DIEZ


La luz del pasillo iluminó el cuarto oscuro cuando la puerta fue abierta, como tantas veces lo había hecho. Pero esta vez, estaba vacío.

Camino, dejándose caer en la cama boca abajo, haciendo que rechinara. Ni si quiera se había molestado en encender la luz. Tras unos segundos escondido entre las sábanas, inmóvil como cadáver, giro a ver el cuarto. Está vacío.

Todo se siente tan irreal. Está en la cama, aún esperando. Recordando y esperando otra vez algún comentario respecto a su tétrico silencio e inherte cuerpo. Pero no escucha nada. Deidara no está en su mesa trabajando como siempre. No se levantará de su silla para sentarse junto a él y que él pueda acomodarse entre sus piernas.

Siente que su pecho arde y se aprieta. Sus ojos están secos y ante el sentimiento de no poder llorar, se muerde los labios hasta que algo de sangre escurre por ellos, pero es rápidamente regenerado, así que es inútil.

Su cabeza da vueltas, sintiendo que no puede dejar de pensar en todo y a la vez en nada. Sintiendo que una vez más le cuesta respirar, toma asiento en la orilla de la cama, pensando que es la opresión sobre su pecho qué hace la cama lo que le impide respirar. Pero al sentarse, esa opresión sigue ahí.

Puede sentir el aroma de él en el cuarto. Duele. Desearía poder acercarse a él, verlo trabajar y encimarse en sus hombros como solía.

La luz de la luna y del pasillo colandose por la ventana y la puerta respectivamente le permiten ver la habitación con más claridad. Todo está tal cual la había dejado la última vez que estuvo ahí, la última vez qué estuvo con vida.

El sentimiento de vacío arremolinandose en su estómago y las increíbles ganas de sentirlo cerca otra vez hacen que se levante de la cama solo para poder ver más de cerca todas las cosas que el rubio solía tener en su cuarto. Todos esos pequeños detalles que hacían que ese fuera su espacio. Todos esos detalles en los que él no se fijó nunca hasta ahora, consciente de que jamás volvería a ese lugar.

Después de una semana, por fin se había atrevido a entrar y solo era para una cosa. Quería memorizar cada detalle, quería inmortalizar todo lo que su pequeño artista había tenido y había sido antes de despedirlo como bien sabe él quería: Explotandolo todo.

Todo lo bello tiene que ser efímero.

Al llegar a la mesa de trabajo la encuentra sucia como siempre, el polvo aún no se ha acumulado en ella, pero hay rastros de la arcilla y herramientas esparcidas. El brillo rojo de sus ojos viaja por la oscuridad recorriendo cada detalle, cada mancha en la mesa.

De pronto, sus ojos topan con algo que Deidara nunca antes le había mostrado y la curiosidad se apodera de él. En una esquina de la mesa se encuentra un pequeño bulto. Hay algo envuelto en una tela blanca de satin, al tocarla resbala fácilmente por la superficie del objeto que envuelve, dejándolo a la vista.

Sus ojos se abren con sorpresa. Una máscara, igual a la que él usa, con el orificio tal cual la suya lo tiene, con la diferencia de que no tiene el relieve en espiral que usa ni está pintada todavía. No está terminada. Cuando cae en cuenta de qué significa, sus ojos se aguadan otra vez.

Deidara le estaba haciendo un regalo.

*⁠。

Solo necesita hacer el otro agujero para su propia visión. El patrón de su ojo plasmado en la máscara era evidente. Entre sus manos sostenía la máscara; ahora con un espiral dibujado, pues, a diferencia de su senpai, él no sabe esculpir.

Para cuándo Deidara volvió a observar a Obito, éste ya era el jinchuriki del juubi. Aún pudiendo escuchar sus pensamientos.

"Rin, Senpai, ¿Pueden verme? Esto es por ustedes."

Deidara no puede evitar sentir sus ojos humedecerse y algunas lágrimas correr por sus mejillas y eso lo hace enojar. Mira a Obito, deseando que se rinda, pidiendo que se detenga. Solo quiere que acabe con la maldita guerra de una vez.

De pronto, todo cesó. Otra vez puede ver sus mentes. Están en un espacio blanco, un lugar en medio de esos dos mundo. No están en el mundo espíritual, pero tampoco en el mortal. Así que la frustración se hace presente cuando sabe que por más que intente hablarle no podrá escuchar.

Naruto está tratando de convencerlo y Deidara lo regaña internamente por ser tan necio. Cuando se da cuenta de que puede intentar tocarlo otra vez. Así que lo toma de la mano en un intento desesperado por separarlo del juubi, sintiendo una descarga de alegría al ver que sus manos se encuentran.

- ¿Rin? - Pregunta internamente el azabache y Deidara, escuchando sus pensamientos y con una punzada de ofensa, aprieta su agarre -. No, Senpai -. Afirma, sorprendido y Deidara asiente con victoria -. ¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué quiere que pare?... ¿Esto es lo que quiere?

Obito trata de retroceder la mano, necio en traerlo de vuelta. Deidara frunce el seño de nuevo. Le dió tiempo de reaccionar y decidió no hacerlo, así que aprieta su mano y tira de él para entrelazarlo con Naruto, entregándole los bijus.

。⁠*

Obito cayó, Madara lo hirió. Zetsu negro se había apoderado de la mitad de su cuerpo. Deidara intento detenerlo, pero esto es la realidad, ya no estan en el mundo de los espíritus, ya no puede protegerlo, ya no puede tocarlo.

Cuando el azabache empieza a moverse en contra de su voluntad, escucha el intercambio de pensamientos entre él y zetsu negro.

- Este sentimiento... Pierdo el control ¡¿Fuiste tú? Siempre fuiste tú!

Zetsu negro se burló y Dei apretó los puños con enojo e impotencia.

Cuando la niña Sakura se quedó inmóvil, Madara se hizo de las suyas con el estúpido rinnegan. A Obito casi lo matan, otra vez, y Deidara no puede más que maldecir internamente.

Pues resulta que Zetsu fue quién estuvo detrás de todo. Más cabreado no podría estar, pensando en lo inútil que era haber muerto solo para que una marciana o diosa, o sea lo que sea, reviviera para hacer todo esto.
Estaba mareado de tantos cambio dimensionales que la tipa había hecho.

La gravedad pesa y los obliga a mantenerse en su lugar. Pero esto no afecta a Deidara ni a Rin, que observan de cerca todo. Cuando Rin nota que pueden tocar a las personas aquí ambos están confundidos, pero asumen que es por el cambio de dimensiones.

Kaguya y ellos siguen hablando cuando ella lanza un ataque y ambos corren a hacer de escudo humano. Ninguno de los dos alcanzaría a llegar pero Rin intervino, los tomó de las manos y los ayudo a llegar. Obito lo sabe y le agradece internamente, esperando encontrarla del otro lado y poder hablar con ella.

- Ni si quiera lo intentes, morirá como la escoria que es - Dijo Zetsu a Naruto, recordándolo a Obito todos sus fracasos, todo su dolor.

Sabiendo que es verdad y con dolor en su corazón, se resigna, con la única esperanza de encontrar a sus amores más grandes y pedir perdón. - Tienes razón. Es tal y como dices, merezco morir por mis crímenes.

Cuando han vuelto a cambiar de dimensión, Obito le da las gracias a Naruto por intentarlo, con una sonrisa tranquila, empieza a hablar.

Esas palabras que quedarán grabadas a fuego en sus corazones. Arrepentido de acabar así, pero alegre de poder al fin redimirse.

- [...] No puedo dejar de hablar, quizá por qué es la hora de mi muerte. - Dice riendo un poco.

"Sé que esté es el fin, cometí muchos pecados, no merezco misericordia ni perdón, soy indigno de ti, y aun así, espero verte en otra vida."

Miles de cosas abordan su mente. Rin, ser Hokage, la aldea, sus sueños, todos esos anhelos pasados. Se siente un idiota. Incluso ahora, en su lecho de muerte, aún sigue pensando en él. A Obito le pareció ver la figura fantasmal de Deidara y Rin, observando, llorando por qué está a punto de morir y se pregunta si realmente están ahí o está alucinando. Un atisbo de esperanza asoma su corazón.

Todo está oscuro, está solo. Se empieza a preguntar si podrá verlos y se lamenta pensando que no. Es el precio por sus pecados, aún así, le habría gustado despedirse.

Abre los ojos de golpe, asustado, como si fuese todo una pesadilla. Frente a él de cuclillas, está Rin, con una gran sonrisa.

- Rin...

- Te estaba esperando.

- ¿Si? Lamento haberte hecho esperar. - Dijo mientras voltea ligeramente la vista. Está avergonzado.

- Parece que te perdiste en el camino.

- Si - Dice pausadamente -. Pasaron muchas cosas.

Ella extendió su mano, ofreciéndosela.
Pensaba en tantas cosas a la vez.

- Rin, la promesa que te hice... - Ella sacudió la cabeza con desaprobación, interrumpiendo sin quitar su sonrisa. Él seguía sin poder verla a los ojos.

- Te esforzaste mucho. - Dijo tomando su mano. - Te estuve observando todo este tiempo. - Obito empieza a llorar. - ¿Vamos?

Todo cae tan rápido, como agua helada. Y ante la idea de irse sin poder verlo, llora aún más.

Deidara solo mira desde lejos. Estando en el mundo de los espíritus no puede leer sus pensamientos y la ansiedad de esperar lo carcome. Lo vió llorar y sintió su corazón apretujarse. Resistió las ganas de correr a él, esperando a que Rin lo consolara. Aún no era su turno.

- Lo siento, debo verme patético.

- Parece que ya te sientes más tranquilo - Dijo mientras ambos se ponían de pie. -. Vamos, Obito.

- Rin, ¿Podría esperar un poco más? - Ella lo mira confundida. -. Mientras esté en éste mundo puedo ayudar un poco. Me gustaría hacerlo. Aunque sea indirectamente.

- Serás... ¿Y ahora a quién quieres ayudar?

- A Kakashi, por fin estamos solos. Si viene ahora, todo se arruinará - ¡Idiota, ¿Y yo que?! Piensa Dei, molestó. Está escuchando desde lejos. -. Además, me molesta verlo impotente, como un espantapájaros en un campo.

Rin se rió. - A pesar de todo, son buenos amigos.

- No es eso - Decía cruzándose de brazos y frunciendo el seño. -. Somos como el agua y el aceite.

- ¿Y estás listo para ir?

- Si. El chakra une los dos mundos. Iré a ver a Kakashi.

- Te esperaré aquí.

- Lo siento Rin, regresaré enseguida.

Apenas Obito se ha ido, el rubio corre hacia Rin, sintiéndose algo molesto. Sentirse pequeño incluso con la chica no le ayudaba en lo absoluto. Su versión de niño salía con ella.

- ¿Y ahora que hizo?

- Fue a ayudar a Kakashi - Dei se cruza de brazos, molesto. Rin se ríe un poco por el parecido y por su pequeña rabieta de celos -. Tranquilo, ya regresa. -. Ella le sonríe y el rubio se sonroja un poco. Cierra los ojos y suspira. - ¡Mira, ahí viene, escondete!

El rubio se escondió detrás de ella, pensando en lo mucho que le molestaba que ni si quiera la rebasaba.

- Volví, Rin, te dije que no tardaría tanto.

Ella se volvió a reír y luego empezó a reírse a carcajadas, haciendo que Obito la mirara confundido y le preguntara que ocurría. Imprevistamente, ella se aparta, revelando al chico detrás de ella, quien se quejó un poco ante la sorpresa.

Dei miró al azabache frente a él. Ahora ambos eran adultos. Obito no podía contener el asombro en sus facciones y Deidara solo infló los cachetes haciendo un puchero.

- Hola, Idiota, hmn. - Al escucharlo hablar sintió que el aire se escapó de sus pulmones, realmente era él.

Al final si podrían hablar. Tras recuperarse unos segundos se lanzó inmediatamente a él, abrazándolo, llorando. - ¡Deidara!

El mencionado Correspondió lentamente al abrazo. Cuando se separaron, el azabache se limpió las lágrimas mientras hablaba, sonriente.

- Senpai, no sabe cuánto lo extrañe. ¿Qué está haciendo aquí? Creí que jamás lo volvería a ver.

- ¿Cómo que qué hago aquí? ¡Te prometí estar a tu lado! ¿Lo olvidas?

Obito no cabía en su propia felicidad- Rin, te presento a..

- Deidara, lo sé. Recuerda que te estuve viendo.

Aún en su euforia, algo lo sobresaltó. Asomando también a Rin. Pues acababa de recibir un golpe en el estómago.

- ¿P-por qué? - Dijo mientras se doblaba sobre su estómago.

- ¡Esto es por matar a Konan, por iniciar una guerra y por ocultarme que eras un Uchiha!

- Rin - Busca consuelo Obito en un chillido, volteando a ver a la chica quién se cruzaba de brazos y meneaba la cabeza.

- Lo siento, Obito. Te lo merecías.

- Solo que Rin es demasiado dulce para hacerlo por su cuenta, hmn. - Añade el rubio.

- ¡Pero, Senpai..! - Volvió a chillar.

- Creo que tienen asuntos que arreglar, ¿les parece si los espero del otro lado?

- No, quédate. - Pidió Deidara, recibiendo una mirada confundida de Obito.

- Creí que hablaríamos a solas - Hizo una pausa y prosiguió, agachando la cabeza con vergüenza, sabiendo que tenía que hablar. -. Lo siento, Deidara.

Escucharlo decir su nombre así lo hizo estremecerse. - No debes disculparte.

- Pero fue mi culpa que tú - Lo interrumpe.

- ¡No! Eso fue mi decisión. Lamento haberte dejado solo, aunque dije que no lo haría.

- No era mi intención hacerte pasar por todo esto. Zetsu y Madara me manipularon como yo a ti. Y eso me hace peor que la escoria, lo siento.

- Ya te dije que dejes de disculparte, no fue tu culpa.

Obito resiste las ganas de pedir perdón otra vez y ríe, nervioso, al ver la mala cara de Deidara sabiendo que está a punto de volver a disculparse.

Tras unos segundos de silencio, en el que ninguno de los dos sabe que decir, Rin decide ayudarlos.

- ¡Vamos! No sean tímidos por que estoy yo aquí. ¡Besense; No por nada los reuní!

Ambos chicos se pusieron colorados y Obito miro a la castaña, sorprendido. - ¿Qué?

Ella se encogió de hombros, divertida. - Estabas tocando fondo. No creas que todo fue coincidencia. Estaba decidida a ayudarte cuando me fijé de algo que apareció años después de mi muerte. Al principio no lo tenías pero cuando apareció no le dio importancia. Después tocaste fondo y me puse manos a la obra.

Ambos la miraron confundidos, más de lo que ya estaban pues no entendieron su diálogo. Ella les hizo una seña y ambos alzaron la mano para poder verse al mismo tiempo, sorprendiendose ligeramente, pues con un delicado nudo, de su meñique, pendía un hilo rojo, conectándolos.

La chica se acercó a su amigo y le dio un ligero empujón hacia el rubio, el cual se había quedado estático, Obito tomó aire, y casi como si de una poción de valor se hubiese tratado, habló frenéticamente.

- Perdón por todo lo que pasó, soy un idiota, lo sé, no te merezco. Te debo explicaciones y sé que debemos hablar, sé que estamos muertos y mis palabras no vale nada y que necesito un milagro para que el cielo me permita tenerte, pero aún así, con todos mis errores, yo, el ser menos indicado para ti, que he vivido toda mi vida en la oscuridad, sobre el filo de un cuchillo, me enamoré de ti, te amo Deidara. - Dijo, agarrando aire otra vez.

La chica estaba a punto de llorar de la emoción. Obito apartó la vista, apenado y con la cara roja. El rubio salió del shock inicial y se puso rápidamente de puntillas, rodeándolo por el cuello le besó, sobresaltandolo un poco, terminó por corresponder. Quién diría que su primer beso sería ya estando muertos. Una vez se separaron, se abrazaron, riendo.

- Déjame amarte.

- Yo también te amo, Obito Uchiha.

La chica aplaudió y ellos la voltearon a ver, sonriendo.

- Gracias Rin, esto es gracias a ti - Dijo abrazando más fuerte al rubio. Ella sonrió. Se separaron y miraron a su alrededor, tomando de la mano.

- ¿Y ahora qué? - Dijo Dei.

- Ahora tenemos la eternidad, ¿qué quieres hacer?

- Tengo asuntos pendientes.

- Todos los tenemos, de no ser así, no estaríamos aquí - Añadió ella.

- Entonces observemos hasta que lleguen los demás.

- Espero poder verlos en la otra vida - Pidió, juntando sus manos y sonriendo como ella siempre supo hacerlo.

- Nos verás igual que ahora, juntos. - Concluyó, abrazando fuertemente al rubio para después robarle un beso. Provocando unas pequeñas risillas en todos.

"En la eternidad los dos unieron sus almas para darle vida a esta triste canción de amor"

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