특별: Yugkook
“Dicen que el amor planeado es aquel, que por más control que se lleva en la relación, termina fallando y terminando; lo contrario a lo inesperado, eso que llega sin pensarlo y se queda por la misma razón.”
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[Cuatro años después de haber escapado]
✎ Capítulo narrado por Jung Kook
Es propio del ser humano enamorarse, es de nuestra naturaleza querer luchar por lo que sería su pareja, mientras que es propio del amor ilusionarnos.
Mis padres siempre fueron duros conmigo, con mi hermana por igual y al ser desterrados fue peor, en especial cuando encontraron en Tae una oportunidad de regresar a nuestra manada y enmendar algunos de los errores cometidos por mi padre.
En ese tiempo creía firmemente en los sentimientos que le profesaba a Tae Hyung, sin embargo, nunca me detuve a pensar con claridad lo que sentía mi lobo por aquel chico de cabellos rubios. Mi lobo jamás aceptó a Tae Hyung, jamás sintió emoción o deseo al verlo. Jamás logró sentir lo que sentí la primera vez al ver a YugYeom.
Aquel día que le ofrecí estar en contra de no solo su manada, sino también de su familia, me dí la oportunidad de encontrar ese amor que se me había sido arrebatado. Ese día encontré una vía de escape que me llevó a pensar en lo que verdaderamente era el amor. Podría tratarse de algo parecido a deseo u obsesión, pero no exactamente. El amor era querer, no solo desear, a otra persona y recibir el mismo grado de cariño al hacerlo.
Ese sentimiento no solo se trataba de sentir atracción por alguien, claro que no. Ahí fue donde entendí que el amor no solo era querer y esperar a que te quieran, sino ser correspondido al amar. Nunca entendí aquello, pero YugYeom fue quien me enseñó que era necesario amar y ser amado para no terminar con algo parecido al amor unilateral.
«No puedes decir que es amor cuando has estado sufriendo en silencio, ocultando tus sentimientos y quedando en las sombras. Amar se trata de dar y también recibir, pero no hablamos de bienes, sino de sentir el mismo cariño por la otra persona... solo en ese momento tendrás el derecho de decirme que lo que alguna vez sentiste por Tae Hyung fue verdadero amor y no una simple atracción que además fue unilateral.»
Sus palabras aquella noche, en la que él llegó a cambiarse de manada, me abrieron los ojos, tal y como lo puede hacer un científico a un religioso, claro que estaba siendo exagerado, pero enserio me sentía así.
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— Márcame. — susurró él cuando tomábamos desayuno en una cafetería muy lejana a Gwangju.
Habíamos logrado escapar con mucho dinero y todo gracias a la gran idea de YugYeom. Él prácticamente era el cerebro y yo simplemente el que ejecutaba.
— ¿D-de qué hablas? — musité en respuesta, dejando a un lado los panecillos de manjar blanco que había comprado.
Él mordió su labio inferior y por primera vez logré ver un atisbo de inseguridad en su mirada.
— Lo que has escuchado, márcame.
Mi boca se quedó entreabierta y las ganas de comer se me fueron.
Siempre había admirado mucho a YugYeom, sus palabras eran muy sabias, a pesar de ser un chiquillo de mi edad, sin embargo, yo no quería marcarlo. Aún no estaba seguro de lo que él sentía por mí y yo tampoco estaba seguro de lo que necesitaba de él.
Viajamos por mucho, conduje prácticamente día y noche para llegar al que ahora sería nuestro hogar: Seúl. La capital era un poco más liberal que las provincias, claro que contábamos con un alfa líder, pero este no intervenía en la vida de los ciudadanos, solo en el control y tratos con otras manadas.
YugYeom y yo logramos establecernos en un estatus muy bueno, teníamos un departamento muy amplio y el dinero aún era por montones.
Logré ingresar a una escuela de baile al segundo año de llegar. Por otro lado, YugYeom comenzó a trabajar en una cafetería muy cercana a nuestra casa. Cada uno por su lado, o así fue hasta que el celo atacó al uno como al otro.
Ninguno de los dos pensamos bien, sus feromonas eran muy fuertes y mi lobo me pedía a gritos que lo hiciera mío. Así fue como comenzamos a hacernos favores sexuales uno al otro.
A él le llegaba su celo y siempre había un paquete de condones que tenía que utilizar para evitar cualquier tipo de "inconvenientes".
Siempre evité embarazarlo y marcarlo, sólo teníamos sexo, pero nada de por medio. Incluso él llegó a salir con muchos alfas... alfas que le destruían el corazón.
☪
— Terminó la clase. — grito al ya no escuchar el sonido tan pegadizo de la música.
Los chicos y chicas suspiran, cayendo al suelo con delicadeza y negándose a levantar. Sonrio al verlos y juro que no me arrepiento de tener unos alumnos tan infantiles, pero de buen corazón, bajo mi mando. Ellos son maravillosos.
— ¡Profesor! — grita SunMi, una de las chicas más mayores de toda la clase. Es una omega muy bonita y sobresaliente al momento de bailar.
— Sí, ¿Qué sucede? — pregunté con clara curiosidad a su llamado. SunMi era realmente asombrosa y su forma de pensar era única que lograba asombrarme con cualquier nueva característica que tenía. Sin embargo, lo que tenía de asombrosa lo tenía de coqueta.
Su acercamiento fue tanto que realmente tuve que alejarme para que ninguno de los chicos pensara mal.
— Mis padres se han ido de viaje y estoy muy sola en casa, así que estaba pensando en sí tal vez... — sus manos se aferraron a mi camiseta mojada y cuando intentaron rodear mi cuello no tardé en alejarme, negando.
— L-lo siento, SunMi, pero tengo que pasar el fin de semana con... — y me vi interrumpido por la alarma de mi reloj, cual decía que exactamente eran las cinco de la tarde y que ya iba tarde.— ¡Oh! ¡Diablos! — maldije en voz fuerte y no tardé en tomar todas mis pertenencias y entregarle la llave a Jun, otro de mis alumnos, pero también uno de mis grandes amigos y confidentes.
Salí corriendo sin despedirme de nadie, a excepción de Jun, a quién le advertí que debía cerrar bien el local.
Tuve que colocarme varios abrigos al salir, pues el frío en Seúl era constante y al ya no encontrarme en la academia de baile lo único que me protegía de morir eran las casacas impermeables que YugYeom había insistido tanto en que comprara.
Una vez abrigado, comencé a correr mientras la nieve caía encima mío, ya era tarde y tenía que seguir corriendo sin pensar en que me podrían atropellar o que quizás haría daño a alguien en el camino.
Fueron más de cinco cuadras las que tuve que correr para llegar a la cafetería y ser recibido por el pequeño Jae.
— ¡Papi! — gritó mi bebé al momento que se colocaba de pie.
— No se quiso mover de ahí hasta que llegaras. — una tercera voz me obligó a dejar de mirar a mi hijo. YugYeom estaba con unos pantalones ceñidos y con una camisa muy suelta y translúcida que dejaba ver gran parte de su abdomen si es que le llegabas a poner mucha atención.
— Eso explica porque es que casi me tropiezo con él. — mi bebé comenzó a jalar mis cabellos y nuevamente sentía que me quedaría calvo. Jae estaba acostumbrado a arrancarme cabello o si era posible morder mi cuello. Era un niño muy travieso, pero podía ver claramente que iba a ser un alfa.
Me acerqué a YugYeom y dejé un suave beso en sus labios, él sonrió y me arrebato a mi hijo, sin contar que también me quitó un poco de cabello.
— ¡Oh! Por cierto, llegaste tarde. — me recordó él. Miré mal a YugYeom, dejando de lado las muecas raras para mi hijo. Jae hizo un puchero y también me imitó, cruzándose de brazos y frunciendo su ceño. — Pero no importa... — se obligó a decir antes de reír y dar un ataque de besos a nuestro hijo. Sí. Nuestro.
A pesar de que nuestra relación se había basado en sexo, al comienzo, todo había terminado con una bonita historia de amor, que no había sido tan bonita en el momento. YugYeom había llegado una tarde del trabajo, ese día llegó mi celo y él tuvo que colaborar en la primera ronda. Mayormente los celos de los alfas solo dura un día, pero en aquella oportunidad duró más de dos días y mi "mejor amigo" tuvo que ayudarme. Fue en esa oportunidad que embaracé a YugYeom. Ambos no sabíamos qué hacer, no queríamos un hijo, en especial mi omega, quien había terminado una relación hace poco. Tuvimos muchos problemas, incluso quiso matar al bebé, pero no se lo permití, por lo que estuvimos distanciados por mucho tiempo.
Sabía que YugYeom no quería al bebé, pero eso cambió cuando llegó la hora del nacimiento. Jae nació con dos kilos y a la primera persona que dirigió su mirada fue a su "madre". Ni siquiera me miró, parecía estar en busca del que ahora es mi omega. Fue ahí donde él lo amó, en verdad lo amó, parecía no querer despegarse de él y mucho menos dañarlo.
— ¡Oh, dios santo! ¡No te manches la camiseta de pororo. — YugYeom le advirtió, pero Jae se negó y tomó la tajada de torta y se la esparció por toda la pequeña camiseta.
YugYeom se enojó, pero a los pocos minutos lo vi riendo cuando nuestro hijo comenzó a llorar al ver que había arruinado su única camiseta favorita.
La sonrisa de mi omega era hermosa, sus dientes blancos y perfectos complementaban aquel gesto tan bello.
— ¡No pienses que habrá regalos para ti en esta navidad! — le sacó la lengua y Jae comenzó a llorar de nuevo.
Tuvimos que salir de la cafetería una vez que pagamos la cuenta, no sin antes dejar que YugYeom amenazara a todos sus trabajadores de no pagarles si es que los clientes presentaban una queja, y claro, de colocarse muchos abrigos, al igual que yo.
Así como yo había logrado abrir una academia de baile, YugYeom había logrado abrir su propia cafetería a unas cuadras de mi lugar de trabajo. Ambos teníamos mucho dinero y Jae era una prueba de aquello, sus ropas eran compradas en las mejores tiendas y sus juguetes eran traídos de otros países.
— M-mami mala. — gritó mi hijo cuando lo metimos al auto y le colocamos el seguro de su sillita. YugYeom rodó los ojos y se dedicó a conducir.
Al llegar a casa tuve que bajar y cargar a Jae, pues se negaba a ser cargado por YugYeom, eso solo ahora, pues de seguro antes de dormir pediría un poco de leche y ahí sí tendría que buscar a mi omega.
— ¡No pienso darle más! — me advirtió YugYeom al momento que entraba a la habitación para decirle que nuestro hijo lo buscaba.
Sí, otra prueba de que Jae era mimado y a veces muy malcriado era el hecho de que YugYeom siempre lo alimentó desde que nació, nunca probó leche alguna de un biberón, y al parecer mi hijo aún no quería despegarse del pecho de su "madre".
— Pero está a punto de llorar. — supliqué. Él se negó.
— No es no y esta vez pienso cumplirlo. No daré nada más y aquí se acaba la conversación. — su mirada gélida y la pijama que estaba utilizando me dió a entender que también estaba enojado conmigo.
Suspiré y me rendí, teniendo que cuidar a mi hijo por el resto de la noche hasta que se durmiera, pues estaba dicho que YugYeom había sido muy condescendiente con nosotros y que de ahora en adelante ya no lo sería, a pesar de seguir teniendo algo de leche.
Para las dos de la madrugada fue que mi pequeño de recién un año logró dormir. Me alejé con mucho cuidado de su cama-cuna y al estar fuera, camine como zombie hasta llegar a mi habitación. Ya ahí comencé a quitarme la camiseta de la pijama y también los pantalones. No me gustaba dormir con ropa, incluso hubo veces en las que terminaba desnudo y bajo las sábanas, recibiendo un "Eres un puerco asqueroso" de parte de YugYeom.
— ¿Se durmió? — preguntó mi omega. No podía decirle novio, porque aún no se lo había pedido.
Asentí y lo abracé por detrás, ocultando mi rostro en su nuca.
— Siento no poder darle más, pero es que leí mucho sobre los niños que son amamantados hasta los dos años. Dicen que sus dientes se vuelven chuecos y que les puede dar un retardo en su aprendizaje.
Sonaba preocupante, pero para mí no lo era, porque estaba seguro de que Jae solo gustaba mucho de la leche, sin contar que YugYeom lo mal acostumbró.
Él se volteó y su preocupación fue aún más palpable en su rostro que en sus palabras.
Sonreí y lleve una de mis manos a su rostro, acariciándolo lentamente.
— Nada malo pasará, amor. Él es un niño, pronto podremos preocuparnos de su aprendizaje o de sus dientes chuecos. — dije casi riendo.
YugYeom me miró mal y poco después sentí su mano por encima de mi hombría.
— Nuevamente duermes desnudo ¡Eres un cerdo! — volvió a gritarme, dándose la vuelta.
— Pero es mejor prevenir que lamentar. Luego apareceré desnudo y es igual que nada.
YugYeom no quería mirarme, parecía en verdad enojado, sin embargo, me alejé un poco y luego me acerque, simulando embestidas y disfrutando de la sensación.
— N-no~... — gimió él. No le hice caso y volví a hacerlo, hasta que escuché que pedía por más, ya no pedía que me detuviera, sino que continuara.
Nos besamos una vez estuvimos frente a frente y él masajeó mi erección una vez que la tuvo a su alcance.
Acaricié su espalda y comencé a descender la camisa de pijama, como le quedaba grande el trabajo era más fácil.
Nuestros besos pasaron de los labios, hacia el cuerpo del otro, nuestras manos comenzaron a buscarse y al estar sobre él, con mis manos encima de la suyas, fue que él me sujetó fuerte de las caderas. Sus piernas siempre se aferraban a mí cada que teníamos sexo.
— N-no hagas m-mucho ruido. — gemí sobre su boca y me alejé un tanto para guiar mi miembro a su entrada.
El lubricante natural hacia maravillas y muchas veces nos había ayudado cuando queríamos jugar.
Me mantuve quieto por unos minutos, esperando su señal para moverme con la brutalidad de siempre, pero esta vez él no me dio ninguna señal y tuve que embestir sin importar si le dolía o no.
— M-más... m-más, J-Jung Kook. —sus gemidos siempre hacían eco en la habitación y aquello solo me causaba más morbo.
Una de mis manos se mantuvo encima de la suya, mientras que otra se fue a parar en la hombría ajena. Comencé a masajear su miembro y pronto parecía que estábamos haciendo una película porno. Una película para adultos que pronto terminó cuando el nudo se adentró más allá de su anillo muscular y las ganas de morderlo ganaron.
Sí, YugYeom aún no estaba marcado, pero nuestro amor y el fruto de este era más que prueba suficiente.
Los colmillos salieron y pronto me vi mordiendo y saboreando su sangre, dejando una larga cicatriz en su cuello, que logró llevarlo al climax.
Sin embargo...
— Mierda. — fue lo que él dijo. Al parecer él no pensaba igual que yo. — Eres un maldito cerdo, Jeon Jung Kook. — me hizo saber entre uno que otro gemido.
Casi me rio en su cara, pero decidí quedarme callado.
El nudo bajo después de unos diez minutos, YugYeom se alejó y dio la vuelta, ignorándome por completo.
Mis labios aún tenía un poco de su sangre y lo que al parecer le tiene que gustar a un omega, no le gustaba a él.
— Lo siento. — musité, tratando de acercarme. YugYeom se dió la vuelta y sus ojos brillaban por las lágrimas.
— Nuestro acuerdo era nada de uniones a excepción de ese niño.
Desvié la mirada y asentí poco convencido de ese acuerdo que, por cierto era ridículo. Éramos pareja, no podíamos estar separados.
— Yo te quiero... no quiero perderte, tengo una familia por primera vez en mi vida, una familia que yo mismo he formado y quiero hacer las cosas bien.
Sí, quería hacer bien todo, quería ser un padre ejemplar, quería ser un esposo maravilloso y un alfa muy protector. Quería olvidar todos los errores del pasado.
— No podemos.
Y el miedo hizo su aparición.
— ¿E-estás tratando de decir que siempre tuve un amor unilateral?
Negó y se acercó un poco más.
— Te amo, pero no estoy seguro de que esto funcione. Tenemos personalidades distintas y lo único que nos une es ese niño que está durmiendo en la otra habitación.
— Claro que no, desde mucho antes que naciera Jae, existía una conexión entre nosotros. Lo descubrí al verte con tu ex novia y lo descubrí al momento en el que tomaste mi mano y aceptaste irte conmigo, importándote muy poco tu familia... y es ahora donde te doy nuevamente la mano y te pido que sigas conmigo, pero ya no como simples padres, sino como pareja, como alfa y omega.
Levanté mi mano y esperé que él decidiera si seguir o no.
Lo dudó, lo dudó por varios minutos o por lo que para mí fueron horas, pero asintió y me dió un beso rápido y casto.
Mi sonrisa fue tan grande al momento de abrazarnos y de decirnos un "Te amo", o así fue hasta que YugYeom se alejó y me lanzó su almohada.
— ¡Maldito! ¡No usaste condón!
Y entonces me dí cuenta de lo que ocurría, sin embargo, no me asusté, solo reí.
YugYeom volvió a golpearme con otra almohada, pero no me importó, tener otro hijo o recibir otro golpe con una almohada no era nada malo si venía de la persona que yo amaba, de la que podría decir que daría la vida.
☪
Bueno, otro especial más.
¿Cómo están? ¿Les gustó este especial? Porque a mí sí.
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