Capítulo 18



Frank


— ¿De verdad crees que ella estaba bien con lo de la adopción?

Era por lo menos la quinta vez que Gerard preguntaba lo mismo y Frank estaba comenzando a perder la paciencia. Pero en parte lo entendía. Sabía cómo funcionaba el mundo y había visto varias películas referentes al tema, que si bien no le daban una real experiencia, le brindaban un punto de vista más cercano a lo que ambos estaban pasando. Porque Gerard lo había invitado a formar parte... y ahora eran los dos. Y dentro de unas semanas, si Dios quería, serían tres.

— Claro que estaba bien. Ella misma te lo dijo. No estaba en sus planes ser madre tan pronto, pero tampoco quería quitarle la vida a esa criatura. Ella quiere darlo en adopción a una familia que le dé una buena vida... y le gustó que fuésemos nosotros los que haremos eso por su hijo.

— Será nuestro hijo, ¿Cierto? Ella... Dios mío. Me siento un idiota —suspiró Gerard, alzando ambas manos para cubrirse el rostro—. Llevo siglos deseando esto. He leído muchos libros y cosas en internet, he hablado con personas que han estado en ambos lados de la adopción y aun así tengo miedo.

— Es normal sentir miedo, Gee —susurró Frank. Y aunque estaba bastante seguro que esa pareja al otro lado del estacionamiento los estaban mirando cómo bichos raros, se acercó a Gerard y tomó sus manos para descubrirle el rostro, y luego de mirarle unos instantes a los ojos, besó sus labios. Gerard accedió al instante y sus manos fueron a abrazar la cintura de su amado.

Todo iba a estar bien.

— Es normal... todos los padres sienten miedo, ¿No? —sonrió Gerard. Y luego de besar sus labios una última vez se apartó para subirse a su vehículo. Pronto Frank hizo lo mismo y en silencio abandonaron el estacionamiento. El reloj marcaba ya las seis de la tarde y ambos estaban cansadísimos y muertos de hambre. Frank realmente deseaba ir pronto a su hogar para dormir algo, tomar una ducha y comer algo. Pero al parecer Gerard tenía otra idea.

— ¿Dónde vamos? —preguntó Frank mientras miraba por la ventana.

— Es una sorpresa... —respondió Gerard en tono juguetón. Y se relajó.

Gerard condujo por calles que nunca había visitado. Se trataba de unos de los barrios más exclusivos de la ciudad, bastante alejado de la zona que acostumbraba a visitar. Frank se sentía tan fuera de lugar con su vieja camiseta y sus jeans remendados que, aunque seguían en el auto, sintió vergüenza. Y al parecer su rostro lo delató porque en un semáforo Gerard aprovechó de acercarse a él y besar una de sus sienes, susurrándole que por favor se relajara, que estaba bien. Y él sólo asintió mientras lo veía seguir hasta la costa. Unos diez minutos después se detuvieron en el estacionamiento de un restaurant que conocía sólo por el nombre. Era una vieja cadena de restaurantes llamada Julliete's.

— Vaya —dijo Frank, abandonando el auto después de Gerard—. Creo que no traje dinero suficiente ni para la propina.

Gerard rió.

— Tú tranquilo, yo invito —le guiñó un ojo.

— Y tampoco traje ropa adecuada para comer en un lugar así... ¿No podíamos pasar a uno de esos bonitos restaurantes veganos? Ahí todos visten como yo.

— No me gusta mucho el sabor de sus comidas. Además es una ocasión especial. No podemos celebrar en un restaurante vegano, ¿No crees?

— Tú ganas... —suspiró, y se acercó a besar su mejilla antes de susurrar cerca de su oído—: Si el mesero me mira raro voy a golpear su cara, ¿Está bien?

Gerard volvió a reír y sacudiendo la cabeza accedió a sus palabras. Le ofreció una mano y Frank la tomó al instante y en ningún momento lo soltó. Frank estaba consciente de lo fuera de lugar que lucía ahí o de lo raro que se le podía hacer a la gente ver a dos hombres tomados de la mano. Y sabía lo sensible que era Gerard, que posiblemente él lo había notado antes, pero aun así seguía tomándole la mano y se sentía tan agradecido por ello.

— Es una bonita vista —dijo Frank una vez estuvieron solos en su mesa. Estaba en la terraza, y de cara a él había una hermosa vista del atardecer con Gerard de por medio—. Hermosa vista.

— Ay, voy a ruborizarme —Gerard rió entre dientes, meneando la cabeza lentamente. Una de sus manos se posó sobre la mesa, esperando la mano de Frank, y él se le quedó mirando unos instantes antes de tomarla y presionar los pálidos dedos de su amado—. ¿Sabes qué día es hoy?

— Creo que es viernes —respondió Frank—, ¿Por qué?

— No me refiero a eso, tonto —rió Gerard—. Por si no lo sabías hoy se cumplen siete meses desde que te vi por primera vez, cuando aparecí en tu casa y tú me cerraste la puerta en la cara. Siete meses...

— Disculpa por eso —Frank hizo una mueca—. Lo recuerdo... pero no sabía que había pasado tanto tiempo. Todo ha sido demasiado rápido... quiero decir, desde que apareciste mis días han sido un sueño y... estoy tan agradecido de tenerte en mi vida. Realmente contemplé el suicidio, ¿Sabes? Pero entonces tú... no lo sé, simplemente no podía irme a un mundo en el que tú no estabas.

Tragó pesadamente y se quedó mirando su rostro. Era tan fácil adivinar lo que sucedía en la cabeza de Gerard al mirar su rostro que sonrió con ternura sin escuchar ni una sola palabra. El amor que había entre los dos eran además algo tan mágico y fuerte que parecía haberse estado cosechando desde hace muchísimo antes. Siete meses parecía ser poco tiempo, pero al parecer era perfecto.

El mismo mesero que los había conducido a la mesa y les había tomado la orden interrumpió con la botella de vino y las dos copas, y un par de minutos después volvió con los platos. Gerard había pedido un plato con nombre italiano que Frank no sabía qué era y no sabía cómo pronunciar y por temor a quedar en vergüenza pidiendo algo más se arriesgó a pedir lo mismo que él. Para su suerte era sólo una pasta con un agregado que sabía realmente bien, pero no era la gran cosa. Él mismo podría haberlo preparado con unos cinco dólares en casa, pero no quería arruinar la cita. Porque luego de haberlo estudiado era precisamente eso; una cita.

— Quiero... —comenzó Gerard, tomando la botella ya descorchada para servir la copa de Frank, y luego de servir la propia agregó— hacer un brindis porque pronto seremos padres y porque nuestro amor se fortalece cada día más y porque...

Frank se le quedó mirando embelesado y por instantes ambos compartieron esa misma mirada. Totalmente idiotizados por el otro, con la copa en alto y una infinidad de palabras preparadas para salir. Pero no dijo nada más, no sabía qué decir... o posiblemente no tenía nada elocuente que agregar.

— Por nuestros siete meses —dijo Frank, esbozando una amplia sonrisa.

— Por nuestros siete meses —repitió Gerard, y bebió un largo sorbo de su copa.

La cena se hizo cada vez más cómoda para Frank y para cuando se fueron incluso se despidió del mesero. No estaba ebrio, es sólo que sus mejillas estaban algo coloradas y su caminar se había comenzado a balancear un poco. Nada de otro mundo. Pero Gerard estaba en similares circunstancias, y en cuanto éste se subió al asiento del conductor Frank se quejó.

— ¿Qué pasa? —dijo Gerard.

— No quiero que conduzcas estando ebrio, es peligroso.

— Amor, sólo bebí un poco. Además así manejo mejor.

— No, Gerard...

— Ya vamos, está haciendo frío.

— Dije que no, Gerard. El otro conductor estaba ebrio. No quiero que tengamos un accidente y que por eso perdamos la oportunidad de ser padres. No quiero quitarle a alguien más la oportunidad de convertirse en padre. Tomaremos un taxi.

— Pero...

— Taxi.

Frank se cruzó de brazos y su mueca cambió sólo cuando lo vio quitar la llave y cerrar la puerta. Era cierto que estaba comenzando a hacer frío y que era difícil encontrar un taxi ahí, pero correrían el riesgo de un resfrío. Llevaba muchísimo tiempo sin pensar en el accidente y cada vez que lo hacía una congoja terrible se posaba en su pecho. Tardaría años en superarlo, pero Gerard estaba con él y así todo parecía ser más llevadero.

— Lo lamento —susurró Gerard, acercándose a abrazarlo y besando sobre su frente—. La verdad es que sí estoy un poco ebrio.

Frank le soltó un golpe en el brazo y de la mano caminaron hacia la calle. Para su sorpresa no tardaron mucho en encontrar un taxi y aprovechando que Gerard estaba como adormilado, dijo su propia dirección. Había algo que quería hacer ahí.

Eran cerca de las nueve de la noche cuando el vehículo estacionó fuera de su hogar y sólo entonces Gerard abrió los ojos. Se sorprendió visiblemente cuando vio que no estaban en su casa, pero Frank fue más rápido y lo invitó a entrar. Seguía luciendo como la primera vez que Gerard fue... no parecía un hogar como la casa de Gerard, más bien lucía como el refugio de un deprimido y solitario hombrecito, que era en lo que se había convertido tras la partida de Jamia.

— Frankie... —susurró Gerard tomando asiento en el más bajo de los escalones. Frank estaba apoyado en la desnuda pared junto a la misma, mirando con nostalgia cada rincón de su hogar—, yo... he estado pensando y creo que es realmente tonto que estés yendo y viniendo todo el tiempo, ¿Sabes? En casa... ahí es donde vivirá nuestro bebé y él o ella necesitará que sus dos padres estén ahí y yo... y yo necesito que estés ahí y... realmente me gustaría que te mudaras conmigo.

Frank se le quedó mirando. Había pensado que le diría algo así, a decir verdad hace mucho pensó que le diría algo así pero él mismo no tenía prisa. En cierta medida se había acostumbrado a la soledad de su hogar y aunque eso significara estar lejos de Gerard no sufría, al menos no tanto. Pero también sabía que cada vez que estaba solo recordaba a Jamia, los recuerdos eran tan vívidos que frecuentemente terminaba llorando sobre su almohada. Y no podía seguir así, tenía que dejarla ir, tenía que seguir adelante y vivir su vida... y realmente tenía que seguir jugando con ese anillo de compromiso cada vez que lloraba por ella. A decir verdad, ese anillo tenía que encontrar un nuevo dueño, y sabía perfectamente quién podía ser.

En total silencio abandonó su lugar y fue hasta donde estaba su cama, rebuscó al interior del bolsillo de una chaqueta tirada sobre la misma y entonces lo encontró. Era pequeño, brillante y hermoso. Con él abrazado al interior de su mano regresó hasta donde estaba Gerard y cayó de rodillas frente a él, se quedó mirándole a los ojos hasta que la primera interrogante verbal llegó a él, más no dijo nada. Uno o dos minutos después decidió hablar, esta vez enseñándole el anillo y viendo como los ojos de Gerard se humedecían.

— Yo... realmente siento que mi corazón te pertenece, estoy tan irremediablemente enamorado de ti y aunque hace tiempo me prometí que jamás volvería a ver la luz en alguien más, no pude evitar ver la luz que hay en ti. Eres un ser maravilloso, me enamoré de ti en cuanto te vi en esa cama de hospital... desearía poder darte el mundo entero, pero por ahora te daré este anillo como promesa de nuestro amor. Quiero que te cases conmigo, Gerard. ¿Quieres?

— Claro que quiero... me casaré contigo —respondió Gerard mientras asentía nerviosamente con sus ojos inundados en lágrimas de emoción.

Frank se acercó más a él y tomó su mano izquierda para deslizar el anillo en su dedo anular. Por el rabillo del ojo le vio contener un suspiro, y cuando terminó con el anillo volvió a mirarle a la cara. Se alzó para alcanzar sus labios y le dio un suave beso que selló para siempre la promesa de su amor.





NOTA: Yup, este es el final. Yo sé que esperaban (porque me lo dijeron) algo super sad y muerte y destrucción pero no quise darle un final así a esta historia... este fue el resultado. Dentro de poco subiré un epílogo cortito siguiendo la línea de la historia. 

Muchas gracias por seguir leyendo esto a pesar de las enormes pausas que me di. De hecho, mientras escribía, descubrí que efectivamente pasaron siete meses desde éste y el capítulo en que G fue a casa de Frank (el capítulo 10) y fue súper místico. 

Y eso. De verdad tengo que volver a darles las gracias porque ustedes leen cada cosa que escribo y eso es un apoyo súper enorme y no saben cuanto lo valoro. Si termino las historias que pausé es sólo por ustedes. 

Besos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top