𝑉𝐼
Hace un mes que vivo en Corea. Aún no he podido instalarme, estoy viviendo en un departamento que Leti me está pagando, me siento totalmente inútil y me arrepiento tanto de haber venido.
Nada parece mejorar, cada día es más complicado. Volví a trabajar con fotografía y con eso saco algo para vivir, pero no siempre hay trabajo, más aún en un país totalmente desconocido.
Siento el timbre sonar, sabía que Leti iba a visitarme. Estaba decidida a decirle que me ayudara a volver a Buenos Aires, pero siquiera me dejo hablar.
- ¡Te tengo buenas noticias! - Me grito con una sonrisa que llegaba incluso a asustar.
- ¿De verdad? - Pregunté con sarcasmo. - Vengo escuchando eso hace mucho Leticia.
-No seas pesimista. - Me regaño mientras entraba al hall del edificio.
-No soy pesimista, soy realista y mi realidad está muy lejos de ser una buena noticia.
-Ay, ya. Déjate de amarguras. Ven, vamos. - Entrelazó nuestros brazos. - Invitaba una taza de té.
Estaba con cierta curiosidad, si es cierto que siempre la oía diciendo que había buenas noticias, pero no siempre eran del todo buenas o que me sacaran de la situación en la que me encontraba. Pero esta vez, su expresión era realmente alegre, no como esas veces que venía con una alegría que ella misma trataba de convencerse, esta vez se veía genuina. Por eso la dejé hablar.
-Hable con mi jefa. - Me comentó en lo que le depositaba la taza de té frente a ella, sobre la mesa.
-Ah sí, ¿Y esta vez que te dijo? - Estaba realmente escéptica.
-Me dijo que, debido a la urgencia, decidieron darte el puesto de enfermería.
Ese escepticismo propio de mí, sobre todo en mis días en Corea, se esfumaron con esa simple oración. Se dibujó una sonrisa en mi rostro y miles de pensamientos sobre comprarle juguetes, libros y ropa a Federico venían a mí, poder alimentarlo bien y sentirme realmente útil y un ejemplo para mi hijo.
>>Empiezas el lunes. - Continuó. - Cuando vayas te dirán el reglamento, tus responsabilidades, tu vestimenta, horarios y obviamente el contrato con sus beneficios y el suelo exacto. Que créeme, no es poco.
No supe que responder, mas abrace a mi amiga en ese momento. Esperaba hace tanto tiempo eso, sabía que todo iba a mejorar. Debía mejorar.
LUNES
-Este no es un trabajo simple, espero que prestes atención a tus compañeras. No tienes experiencia, te dimos el trabajo porque Dios les da una oportunidad a todos, pero al tercer error que cometas serás despedida. ¿Quedó claro?
-Sí, señora. - Respondí como si estuviese en el mismísimo ejercito coreano.
-Bien, ahora ve y vístete. Tu primera tarea será limpiar la capilla, con mucho respeto jovencita.
-Sí, no se preocupe quedara muy bien.
Luego de un par de recomendaciones que sonaban más a ordenes o amenazas, salí de esa tétrica oficina, realmente no entendí el fanatismo religioso de esa mujer.
Me dieron el famoso traje que usaría mientras trabajo, si había dicho que esa oficina era tétrica, no podría utilizar otra palabra para definir el uniforme. Me sentía en una película de terror, en cualquier momento ingresa un psicópata y nos asesina a todos.
Saqué esos pensamientos oscuros de mi mente y me dirigí hacia la famosa capilla de la mansión Waller. Susodicho edificio se encontraba en una zona apartada, casi entre los bosques de la mansión. Me costó hallarla, pero finalmente, apareció como una suerte de fantasma entre los árboles. No podía creer que me mandaba a limpiar aquel lugar.
El edificio era antiquísimo, incluso su fachada se encontrada tan arruinada que asemejaba al hierro cuando se oxida. La parte superior de su parte frontal era escalonada. En su parte superior tenía una terminación ovalada con una cruz, en el centro de la pared se encontraba un tragaluz en forma de flor o eso parecía ser y por encima una metopa de algún santo que no llegue a reconocer por su mal estado. A mi izquierda había una única torre de dos pisos, cada uno con unas enormes campanas grises, casi negras. La entrada era un arco de medio punto y a sus lados se encontraban dos relieves.
Ingresé con duda, por mi mente pasaban miles de pensamientos negativos sobre que me esperaba allí dentro. NO HABÍA LUZ, no había una misera luz.
-A tu izquierda hay una salamandra, junto a esta un pedazo de madera, utilizada para prender los faroles a ambos lados.
Esa voz masculina en medio de la oscuridad me heló la sangre y pensamientos absurdos como "Es Dios" se me vinieron a la mente. Mientras pensaba estas incoherencias acaté sus órdenes. Cuando finalicé de encender el farol a mi derecha y volteé, me encontré frente a frente con el dueño de aquella voz. Me sobresalte, claramente, comencé a temblar como chihuahua. Me miraba serio, analizándome, pero con un matiz de enojo. Esto no estaba bien.
-¿Quién eres tú? - Volvió a emitir un sonido.
-Mi nombre es Venecia. - Respondí como si siguiera pensando que fuese la manifestación de Dios. Bueno cabe recalcar que el muchacho frente a mi podría ser confundido con un Dios, era realmente bello, intimidante pero bello.
-Nunca te había visto. - Me respondió en lo que me observaba de arriba hacia abajo.
-Soy nueva, comencé hoy.
-Oh ya veo, bueno, debo presentarme con la persona que trabajara para mí. Un gusto, soy Jeon Jungkook, el dueño de todo esto. - Abriendo sus brazos ante la última declaración.
¿Realmente? Pensé enojada. ¿Siempre iba a trabajar con niños de papá jodidamente atractivos?
>>¿No vas a decir nada?- Continuó al darse cuenta que no reaccionaba.
-Oh, sí perdón. Muchas gracias por la oportunidad.
-No, de nada. Ahora dime Venecia ¿Qué te trae por aquí? - Preguntó en lo que volteaba y se encaminaba por la nave central del edificio, llegue a observar algunos de los asientos de madera oscuro, algunos podridos. Del suelo emanaba un fuerte aroma a humedad, incluso se podía ver moho. Sigo preguntándome ¿Por qué me enviaron aquí? Aunque ahora la interrogante era ¿Qué hacia Jeon aquí?
-Me enviaron a...limpiar. - Respondí con duda, pues para limpiar esto debería reconstruirlo. Jeon comenzó a reírse, el eco de la infraestructura hizo que me estremeciera por la potencia con la que se oía.
-Se nota que eres nueva. La capilla nueva está del otro lado, junto al edificio de los...de los...
-¿De los?
-De los pacientes más complicados.
-Oh ya veo. - Me mordí el labio inferior esperando que no saliera de mi aquella duda que me rondaba la cabeza.
Me miro sonriente.
-¿Quieres saber verdad? - Estaba tan cerca que pude sentir aire cálido salir de su boca.
-¿Cómo?- No me sale hacerme la desentendida, claramente.
-Me gusta venir aquí. Me recuerda a una capilla de mi ciudad natal. Además, me gusta la oscuridad. Siempre tengo la ilusión de que uno de esos enfermos ingresé y me asesiné. Sería una muerte épica, asesinado en una iglesia abandonada a los pies de Cristo.
¡Corre! Me grito mi subconsciente, pero mis pies no se movieron, parecían pegados allí; como si otra parte de mi quisiera seguir escuchando esos comentarios de ultratumba que expresaba este Dios frente a mí. Joder, sí que era un Dios, o quizás un ángel, pero...Lucifer era un ángel. ¿Y si este ángel, realmente es el mismísimo demonio?
>> ¡Es broma! -Exclamó, dándome un pequeño empujón en el hombro. - No, realmente me gusta venir aquí me conecto más conmigo mismo en el silencio. Descubrí este lugar hace relativamente poco y aún hay mucho por descubrir. De hecho...- Hizo una pausa para pensar. - Ven, te mostrare algo. - Me tomo de la muñeca y me jaló hacia el altar de madera, que crujió al colocarnos sobre él. Y en un pequeño rincón, casi imperceptible, se hallaba una puerta de arco de medio punto que guiaba quien sabe a dónde. La abre.
Al entrar me encuentro con una enorme habitación en ruinas, el papel tapiz, que habrá sido bellísimo y lujoso en su momento ahora eran simples trozos. No había más que una ventana justo frente a mí. Ocupando el centro de la habitación una cama de una plaza y media. Era de una madera dura, incluso moverla hubiese requerido de más de una persona, decoraban la cabecera una serie de relieves florales y aún conservaba todo el juego de sabanas.
Del otro lado de la habitación, en una esquina se encontraba un piano de cola junto a un pequeño banco victoriano con brocado color salmón, sucio por su puesto. Y junto a este un hogar de mármol tallado y en su interior revestido con cerámicas rojas. Sobre este un reloj de salón en perfectas condiciones, ignorando el polvo. En la otra esquina un mueble tocador de madera clara con manijas doradas, con algunos juguetes de niño por encima y una puerta cerrada a su lado.
>> ¿Quién crees que habitó aquí?
Habló mi nuevo jefe justo cuando estaba por abrir la caja de música que se encontraba sobre el hogar.
-Quizás un sacerdote. - Respondí sin importancia.
-No lo creo...- Hablo observando por la ventana. Me acercó a él para ver aquello que le estaba llamando la atención, pero no veo más que bosque. Estaba concentrada buscando el origen de su incredulidad cuando siento su mirada sobre mí; levantó la vista y lo encuentro sonriente.
- ¿Qué sucede?
-No hay nada allí, solo observaba. - Se había dado cuenta de mi accionar. - Lo digo porque hay unos libros allí. - Señalando un armario empotrada del lado izquierdo de la cama, del que no me había percatado. - Que dudo mucho que un sacerdote leyera. Habla sobre ciencia, la inexistencia de un Dios, y...- Se acercó hacia ese armario con gran entusiasmo. - Esto. - Sacando una carpeta con varios documentos. - Es un libro, aquí vivía un escritor. - Exclamó con emoción. - No soy bueno en inglés, pero creo que habla sobre una prostituta europea.
- De acuerdo, creo que debería dejar eso en su lugar y yo regresar a mi trabajo.
- ¿Me estás diciendo que no te intriga saber quién fue el escritor o en que estaba trabajando?, o lo más importante, ¿Qué le sucedió?
-No.- Mentí, pues me estaba asustando su entusiasmo. - Seguro falleció en el incendio. Ahora, si me lo permite debo regresar a mi labor. - Y me dirige a aquella puerta por la que ingrese.
-Nada de esto esta incendiado.
Fue lo último que escuche de él, no tanto dirigido a mí, sino más bien lo consideraría un pensamiento en voz alta.
Salgo caminando a gran velocidad hacia mi destino, en el que debería haber estado hace más de media hora. Volteo para intentar ver a mi jefe tras de mí y al no verlo siento un escalofrío. ¿Y si vi un fantasma? Pensé, pensamiento que se ve interrumpido al chocar con Choi Je Yun, la directora. Su rostro mostraba un claro descontento.
-¿Dónde andaba señorita?
-En la capilla.
-Miente, si acabo de venir de allí.
-Es que me confundí de capilla.
-No se confundió de capilla, solo me siguió a mí. - Escucho la voz de mi jefe tras de mí y sentí un doble alivio, uno porque era real y no estaba loca y segundo porque era el dueño de todo esto he iba a defenderme. - Al parecer soy demasiado atractivo, la lujuria la llamo hacia mí. - Digo esto último con un tono alarmante, que yo sabía, era falso. Volteo para observarlo al rostro y podía observar en su mirada diversión por la situación angustiante que me estaba haciendo vivir.
-Vaya, lujuriosa. - Escucho otra tercera voz, esta vez, femenina. Volteo y me encuentro con una chica que rondaba mi edad y vestía un largo vestido de cuello peter pan y pequeñas de flores acompañado de unas zapatillas blancas de enfermera.
-Yo no creo que sea tan así, hija. Estamos hablando de Jungkook, puede estar mintiéndonos y eso amerita un castigo. Hable señorita. - Me invitó a explicarme, pero fui interrumpida por la chica.
-No madre, yo le creo a Jungkook. El mostró grandes avances en estos días. De hecho, esta mucho tiempo conmigo en la capilla o leyendo la biblia.
Vuelvo a voltear hacia Jungkook y lo encuentro mirándola, de la misma forma que a mi hace no mucho rato. Ahí comprendí.
-¿Avances? ¿No es el jefe?
Esa última pregunta fue mi humillación total, las carcajadas de ambas mujeres siguen resonando en mi cabeza. Fui una verdadera estúpida y tuve mi primer error. 1/3 anote en mi agenda inconscientemente mientras tomaba una taza de té para calmar mis nervios de aquel primer día. Suspiré con la mirada perdida en algún punto de mi departamento y pensé, debo cuidarme de esos dos, en especial de Jeon Jungkook.
Volví hacia mi agenda. Odio a Jungkook fue lo último que escribí para finalmente cerrarla.
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