𝚌𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚗𝚞𝚎𝚟𝚎


La fiesta exclusiva de la Woonjin Holding —a la que Seokjin amablemente nos había invitado— tenía como sede el Hilton frente al Namsan Baekbeom Square. El simple hecho de pensar en ella me parecía elegantemente abrumador.

—Tae —susurré mientras me tomaba del barandal al fondo del vagón.

—¿Sí, cielo? —Taehyung contestó con un susurro también. 

—¿Por qué no se nos ocurrió tomar un taxi? 

Tae se rio. —Estaba preguntándome exactamente lo mismo. —Se inclinó un poco hacia mí—. Deberíamos bajar y tomar uno. 

—No, no —lo interrumpí—. Ya estamos aquí. 

La gente nos miraba un poco raro, pero no podía culparlos, Taehyung y yo sin pensarlo nos habíamos montado al subterráneo enfundados en nuestras mejores galas. Era inevitable llamar la atención, pero a ninguno había pensado en ello hasta que nos percatamos de las miradas incómodas y de una que otra pobre alma que intentaba no mancharme el vestido. Aún así, Taehyung parecía relajado, así que decidí tomarme de esa confianza e ignorar al resto que nos juzgaba en silencio.

Los planes habían cambiado de último momento, Jimin iba camino a Busan junto a Yeji. Los mareos habían resultado no ser tan normales después de todo, hacía un par de días habían confirmado que se convertirían en padres. Nuestros amigos estaban nerviosos, pero habían decidido no dejar pasar más tiempo. Así que, con el estómago un tanto revuelto y las ojeras del pobre Jimin que no había podido dormir con tan solo pensar en llevar la noticia a casa —y sin saber cómo lo tomaría la estricta familia de Yeji—, habían emprendido el viaje en un arranque. Taehyung había entregado las llaves de su auto a Jimin sin pensarlo dos veces, lo cual nos tenía en la esquina de aquel vagón camino a la estación Hoehyeon.

Suspiré. No podía apartar de mi mente la tierna imagen de Yeji y Jimin con el precioso bebé que venía en camino. Estaba emocionada.

Vi luego a Tae de reojo, parecía concentrado mirando un anuncio pegado a lado de la puerta. Aquella acción no solo me hizo ver a Taehyung, si no también me hizo notar las miradas fijas sobre él.  Las observé detenidamente, todas las chicas eran lindísimas y el estómago se me hizo un nudo, ¿era por eso que Tae había puesto aquel límite entre nosotros? Las perfectas proporciones de sus rostros y sus cuerpos sólo habían provocado que la cabeza se me llenara de más pensamientos mientras mi autoestima se desvanecía sin que yo pudiera hacer algo al respecto. Estaba segura de que le agradaba a Tae, pero , ¿había algo en mí que no lograba convencerlo? 

Mientras divagaba intentando convencerme de evitar los croissants de la cafetería, la chica del frente ya estaba a su lado, podía percibir su intención a leguas. Y parecía que Tae también lo había notado, porque, cuando ella le pidió la hora con aquel tono, Taehyung decidió girar su rostro hacia mí:

—Cielo, ¿sabes qué hora es? —preguntó. 

—Son las cinco y media —respondí después de haber echado un vistazo torpemente a la pantalla de mi móvil. 

Tae me agradeció con una tierna sonrisa y luego miró a la chica, que —estupefacta— ya había oído la respuesta a su pregunta.

—G-gracias —dijo ella, formalmente en esta ocasión. De pronto aquella voz seductora había desaparecido.

Tae volvió a dirigir su mirada hacia aquel anuncio justo a lado de la puerta mucho antes de que ella pudiera darse la vuelta. Sabía que lo había hecho todo a propósito, porque llevaba su reloj expuesto en la muñeca, y aún así, me lo había preguntado a mí. Luego, como si leyera mis pensamientos y quisiera corroborarlo, volteó buscando mi mirada para guiñarme un ojo juguetonamente mientras acariciaba tiernamente con su pulgar mi mano entrelazada a la suya. 

Definitivamente había sido intencional. 

Y los pensamientos que comenzaban a anidarse en mi cabeza volvían a desenredarse poco a poco. Sabía que debía relajarme más y dudar menos de Taehyung. No tenía ninguna razón para hacerlo.  Aunque la distancia que continuaba interponiendo entre ambos seguía haciéndome sentir que algo andaba mal conmigo. Por más que le daba vueltas seguía sin entender qué estaba sucediendo. De los casi seis meses que llevábamos juntos, me resistía a creer que era la única que había fantaseado un par de veces, sobretodo las tardes de películas en las que nos tiramos en su sofá y yo deseaba que por un momento Tae dejara de prestar tanta atención a la pantalla —inútilmente—.

—Es nuestra parada. —Su voz me alertó que era hora de bajar y aferré a su mano para salir del vagón sin tropezar. 

—Definitivamente regresaremos en taxi —Tae bromeó después de caminar un poco desde la estación, intentando romper el pesado silencio que de pronto se había asentado. 

—Por favor—bufé.

Sentí su mirada silenciosa sobre mí. —¿Todo bien, Tashi? —preguntó un tanto consternado, sabía que había percibido mi molestia. 

Estaba cansada, estresada y estaba segura de que mi peinado se había caído a mitad del viaje, pero no supe qué contestarle. Quizá porque ni si quiera yo misma lograba entender si en realidad era eso lo que me molestaba tanto o sentir el juicio de las personas que no dejaban de observarnos, a mi parecer, como si estuvieran burlándose de mí. 

—S-siento que todos nos miran —logré decir—. Es incómodo.

Él se rio bajito. La forma de su sonrisa permaneció en sus labios aún después de reír.

—¡No te rías! —me quejé—. Hablo enserio, s- siento como si estuvieran burlándose de mí —balbuceé.

La expresión en su rostro había cambiado, esta vez me miraba comprensivo. Detuvo nuestro paso para tomarme suavemente de ambos hombros a mitad de la acera. 

—Tashi, no se burlan de nosotros —me obligó a levantar la vista con un movimiento de sus dedos en mi barbilla—. Es que les damos envidia.

—¿Envidia? —pregunté un tanto incrédula. No entendía por qué podrían envidiarnos.

Él asintió. 

—Claro, porque no le damos importancia a cosas que ellos sí, y eso les molesta, porque quisieran hacer lo mismo pero no pueden permitírselo. Envidian nuestra libertad —con mucho cuidado colocó detrás de mi oreja un mechón de pelo que se había desacomodado—. . ., y bueno, creo también es porque voy de la mano de la chica más bonita que han visto.

No pude evitar sonrojarme. "La chica más bonita", repetí en mis adentros mientras recordaba a las perfectas chicas del tren. Lo miré a los ojos y vi la forma en que me contemplaba, estaba segura de que yo le gustaba —y mucho—, pero, si no era eso, ¿por qué continuaba sintiendo aquella barrera entre nosotros? 

Dí un golpecito en su pecho. —Basta. —Mi sonrisa se asomó involuntariamente y él aprovechó para darme un beso en los labios sin importarle que las personas siguieran circulando a nuestros costados. Lancé un gritito interno como cada que me besaba desde hacía dos meses, cuando había decidido poner fin a la distancia con mis labios. 

Comprendí entonces que dependía de mí entregarles o no mi libertad a otros —cosa que solía hacer cuando le daba tanta importancia a lo que el resto podía pensar de mí—.  No quería regirme por lo que los demás vieran o dijeran, quería simplemente ser yo. Sin restricciones y sin miedos. Vivir más ligera, despojarme del peso. Fluir tan libremente como Taehyung.  

Tae no pedía permiso a nadie para ser él mismo. Reía con ganas aunque el resto estuviera en silencio, comía lo que le gustaba sin importarle el peso, tarareaba sus canciones por la plaza, y no le era problema alguno el externar su indiferencia con las personas que no pasaban su escáner de confianza. Taehyung parecía una persona impredecible, pero, era por esas mismas razones que su impredecibilidad me parecía de lo más previsible. Por eso, no me sorprendió verlo detener un taxi y ayudarme a subir aún cuando el hotel estaba a tan solo dos cuadras.  





ººº





—Divertido, ¿no es así? —preguntó con sarcasmo Seokjin, quien se había acercado a saludarnos. 

Tae y yo lo habíamos visto ir de un lugar a otro junto a su padre durante la última hora. 

—Como no tienes idea —respondí en el mismo tono.  Aunque la decoración era preciosa, cara y elegante, el ambiente de la celebración era bastante . . . aburrido. Me sorprendió no ver allí a ninguno de nuestros compañeros de la oficina,  estaba más bien lleno de ancianos acaudalados que solo parecían entretenerse con temas como el valor de sus acciones y de sus más recientes viajes y adquisiciones. Solo podía desear que Seokjin no me hubiera invitado. 

—Siento mucho haberlos arrastrado a esto —se disculpó conmigo y Tae antes de dar un trago a su copa. Luego, se dirigió hacia mí—. Pero no sabes lo bien que se siente ver un rostro amigo entre tanta gente. 

—¡Seokjin! —El señor Kim, mi jefe, llamó su nombre haciéndole una sutil seña para que se acercara a él. Su abuelo, el señor Woong y líder del imperio familiar había llegado—. Tú también — me señaló. 

Observé a Seokjin, un tanto confundida. —¿Yo? 

—Sí, eso parece —él también parecía confundido—. Quizá sea por Brienne y los nuevos prospectos. —Se alisó el traje y dejó su copa en la charola del mesero que pasó a nuestro lado que aquel momento—. Vamos, tú tranquila. Parecen fieros, pero ladran más de lo que muerden.

Resoplé mientras me alisaba la falda del vestido, era una suerte que en realidad mi peinado no se hubiera caído durante al camino. 

—Te ves preciosa —me susurró Tae. Sentí a la par su suave toque en mi espalda dándome ánimos. 

—Te la robo un momento —se disculpó Seokjin con Tae, y extiendió su mano señalándome cordialmente hacia dónde ir. 


El padre de Seokjin no había dejado de hablar mientras el señor Woong me observaba curioso. En realidad no había ido tan mal, el abuelo de Seokjin parecía saber de mi existencia, lo que me dejaba más ansiosa que halagada. Regresé un par de minutos después al lugar donde había dejado a Taehyung, pero no lo encontré. Me di la vuelta escaneando el lugar con la mirada y para mi sorpresa terminé descubriéndolo apartado del resto, parecía estar atendiendo una llamada —que colgó en cuanto nuestros ojos se toparon y comenzó a caminar a mi encuentro—.

—¿Cómo fue? —Me preguntó una vez nos acercamos. 

—Abrumador —resoplé y él se rio debido a mi gesto—. Resulta que ahora soy parte de un proyecto enorme del cual acabo de enterarme apenas hace unos minutos. 

—Woah —exclamó Tae—. Pero eso es bueno, ¿no?

—Ehm. . .  Lo es, sí —acepté—. Pero aún no comienzo y ya estoy abrumada.

—Vamos, Tashi —Tae me tomó de la mano—. Eres la mejor, ¡vas a dejarlos boquiabiertos!

Sonreí. Después de todo, ya no me parecía tan pesado. —Eso espero.

—¿Quieres bailar? —Taehyung me propuso de repente en cuanto la canción cambió y un par de parejas comenzaron a moverse también—. Bailar siempre ayuda a quitar el estrés.

—Quiero. —Asentí con una sonrisa  y me dejé llevar por sus movimientos. Tae llevó mis manos a su cuello para luego tomarme de la cintura.

Así nos movimos lentamente al ritmo de la melodía. Pronto la oscuridad de la noche había caído y las múltiples luces alrededor se encendían adornando el lugar y haciéndolo lucir con un ambiente más romántico, o al menos así se veía para mí.

—Tienes miedo —. Me dijo después de un rato mirándome a los ojos, parecía que podía leerme como si fuera un libro abierto—. Pero, ¿a qué?

Lo pensé por un momento. La pregunta correcta en realidad era "¿a qué no le temía?", porque en realidad todo me aterraba. 

Suspiré pesadamente. De pronto lo tenía, sabía qué era lo que me producía aquel el vacío en el estómago, la palpitación acelerada, el nudo en las entrañas. 

—A fallar —contesté—. Tengo miedo de fallar o equivocarme.

Taehyung sonrió. —Cielo, de eso se trata la vida. De fallar y aprender. Tropezar y levantarse —me dio una pequeña vuelta en mi lugar como parte de nuestra improvisada coreografía—. Si todo fuera perfecto nos perderíamos de las mejores cosas de la vida, no aprenderíamos, no podríamos mejorar. Sin el dolor y la tristeza no distinguiríamos la felicidad. Sin fallar, tampoco saborearíamos el éxito. Al final se trata de experiencias, de sentir. Es parte de lo que significa estar vivo, ¿no?

Me quedé en silencio por un breve momento mientras procesaba lo que acababa de decirme. Sus palabras me habían despojado del pesado yugo en mis hombros y, cuando al fin pude conectar mis pensamientos con mis labios, me di cuenta que Taehyung tenía la mirada perdida en un punto fijo detrás de mí. Parecía más concentrado en ello que en la conversación que estábamos teniendo. Me giré curiosa por encontrar el objetivo de su atención, topándome de inmediato con un par de ojos que también nos observaban fijamente. No, no era a nosotros, en realidad era a Taehyung a quien no dejaba de mirar. 

El chico de unos veinte años bailaba con una mujer a la que solo podía verle la espalda. Taehyung y él parecían tener un duelo de miradas. En una situación diferente me habría parecido que su mirada era dulce, como la de un tierno cervatillo, pero miraba tan fijamente a Tae, casi sin parpadear, que no pude evitar experimentar una sensación muy incómoda. Me pregunté qué era aquello, la situación era muy extraña a mi parecer. 

Taehyung pareció volver en sí y detuvo con suavidad su movimiento rítmico.

—¿Nos vamos? —me preguntó, y yo me limité a asentir. Por alguna razón sentía que necesitaba salir de aquel lugar en ese preciso momento. 








ººº

Jelouuu!

ksajdksad
¡Nuevo capi!

Sin duda algo raro pasa aquí, ¿no creen?
Ansío leer sus teorías🌝🙊

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