🎄| 09

Haerin abrió la puerta que fue tocada con insistencia a las doce de la tarde.

Lo primero que visualizó fue a una azabache alta, vestida con una chaqueta de cuero y unos jeans sueltos, su cuello con algunas cadenas y sus dedos rodeados de anillos. Todo eso, más el palillo de cóctel que mordisqueaba la muchacha en su boca, fue demasiado atractivo para Haerin.

—Hola omega.

Danielle, Hanni y Hyein ya la habían llamado omega, pero con Minji hubo algo distinto. Había mucha más intensidad en sus palabras, como si la hubiese reclamado suya con tan solo decirlo de esa forma; áspera.

—H-hola —murmuró, sorprendida.

Minji frunció el ceño y no dijo nada más, solo se acercó a ella y se agachó hasta hundir su nariz en el cuello de Haerin, dejando a esta totalmente rígida por el desconcierto.

—Hueles a otro alfa —bufó y no perdió el tiempo, soltando sus feromonas alfa que la marearon con rapidez.

Kang se perdió en la agradable sensación de sentirse de alguien.

Jodida mierda, ¿cómo se sentía así de débil por una chica que no llevaba ni dos minutos frente a ella?

Ahora olía a tabaco y pino, demasiado. Su loba aulló a gusto, pero Haerin, saliendo de la brujería de Kim con mucho esfuerzo, frunció el ceño con una mueca de disgusto.

¿Quién se creía esa alfa con esa actitud preponderante y aires de superioridad, marcándola con su aroma como si le perteneciera? Al menos sus amigas habían tenido la decencia de esperar al momento en que conectaran mejor para soltar sus feromonas.

No como Kim Minji, la alfa que llegó y, básicamente, la reclamó.

Iba a separarse para encararla, pero la mayor hundió un poco más su nariz, husmeando como sabueso.

—Mierda, Haerin —gruñó y cerró los ojos, por fin en paz total. Estaba junto a su omega y nada podía ser mejor que aquello—, hueles muy dulce.

Haerin tuvo que cerrar los ojos por el contacto tan intenso y casi flaquea; casi se deja llevar, mas, al sentir unos filosos colmillos rozar su piel, se puso en alarma.

—¡¿Qué crees que haces?!

Haerin jamás fue una persona agresiva, pero la empujó con brusquedad porque se lo merecía. ¿Acaso intentó marcarla? ¿Así de simple? Era una idiota si pensaba que la dejaría.

Minji sonrió ladina y eso solo la enfureció más.

—¿Crees que es gracioso hacer cosas sin el consentimiento del otro? —sus mejillas se enrojecieron. Odiaba a los alfas que se creían los reyes del mundo simplemente por su casta, los que creían que cualquier omega que ellos quisieran les pertenecía.

Y esa fue la impresión que Haerin tuvo de la más alta: una alfa idiota con el ego hasta las nubes.

Ahora se encontraban a unos pasos de distancia, sin embargo, Haerin seguía sintiendo sus piernas debilitadas por el anterior encuentro.

—Tranquila, Haerin —alzó las manos en señal de inocencia—. Soy tu alfa y tú mi omega, pero no pensaba hacer nada malo. Estoy para protegerte.

¿Kim su alfa y ella su omega? ¿Con qué clase de narcisista había quedado?

Eso es lo que comentaba su parte humana, aún algo molesta, aunque su loba, tan traicionera como siempre, ronroneó, deseando mucho más de esa alfa.

Su loba parecía adorar esa actitud de Minji.

—En serio, no pensaba marcarte, menos en la entrada de tu casa, solo deseaba sentirte más de cerca —habló nuevamente, notándola aún desconfiada—. Además, para marcarte, debo hacerte mía primero, omega. Un mordisco en el cuello no sirve de nada si no te anudo.

Está bien, definitivamente Kim Minji era una sinvergüenza, una demasiado sexy para su gusto.

Maldita loba necesitada que tenía.

—¿Te gustan las motos? —cuestionó de pronto, sonriendo coqueta.

—¿M-motos?

Calló de golpe, viendo la motocicleta de dos ruedas de color negro estacionada en la calle.

Santo Dios.

¡Ella le tenía pavor a las motos! Su madre siempre le decía que eran muy peligrosas y que jamás aceptara subirse a una.

Minji pareció notar su palidez y rió, tomándole la mano.

—Tranquila, omega. Soy una buena conductora.

Omega, omega, omega. En un minuto, ¿cuántas veces Minji la había llamado así? ¿Y por qué tenía que sonar tan bien?

Ya frente a la moto, Haerin tragó saliva, recibiendo apenas el casco rosa que la mayor le entregó.

—Lo compré especialmente para ti. Me he dado cuenta que te gusta ese color.

Era cierto. Amaba el rosado, en especial el rosa claro, el color que era el casco.

—N-no me subiré —intentó sonar firme.

Pensó en decirle que cancelaran esa cita, que era una confianzuda y eso no iba con ella, pero hizo una promesa que cumplió con las otras tres chicas y, a fin y al cabo, palabra es palabra.

Minji le acarició la mejilla con el pulgar, y aunque quisiera negarlo, la niña pareció calmarse un poco. Al menos su loba.

—Haerin, jamás dejaría que algo malo te ocurriera. Por favor, confía en mí —no la dejó responder y simplemente le sacó el casco de las manos para colocárselo ella misma, acomodando su largo y brilloso cabello—. Te ves hermosa, omega.

La menor se sonrojó, sin duda, pero agradecía que el material rígido lo ocultara.

Soltando un suspiro de rendición, tuvo que subirse a la moto y acomodarse detrás de la mayor, abrazándola fuerte por la cintura.

—¡Te darás cuenta que es increíble! —gritó con el sonido del motor de fondo, pisando el acelerador.

Su primera reacción fue asustarse, pegarse mucho más a la que decía ser su alfa, pero luego de pasar unas calles, el aire golpeando su rostro pareció agradable, refrescante.

—¡Andar en moto es libertad, Haerin! ¡Piénsalo así!

Sus palabras le hicieron sentido y no se dio cuenta que se le escapó una pequeña sonrisa.

Quizá, Kim Minji no era tan idiota como la juzgó.

🎅🏻❤️🎄

Se equivocó.

Minji no solo era una idiota, sino también una descarada que merecía una buena cachetada.

La estaba llevando a su apartamento, no como las otras muchachas que idearon una cita para ella.

Cuando se bajó de la moto con ayuda de la azabache, esta le había agarrado la mano y la condujo al, notablemente, lujoso edificio.

Maldijo por dos cosas. La primera, porque fue una estúpida al no preguntar dónde irían, y la segunda, porque su loba parecía saltar en dos patas aullando de felicidad por estar de la mano con Minji, sin importarle que fuese áspera y demasiado grande.

Las demás jóvenes fueron dulces, suaves, avergonzadas -hasta Hanni-. Minji no. Claro que no.

—¿En serio tendremos la cita aquí? —preguntó la omega, frunciendo el ceño dentro del ascensor.

—¿Cuál es el problema? —Haerin rodó los ojos, callándose lo que tenía para decir, pero Minji pareció saber justo lo que tenía en mente—. ¿Qué? ¿Esperabas que te llevara a un parque de diversiones o a esquiar? —cuestionó irónica, y su tono salió grave, molestándose un poco al pensar en las otras alfas.

—No, pero no pensé que serías tan... impertinente.

Sus miradas se cruzaron y Minji le soltó la mano, ofendida.

Joder, qué cita tan extraña.

—¿Impertinente? Haerin, mi departamento es un lugar lo suficientemente especial para mí como para querer que lo conozcas. Creo que eso tiene mucho más valor que llevarte a un acuario de mierda.

—¿Un acuario de mierda? ¡Los acuarios son una de mis cosas favoritas!

Ambas estaban molestas, peleando como si se conociesen de verdad.

¿Debería salir corriendo de allí? Porque por más atractiva que fuese la azabache, era una imbécil.

Al menos no me gustarán cuatro chicas a la vez.

Su loba gruñó en desacuerdo, pero a Haerin ya no le importaba.

El ascensor llegó al último piso y Kim solo gruñó antes de salir de ahí. A la menor no le quedó de otra que seguirla. El tenso ambiente fue rápidamente reemplazado por vergüenza una vez Minji abrió la puerta negra y gigantesca.

—Puede que no sea un acuario, pero procuré que tuviese todo lo que te gusta —dijo, un poco amargada.

El departamento, además de ser hermoso con un estilo oscuro, tenía ciertos detalles que solo los ojos de Haerin pudieron apreciar.

La TV estaba encendida con el primer capítulo de su anime favorito en pausa. Al frente del sofá habían dos mesas con distintos bocadillos y bebidas, además de que Haerin pudo percatarse de unos regalos envueltos bajo un pequeño árbol de navidad, decorados con luces amarillas.

Minji debía tener mucho dinero, supuso, mientras su mente se quedaba analizando todo lo ocurrido en ese día.

—En clases me di cuenta de que te gustan mucho los animes —la sacó de sus pensamientos, cerrando la puerta—. Además, Leseeo es muy fácil de sobornar.

Maldita Leeseo, siempre dejándose comprar, pensó, entrecerrando los ojos.

La más alta seguía algo resentida, podía sentirlo por las feromonas.

Qué incómodo era esto.

—¿Tienes hambre? —de todas formas, la alfa se preocupaba de su omega.

—Mmh, un poco —admitió, sonrojándose levemente.

—Ven —la jaló del brazo, dirigiéndolas hacia el sofá y sin mucho esfuerzo la sentó y sacó una manta para taparla—. Elegí tus dulces favoritos, pero si quieres comer algo más que no esté aquí, me avisas.

Inevitablemente, los ojos de Haerin brillaron viendo toda la comida enfrente suyo. Eso era grandioso, debía admitir.

—Gracias, Minji.

—Eres mi omega, es lo mínimo —se colocó a su lado, sin destaparla.

Haerin decidió ignorar el "eres mi omega" y solo se dedicó a atacar los bocadillos. ¿Qué se suponen que harían luego? Ella no lo sabe, pero su loba parece muy emocionada por averiguarlo.

🎅🏻❤️🎄

Abrazando su pancita, Haerin decidió que ya no quería más. Acabó con todos los dulces, pues en su casa casi nunca compraban ese tipo de cosas.

Minji no se alejó nunca, mirando cada acción de su omega con cuidado a que nada le pasara.

—¿Quieres más?

—No, gracias. O me dolerá el estómago.

La azabache asintió, tomando la mesa y llevándosela a la cocina. Cuando volvió, Haerin la miró con algo de miedo y duda.

¿Y ahora?

—¿Qué pasa?

—Es extraño —admitió Haerin.

—¿Qué cosa?

—Esto, esta cita. ¿Qué haremos ahora?

Minji resopló. Seguramente Haerin estaba comparando su cita con las de las otras chicas, como ya lo había hecho antes.

Se levantó del sofá, extendiendo su mano hacia la más baja, quien, insegura, la tomó.

La alfa la dirigió hacia el arbolito que antes ella se había fijado y apuntó los tres regalos allí.

—Ábrelos.

¿Que dulzura, no? Haerin se quedó quieta, incómoda y pensando si valía la pena forzar más esta situación. Así que Minji, ya irritada, la agarró por los hombros, obligándola a que se sentara en el suelo, sentándose ella después.

Kang abrió la boca, molesta de su brusquedad.

—No lloriquees y solo ábrelos, omega —se le adelantó, pasándole un regalo envuelto. A Haerin no le quedó otra más que hacerle caso. Rompió el papel decorativo, encontrándose con una caja de terciopelo azulina. Observó a Minji y esta insistió con una mirada a que prosiguiera.

—Oh... —su boca dejó salir un sonido de asombro, observando la cadenita plateada que descansaba en la tela.

Era un collar delicado, precioso, mucho más pequeño de lo que era la cadena de Minji, y un lindo dije en forma de luna llena colgaba en el centro.

—No... Minji, no lo quiero... —cerró la caja y se la pasó a la mayor, pensando que probablemente ese collar valía lo mismo que su propia casa.

Minji frunció el ceño.

—¿Lo rechazas?

Haerin quiso explicarle que no podría aceptarlo porque era demasiado y se sentiría mal con un regalo tan costoso, siendo que la mayor podría usar ese dinero en mejores cosas, pero claro, Minji solo sintió que la estaba rechazando. Si bien no habían iniciado de la mejor manera, Kim estaba segura que Haerin era su omega, y ese collar era directamente un cortejo, el cual había sido -directamente- negado.

Ella no entendía qué más hacer para que Haerin se diera cuenta que eran predestinadas. Así que como la alfa que era, solo pudo reaccionar de la peor manera.

—Mierda, mierda, Haerin —comenzó a desesperarse—. ¡¿Qué más quieres, qué sería suficiente para ti?! —gritó, ya totalmente alterada mientras se levantaba del piso y lanzaba la caja al regazo de la menor—. ¡Porque Dios, eres una maldita caprichosa!

—¡¿Disculpa?! —Haerin se levantó también, ofendida hasta los huesos. Ella no era alguien que se podía comprar o lo que sea que la azabache tuviese en mente.

—¡Te compré toda la comida que te gustaba, un collar y dos regalos más! ¡Compré un maldito árbol y lo decoré, envolví los regalos y solo porque sé que te gusta la navidad! ¡Joder, hasta pagué esa mierda de Crunchyroll para que pudieras ver tus programas extraños! —escupió, roja del enojo. Y es que Minji realmente pensó que Haerin estaba insatisfecha con ella solo por lo material—. ¡¿Qué más quieres, eh?! ¡¿Un auto, eso te parece bien?! —sacó las llaves de su auto -uno que Haerin no sabía que tenía- y se las lanzó a sus pies.

Haerin creyó que se desmayaría. ¡¿En qué mierda se había metido?! Odiaba a la gente como Minji, ¡ella ni siquiera le pidió que gastara todo ese dinero!

—¡Estás mal de la cabeza, Kim Minji! —chilló, roja de la ira—. ¡No quería aceptarlo porque es demasiado costoso y me sentiría mal! —a pasos duros se dirigió al sofá para tomar su abrigo y poder largarse de allí—. ¡Además, hubiese preferido mil veces una cita en un parque o cualquier cosa más humana a que gastaras tu porquería de dinero! ¡No puedo creer que esas chicas sean tus amigas! ¡No tienen nada que ver!

Haerin había llegado a la entrada de la casa, dándole la espalda a Minji, cuando giró la perilla y abrió la puerta. Mas, no logró salir, ya que Minji la había alcanzado y cerró la puerta de golpe con el puño, casi arrancándole el corazón del susto que le dio.

Volteó para quedar de frente y quedó acorralada en los brazos de la mayor. La omega la observó hacia arriba con una vena sobresaliendo de su frente. Notó los ojos de Minji negros casi por completo.

—¡Déjame ir...!

Minji la calló, empujándola contra la puerta para estampar sus labios en un beso efusivo.

Sin saber por qué, sin entenderlo, lo único que pudo hacer fue aferrarse al cuello de Minji -aún enrabiada- y corresponder el beso, tan jodidamente desesperada. Abrió la boca sintiendo la lengua de Kim queriendo recorrerla, jadeando al ser saboreada por la alfa. Sus piernas temblaron gracias al aroma de la mayor que pareció entrometerse en cada uno de sus poros. En segundos, todo el lugar olía a pino. Haerin olía a pino.

Le gustaría decir que fue su loba quien la obligó, pero eso sería mentir desgraciadamente; su loba no tuvo absolutamente nada que ver en su decisión.

Y eso era lo que no entendía Haerin. ¿Por qué no podía desear más que seguir sintiendo esos labios toscos sobre su boca? No lograba comprender por qué estaba ocurriendo esto si hace treinta segundos estaba por irse de allí y llamar a Leeseo para comentarle lo imbécil que era esa última alfa.

Minji llevó sus manos a su cintura, enterrando las yemas de sus dedos en la piel de Haerin. Su mero instinto de alfa la hizo gruñir, sintiendo que por fin tenía lo que le pertenecía. Y Haerin, bueno, su mero instinto de omega, la hizo gemir. Los ruidos de sus bocas jadeantes resonaron a la vez y la omega supo que debían parar o no sabría qué podría pasar luego.

La empujó sin fuerzas por el pecho, apoyándose en la puerta y suspirando con las mejillas rojas.

—A-alfa... —carraspeó—. Minji, d-detente... —pidió, sin apartar la mano del pecho de la mayor, quien mantenía su agarre en las caderas ajenas—. No sé qué ocurrió, pero no...

—Haerin —Kim se había acercado otra vez, tomándola del mentón y hablando casi sobre sus labios—. Te callarás cinco jodidos minutos y me seguirás, ¿está bien?

Haerin no supo -otra vez- por qué, pero no hizo más que quedarse en silencio como se lo pidieron, dejándose llevar cuando Minji la llevó nuevamente hacia el árbol navideño, sentándolas.

—Lamento lo de antes, me adelanté y no te dejé hablar —Kang se sorprendió, pues no creía que escucharía nunca a Minji disculparse con alguien—. Pero debes saber también, que aunque no estemos en un parque —apretó la mandíbula, pero lo dejó pasar—, ideé esta cita con todo mi, aunque no lo creas, corazón.

Abrió la caja del collar y volteó el dije. Ahora Haerin podía ver una fecha grabada en el material.

—Es la fecha en que supe que eras mi omega —explicó Kim—. Era luna llena.

Haerin la vio dejar el collar de lado y acercarle los otros regalos.

—Este es una figura de ese hámster de Animal Crossing —prosiguió—. Y no, no le pregunté a Leeseo, probablemente todo el curso sabe que lo querías porque no dejabas de repetirlo en Inglés.

Haerin estaba sentada de piernas cruzadas y ahora se sentía pequeña; indefensa. Minji... joder, simplemente Kim Minji.

—Y este —tomó un regalo que se veía mucho más fino y pequeño, casi como si fuera una carta—, son... bueno, las cosas que he escrito a lo largo de estos dos años, son escritos de ti.

¿Minji estaba sonrojada? Haerin abrió los ojos, plasmada. Si bien Minji trató de actuar indiferente, Haerin notó, como, mientras le entregaba el regalo, evitaba su mirada. El carraspeo de su garganta le confirmó sus sospechas: esa alfa se había avergonzado y no pudo haber imagen más linda que aquella.

—Sé que no soy como mis amigas, sé que quizá Danielle y Hyein son mucho más amables y Hanni más graciosa, pero Haerin —volvió a conectar sus ojos y Haerin creyó que todo a su alrededor se caía y solo quedaban ellas dos en ese mundo—, estoy enamorada de ti. Soy tu alfa y tengo claro que tú eres mi omega. No hay manera en la que me equivoque en esto, Haerin.

Kang tragó saliva. Estaban discutiendo, Minji le lanzaba cosas, ella gritaba, luego se besaban, y ahora esto. Dios, tantas emociones en un día la dejarían agotada.

—Yo... Minji... —cerró los ojos de golpe, frustrada. No sabía qué decir, no sabía qué hacer con todas esas alfas y lo que inició como salidas por compromiso, había finalizado en este estrés sin respuestas.

Minji la levantó, tomándola en brazos, mientras ella la rodeaba con sus piernas. Había comenzado a llorar sin darse cuenta. Haerin se dejaba llevar por su alfa, sin darse cuenta. Haerin se desplomó en los brazos de una chica con quien no hablaba mucho y por alguna maldita razón, parecía que llevaban años conociéndose de verdad. Quizá de ahí la facilidad y confianza para gritarse, reclamarse cosas y actuar como si fuese una cercana y no una extraña.

—Tranquila, omega, todo irá bien —murmuró, dirigiéndolas al sofá donde se sentó y Haerin quedó reposando en su regazo, escondiéndose en su cuello.

Minji olía tan bien.

—¿Qué pasa conmigo? —cuestionó, más para sí misma—. ¿Por qué me hicieron esto? ¿Por qué, si tan segura estabas de que era tu omega, no te acercaste antes? ¿O tus amigas?

—Son muchas preguntas, Haerin. Pero lo más importante es que sepas que contigo no pasa nada malo —tomó su rostro y sus ásperos dedos acariciándole se sintieron perfectos para Haerin—. Y que eres mía, ¿si?

Haerin iba a reclamarle, pero su boca ya se había abierto para soltar un "sí", en afirmación ante sus palabras.

Suspiró rendida, acercándose a los labios de la chica que hace media hora pensaba cachetear. Quería un beso de Kim Minji y eso era lo único que su mente podía procesar en aquel instante. El resto sería problema para la Haerin del futuro.

La azabache la besó con más intensidad, metiendo sus manos bajo la playera de Haerin y pasándolas hacia su espalda baja.

—Min... —jadeó, apenas con fuerza para alejarse.

—No haré nada, omega, solo quiero tocar tu piel —aseguró, acariciándola.

Haerin quedó satisfecha con su respuesta y se dejó besar.


***

hola/aparece después de un año.

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