Capítulo único
Young Forever
BTS
~Run/I need U~
Mis pantorrillas son atacadas por punzantes aguijones que se clavan en mis holgazanes tendones y me hacen resentir cada paso que doy. Sin mencionar como la fresca brisa del alba se cuela por entre mis huesos y adormece mis rodillas; bueno, aunque sea alguien duerme aquí. Más aun con mis malestares me recuerdo que detenerme no es una opción, pero no puedo detenerme, no por pequeñeces como esas.
Camino por puro instinto más que por gusto. No es como si estuviera en condiciones de correr, así que me ajusto a lo que tengo a la mano. La verdad a estas alturas no me importa si corro y eso me lastima, ya que quiero poner lo más que se pueda de distancia entre mis latentes inseguridades y yo, antes de que se den cuenta de que he tratado de huir.
Veo la vacía banca de ennegrecido metal carcomido por la salinidad de forma casi irreal, como si fuera un espejismo; como si fuera demasiado bueno para ser cierto. Me sigo moviendo para llegar a ella idealizándola como una meta. A estas alturas es lo único que podré hacer bien en el día, y eso que solo es la madrugada.
Un estremecimiento me recorre el cuerpo en cuanto me dejo caer como peso muerto sobre mí tan anhelado asiento. El escalofrío nace de mis asentaderas y sigue el delgado cauce de cada nervio a su paso, devolviéndome una chispa de vida.
La brumosa bóveda celeste, colmada de una apenas visible capa de nubes se extiende hasta donde llega la vista; es él y el pitar de un lejano silbato de tren, lo que inunda el opresivo silencio de la madrugada, son lo único realmente apreciable en la casi desierta estación. Con ojos cansados miro al firmamento casi con escepticismo, no creyendo posible que esta onda oscuridad le de paso a un brillante cuelo azul y con el escepticismo es cuando las primeras lagrimas caen.
Deseo con cada célula de mi corazón que nadie me vea llorar, lo cual no es pedir mucho teniendo en cuanta la hora de la vigilia en la que decidí salir corriendo de casa, y con la estación todavía vacía esperando a que la gente llegue a una hora más decente que la que yo escogí.
Sin embargo, nada pierdo deseándolo. Necesito desaparecer tanto como necesito mi siguiente respiración. No obstante aquí estoy en esta estación vacía, sin un boleto en las manos. No quiero que me vean así de lastimada, rota y avergonzada de mi misma. Ni siquiera yo quise ver mi reflejo en los transparentes ventanales que rodean la taquilla.
Pero sabiendo en el fondo de mí ser que casi estoy suplicando porque alguien me consuele.
La luz de las simétricas farolas a lo largo del andén se adueña del espacio, lenta y perezosamente; apenas bañando los despintados crecimientos de mi cabello, haciéndolos refulgir con un color nuevo; tratando diligentemente de evaporar las lágrimas, aun si estas no han sido lloradas. La piel me pica allí donde sea que el frío ose tocarla, dejando tras de él una delicada sombra rosa, que al endurecerse se tornara de un brillante rojo como el de la arcilla.
Oculto mi rostro entre las cortinas de cabello enmarañado, esperando que eso sirva de algo. Las lágrimas se anegan en mis ojos, recortando y empañando las oscuras botas de los trabajadores que salen a primera hora, los esporádicos tacones, delgados como agujas que pasan cerca de mí; descolorando los lustrosos azulejos del andén y ensimismándome en los rieles de las vías a mis pies.
Y por un ínfimo segundo nada pasa, el golpear de metal contra metal, el silbido de las maquinarias, el rítmico taconeo sobre el embaldosado, los murmullos se hacen lejanos hasta que desaparecen. No hay ruido, excepto uno que se mantiene, y es un constante golpear de la suelas de caucho contra el suelo.
Los pasos dejan de escucharse cuando un par de pies enfundados en botas de cuero se detienen precisamente frente a mí. Suspiro derrotada y me regaño por lo predecible de mi decisión al venir aquí.
Levanto el rostro obstinada, sin el cuidado que en otro momento tendría de secarme el desastre que tengo en el rostro.
Su imagen tan deshecha como la mía sirve como saludo ya que él no me habla, esta sin aliento. Tiene un desastre en la cabeza, el cabello se le pegaba a las sienes por causa del sudor y parece haber sido despeinado más de una vez por las manos del mismo Namjoon, ya que no hay rastro del mohicano pulcramente desordenado que celosamente cuida.
No tengo que ser un genio para saber la razón de tal comportamiento. Mi ceño se frunce porque no necesito el sermón de siempre, lo que necesito es estar sola.
Tira a mis pies con enojo el vaso de plástico que sostiene, estrellándose y llenando todo el piso de sus oscuras extrañas. Estoy a punto de gritarle que le pasa, cuando su boca apenas toma un sorbo de aire y chita haciéndome callar. Se inclina sobre sus rodillas para cómodamente llenar su pecho de aire.
Mis humos van perdiendo fuerzan al verlo respirar y al mismo tiempo acomodar palabra por palabra cuidadosamente en su cabeza para no herrar en lo que me dirá; casi es como si viera cada engrane girar. Con cada respiración ventila su mente nublada; con cada exhalación su expresión se hace menos turbia y se lleva al monstruo regañón en el que a veces Namjoon se convierte.
Me encojo en mi asiento, sintiéndome pequeña y perdida, cubierta por la alargada sombra que proyecta el cuerpo de Nam sobre mí. Conteniendo una serie de hipos, me aguanto las ganas de rodearle el cuello con las manos y pedir disculpas esperando que eso arregle algo.
Pero no lo hago, ya que él se sienta junto a mí sin esperar la invitación a que lo haga y no soy capaz de verlo a la cara ahora que está aún más cerca.
—Sé que lo eche a perder—su derrotado tono de voz rompe la tranquilidad que nos rodea. Pide mi atención, anticipo lo siguiente que dirá, así que no lo miro, solo espero pacientemente. Me pregunto qué tipo de expresión será con la que me esté mirando, ya que puedo sentir sus ojos calando mi cara.
"...Y lo siento—susurra las palabras como si esperara que de esa forma yo no las escuchara, aun con eso es imposible no hacerlo con todo ese silencio de mas que hay. Lo miro de reojo no esperando que él, el Gran Namjoon fuera el primero en disculparse—No fue mi intensión decir todo eso, estaba enojado y lo cobre contigo.
"Quiero que sepas que estoy sumamente contento de en lo que te has convertido, y me siento feliz de saber todo lo que eres—su pesada mano se entrelaza con el cabello en lo alto de mi cabeza y siento quebrarme un poco más cuando sus dedos empiezan a quitar los mechones de cabello que cubren mi cara. Mis hombros se hunden y escondo la cabeza entre las rodillas, con los ojos húmedos en lágrimas nuevas.
Cállate, no hables... ¿Feliz de que sea esto?—quiero gritarle, quiero ser sarcástica y mordaz, quiero lastimarlo; pero no puedo, no cuando siento como me consumen estos sentimientos. Espero que diga algo, temerosa de que las palabras escaparan de mi mente y se las gritaran sin darme cuenta.
—Maldición, aquí estaban—no sé qué hacer; si salir de mi escondite o encarar a Yoongi. El simple hecho de que el este aquí no significa nada bueno. Logre meter tanto la pata que hice que el –que preferiría evitar la fatiga a cualquier costo– saliera en medio de la madrugada a buscarme. Yergo la espalda, derecha como un soldado y espero el ácido regaño que debe tener preparado.
"Toma—no pregunta si quiero, o si gusto, solo extiende hacia mí el medio lleno vaso de café. Lo tomo con manos torpes y entumidas y un rico escalofrío al sentir la diferencia de temperaturas me despierta el cuerpo aun antes de que beba el café.
"No tenías que haber huido ¿Crees que esa es la única manera de resolver todo? ¿Salir corriendo de casa a la mitad de la noche?—Nam toma la mano de Yoongi y sin palabra alguna sé que le está diciendo que se calme, que esa no es la manera, pero sé que él necesita desahogarse cuando de un manotazo la aparta, así que lo dejo gritarme tanto como quiera.
"Pero no es como que a lo largo de los años te haya dado el mejor ejemplo de cómo superar una crisis—es cuando las defensas de Yoongi se cuartean, su delgada careta se agrieta y deja en carne viva al chico que todos sabemos que tiene miedo a la soledad y teme defraudarnos por no hacer las cosas bien, que trata de ocultar sus sentimientos en una chamarra de cuero y tinte aguamarina.
"Sé que cuando se trata de emociones y charlas sobre cómo nos sentimos, soy el primero en levantase e irse. Ya a estas alturas estoy acostumbrado a hacer eso, porque funciona para mí. Pero tú no eres así—es la conversación más larga que he tenido con él en mucho tiempo—contigo no sirve fingir que no pasa nada, pretendiendo que todo está bien y tratando de escóndelo; puesto que no puedes, y se nota... No te conviertas en mí—suplica, sus barreras se desvanecen, y tomando un poco de osadía ganada en los últimos minutos, conecto mis ojos con su mirada.
Su mirada es cálida, no impasible como creía, o hastiada como la mayor parte del tiempo. Los dientes me castañean al tratar de decirle que no tiene nada de malo ser el, no obstante se quedan formando un nudo en mi garganta.
—Dios, que bueno que estas bien—Hoseok entra a la plataforma como un torbellino, viéndose verdaderamente aliviado de encontrarme. Veo como con soltura sus manos desatan el improvisado nudo que sostiene la esponjosa bufanda azul que tejí para él.
Se hinca frente a mí importándole poco que el piso este pegajoso por el café que Nam tiro hace solo unos minutos y me envuelve con la bufanda. Rodea mi congestionada garganta y cubre mi boca con ella, frunzo la nariz por el cosquilleo que el estambre causa en la nariz. Un suave palpitar vibra en mi pecho y no puedo hacer más que acurrucarme en esa tibieza que me envuelve y el familiar aroma de Seok.
—Nos preocupaste a todos jovencita—su expresión se vuelve tan dura, que perece tallada en piedra. Ser testigo de un Hoseok tan serio y sin esa sonrisa que parece ocupar toda su cara me hace sentir pérdida. Sé que él no puede ser siempre el hyung divertido, y que en más de una ocasión me las he arreglado para sacar lo peor de él.
—Lo lamento—como si eso pudiera arreglar algo. Balbuceo, abriendo la boca solo lo suficiente para que ese hilillo de voz salga y en su lugar entren algunas hebras de estambre. Dos delgadas líneas húmedas caen de mis ojos y caen en mis labios entreabiertos.
—Pequeña...—suspira y en un segundo vuelve a ser el brillante ente lleno de esperanza para con mi persona. Sus pulgares forma una presa deteniendo el lecho salino y cuando se siente satisfecho de su trabajo, pellizca mis abultadas mejillas—Ya no importa—estoy a punto de rebatir lo que dirá, pero él es más rápido y me encierra entre sus brazos.
Mi cara encuentra su lugar en su hombro, sus brazos hacen lo posible por rodearme y yo me dejo hacer. Estoy harta de esconderme en mi habitación y abrazar mis rodillas, fingiendo consolarme a mí misma. Miro a mi alrededor sin miedo, viendo a Yoongi revirar los ojos por la impulsividad de Hoseok, pero escondiendo una imperceptible sonrisa en ese par de labios delgados.
Namjoon está a unos metros de nosotros, hablando a susurros por el celular como si eso evitara de alguna forma que escuchemos que dice con ese profundo tono de voz que tiene. Seguramente está hablando con mamá Jin y los demás.
Poco a poco la oscuridad del cielo se va disipando y para cuando lleguen los demás un suave color melocotón pintara el cielo. Respiro profundamente antes de que mis manos cobren vida y se aferren a la chamarra de Seok para devolverle el abrazo como es debido.
Me siento segura en sus brazos, no obstante eso no ahuyenta mis inquietudes. El repetirme a mí misma que no hay mundo perfecto; porque simplemente no hay tal cosa como un mundo perfecto. Por algo será; y el que no haya siempre un gran final como quisiéramos, deja un vacío tras de sí, y ese vacío me asusta.
—Ya no te atormentes—susurra sin pudor alguno sobre el arco de mi oreja, como si acabara de escuchar lo que estaba pensando—Sabemos que todo esto te aterra; en cambio no sabremos que sientes si no nos lo dices. Muchas veces pasmos las cosas por alto y pareciera que te obligamos a levantar la voz y hablar fuerte para obtener nuestra atención...Y me disculpo por eso.
Con las manos en mis hombros me despego de él, y regañadientes lo hice. Su expresión es juguetona, lo que le hace perder algunos años de edad. Nada que ver con el frenético Hoseok que entro a la estación.
—Esta no es la forma en la que se supone deberías iniciar el día, y menos siendo tu cumpleaños—veo como Namjoon y Yoogi se tensan, recordando lo delicado de la situación; y yo me tenso con ellos, porque si, pude haber tenido una larga noche de reflexión pero todavía no me he terminado de hacer a la idea.
"Sera un gran día, te lo prometemos—me reconforta con una amplia sonrisa de oreja a oreja y contestándole la sonrisa algo incomoda, veo como poco a poco todo está regresando a la normalidad—Al menos por hoy, haremos que este día dure para siempre. Sé cuánto te asusta la idea de crecer y dejar de ser tu misma; eso no...Arghh...—de pronto el agudo choque de piel contra piel, el grito ahogado de Hoseok y el cómo casi su cabeza choca contra la mía es callado por un borrón de vetas verdes que corta de forma abrupta el tren de pensamiento Seok.
—Deja la palabrería; resume Hobie, resume—el enfado de Hoseok con Tae aumenta unos puntos, no solo por el golpe en la nuca, sino también por interrumpir el principio de su discurso esperanzador. El adulto lo ignora olímpicamente y agrega, inclinándose hacia mí, extendiendo la mano para que la tome:—Seamos jóvenes siempre.
—Para siempre, siempre; así que no tienes nada de qué preocuparte—la fina voz de Jimin resuena en mi espalda. Con presteza Tae entrelaza sus dedos con los míos; no se impulsa mucho y me pregunto de dónde saca tanta fuerza de ese cuerpo de sesenta kilos como para de latigazo levantarme.
El revote deja caer mi cuerpo hacia atrás, hasta que las manos de Jimin se cierran entorno a mis hombros y empujan hacia adelante, obligándome a seguir el paso de Tae, sus manos no se sueltan y tengo miedo por el hecho de que esta la banca entre nosotros. Por el rabillo del ojo le veo doblar las rodillas y prepararse para saltar la banca. Olvide que estábamos hablando de Jimin.
Jimin me arrebata el ahora vacío vaso de café y en lugar de devolvérselo a Yoongi como creí, me toma de la mano y sin apuntar lo avienta al cesto de basura sin dejar de arrastrarme por el andén. Mis pies ignoran toda señal que diga que no puede correr y sigue lo mejor que puede el paso de estos dos costales de hiperactividad.
Sin prisas, el astro rey va buscando su lugar en el cielo, y los pocos rayos que se escapan de él repuntan por todo el lugar, siendo el pabellón sobre nuestras cabezas, insuficiente para cubrirnos de su luz. Nuestras sombras se alargan y con cada metro recorrido se unen y se convierten en una amorfa masa de oscuridad. El cabello naranja de ChimChim brilla contra los rayos del sol, opacando con creses a mí enredado cabello.
Lo que queda de la fresca brisa de la madrugada se golpea contra mi piel y sorteando a los pocos pasajeros del tren de las siete, entramos a la amplia estancia de la estación. Doy un pequeño vistazo tras nosotros para ver si Namjoon, Yoongi y Hoseok nos sigue, y lo hacen, a unos metros de nosotros y a su propio ritmo; no como el que estos nos enérgicos empedernidos me obligan a llevar.
—Noona...—Jungkook ignora al boletero que está a punto de atenderlo y deja el puesto que parece haber apartado desde hace horas, siendo la cabeza de una larga línea de gente. Trata de salir de ese laberinto de gente que se atiborra apenas separada por esas ignoradas cintas rojas. Es increíble como hace tan solo unas horas este lugar era un pueblo fantasma.
¿Enserio creyeron que habría comprado un boleto?
Seguimos corriendo sin importarnos que los carteles de cada pared diga que está prohibido hacerlo; no sé cuándo seguridad nos levantara a todos y nos invitara amablemente a retirarnos de la estación.
Es cuando lo veo. Parado, allí, sin inmutarse en el alto dintel de las puertas. Tiene el cabello alborotado y la camisa chueca y mal abotonada; ni en sus peores días él se permitiría salir de esa manera. Pero lo hizo, salió para buscarme. Plantó con fuerza los pies en el piso a solo unos metros de Jin; no hace falta decir nada, Tae y Jimin parecen entenderlo al instante, porque también se detienen.
—Ven pequeña—abre ampliamente sus brazos hacia mí, como si regresara de un largo viaje y se levantara a primera hora para recibirme en la central. Las lágrimas pican en mis ojos, aun con eso no me permito llorar, no quiero que Seokjin me mire de esa manera.
—Omma Jin—de pronto no tengo un año más en edad, dejo bajo mis pies esos metros que faltan y muchos años cumplidos y al lanzarme a ese lugar que tiene entre sus brazos para mí, siento como si volviera a tener seis años. Me siento como en casa, como si nada pudiera salir mal, me siento invencible. Me siento realmente joven, corriendo no solo a por él para obtener un abrazo, sino que puedo correr para alcanzar mis sueños una vez más.
—¿Ya estas mejor? Espero que sí...—mis ojos pesan y la delicada voz de Jin no ayuda a espantar el sueño que quiere cobrar todas esas horas que no use. Sonrió de buena gana, porque lo estoy, porque necesitaba esto; necesitaba estar sola, pero también necesitaba de estas siete maravillosas personas, lo único que me queda es asentir y pegarme al pecho de Jin como un cachorro ávido de afecto.
"Mi niña cayo y aun así siguió corriendo, esa es nuestra chica...—.
Pego la frente a la oscura baldosa que tiene el vidrio de la ventana del autobús, mi piel cosquillea con el ronroneo del motor y mis ojos se contraen conteniendo las primeras lagrimas que humedecen mi visión. Internamente me regaño, recordándome que es muy temprano como para estar llorando.
Mientras la apenas desierta cuidad se extiende más allá del puente bajo las ruedas del camión, comiéndose la negrura de la madrugada con cientos de pequeñas luces doradas; pienso en Kook, mientras su dulce voz se pasea por mis oídos a través de los audífonos ¿Qué es lo que él me hubiera dicho? Pienso en su expresión, se veía tan trasparente, hablando por cada poro de su piel...
La casi abandonada estación bajo el puente, precariamente iluminada por los intermitentes puntos rojos de las señales de seguridad de las vías, espanta el sueño y toma toda mi atención. Deseo saber que se sentirá caminar por ella, fantaseando con la idea de pararme en el andén y realmente huir a otra parte, soñando con palabras de aliento y ansiando saber con cada hueso de mi cuerpo que es lo que hubiera pasado después de cruzar el dintel de la estación.
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