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Capítulo 25:

Calor, asfixiante calor que traía consigo el aroma a humo y madera quemada era lo único que podía percibir con claridad en medio de aquel caos.

Su hogar estaba bajo ataque, y su padre estaba ahí afuera luchando fervientemente junto a sus mejores amigos, o al menos eso era lo que imaginaba, sus pequeños ojos apenas podían distinguir a las peludas figuras que rugían de un lado a otro.

Su casa estaba completamente destruida y a oscura, lo único que consiguió notar en medio de tanta oscuridad fue el vestido floreado de su mamá y su inconfundible aroma a jazmín tan característico. Su cabello largo y negro, estaba amarrado a una trenza desprolija que caía sobre su hombro, su rostro pálido como la más delicada porcelana estaba magullado y sucio por el hollín, sin embargo, ni siquiera la suciedad o la herida más profunda podía conseguir que la belleza natural de Min Haneul se viera estropeada, al menos para él, que lo veía de esa manera.

Ella apretó su pequeño cuerpo entre sus brazos, podía sentirla temblar.

-Todo estará bien Yoonie, no tienes nada por lo que temer, mamá está aquí contigo y papi también pronto lo estará también, pero debemos ser pacientes mientras esperamos ¿está bien?

El pequeño lobezno de cinco años asintió, tenía mucho miedo y deseaba con todas sus fuerzas que papi estuviera ahí para ellos, pero entendía que, como el alfa de una reserva que era, debía proteger a todos por igual. Yoongi sabía que era su turno de ser fuerte, y de cuidar de su mamá hasta que alguien llegara por ellos.

La puerta de la habitación en la que se hallaban escondidos se abrió estrepitosamente logrando asustarlo.

¡Hani, tienen que irse ahora! —exclamó potente una voz familiar. Era la mano derecha de Min Geum Jae, Jung Tae Sung.

Sin pensarlo dos veces, Haneul se puso de pie con Yoongi hecho una bolita entre sus brazos y a grandes zancadas llegó hasta el delta.

¿Dónde está Jae? —cuestionó con la desesperación burbujeando en cada fibra de su cuerpo.

Va a darles tiempo, tienen que salir de la reserva antes de que Khan los vea aquí. Yo los llevaré hasta la frontera y luego regresaré.

Haneul apretó todavía más el agarre en Yoongi, por los dioses aquello estaba resultando más que difícil para ella, sabía que debía ser fuerte y escoger salvar la vida de su cachorro, pero la parte de su lobo que estaba atada a Jae le gritaba que fuera con él y luchara a su lado.

Sus ojos negros temblaron y las esquinas se le llenaron de lágrimas. Tae Sung apretó sus labios, podía entender el sentimiento de su amiga, desligarse de su mate era mucho más difícil de lo que uno podría imaginar y más cuando había un cachorro de por medio, el símbolo más grande de amor que había entre los soulmate.

Te prometo que lo mantendré con vida, pero debemos irnos ¡ahora!

Es una promesa —susurró ella saliendo de la habitación con el delta siguiéndola a sus espaldas entre los escombros de aquello que alguna vez fue su hogar.

Siendo tan sigilosos, ambos deltas se escabulleron hasta salir de la casa por el agujero donde hubo una ventana. Desde los hombros de su madre, Yoongi vio como el fuego consumía todo a su paso, vio a los lobos pelear y a algunos cuerpos sucumbir de forma trágica en medio del atroz escenario. Las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas como las aguas de las cascadas, estaba aterrado hasta los huesos de su pequeño cuerpo, pero intentó consolarse con que, con su tío y su madre, todo estaría bien.

Contrastando con el calor del ambiente producto del fuego ardiente, el viento era gélido, y, sin embargo, contra sus pieles ardientes, apenas se sentía como un toque fresco y consolador.

Un rugido crudo y gutural seguido de un escalofriante aullido se oyó a lo lejos captando su atención, y dos frívolos y salvajes ojos amarillos conectaron con los cafés suyos haciéndolo chillar.

¡Mami! —gritó señalando detrás suyo.

Tae Sung se transformó y se colocó como barrera para protegerlos, aquel omega iba muy listo si pensaba que podría poner sus asquerosas garras encima de ellos.

Todo está bien cielo, nada va a pasarnos —aseguró sin mirar atrás, aunque eso le partía en mil pedazos su corazón.

Hacía años que había dejado de ser una delta como tal para convertirse en madre, y no iba a arrepentir nunca de esa decisión, desde su nacimiento Yoongi se convirtió en su prioridad número uno, aun si su lazo de unión le exigiera que diera media vuelta y regresara con su compañero.

Haneul corrió lejos, tan lejos como su cuerpo le permitió, alejándose del epicentro donde se libraba aquella pesadilla. Tan concentrada iba, que no notó donde estaba pisando cuando fue demasiado tarde. El sonido del metal cortando el aire resonó en medio del frívolo silencio. Su cuerpo cayó hacia adelante y aun así tuvo los reflejos suficientes para caer en una posición tal, que Yoongi no se viera afectado. El olor a sangre inundó el aire y su rojo escarlata tiñó la pálida nieve. Haneul fue capturada por una trampa puesta por los humanos.

Con su corazón bombeando con todo su poder, Haneul no se detuvo, la adrenalina que recorría su torrente sanguíneo le dio la fuerza necesaria para abrir su prisión de hierro y quitar su pierna ¿si dolía? No tenía idea, había tanta cosa junta arremolinándose en su cuerpo que era difícil para ella distinguir qué era cada cual.

Volvió a cargar a Yoongi y salió corriendo una vez más, no obstante, un aullido a sus espaldas le advirtió que ya los habían alcanzado. Haneul apretó sus dientes con tanta fuerza que pudo haberlos roto, debía espabilarse y encontrar una ruta de escape rápidamente o todo habría sido en vano. Finalmente, y presa del miedo, fue capaz de escuchar el sonido del agua cayendo por la cascada, si conseguía llevar al enemigo hasta allí, podría poner a salvo a Yoongi. Sintiendo el calor de su cachorro, imploró por piedad a los dioses, para que lo protegieran una vez ella se fuera de su lado, porque así sería y ella lo sabía.

Los cansados pasos de Haneul la llevaron hasta el acantilado, desde donde podía observar cómo rugía furiosa debido a la tormenta que se avecinaba, bajó a Yoongi y transformada en lobo comenzó a cavar como una loca sobre la tierra, necesitaba hacer un hueco profundo y grande para que Yoongi lo usara como nido para ocultarse.

Los omegas estaban cerca, podía escucharlos, debía darse prisa porque el tiempo se le estaba terminando. Una vez que consideró que el nido estaba bien en tamaño y profundidad, volvió a su forma humana para tomar por última vez a su pequeño cachorro.

Yoonie, tienes que prometerme que pase lo que pase, no te moverás de aquí —indicó dejándolo en medio del hueco—. ¿Sí cielo? Alguien va a venir por ti ¿de acuerdo?

Yoongi comenzó a llorar con toda su capacidad pulmonar, que su mamá le dejara solo en aquel lugar le causaba un tremendo pavor.

Cariño no llores, mami está aquí, mi Yoonie es un cachorro valiente que no tiene porqué llorar. Yoongi, los lobos valientes no lloran. —Lo arrulló como pudo con la fría lluvia cayendo sobre sus cuerpos.

Ella levantó su cabeza en alerta cuando los sintió a punto de llegar, se alejó del nido y lo cubrió con todo lo que encontró. Hojas y ramas que había aprendido que camuflaban el olor de los lobos, si colocaba las suficientes, nadie iba a notar la presencia de Yoongi en ese lugar.

Nunca lo olvides Yoongi, mami te ama cielo. —Fue lo último que el pequeño escuchó segundos antes de que su madre se transformara para enfrentarse al enemigo.

Desde su escondite, Yoongi fue testigo de cómo su madre luchó con valentía hasta su último aliento, llevando a los tres lobos enemigos junto a ella al acantilado que, debido a la fuerte tormenta y el peso de todos ellos, se desmoronó.

Quiso llorar, quiso gritar por su mamá e ir a rescatarla, pero a pesar de su corta edad sabía perfectamente que estaba metido allí por la única razón de que ella sacrificó su vida para salvar la suya. No podía salir y exponerse al peligro, no permitiría que su madre muriera en vano.

Con las lágrimas todavía cayendo por sus ojos, Yoongi se transmutó y se acurrucó en el nido a la espera de que, como había prometido su mamá, alguien fuera a buscarlo.

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