Fragmento II
Disfruten la lectura.
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¿Y si entre sus brazos no había luna?
Quién habría de iluminarle la noche hasta el bendito amanecer.
Quién le rondaría silencioso, al pasar las horas tan lentas del día tedioso.
¿Y si entre sus brazos entonces no había amor?
Y sí, entonces... quizá, y solo quizá entonces no había nada que llenase su impulsivo corazón. Aquél minúsculo lugar, ese espacio que alguna vez pretendió cargar con su devoción.
Y si no son los brazos ni su corazón, sino sus pulmones...
Ambos, previendo el incendio que se les avecinaba, las llamas que ardían de a poco arrastrándose miserables, emergiendo en el pecho.
Y así ambos cobran fuerza... y así ambos terminan implorando por la quietud de esta agonía. Por la luna que en los brazos, en el corazón y en cada respiración se colaba divina.
Entonces en el amanecer tan cerca de ésta primavera, vuelve a respirar queriendo más del otro, porque egoísta es el rey.
¿El sol?
Y así ya sabrás. Nadie que persiga sus sueños merece castigo alguno. Entonces el rey bendecido es: por tener los brazos, el corazón y los pulmones llenitos de amor de luna. De espesa luz y claridad. De inmaculado color para anular sus pecados.
Y es que... ¿quién te dijo a ti que el sol era un santo?
Falso. Un diamante en bruto es nuestro astro.
¿Un diamante?
Una piedra preciosa en estado natural, con impurezas he de acotar.
Y entonces con los pulmones llenos soltó a la luna y esta menguó en una sonrisa porque no había espacio en el otro que no estuviese lleno de ella, porque con un segundo bastaba para quebrarle las defensas, entrar henchido y hacer suyo al rey.
¿Y quién rondaba a quién?
En el cambio, en la sacudida que se vive todos los días, en el palidecer del cielo a la llegada del rey, en su enfurecer a la llegada del príncipe. En los colores tibiesitos y más oscuros que han de perderse, de borrarse con luz de estrellas y nubes densas. En ese juego de ir y venir que hace a nosotros sonreír.
No era cuestión de rondarse, era saber necesitarse, amarse. Proyectarse para el otro en el basto cielo y acompañarse en vivencias. Tantas ganas remojadas en espectáculos de luz, en regalos para el otro que entonces no cabían ni en los brazos ni en el corazón ni en los pulmones de los dos.
Era luna, era blanco, era luz en oscuridad, era santa en su penumbra. Todo lo que el otro en un respiro pudiera necesitar.
Era sol, era ardor, era intensidad en un claro de bondad, era quizá un humano más. Era todo lo que la luna podía desear.
Eran y entonces serán un amor destinado hasta el final.
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Tengo que sincerarme con respecto a algo. Muchos de los detalles son interpretaciones personales que tuve con respecto a los vídeos de Wanna one, no sé si habrá sido adrede pero en muchas de las escenas Daniel y Jihoon parecían tener algún tipo de conexión.
Gracias por el apoyo.
Ingeniero de peluche.
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