𝚌𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚍𝚘𝚜
—¿Cuántos "wow" crees que haya dicho en los últimos cuarenta minutos? —me preguntó Taehyung mientras veía a su hermana correr al encuentro del hermoso cardigan colgado en el aparador.
No había sido problema el encontrarnos en la estación. En punto de las 15 horas, Taehyung me esperaba acompañado de una linda chica de unos dieciséis años que compartía su sonrisa. Me pregunté si la habrían heredado de su padre o de su madre.
—Calculo que más de uno por minuto. Mmm. . . ¿cincuenta y dos veces? . . . —dije, fingiendo duda.
—Wow.
Escuchamos a la distancia la voz de Nara.
—Cincuenta y tres. —Concluyó Taehyung, bromeando después de oírla.
Caminamos a la par por los pasillos de aquella plaza comercial, su hermana había llegado desde Daegu por la mañana, había deseado comprar algo de ropa por su cumpleaños y Taehyung le había sugerido venir a Seúl y aprovechar la visita.
—Dices entonces que llevas dos años viviendo aquí y no has visitado el arroyo Cheonggyecheon —seguía incrédulo.
—Ni la torre Namsan —agregué.
Volteó a mirarme, anonadado.
—¿Por qué pareces tan impresionado?
—No estoy impresionado, honestamente, estoy ofendido. —Sonrió y sacó las manos de sus bolsillos de la chaqueta para exagerar su expresión—. No puedes vivir aquí y no conocer los lugares icónicos de Seúl.
—¡Oye! —intenté defenderme—. Conozco como la palma de mi mano la cafetería que está en el edificio continuo a mi oficina. Es un lugar icónico a mi parecer.
Se rio de mi inesperada respuesta, y se dio por vencido.
—Necesitaré un tour por esa cafetería entonces. Me temo que no la he visitado.
—¡Lo ves! Ahora soy yo quien se siente ofendida, por como hablas, creí que conocías cada rincón de Seúl —rebatí, con el mismo tono divertido en el que nuestra conversación se conducía.
—Incluida la cafetería a lado de tu oficina. . .
—Claramente.
Ambos nos reímos.
Taehyung volvió a meter sus manos a los bolsillos y se mostró pensativo.
—Hagamos un trato. Te doy un tour por la torre Namsan y tú me muestras la cafetería.
—Es un trato justo —dije, y seguimos caminando en búsqueda de Nara, a quien habíamos perdido de vista completamente.
ººº
No había sido hasta el momento en el que los tres sentados a la mesa compartíamos los alimentos, escuchando las graciosas anécdotas que la hermana de Tae contaba entusiasmada, que pasó por mi mente lo incómodo que pudo haber resultado salir con un par de perfectos desconocidos. En ese momento agradecí que ambos fueran tan amables y genuinos. Podía jurar que jamás en la vida había conocido personas con un corazón tan noble y puro.
Y es que era fácil darse cuenta. Bastaba oírles hablar y reír, ver sus ojos llenándose de un brillo especial cada que hablaban de sus padres, y de las personas que amaban. De un tal Yeonjun y Yoongi, quienes por la familiaridad con la que se expresaban, supuse serían sus hermanos.
La familia de Taehyung era de Daegu, él se había mudado bastante joven a la capital para estudiar. Su padre siempre había soñado con tener un médico en la familia, pero no había puesto objeción cuando Taehyung le contó de sus intenciones de estudiar Medicina Veterinaria. Su padre conocía el amor y respeto que su hijo tenía hacia los animales. Así que, aunque no era el tipo de medicina que tenía en mente, lo había alentado a seguir con su sueño.
—Pero Tae siempre quizo ser actor —agregó Nara—. Vamos, cuéntale.
Taehyung sonrió tímidamente y negó suavemente con la cabeza.
—Pues tiene mucho talento —continuó Nara al ver que su hermano no decía nada—. También canta y toca el piano. Yoongi oppa le enseñó. . .
—Es solo un hobby —interrumpió a su hermana. Parecía avergonzarle mucho haberse convertido el centro de atención—. Nada especial.
Sonreí.
—Bueno, pero sería genial oírte cantar —le dije, mostrándome interesada en sus habilidades.
—Te va a encantar. Mamá siempre llora cuando lo oye cantar —presumió Nara, estaba orgullosa de Taehyung—. Dice que su voz es como un abrazo para el alma.
Él me miró, seguía avergonzado.
—Seguro que sí —dije, mirándolo a los ojos.
Teníamos la misma edad, veintiséis años, pero me daba la impresión de que Taehyung los había vivido mucho mejor que yo. Él no planeaba contarme tantos detalles, pero su hermana fungía como una enciclopedia personal, y después de un rato entre risas y anécdotas, me pregunté cada cuántos años la tierra tenía la dicha de tener personas con un corazón tan íntegro como el suyo.
—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó Taehyung mientras esperábamos sentados en una banca. Nara había entrado a una tienda más.
Suspiré.
—Por trabajo —respondí, deseando que aquello no se convirtiera en un interrogatorio demasiado personal—. Solía trabajar en la sede de mi país, luego me ofrecieron transferirme con un mejor puesto, y aquí estoy.
—Oh —Taehyung parecía interesado— ¿Y qué hay del idioma?
—Superviso las etapas de producción asegurándome que se cumplan en tiempo y forma, y usualmente todo está en inglés, así que no tengo tanto problema. Además, la empresa es Coreana, así que ofrece cursos constantemente. Hace años mi mejor amiga y yo solíamos tomarlos, pero nada serio.
—Oh.
—No aprendí mucho, pero si lo suficiente como para que no fuera tan complicado comunicarme estando aquí. Lo demás lo he aprendido bajo la marcha.
—¿Habías pensado venir alguna vez? —preguntó— Es decir, ¿antes de que te ofrecieran el puesto?
Negué con la cabeza.
La propuesta se había presentado en uno de los peores momentos de mi vida, así que la oportunidad de huir al otro lado del mundo y alejarme me había parecido la mejor idea del mundo. Aún cuando no conocía ni tenía a nadie aquí, era mil veces mejor que estar rodeada de personas que a pesar de la cercanía me hacían sentir sola.
—¿Y tu familia?
Se me hizo un nudo en la garganta al oír la pregunta de Tae. Luché porque la voz no se me quebrara, aquel tema seguía siendo sensible para mi. Siempre lo sería.
—Uf, no quiero agobiarte con una historia tan larga y aburrida —intenté restarle importancia, tratando de evadir hablar de ello.
—Soy bueno escuchando. Me gustan las historias largas. —Me sonrió, parecía demasiado interesado.
Y eso me sacudió. Nunca alguien había parecido tan interesado por lo que yo tuviera que decir. Tragué saliva y sonreí.
¿Cómo podía empezar? ¿Con la muerte de mamá cuando nací, o con mi triste infancia de padre ausente? Pensé en cómo ordenar la historia de mi vida sin que doliera tanto. ¿Cómo decir que me había enamorado de la persona incorrecta? ¿Que iba a tomar la peor decisión de mi vida de no haberme enterado que mi prometido y novio de toda la vida me engañaba con mi mejor amiga?
¿Que mi padre me había pedido seguir con el matrimonio? ¿Que me había culpado de todo y me había ordenado que no dijera nada para así no perder la relación de negocios con el padre de mi prometido?
Cómo explicar que lo que más había deseado en esta vida había sido saber lo que se sentía tener un hogar, y a cambio, toda la gente a mi alrededor a la que me aferraba como uno, me había lastimado.
Y que ahí estaba, sola, como siempre lo había estado. Cerca, a kilómetros de distancia, daba igual.
Taehyung me miró profundamente, como si intentara descifrarme. Bajé la mirada, temiendo por un momento que pudiera leer mis pensamientos.
—Y también soy bueno esperando —dijo, al ver que la voz aún no podía salir de mis labios. Yo no había dicho palabra alguna, pero él parecía saber exactamente lo que sucedía dentro de mi—. Apuesto a que nunca has probado el bungeoppang. —Se levantó de la banca y me sonrió.
Negué con la cabeza y le devolví la sonrisa. Me sentí aliviada de no tener que hablar del tema.
—Bueno, nos queda de camino al arroyo Cheonggyecheon. Vayamos por Nara.
ººº
Subí las escaleras después de despedir a Taehyung y Nara, que habían insistido en acompañarme hasta la puerta de mi edificio. Pegué en la nevera la tira de fotografías que habíamos tomado en la pequeña cabina cerca del arroyo cheonggyecheon. Nara y su hermano sonreían idénticamente, yo guiñaba un ojo a la cámara. Los tres lucíamos contentos.
Habíamos caminado a lo largo del arroyo, las luces a los alrededores hacían del paseo todo un espectáculo. Era hermoso. Supe en ese momento por qué Tae hablaba maravillas del lugar, y me sentí afortunada de haberlo visto con mis propios ojos.
Comimos bungeoppang en un pequeño puesto situado en las calles aledañas. Taehyung sonrió orgulloso después de esperar expectante mi reacción al darle la primer mordida. El pequeño wafle en forma de pez y con relleno dulce de frijoles rojos me había parecido delicioso.
Él tenía razón. ¿Cómo me había perdido de tanto?
Me tiré en el sofá, cansada pero también alegre. En dos años era la primera vez que salía a otros lugares y en compañía de más personas. Cuando recién había llegado a Corea había salido con el resto de compañeros de la oficina a cenar algo y tomar unas copas, pues me habían dicho que era lo usual, así que cedí. Pero no me había provocado de ninguna forma la sensación que me había dejado el haber pasado tiempo con Taehyung y su pequeña hermana.
Me sentí con el corazón tranquilo. Había pasado tanto tiempo desde que me sentía tan en paz, que pude tomarlo como una recompensa del universo. Por un momento tuve la certeza de que no había ningún mal que durara cien años, pasase lo que pasase, la vida se encargaría de acercarme a las personas correctas.
Le envié un mensaje a Taehyung antes de quedarme dormida.
NAT_21:03
Sigue en pie el tour a la cafetería?
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