𝚌𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚍𝚒𝚎𝚌𝚒𝚜𝚎́𝚒𝚜







Esa noche no había podido conciliar el sueño. Aún cuando Tae me había abrazado a su pecho y había acariciado mi cabeza hasta quedarse dormido, yo no había logrado hacerlo. Temía que si me quedaba dormida podía despertar y darme cuenta de que todo había sido tan solo un sueño. No solo nuestra sorpresiva y adorable boda, sino los días con él; despertar y verle en su lado de la cama, nuestros encuentros en aquél vagón, las risas y las enmiendas del corazón. Así que me dediqué con todas mis fuerzas a aferrarme a los detalles de aquella pequeña habitación para mantenerme despierta. Me grabé la posición de cada una de las estrellas fluorescentes pegadas al techo, observé curiosa el patrón de la tela de las cortinas, me esforcé por leer las pequeñas letras de los títulos en los lomos de los libros sobre el estante a lado de la cama.

Casi al amanecer, Tae medio dormido buscó mi mano y la entrelazó con la suya. La calidez de su cuerpo y la imagen de nuestras argollas fue la última escena antes de que mis ojos cansados lograran cerrarse al fin, al menos por un breve momento.

Aquella mañana disfrutamos de nuestro verdadero picnic. Tae y yo desayunamos y pasamos horas conversando y riendo debajo de aquel árbol a la orilla del lago, para luego volver en bicicleta y despedirnos de la familia en Daegu.

Por la tarde, regresamos a Seúl. Dormí todo el camino junto a Yeji, mientras Hobi y Jimin charlaban y bromeaban con Taehyung.

El auto se detuvo después de dejar a los chicos en sus respectivos departamentos. Por fin habíamos llegado a casa. Nuestro hogar. 

Tae bajó apresurado para abrirme la puerta del coche, tomó mi mano muy fuerte y guió mi camino hasta el cuarto piso donde estaba nuestro departamento. Tecleé la clave en la puerta y me dispuse a entrar pero Taehyung me detuvo.

—Espera, cielo —me tomó en sus brazos con algo de esfuerzo, no pude evitar reírme.

—¿Qué haces? —pregunté, aquello era incómodo pero bastante divertido.

—He visto esto en demasiadas películas, no voy a perder la oportunidad —contestó casi sin aire. Me reí y lo besé mientras pasábamos bajo el dintel de la puerta.

—Te amo —susurré en su oído.

—Lo sé. Yo también te amo, cielo. —Me bajó con delicadeza previniendo que ambos termináramos en el suelo.

—¿Qué sucede? —preguntó un tanto consternado ante la expresión que había opacado repentinamente la alegría en mi rostro.

—Tengo miedo. —Dije y tragué un poco de saliva, de pronto sentí la garganta demasiado seca. Vi la incertidumbre y angustia dibujarse en su mirada inmediatamente.

—¿Miedo a qué? —puso mi mano en su pecho para mostrarme cómo su corazón marchaba acelerado—. Por favor no me digas que estás arrepintiéndote —bromeó, pero supe por su sonrisa tensa que al menos por un segundo se lo había planteado.

Me reí y tomé su rostro entre mis manos, apretando sus mejillas y haciendo que sus labios se abultaran. Le di un pequeño beso en los labios apretados y luego le solté, aquello lo hizo reír y se relajó.

—Anoche no pude dormir —confesé tras un suspiro—. Temía despertar y darme cuenta de que todo había sido solo un sueño. Tengo miedo de que esto... —No sabía cómo decirle que no podía creer que todo estuviera yendo tan bien para mí, que no creía que fuera real, que lo mereciera.

Taehyung sonrió, más conmovido que aliviado.

—Cielo, no voy a irme —susurró suavemente y acarició mi cabeza, acomodando el mechón de cabello que caía cubriendo mi rostro—. Puedes estar tranquila. Aunque parece un sueño, esta es nuestra realidad. Juro que voy a cuidar tu corazón, no voy a romperlo. —Terminó por besar mi frente mientras sus promesas se asentaban como un cálido alivio para mi corazón.

Y con aquella mirada no tuve otra opción, más que creerle por completo.

—Quizá esto nos haga sentirlo mas real —me dejó para ir a buscar algo en su mueble a lado de la cama. Sacó pronto un sobre con papeles y luego los puso en mis manos para que lo leyera por mí misma.  Eran los formatos que teníamos que llenar para registrar nuestro matrimonio.

—¿Cómo es que tienes esto?

Él me miró emocionado. —Hace unos días acompañé a Jimin al registro y los traje conmigo. Honestamente, no creí que los llenaríamos tan pronto —confesó, y enseguida trajo un par de bolígrafos—. Ya que estábamos allí, aproveché para informarme sobre los trámites que debíamos hacer para registrar un matrimonio—acercó la bolsa de papel con las hamburguesas (que habíamos pasado a comprar antes de llegar a casa) y se sentó en el piso conmigo—. Aún tenemos que llenar los antecedentes familiares —se metió un par de papas a la boca— y necesitamos ir a la embajada a solicitar un certificado de soltería.

—¿Eso es todo? —pregunté mientras leía los campos del formulario y quitaba con cuidado el papel que envolvía a mi hamburguesa—. No parece tan complicado. 

—Es todo —Tae sonrió—. Además, cielo, estaba pensando que quizá podríamos visitar a tu padre pronto —se quedó pensando un poco y lo vi apoyarse de sus dedos como si estuviera haciendo un cálculo—. Si ahorramos lo suficiente los próximos seis meses. . .

—Tae —lo interrumpí. Él se resistió un poco a levantar la cabeza y verme, sabía que probablemente aquella idea no era de mi total agrado.

—Tashi, sé que sigues molesta —me dijo—. Y estás en todo tu derecho, es decir, yo también lo estoy después de todo lo que ahora sé, pero. . . —suspiró—, a veces nos perdemos de tanto porque no sabemos cómo confrontarlo, porque no sabemos cómo dialogar y cómo decir "lo siento" —soltó su hamburguesa y acarició mi mejilla—. Escucha, estoy seguro de que tu padre lo sabe también, simplemente es muy testarudo como para dar el primer paso.

—Mmm. . . —me resistí, aunque pensaba que tenía la razón. Aquella idea me había pasado por la cabeza infinidad de veces cada que colgaba cualquier llamada suya.

—Date y dale la oportunidad. No merece que lo privemos de ser parte de esto —se detuvo y torció los labios en una mueca—. . ., bueno, quizá sí que lo merezca —ambos nos reímos—. Pero creo que al menos estarás más tranquila sabiendo que no ha quedado nada en ti y podrás cerrar un ciclo en paz.

Sonreí. Aquello me parecía justo. Supuse que después de todo, todos merecíamos segundas oportunidades. 

—Me parece bien —asentí—. Ahorremos y planeemos unas vacaciones fuera del país pronto.

Tae asintió sonriendo.

—Por cierto, cielo —tomó mis manos entre las suyas—. Sé que lo nuestro pudo ser muy sencillo —se disculpó—. Dijiste que preferías algo íntimo y simple, pero no sé si tan simple como lo que hicimos ayer. Así que me gustaría que si quieres, planeáramos algo más grande. . . 

—Tae, mi amor —lo interrumpí. Entendía lo que estaba sugiriendo—. Créeme, lo que hicimos ayer no podía ser más perfecto. No puedo pensar en una boda mejor que la nuestra —lo besé.

Tae, con un semblante enternecido por mis palabras, me habló en el español más perfecto que le había oído pronunciar hasta el momento.  —Te amo, cielo —besó mi frente—. Te amo —besó mi nariz—. Te amo —sus labios se dirigieron a mis párpados y los besó antes de avanzar directamente a mis labios. Ese último beso fue cálido y profundo. —¿Bailamos?

Me extendió una mano en cuanto se levantó del suelo. Con sus dedos entrelazados a los míos caminó hasta el tocadiscos que le había obsequiado en su último cumpleaños y reprodujo la canción en curso. Sus manos en mi cintura y mi cabeza pegada a su pecho mientras bailábamos "La vie en rose" lentamente. Supe en ese momento que habría podido permanecer de aquella forma por el resto de mi vida.

Miré a Tae, los mechones despeinados caían por su frente. El lunar en su párpado, sus ojos rasgados y sus largas pestañas. Me miraba como yo le miraba a él. Ambos parecíamos contemplar el rostro del otro, memorizándolo. Algo dentro de mí se sacudió, la magia de Tae era suficiente para hacerme sentir tanto sin haberme tocado aún. Y lloré. 

Fue la primera vez que lloraba de esa forma. Era tanta mi alegría, que no podía ni quería contener la forma en que mi cuerpo la expresaba. Ahora que sabía que la magia existía y vivía dentro de mí, sentía que todo estaba bien, que merecía ser feliz. Taehyung me besó. 

Despegué mis labios de los suyos y bajé lentamente dejando pequeños y delicados besos en su cuello. Sentí su nerviosismo cada que mis labios tocaban su piel. Nos miramos una vez más antes de continuar, sabíamos lo que todo aquello significaba. Pero lo deseábamos, y sin palabras nos hicimos saber que ambos queríamos que sucediera. 

El ardor dentro aumentaba conforme el ritmo de nuestros besos y el rumbo de nuestras manos tomaban el mismo curso. Tae me guío a la habitación sin soltar mi cintura y sin perder la sincronía de la que ahora formábamos parte. 

—¿Estás bien? —me preguntó y yo asentí sonriendo.

—¿Y tú? 

Me obsequió una de sus dulces sonrisas mientras asentía con su cabeza. —Te amo, cielo.

Me apretó luego a su cuerpo en un profundo abrazo y no se despegó de mis labios por lo que me pareció toda una eternidad en el paraíso. Tampoco apartó su mirada de mí mientras sus dedos desabotonaban tímidamente mi vestido y me ayudaba a sentarme a horcajadas sobre su regazo.

Su ropa cayendo, mis manos aferrándose a su espalda. Sus labios recorriendo cada milímetro de mi piel. Nuestros cuerpos desnudos y torpes explorando y aprendiendo. Mis manos conociendo todas sus dimensiones. Sus ojos plantándome resistencia cada que sentíamos que el cuerpo estaba a punto de estallar.  

Aquella noche, en la calidez de la habitación y sus brazos. Entre jadeos y movimientos torpes. Reconocí que era la primera vez que hacía el amor.





ººº



Mis párpados pesaban, pero poco a poco conseguí abrirlos. Tardé un poco en adaptarme a la luz que entraba por las persianas y que me daba directamente en la cara.

De inmediato pude sentir su mano sobre mi cintura, que, luego de un par de caricias tiró de mí para acercarme más a su cuerpo. Sonreí, permitiéndome volver a cerrar los ojos por un momento. Podía sentir su tibia respiración en mi cuello y su nariz trazando delicadamente un camino sobre mi piel, provocando que cada poro en mi cuerpo volviera a erizarse. Tae comenzó a dejar pequeños y húmedos besos sobre mis lunares, esos que solían resaltar entre mi cuello y espalda, los que le había repetido infinidad de veces cuánto odiaba.

Deseaba retractarme totalmente. En ese preciso momento había dejado de detestarlos, y se habían convertido en la parte favorita de mi cuerpo. 

Estaba segura de que no había siquiera un milímetro que me separara de su cuerpo. Pude sentir su calidez mientras juguetonamente nuestras piernas se entrelazaban.

¿Qué clase de maravilla era aquella?

Sentí cómo sus labios sobre mi cuello se expandían en una sonrisa. Tae sabía que yo lo había sentido. Habría sido imposible no haberlo hecho, su cuerpo permanecía empalmado al mío.

Entonces, cuando creí que su mano comenzaba a moverse de nuevo por mi cintura con la intención de que comenzáramos el día justo como lo habíamos terminado la noche anterior, Tae decidió girarme delicadamente para tenerme de frente y poder depositar un par de besos por todo mi rostro.

—Buenos días, cielo —me dijo sin darme tiempo de contestar con algo más que mi sonrisa, porque llevó inmediatamente sus labios a los míos dándome un largo beso—. Te amo —susurró al finalizarlo.

Me incorporé un poco y también repartí besos desde su hombro y cuello hasta llegar de nuevo a sus labios.

—Podría pasar toda la vida así —reconoció.

—Nos queda toda la vida para pasarla así —respondí.

—Lo sé —sonrió—. Pero me refiero a hoy, aquí —me acercó otra vez a su cuerpo y me dejé envolver en sus brazos.

—Pero tenemos que ir a trabajar —me lamenté y comenzamos un divertido jugueteo mientras yo intentaba levantarme de la cama y él no me lo permitía.

—No, no hay que ir —su voz aún sonaba ronca, pues acabábamos de despertar. Recargó su cabeza en mi pecho y yo acaricié su cabello—. No quiero ir.

—Tomemos una ducha juntos —propuse.

Taehyung levantó la cabeza.

—¿Tashi, estás intentando sobornarme con una ducha?

—¿Funciona?

Tae sonrió de par a par y pegó un brinco fuera de la cama. —Por supuesto.


Después de la ducha, mientras me arreglaba con prisa y él preparaba el desayuno, recordé que no había tenido tiempo de hablarle sobre la entrevista. Busqué de inmediato el mail para mostrárselo antes de que volviera a dejarlo pasar. La cita era aquella misma tarde. 

—Cariño, tengo algo para ti —asomé la cabeza fuera de la habitación.

—¿De verdad? ¿Qué es, cielo?— contestó curioso aunque estaba totalmente concentrado dándole forma los huevos fritos con un molde de corazón.

Me acerqué a él con mi portátil en las manos y él dirigió toda su atención hacia mí. —Echa un vistazo —dejé la computadora sobre la mesa. 

Tae obedientemente comenzó a leer después de colocar los huevos fritos sobre un montículo de arroz en nuestros respectivos platos.

—¿Esto es verdad? —preguntó entre sorpresa y emoción. Luego mostró una actitud desconfiada—. Cielo, debe ser una estafa. Yo nunca les he enviado nada. . . 

—Es que fui yo —lo interrumpí. Hasta ese momento pensé que, aunque mi intención era sorprenderlo, debí haber consultado con Tae aquella decisión—. Verás, es que hace poco conocí en la oficina a un tipo. Uno de los importantes, ya sabes —le expliqué—. Fue muy amable, y la conversación terminó yendo por un camino en el que consideré escencial hablarle de ti, de tu talento y tus buenas ideas. Parecía interesado, así que me pidió enviarles tus datos —señalé la pantalla de mi portátil—. Así lo hice, y hace unos días me han contestado. Pensé en contarte todo, pero con todo lo que pasó este fin de semana. . . 

—Está bien, cielo —me abrazó—.  ¡No puedo creerlo!—movió su cabeza repetitivamente desde la pantalla de mi portátil y luego a mí de nuevo en un intento por procesarlo todo—. Gracias. 

Verlo asimilar todo con una sonrisa mezclada de incredulidad y emoción, me hacía muy feliz. La oportunidad que alguna vez había soñado imposible parecía comenzar a abrirse como una puerta hacia el futuro. —La cita es hoy por la tarde. Seguro que Jimin puede suplirte esta vez.

—Seguro dirá que sí. 

—Yo también —le guiñe un ojo.

Taehyung me observó fijamente por un momento, para luego sorprenderme subiéndome de un solo movimiento a la pequeña barra de la cocina. Mis brazos se abrazaron a su cuello automáticamente y mis piernas acercaron su cuerpo, empujándolo hacia mí. Me besó. La noche anterior sus labios eran tímidos, pero parecía que poco le había bastado para adquirir el valor suficiente como para hacer que las piernas me temblaran de inmediato. 

Se alejó de mi boca, cortando el beso y dejándome con ganas de más. De repente ya no me parecía tan mala idea faltar al trabajo y quedarme todo el día en casa a su lado. 

—Se te va a hacer tarde —susurró y luego su sonrisa cuadrada e infantil apareció en escena. Aquella sonrisa era su expresión de triunfo, sabía exactamente lo que estaba haciendo conmigo. No me quedó más que reír y apresurarme a ponerme los zapatos y tomar mi bolso, porque en realidad se estaba haciendo tarde. 

Tae me acompaño al estacionamiento del edificio, me había prestado su auto para ahorrarme los minutos que habíamos derrochado. 

—Maneja con cuidado, cielo —me dijo mientras se asomaba por la ventana de mi lado y me daba un último beso—. ¿Me acompañarás a la cita esta tarde?

—¡Claro! Es lunes, pero prometo hacer todo lo posible por escapar a tiempo  —encendí el auto. 

Tae sonrió con sus labios muy cerca del espejo retrovisor y lo vapeó para después dibujar un corazón con su dedo. —Gracias.

Sonreí conmovida por su espontáneo gesto y di un sobresalto cuando miré la hora en el reloj. 

—Tengo que irme, te veo más tarde —de inmediato me moví con el auto hacia la salida. 

—"Te amo". —Alcancé a leer los labios de Tae por el espejo retrovisor. Su imagen justo quedaba al centro del corazón que había dibujado segundos atrás y que comenzaba a desaparecer. 

—Te amo —susurré de vuelta, aunque él ya no pudo verme. 

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