Capítulo IV
Era imposible que Jisung no relacionara Busan con su infancia, donde creció antes de ser adoptado por los Han, esa idea, mezclada con la proximidad física de Minho en el bus, le ponía la boca seca y le causaba mariposas en el estómago.
Y aunque él hubiera deseado estar hermoso y atrayente para él, lamentablemente el viaje en el bus lo hacía vomitar cada quince minutos, pero Minho, muy amoroso, le sostenía un lavatorio frente a la cara, le limpiaba la boca después de cada acceso y aunque él se moría de vergüenza, no le quedaba otra que aceptarlo.
Fueron tres largas horas en el bus, Jisung llegó casi desfallecido a Busan y ni se dio cuenta de que Minho lo llevaba en brazos a un hotel, registrándose ambos como esposos.
Al día siguiente despertó con su ropa de viaje, sintiéndose muy incómodo, estaba solo en la habitación, la cama del lado estaba hecha y Minho no se veía.
— ¿Minho? — dijo Jisung, aterrado.
— Aquí estoy, mi Sung — dijo él, entrando —. Estaba conversando con un chico de la habitación del lado, aparentemente, hay falta de escuelas en este lugar, él también es profesor, y estábamos hablando de políticas educacionales del gobernador...
— ¿Dónde estamos?
— En el hotel más barato de Busan, mi Sung — respondió él —. Nos quedaremos acá un par de semanas, mientras se tranquiliza lo de Seúl.
— Bien...
— Otro huésped del hotel es una estudiante universitaria, Jisung, él está en una situación parecida a la tuya, también estudia sin la aprobación de su familia, está ansioso por conocerte.
— ¿Qué?
— Sí, quiere conocerte y darte consejos sobre la vida de la universidad, creo que sería muy bueno para ti hablar con él, es un chico muy talentoso.
Jisung casi se puso verde de envidia.
— Así que ¿Es talentoso? Qué bueno que lo encuentres talentoso.
Él se rio, si, su Sung estaba celoso, eso significaba que ya se sentía bien.
— No me malinterpretes, Sung, estoy ansioso por terminar la declaración que interrumpió tu amiguito Hoseok.
Jisung enrojeció un poco.
— ¿Por qué estoy vestido aún con mi ropa de viaje? — se quejó.
Minho se vio algo turbado.
— Bueno, es que... no estabas en condiciones de hacer nada por ti misma, y a mí me dio... es que... yo no quise que tú... no pude...
— Ah, no quisiste desnudarme — asombrado de su propia audacia, se tapó rápidamente la boca.
— Soy un caballero, además, llevas un traje muy complicado.
— ¿Y por qué mi habitación tiene dos camas? ¿La comparto con algún chico?
— Eh... después te digo, ahora sería bueno que bajaras a almorzar, debes estar muerto de
hambre.
— ¡Claro que sí! — Jisung se sorprendió de lo hambriento que estaba, cuando hasta ayer estaba dispuesta a no comer nunca más en su vida, por los mareos en el bus.
— Te espero abajo — dijo él, y lo dejó solo.
Jisung fue a asearse al baño, y tenía tanta prisa que no se dio cuenta de la hoja de afeitar y el cepillo de dientes que estaban en una repisa, salió de la habitación fresco y renovado.
Minho estaba abajo, ansioso.
— ¿Algo que decir? — preguntó él, refiriéndose a los útiles de aseo.
Suponía que Jisung, al verlos, se había dado cuenta de que él se alojaba con Jisung, pensaba explicarle la situación, que no le había quedado otra por falta de dinero.
— Nada, ningún problema — dijo él, pensando que se refería a la pobreza del hotel.
— ¿Entonces estás de acuerdo?
— ¡Claro! No tenemos mucho dinero, hay que ahorrar, creo que hiciste una buena elección y te apoyo.
— ¡Magnífico! — el rostro de él se iluminó al ver que Jisung no estaba molesta.
Pensaba que Jisung, el dulce hijo de una adinerada familia, se horrorizaría ante la idea de compartir habitación con él, aunque eran hombres, en Corea no era tan bien visto, pero él estaba actuando muy maduramente, era un caballero y no intentaría nada, por supuesto.
Apenas consiguiera algo más de dinero, conseguiría otra habitación, por mientras, pensaba dormir en el baño, para darle más privacidad al joven.
— ¿Dónde vamos a almorzar?
— Hay un lindo restaurante por acá cerca, muy barato, ahí nos espera el chico universitario del que te hablé, junto a su abuela.
— Mmm... claro, tu amigo universitario, lo había olvidado.
— Te ayudará hablar con él para ver dónde puedes estudiar, Jisung, ya estás listo para dar
los exámenes, sólo falta que te decidas, estoy orgulloso de ti, de tu valiente decisión. — Claro... — Jisung dudó un instante.
¿No sería mejor decirle la verdad, que él huyó de casa por orgullo y no por deseo de estudiar? Pero ahora las cosas habían cambiado, realmente deseaba entrar a la Universidad y cultivarse.
¿O simplemente quería estar con Minho?
Llegaron en silencio al restaurante, ambos estaban pensativos, Minho intentaba decidir cómo pedirle que fuera su novio, Jisung no sabía si sincerarse con Minho sobre los motivos que tuvo para dejar su hogar.
— ¡Jisung! — Jeongin se lanzó sobre él y lo abrazó llorando — ¡Jisung, estás bien! No sabes cuán preocupados estamos todos por ti.
— ¿Ustedes se conocían? — preguntó Minho, sorprendido y encantado.
— ¡Jeongin! — exclamó Jisung, confundido — ¿Qué haces en Busan?
— Vine con mi abuela, ella quería jugar en los casinos, nos alojamos en tu hotel porque no queremos gastar demasiado, tú sabes, papá pone el grito en el cielo cuando piensa que alguien se desmanda con el dinero y como mi abuela quiere apostar en grande, estamos ahorrando lo más que podemos, mi abuela está en el baño, le encantará verte, pero... ¡Cuéntame de ti! ¿Cómo fue que te decidiste a dejar a Changbin? Fuiste muy valiente, Jisung.
— Jeongin, no hablemos de...
— ¿Changbin? — Minho sonaba preocupado — ¿Quién es Changbin?
— Un estúpido que perdió a mi amigo por no saber valorarlo — respondió Jeongin — Y por suerte, él se dio cuenta de eso y huyó en medio de la boda, Jisung es un heroe del amor.
— Jeongin, no sigas... — suplicó Jisung.
— ¿Por qué no? Tu amigo Minho me parece un caballero, y no creo que se horrorice por algo así, hablaría muy mal de él, no estás horrorizado ¿Verdad, Minho?
— ¿Te fuiste de tu casa para no casarte con ese tal Changbin? — preguntó Minho, en un murmullo.
— Sí — susurró Jisung, avergonzado.
— Pensé que era porque deseabas estudiar.
— Es que después fue por eso.
— No me dijiste la verdad.
Jeongin se había quedado callado, demasiado tarde se dio cuenta de que había hablado mucho.
— Minho, pensaba contarte todo, pero aún no...
— Pensabas reírte de mis ideas tontas un par de semanas más, supongo.
— No son ideas tontas, de verdad quiero estudiar y ser tu compañero...
La llegada de la abuela de Jeongin puso fin a esa conversación, Minho pareció recobrar la calma, pero Jisung, que lo conocía bien, supo que seguía molesto.
Conversaron los cuatro mucho rato, tomaron juntos el té y en la noche acompañaron a Jeongin y a su abuela al casino.
Minho tuvo mucho cuidado de ser siempre extremadamente cortés si tenía que dirigirse a Jisung, pero él temblaba al pensar en lo molesto que estaba.
Muy entrada la noche, los cuatro volvieron al hotel, dejaron a Jeongin y a su abuela en su habitación y se dirigieron a la de ellos.
Cuando Jisung notó que él entraba con él, se escandalizó un poco, pero creyó que era porque él deseaba hablar sobre lo que había pasado en el almuerzo.
— Deberíamos hablar en el lobby del hotel, no es decoroso que estés en mi habitación — dijo el menor.
— Es nuestra habitación, Jisung, ya lo sabías.
— ¿NUESTRA?
— Sí, tú dijiste que no había problema.
— ¡No es cierto! Y-yo hablaba de la pobreza del hotel, no de que estemos juntos en una habitación, es inmoral.
— Las mentiras son más inmorales, Jisung, y me parece que no te molesta usarlas.
— Minho... déjame explicarte.
— Ahora no, Jisung, tengo ganas de pensar, mañana hablamos.
Jisung se había acercado a la puerta.
— No te conviene salir, esposo mío.
— ¿Esposo?
— Nos registré como esposos, no tenía dinero para dos habitaciones.
— ¿Esposos? — Jisung tocó la manilla de la puerta.
Había oído hablar de hombres furiosos que lastimaban a cualquier persona que se cruzara en sus caminos, hombre o mujer pagaban las consecuencias, y él no quería ser uno de esos, estaba dispuesta a irse.
— No le conviene salir, señor de Lee, Busan es conocida por ser la ciudad del pecado, posiblemente algún rufián atente contra tu bien cuidada virginidad.
— ¡Minho! — exclamó un horrorizado Jisung.
— No te preocupes por este caballero, Jisung, no tengo ningún interés en ti.
— Si me dejaras explicarte lo que pasó...
— Ahora no quiero oírte, Jisung, te burlaste de mí, me hiciste creer que eras un chico buscando ayuda para estudiar y eres un chico que se enojó con el noviecito, además ya recordé quién es ese Changbin, apuesto que es Seo Changbin, uno de los mejores amigos del heredero de los Hwang, otro socialité.
— Sí, pero no me interesa...
— ¿Cómo no va a interesarte? Es rico, guapo, de buena familia... mira, Jisung, vámonos a dormir, mañana te llevaré de vuelta a Seúl para que te reúnas con él, seguramente es hora de que se reconcilien, hacen buena pareja, par de ricachones que no hacen nada por el prójimo.
— Minho...
Él lo ignoró, colgó una sábana que separaba la habitación en dos partes.
— Esto nos dará privacidad, futuro señor Seo, te aseguro que esta sabana nos separará como si fuera la muralla china.
— La muralla china nunca sirvió como sistema de defensa, sólo como símbolo de unidad
nacional — se le escapó decir a Jisung.
— Bien dicho, Jisung, pero en este caso, será para ti una buena defensa, pues este invasor
no está interesado en el tesoro.
Minho terminó de colgar la sábana que separaba las camas y se acercó a Jisung, que aún estaba afirmada contra la puerta.
— Únase a los chinos, joven Jisung Kim. ¿Es al menos tu nombre verdadero?
— Han Jisung.
— ¡El famosa chico de sociedad! Mira, si alguna vez les pusiera atención a esas cosas, no me habrías burlado con tu cuento del chico que quería estudiar, seré más precavido en el futuro.
— No es burla, yo no quise...
— Jisung, únete a los chinos que me voy a acostar.
— No me pienso mover de aquí hasta que me escuches.
— Pues entonces accederás a una demostración gratis de cómo se desnuda un hombre para poder ponerse el pijama.
— ¡No te atreverías!
— Mira, todo tiene un método — dijo Minho, mientras se sacaba la chaqueta —. Lo primero es deshacerse de la molesta chaqueta — la dobló con cuidado y la dejó en una silla —. Luego hay que sacarse la corbata — lo hizo — y la camisa — con soltura, se sacó la camisa y al pobre Jisung casi le da un soponcio.
Era el primer hombre aparte de sí mismo que veía con el torso desnudo, pero no se cubrió los ojos, lo que nos demuestra que era tímido, pero no tonto.
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