Capítulo 6
—¿Qué diablos está pasando aquí? —se hizo escuchar una voz fuerte.
En la puerta del comedor estaba una mujer alta, vestía un traje de ejecutiva, con tacones negros, su cabello rubio estaba atado a una coleta alta. Su rostro era igual al de Jessica, solo que más mayor.
—¿Mamá? —hablo JessiPeraLoca.
—¡Ustedes tres a mi oficina! —nos señaló a Jessica a Seth y a mí.
Seth suelta bruscamente el brazo de la rubia oxigenada y ella suelta el cuchillo, que al caer hizo un ruido ensordecedor, miro confundida a mis amigas y ellas parecían tan sorprendidos como yo.
Trago saliva y sigo a la mujer que salía del comedor, los otros dos ya se me habían adelantado, solo nuestras pisadas se escuchaban en los desolados pasillos. Nos detenemos en frente de una puerta que estaba al final del pasillo de los casilleros -la cual no he visto nuca- la directora abre el cerrojo y nos da el paso.
Primero entra la rubia oxigenada, como si fuera la dueña, después le seguimos con el chico que me había salvado. Después buscaría la ocasión de agradecerle.
La directora cierra la puerta y se sienta en la silla corrediza que tenía en su perfectamente ordenado escritorio, nos hace una seña para que nos sentemos, pero solo había dos sillas. La primera en sentarse fue Jessica y luego yo me siento en la silla que quedaba. Seth se quedó parado detrás de nosotras y no se quejó al no tener asiento.
—Ahora —hablo la directora— díganme, ¿qué paso?.
—Es muy sencillo madre...
—Te recuerdo que mientras estamos en este edificio —mira a su hija con seriedad —yo soy la directora.
La oxigenada hizo una mueca de disgusto muy bien disimulada y se aclara la garganta.
—Como decía, yo muy amablemente le pedí un lugar en su mesa y ella y sus amigas me comenzaron a decir insultos, yo me iba a ir y esta salvaje me echo su jugo en la cara —muestra la lengua en forma de asco al sentir el sabor del jugo en sus labios.
Te va a crecer la nariz por todas las mentiras que dices. Quise decirle. Pero me contuve.
—¿Y porque estabas con un cuchillo? —elava una ceja —¿la ibas atacar?. —pregunto seriamente la mujer.
—Solo quería asustarla –mentirosa– y ese trato de golpearme para defenderla —señala al chico detrás de nosotras.
—Entiendo —¿es enserio? ¿le va a creer? —Jessica vete a casa.
Lagrimas salían de los ojos de esa mentirosa –debería de ser actriz –ella asintió y se levanta de la silla. Antes de ir a la puerta, por un segundo me sonrío maliciosamente, suspire una vez la puerta se cerró.
—Ahora dígame la verdadera historia señorita Milton —hablo la señora Sweet.
Esperen, ¿acaso no se creyó lo que dijo su hija?, me sorprende.
—Señor Jones tome asiento —le señala la silla vacía.
Seth hace caso y se queda quieto y atento.
—Bueno, señora, antes que usted interviniera en el comedor —medite que palabras usar. Después de todo era su hija a la que acusaba —estaba con mis amigas comiendo tranquilamente, cuando Jessica llego y nos ordenó que nos fuéramos porque era su mesa supuestamente y como vio que no le hacíamos caso, comenzó a insultar a mis amigas, y como la estábamos ignorando. Ella se cansó y se fue.
—¿Qué más?.
—Me gano la ira, por como trato a mis amigas, y la enfrente —suspiro —y le eche mi jugo en la cara.
—Ya veo —sus ojos celestes viajan a Seth —y supongo que después de eso Jessica se enfureció y la quiso atacar una vez estuvo desprevenida.
—Con un cuchillo —le recordé.
—Sí —dijo sin mucha importancia— y ahí fue donde el joven Jones interfirió -su rostro se suavizó -para salvarla.
—Eh, si —balbuceo nerviosa.
Miro de reojo al chico de ojos de mercurio. Él no había hablado, permanecía callado, con la mirada concentrada en la directora.
—Como el joven solo intervino para salvarla —una leve sonrisa se le forma —no lo castigarle a él.
Pero seguro que a mí sí.
—Respecto a usted -su rostro vuelve a ponerse serio —por a ver hecho un jaleo en el comedor, le enviare una llamada de atención a su padre, para que este informado.
Suelto un ligero suspiro. Me asustaba que fuera algo peor.
—Y para que sea justo —pareció que dejo a un lado el ser la directora y hablo como una madre —yo misma castigare a mi hija.
Asentí. Si era justo, mientras fuera un buen castigo.
La mujer se levanta y nosotros hacemos lo mismo, ella nos guía hacia la puerta y se despide, volteo para hablar con Seth. Pero ya no estaba.
Bueno en otro momento le daría las gracias.
El timbre debió de haber sonado mientras estábamos en la oficina de la señora Sweet. Y ahora que lo recuerdo. No comí nada. Todo esto me había hecho doler el estómago, corro hacia el comedor y compro un paquete pequeño de galletas, tal vez no llenaban. Pero es algo.
Me doy prisa a ir a mi salón, toco a la puerta y me abre una mujer de cabello canoso, su rostro mostraba que no estaba de buen ánimo. Me disculpo rápido por la demora y la profesora me deja entrar.
Vi al fondo a Seth. Pero parecía que no estaba prestando atención, porque la ventana era más interesante, me siento en el pupitre vacío del medio. La mujer comenzó hablar de la historia del continente. Pero la mayor parte de la clase le echaba una mirada de reojo al chico de ojos grises. Él escribía en su cuaderno, pero a la vez veía por la ventana.
Cuando el receso empezó, el primero en desaparecer era el chico más callado que he visto, como siempre.
En los pasillos no vi a JessiPeraLoca, por lo que debió de haberse retirado, mejor aún. Así no molestaría por lo menos en lo que queda del día.
Como decía el folleto que me dio John, el campus es inmenso, había algunos árboles para dar sombra cuando era verano, también habían bancas y mesas para comer al airé libre. Los senderos eran de piedra, lo que le daba clase, un sendero guiaba al gimnasio, donde compartía la piscina.
—¡Tori!.
Escucho la voz de Diana a lo lejos, camino por un sendero, y la veo junto al resto en una mesa. Corro hacia ellas y abrazo a cada una de ellas.
—¿Pero qué vicho te pico? —dice sorprendida Sam.
—No me ha picado nada —sonrío —solo estoy feliz.
—¿Qué paso con Cruela? —pregunta curiosa mi amiga pelirroja.
—Vimos que se fue —hablo Luna.
—Su madre la castigo —sonrio y me siento alado de Luna —pero estoy segura que querrá vengarse.
—De seguro —dijeron todas.
—¿Qué lees Luna? —miro curiosa el libro de mi amiga.
—Es un libro sobre todos los tipos de plantas que existe y tengo que hacer un muestrario de algunos.
—Bueno, hagamos que entendí —río nerviosa.
Todas nos reímos juntas.
Sé que soy torpe para la biología.
—Sam —la llamo —¿qué quieres estudiar tú?.
—Literatura —toma el libro entre sus manos —para que algún día pueda publicar una historia hecha por mí.
—Sam es una gran soñadora —opino con una sonrisa la rubia a mi lado.
—No dejes que la fachada de chica coqueta te engañe —me guiña el ojo Diana.
—Mira quién habla —Sam le una mirada divertida a la pelirroja.
—¿Quieres pelear?, ¿eh? —la reta con la mirada.
Me apoyo en la mesa y mí sonrisa se ensancha más al ver como discutían esas dos. Miro el libro de Luna.
—Es un Nogal.
—Sí.
—¿Te falta una hoja de esas?.
—Sí, pero, no creo poder conseguirlo.
—Yo puedo conseguirlo por ti —me encojo de hombros-—seguro en el bosque hay.
—¿En serio? —sus grandes ojos azules me miran con esperanza.
—Sí —la abrazo —¿para qué están las amigas? —sonrío al ver esa mirada tan cálida.
—Gracias Tori —corresponde mi abrazo.
—Oigan, estamos aquí —hablo Diana cruzada de brazos.
—Tenemos una pelirroja celosa —trata de molestarla Sam.
—Tu cállate —le da la espalda. Pero yo podía ver su sonrisa.
El resto del día nos la pasamos entre risas, Sam molestando a Diana, y yo y Luna divirtiéndonos con las caras que ponía nuestra pelirroja. Hasta que llegó la hora de irnos, bueno, yo y Sam, ya que nuestras amigas tenían que ir a sus club.
En el camino nos pudimos conocer mejor, San aparte de soñar con escribir un libro, es una chica a la que le gusta mucho las carreras, y aunque no es muy feminista. Sabe vestirse bien.
Nos despedimos a tres cuadras de mí casa. Caminé tranquila por la acera rumbo a mí cálido hogar. Me urguia llegar. La temperatura desendia rápido.
Abro la puerta de mi casa y desde el pasillo pude ver el rostro de mi padre, pero en el sillón que me daba la espalda, había otra persona sentada. Solo podía ver su cabeza, se veía que están hablando de un tema serio, una vez estuve frente de ellos. Reconocí su rostro.
—¿Sebastián? —dije su nombre sorprendida y ambos hombres voltean a verme.
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