el mejor helado del mundo en tu lugar favorito del universo.
Volvió a dedicarme otra de esas miradas. Escruté su rostro con la mía. Cada minuto con su compañía era totalmente deleitable.
Me sentía como naufrago pisando tierra firme por primera vez en mucho tiempo, como un sediento encontrando un oasis en medio del desierto.
Estar a su lado me causaba la misma agradable sensación de estar en casa.
Me gustaba Taehyung. Eso era un hecho.
—Creo que somos muy parecidos —dijo, de repente. Volvió luego su vista al lago—. Las personas suelen dar por hecho muchas cosas en nosotros, pero hay mucho más aquí —se llevó una mano al pecho, y se me hizo un nudo en la garganta—. Y creo que ambos podemos verlo en el otro.
Nuestra mirada volvió a toparse, y sentí poder ver hasta el fondo de sus pupilas. Lo entendía.
—Quiero decir que me alegro mucho de haber coincidido en el tren. . . , de habernos topado en esta vida.
Había creado una coraza a mi alrededor, un personaje inquebrantable como protección. Encerrarme para no sufrir, había dado por hecho que si volvía a abrir mi corazón a alguien más le daría el poder de herirme, de terminar de devastarme.
Pero ahí, sentada frente a él, sosteniendo su mirada y exponiendo mi corazón a puertas abiertas sin decir una sola palabra, lo entendí. Sí, existían personas que llegaban para destruir, pero también otras que cruzaban entre los escombros con la intensión de darte una mano y ayudarte a levantarte. Y Tae era una de ellas.
Una lágrima rodó por mi mejilla y Tae se detuvo antes limpiarla con su pulgar.
—Es una de las buenas —sonrió y la dejó seguir su camino por mi rostro.
Pronto el tiempo se esfumó, como siempre que estábamos juntos. Teníamos que regresar a Seúl.
Subimos a las bicicletas y disfrutamos una última vez del paisaje mientras pedaleábamos por el camino de regreso. Estaba muy concentrada tratando de grabar cada detalle en mi mente, como si fueran fotografías, no quería olvidar nada de aquél lugar y mucho menos de la persona que me acompañaba.
Regresamos las bicicletas y nos dirigimos a la parada del autobús. Lamentablemente para mi, no había asientos disponibles juntos y no pude sentarme a su lado esta vez, tuve que resignarme a tomar el asiento detrás de él. No sabía aún si era del todo malo, al menos ahí atrás tenía tiempo para seguír procesando la verdad a gritos que hoy había terminado por admitir. La verdadera pregunta era: ¿podía Taehyung sentir lo mismo que yo?
En algún punto del camino, volteó hacia mí y me sonrío. No dijo nada, pero al leer su expresión entendí que se disculpaba por no poder ir a mi lado. Cuando volvió a sentarse correctamente, levantó su mano para luego bajarla por detrás de su cabeza buscando torpemente la mía que estaba recargada en el respaldo de su asiento.
Me tocó brevemente, su piel era cálida como su misma esencia, me puse nerviosa. Tae siguió moviendo su mano con la intención de tomar la mía hasta que lo logró, no supe que hacer, así que tontamente también la tomé por unos segundos y luego la agité juguetonamente. Volteó a verme de reojo y ambos nos reímos. Tae bajó su mano.
Esta vez el viaje me pareció el más largo de mi vida.
El sol estaba por ocultarse. Habíamos llegado con muy buen tiempo a Seúl. Taehyung bajó en mi estación, convencido a no irse hasta verme entrar a mi apartamento —le había dicho que no era necesario. La estación no estaba muy lejos de mi casa—.
Caminamos en una extraña atmósfera de silencio, por mi mente aún daba vueltas la escena de su mano tocando la mía en el bus. ¿Qué estaba pasando? Quizá yo solo estaba malentendiendo las cosas, Taehyung era muy amable con todos. . . Pero, ¿podía ser que él también sintiera esta confusión dentro? ¿Debía preguntárselo? ¿Estaba dispuesta a dar el primer paso? No, ¡definitivamente no! temía demasiado dejarme llevar por un impulso y alejarlo como consecuencia.
Lo miré de reojo. ¿Por qué él no decía nada? Si no decía nada era por que él no tenía el mismo conflicto que yo, ¿cierto? Taehyung parecía perdido en sus pensamientos, pero no al borde del colapso como yo. Quizá solo pensaba qué cenaría con Jimin cuando llegara a casa.
Me atiborré de más preguntas, una terminaba llegando con otra de la mano. Por un momento sentí que en cualquier momento mi cerebro podría estallar. Mi mente estaba dispersa pero paró en seco cuando volví a sentir el toque de su piel. Las preguntas se detuvieron en el momento en el que nuestras manos se encontraron rozándose a la par y luego el meñique de Tae tomó el mío y se aferró a él, volteamos a vernos lentamente y al chocar nuestras miradas nos sonreímos uno al otro sin entender realmente qué pasaba, pero aprobando implícitamente lo que estaba sucediendo. Así caminamos hasta llegar a mi casa.
Mi corazón estaba más que emocionado. Y aunque seguía llena de preguntas, tan solo ese momento, su presencia a mi lado, era suficiente.
Despedí a Tae en cuanto llegamos a mi edificio, no supe si era por los nervios o realmente era sincera mi insistencia en que tuviera suficiente tiempo para descansar en su casa. Tecleé triste el código en la puerta, extrañaba la vieja cerradura, me desprendí de mi chaqueta y terminé por aventarme al sofá como de costumbre. Entonces cerré los ojos tratando de revivir cada momento, no quería olvidar su cara, no quería olvidar la sensación de nuestras manos juntas. Aún podía sentir su piel cálida rozando la mía. Si esto era un sueño, no quería despertar jamás.
Mi celular vibró. Miré con un ojo entreabierto el nombre en la pantalle, era Tae. El corazón se aceleró dentro y dudé un poco antes de abrir el mensaje. Después de unos minutos, al final lo hice.
TAE_7:30
Tashi, me gustas. Mucho.
No sabía qué responder. Podía apostar que todo a mi alrededor se había detenido, incluida mi respiración. Mi celular volvió a vibrar y el celular casi cae de mis manos directo al piso.
TAE_7:50
Preferiría decírtelo en persona.
TAE_7:50
Aun sigo afuera, podrías salir?
No tuve tiempo de contestar el mensaje, salí disparada del sofá a la entrada. Abrí la puerta y ahí estaba él. Se veía pálido y con un semblante nervioso, seguro las piernas le temblaban tanto como a mí. Tan pronto como salí, me tomo de ambas manos y suspiró para darse valor. Me miró a los ojos mientras abría su corazón y me decía todo lo que sentía cuando estaba conmigo.
Lo entendía perfectamente, porque yo me sentía exactamente igual.
ººº
Alguien me explica cómo Tashi y Tae me tienen tan soft?
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