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Capítulo 5
Chasqueó su lengua, totalmente fastidiado e incómodo. Era como si la cama en la que tanto amaba dormir por lo blanda y cálida que era, de pronto, no fuera su lugar favorito para pasar las noches.
Con la esperanza de poder conciliar el sueño, Jimin se abrazó al cuerpo de Taehyung, aspirando su suave y dulce aroma a frutos silvestres, cerró sus ojos y se dejó llevar por la paz que él emitía con sus acompasadas respiraciones y cálida compañía. Segundos después ya tenía sus ojos abiertos otra vez, ajustándose una vez más a la oscuridad de la habitación.
Su cuerpo picaba y pinchaba irritándolo de sobremanera ¿qué demonios le estaba pasando esa noche?
Comenzando a enojarse, se arrastró fuera de la cama, ya que, al parecer, esta era la del maldito problema. Con sus pies pisando el piso fresco, sus pasos lo llevaron de una esquina a otra mientras sus dientes masacraban la punta de sus dedos.
Ansioso, esa era la palabra que lo definía en esos momentos, y lo sabía por lo rápidos y cortos que eran sus pasos por todo ese amplio cuadrado que era su dormitorio. Sin embargo, todavía tuvo la decencia de no hacer mucho escándalo para no despertar a nadie.
—Suficiente, tal vez tomar aire me sirva.
Abrió la ventana, y un suspiro de alivio brotó de su agarrotado ser cuando una suave y fresca brisa nocturna golpeó contra su cara. Tal vez lo que necesitaba era justamente eso, buscar un lugar allá afuera para anidar como lo había hecho hasta hacía poco.
Cuando eran apenas unos cachorros, él y Taehyung solían escaparse de casa y buscar algún recoveco fresco en la tierra del bosque para poder acampar. Jimin recordó con nostalgia esas infinitas noches de caluroso verano en donde hablaban de un sinfín de cosas acostados en la hierba fresca mientras veían las brillantes estrellas adornando el astro rey.
Su vista se dirigió hasta el amplio e infinito manto azul oscuro del cielo. Las estrellas salpicaban por aquí y por allá haciéndole compañía a la protagonista de esa noche. Alzándose en todo su esplendor, estaba la luna llena bañando casi toda la reserva con su fría luz.
Lento pero seguro Jimin inició su camino por la reserva, la cual estaba sumida en un profundo silencio, no había nadie más que él fuera de la cama, quizá la manada, pero seguramente, ellos se encontraban más allá de los territorios montando guardia, haciendo sus recorridos nocturnos como de costumbres.
Tras hacer un largo tramo, dio la vuelta y giró hacia la derecha con dirección al bosque cuando una brisa trajo con ella un aroma dulce y fresco como una piña. Una dulce y jugosa piña mezclada con un sutil aroma a coco. Su pequeña y estilizada nariz de botón se movió con dirección al aroma, y se debatió mentalmente si seguirlo o continuar con su camino.
—Una miradita no matará a nadie. —Se dijo a si mismo, cambiando de dirección.
Fue poco el tiempo que le tomó llegar a la fuente del aroma que le hacía agua a la boca.
Una cabaña grande de un solo piso hecha de madera y piedra se hallaba frente a sus ojos, rústica y agradable a la vista. La rodeó con cautela hasta encontrar una de sus ventanas abiertas.
Con cuidado, en caso de que alguien estuviera ahí dentro, asomó la mitad de su cabeza para husmear. La luz de la luna apenas alcanzaba esa zona de la casa, pero con lo poco que llegaba, Jimin supo que allí no había nadie.
Otra cosa que descubrió fue que, en esa parte, el aroma era mucho mas intenso.
Sin previo aviso, el cansancio por el cual había estado anhelando durante un tiempo, lo golpeó con fuerza, aturdiendo cada uno de sus sentidos, como si hubiese estado esperando el momento oportuno para hacer estragos en su sistema.
Sus párpados le pesaron una vida, a duras penas ya podía mantener sus ojos abiertos, y eso le preocupó.
¿Por qué ese aroma parecía arrullarlo? Preguntó su lado razonable.
¿Qué más daba? Respondió su lado impulsivo y despreocupado. Él solo quería dormir, y si interrumpir en la casa de un desconocido era lo que tenía que hacer para conseguirlo... Bueno, que el Jimin del mañana se preocupara de eso, si es que no le arrancaban la cabeza a mitad de la noche por supuesto.
Su esbelta silueta se deslizó hacia el interior del dormitorio, y así en penumbras como estaba, sus pasos lo guiaron hasta el borde de una cama.
Sin pensarlo demasiado, más bien, sin pensar en nada más que dormir, se trepó a ella hasta estar enrollado entre las ligeras sábanas y las perfumadas almohadas.
El ritmo de su corazón pronto comenzó a ser más ligero, el cansancio acariciaba cada parte de su ser, arrojando muy, muy lejos los pensamientos de que estar ahí era una pésima idea. Sus sentidos se adormecieron más y más, obligándole a cerrar sus ojos y sumergirse en un mundo de sueño que sería completamente suyo.
A pesar de que era el Alfa, para él no había nada más aburrido que las guardias. Y, aunque contaba con la suficiente autoridad como para desentenderse del tema, no podía simplemente echarse a un lado y dejarle todo el trabajo a su manada, eso no era digno de un Alfa, no al menos uno como él que siempre hizo hincapié en el trabajo de equipo.
—Aún así fue completamente aburrido. —murmuró de regreso a casa, su turno había concluido exitosamente, dándole lugar al segundo grupo de la noche.
Una vez que estuvo resguardado en la comodidad de su hogar, estaba quitándose su chaqueta cuando descubrió que su aroma no era el único que estaba ahí esa noche. Sus ojos negros pronto adquirieron un tono dorado tan brillante como una pepita de oro. Su lobo estaba haciéndose presente, listo para cazar a quien sea que se haya atrevido a usurpar su territorio.
Sus caninos emergieron y su pelaje negro noche pronto brotó de cada uno de sus poros. Como el particular aroma estaba en toda la casa, Yoongi recorrió cada rincón hasta llegar finalmente a su habitación, el epicentro de aquel nuevo olor que se hizo mucho más fuerte.
—¿Qué demonios? —Cuando abrió de un solo tirón la puerta que lo separaba de su cuarto, sus cejas cayeron hacia adentro en un ceño profundamente fruncido.
No podía creer en la imagen que estaba frente a sus ojos. La particular y vistosa cabellera roja de Jimin estaba desparramada como una cascada de fuego sobre SU almohada. Ese pequeño infeliz estaba durmiendo a sus anchas en SU cama.
¿Cómo había llegado? ¿Cómo había entrado? ¿Qué estaba haciendo ahí?
Todas esas, por obvias razones, eran preguntas sin respuestas.
Olfateó el aire y su nariz se arrugó con disgusto, el aroma a flores silvestres inundaba su habitación junto al suyo propio a partes iguales.
Bufó, pero la verdad era que no estaba con ánimos de iniciar una pelea con ese pequeño bastardo. Comenzaba a descubrir que Jimin estaba siendo un experto condecorado en darle migrañas. Por esa noche, lo dejaría pasar, pero a la mañana siguiente, otro cuento iba a ser. Se deshizo de sus zapatos y pantalones para quedar únicamente con su holgada playera blanca y su bóxer negro, nada ni nadie le impediría dormir como él quería en su propia habitación.
—¿Y si lo empujo hasta echarlo? —Oh, que tentador sonaba eso, pero solo se había limitado a patearlo un poco para correrlo del centro de la cama hasta el rincón de la pared—. Por los dioses, apestó todo el lugar —No es que tuviera algo en contra del olor de Jimin solo que ¡era su cama maldita sea! Se suponía que debía oler a él, a macho alfa, no a un pequeño ser de la pradera.
Fastidiado por lo que estaba pasando en su propia casa, Yoongi se acurrucó en el otro rincón y se fregoteó sus mantas por todas partes, para que así, su aroma volviese a formar parte de ellas y de casi toda su cama.
Y aunque no llegó a ser suficiente, estaba lo suficientemente cansado como para cerrar sus ojos e intentar dormir. Sin embargo, fue en el mismo instante en que sus parpados se cerraron que su cuerpo fue rodeado con brazos y piernas, y una respiración chocó pausada y suave contra su nuca. Un tic se apoderó de uno de sus ojos.
—Debe ser una jodida broma. —masculló viendo a los finos brazos y las torneadas piernas de Jimin lo rodeaban por sobre las mantas.
Yoongi supuso que esa noche iba a ser imposible pegar un ojo, después de todo, no estaba para nada acostumbrado a compartir SU cama o sus cosas en general con alguien más, ni mucho menos que ese alguien más estuviera invadiendo SU espacio personal como en esos momentos, sin duda alguna, era algo para desvelarse.
Que equivocado estaba, puesto que, sin darse cuenta, en medio de todas sus maldiciones proferidas entre dientes y cuyo unico dueño era quién dormía a sus anchas a sus espaldas pegado a él como una sanguijuela, Yoongi cayó profundamente dormido en menos de lo que cantaba un gallo.
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