Capítulo 06: Una Pequeña Lección y Unión Familiar: Parte 03 (08-03-2024)
Pov Nadie:
En cuanto tuvo a su esposa en su regazo, la pelirroja no perdió el tiempo y la atrajo en un beso apasionado mientras colocaba sus manos en el trasero de la peliplateada para mantenerla lo más cerca posible de su cuerpo, soltando un pequeño suspiro al sentir la frescura del cuerpo de su esposa contra el suyo más cálido debido a las actividades recientes. A otros les parecía algo raro el toque frío de Freya cuando lo mínimo que solo habían llegado a tocar de ella eran sus manos y eso era algo muy raro que sucediera puesto que a la Reina no le gustaba el contacto físico, solo lo aceptaba de su esposa, sus hijas, la Reina Aurora, Audrey, Mal y Maléfica, esta última siendo igual que ella odiando el contacto físico y teniendo un toque frío, y muy pocos cazadores de absoluta confianza; pero para Sara el tacto frío de su esposa le era completamente reconfortante y le encantaba, cuando estaban en la cama aquello solo la excitaba más y en ese momento no era la excepción.
—Ahora es mi turno de complacerte, mi amor —dijo con tono bajo y sensual contra los labios ya hinchados de su esposa, pasando su lengua por éstos antes de bajar a su cuello para comenzar a besarlo, morderlo y chuparlo a su entero antojo mientras acariciaba y apretaba con algo de fuerza el trasero de la mayor, la cual se movía de vez en cuando en el regazo de la menor para buscar algún tipo de fricción contra ella.
Aprovechando la diferencia de estatura por la posición en la que estaban, después de haber dejado varias marcas en el cuello de su amada, la Reina Cazadora bajó su boca a los pechos frente a ella, colocando sus manos en estos y acariciándolos suavemente mientras repartía besos húmedos en ellos, luego pasó a llevarse el pezón izquierdo a la boca para chuparlo y lamerlo a la vez que el otro lo mantenía entre sus dedos, acariciándolo y apretándolo con la presión suficiente que sabía que le gustaba a su mujer; en cuanto dejó el pezón erecto y algo húmedo le dio la misma atención al otro, disfrutando de escuchar los pequeños gemidos y suspiros que salían de los labios de su esposa.
La pelirroja quiso seguir con aquello un poco más hasta que sintió sus muslos algo resbaladizos debido a la fricción del movimiento que hacia su amada en su regazo, así que rápidamente bajó su mano derecha a la entrepierna de Freya y llevó sus dedos a la intimidad de ésta, dejando escapar un ligero suspiro de satisfacción en cuanto sintió en sus dedos la humedad que había allí; la menor se relamió el labio inferior con deseo mientras comenzaba lentamente a acariciar el clítoris necesitado de la mujer de tez más pálida, aprovechando lo mojada que estaba para que sus dedos se lubricaran lo suficiente y así la fricción fuera más placentera para la Reina de Hielo, quien comenzó a mover sus caderas contra Sara al ritmo de los dedos en su centro, sintiéndose aún más mojada si era posible que cuando estaba complaciendo más que gustosa a su amada esposa.
Lo más probable es que la Reina mayor no fuera a durar mucho y ambas lo sabían, sabían perfectamente cuanto afectaba a Freya centrarse en el placer de Sara y hacerla acabar cuantas veces ésta pidiera, pero aun así la Cazadora haría que su amada se sintiera bien después de tanto tiempo sin haber estado juntas por el miedo de Freya a que fuera a lastimar a su bebé en camino; por lo que luego de haber lubricado sus dedos medio y anular con los propios fluidos de su esposa, Sara movió su mano de tal forma que fuera cómodo para ella maniobrar y cuando estuvo lista adentró de forma lenta pero profunda los dedos en su amada, la cual al instante soltó un gemido y se acercó lo más que pudo al cuerpo de la pelirroja, rodeando los hombros de ésta con sus brazos para tener mayor estabilidad.
Sara esperó unos cuantos segundos para que Freya se acostumbrara a la intrusión después de tanto tiempo que tenían sin intimar, pero en cuanto ésta comenzó a mover sus caderas contra su mano, ella inició su labor de complacer a la otra moviendo sus dedos dentro y fuera de su intimidad, disfrutando completamente de los gemidos que provocaba en su excitada esposa, la cual poco a poco estaba siendo consumida por el deseo y el anhelo que sentía por su amada y viceversa; en otras circunstancias hubiera hecho lo posible para que su orgasmo durará más y sabía que Sara igual, pero en ese momento y después de tanto tiempo sin una liberación adecuada, para ambas era una necesidad que Freya llegase al orgasmo de la mano de su esposa, por lo que la mayor coloco su mano dominante en el cuello de su mujer, apretando ligeramente mientras su otra mano la colocaba en el antebrazo de aquella mano que la estaba volviendo loca en ese momento, Sara tomó posesión de los labios de la peliplateada, besándola con fervor mientras aumentaba el movimiento de sus dedos.
Freya apretó su agarre en el antebrazo de su amada pelirroja cuando ésta adentró un tercer dedo en su intimidad y guiaba sus movimientos ascendentes y descendentes con su otra mano en su trasero, el nivel de deseo que sentía la mayor en ese momento la superó y luego de unos movimientos más de sus caderas contra aquella hábil mano, llegó a la cúspide del placer y terminó corriéndose sobre su esposa, gimiendo sin poder evitarlo contra los labios de su mujer, la cual se deleitó en todo momento de ser quien pudiera ver, sentir y escuchar como la Reina de Hielo se deshacía por el placer que además solo ella le podía propiciar; mientras su amada aun temblaba entre sus brazos, la Reina Cazadora sacó con cuidado sus dedos del interior de la otra y acarició con los mismos el manojo de nervios hinchado y sensible, queriendo prolongar un poco más el placer de la peliplateada y justo con un par de caricias más logró provocarle un segundo pero más corto orgasmo, pasados unos segundos Sara detuvo el movimiento de sus dedos para evitar sobre estimular a su amada, provocándole un pequeño y tembloroso suspiro mientras se recostaba contra el cuerpo más cálido, sintiéndose deliciosamente satisfecha.
—Ni se te ocurra volver a privarnos nuevamente de esto —comentó luego de unos minutos en los que dejó que su amada esposa y madre de sus hijas recuperara el aliento y regulara su agitada respiración; en su tono se notaba la seriedad del asunto y Freya supo solo con eso que no podría seguir negándose a su mujer, además de que luego de volver a estar de aquella manera la hizo preguntarse una y otra vez del por qué había decidido tal estupidez de la abstinencia en el embarazo.
—Nunca más, mi amor, te lo juro. Fue una idiotez de mi parte siquiera pensarlo —dijo habiendo aceptado completamente su error, había pasado ya un tiempo desde la última vez que habían hecho el amor y ciertamente se había estado volviendo loca, no solo porque extrañaba esa intimidad con su amada, sino también que las constantes provocaciones de la otra la habían dejado frustrada y al borde de la locura varias veces, pero ya no más, no volvería a estar en abstinencia nunca más.
En cuanto sus piernas dejaron de temblar por los espasmos de sus recientes orgasmos, Freya se separó de Sara y se recostó a su lado en la cama, atrayéndola hacia sí para no estar tanto tiempo separadas, provocando una pequeña risita de la pelirroja, quien se acomodó para estar medio recostada sobre ella; Freya rodeo su espalda con su brazo derecho, colocando la mano en su trasero, no sin antes haber arreglado un poco la sábana para que al menos desde sus cinturas hasta sus muslos estuvieran cubiertas, ya que sus partes inferiores estaban cubiertas por cómo estaba recostada Sara sobre ella, dejando pequeños besos en sus labios mientras acariciaba con su mano derecha la mejilla de su amada.
—¿Estás bien, mi amor? ¿Te lastimé de alguna manera? —preguntó con absoluta preocupación en cuanto escuchó un pequeño gemido cuando Sara se movió contra ella para acomodarse mejor sobre su cuerpo; pero su preocupación no la dejó registrar que había sido porque realmente su esposa se había rozado contra su muslo sin querer y aquello la hizo gemir por estar aún muy excitada y sensible.
—E-estoy bien, amor. S-solo estoy algo sensible, no te preocupes —respondió rápidamente aunque su tono era un poco bajo y con un ligero tartamudeo, no quería que su mujer se fuera a alterar por pensar que había sido brusca de alguna manera; realmente era todo lo contrario, ella solo estaba más y más necesitada por el toque de su esposa.
Antes de que Freya le fuera a preguntar si deberían parar y dejarlo hasta allí, la pelirroja se subió encima y se sentó en el regazo de la mayor, comenzando a repartir besos húmedos desde sus pechos hasta sus labios, los cuales besó, chupó y mordió hasta dejarlos rojos e hinchados, gimiendo de vez en cuando contra ellos al sentir las manos de su esposa en su trasero, apretándolo a su completo antojo ¿Que si su esposa tenía una fijación por su trasero? No, para nada. En un momento la Reina Cazadora se separó de ella, pasando sus manos por sus hombros, pechos y abdomen mientras la miraba desde su posición sentada en su regazo, deleitándose con la vista pecaminosa de la madre de sus hijas, completamente desnuda debajo de ella, con su cabello platinado esparcido por las almohadas y su blanquecina piel cubierta con un ligero sonrojo por sus actividades recientes.
Mordiéndose el labio mientras seguía admirando la vista, inconscientemente se movió contra su mujer, rozando su centro húmedo y necesitado contra la pelvis de la otra; aquello al instante le provocó un pequeño flashback de hace unos meses, donde ambas en aquella misma posición sin darse cuenta ni imaginarse, habían comenzado a gestar en el vientre de la pelirroja a su futuro hijo. Al instante aquel recuerdo provocó el más bajo instinto de la menor y quiso recrear tal escena pero para ello hacía falta una cosa y sabía que su esposa no podría negarse, después de todo podía ver en sus ojos que quería tenerla de todas las maneras posibles una y otra vez hasta que ninguna pudiera más.
—Mi amor ~, mi dulce y feroz Reina ¿Qué tal si usamos un poco de nuestra magia? ... ¿Quizás usar ese pequeño hechizo? —habló con aquel tono entre seductor e inocente, habiéndose inclinado sobre ese cuerpo que tanto la volvía loca, pasando lascivamente su lengua por los labios de su amada, soltando después una pequeña risita en cuanto vio como las pálidas mejillas se tornaban rosadas por la vergüenza de la peliplateada ante la implicación de sus palabras y como para aumentar aquello, le terminó susurrando al oído —. Quiero que lo uses y que me hagas ver las estrellas como aquella vez.
La pareja real estaba tan absorta en su pequeña burbuja de amor y pasión después de tanto tiempo, que no se dieron cuenta que ya no estaban a solas como habían pedido, puesto que a pesar de haber escuchado de otros Cazadores que las Reinas querían absoluta privacidad en el ala donde se encontraban sus aposentos, Eric no hizo caso y se encaminó hacia allí como si nada, aprovechando que los demás Cazadores si respetaban las palabras de las Reinas; el hombre llegó al lugar en el preciso momento en que Sara había hablado, dejándolo completamente confundido acerca de lo que a qué se refería la mujer que era objeto de su limerencia (*Limerencia es un estado mental involuntario resultado de una atracción romántica por parte de una persona hacia otra*) desde hacía tantos años.
Su curiosidad se hizo más grande cuando unos momentos después escuchó un gemido que sonó amortiguado a través de la puerta, para él no había razón por la que Sara estaría sonando así, puesto que en su mente no concebía que Freya pudiera complacer a la otra mujer, (*Ay mijo, hubieras llegado más temprano y así escuchabas mejor desde el principio el show*) por lo que no se aguantó y con algo de esfuerzo e intentando ser cuidadoso para que no los descubrieran, abrió la puerta quitándole el seguro y se asomó un poco para ver lo que estaba pasando, encontrándose con la escena de la mujer de la que estaba obsesionado, de espaldas a la puerta, sentada en el regazo de la peliplateada, moviéndose con entusiasmo de arriba a abajo mientras gemía con completo deseo, también vio cómo tomaba una de las manos de la mayor y la colocaba en su cuello, pidiéndole que lo apretase un poco más y cuando lo hizo soltó un gemido alto, comenzándose a mover aún más.
En su desconocimiento sobre las parejas del mismo sexo, lo que se le ocurrió a Eric fue que Sara podría estarse complaciendo con la mano de la Reina, suponiendo que la pelirroja era la que estaba haciendo todo el trabajo pero entonces vio cómo es que su rival colocaba sus manos en las nalgas cubiertas por las sábanas, cosa que lo dejo aún más confundido y sorprendido por la situación. Estando tan metido en el trance de estar viendo y escuchando a Sara de aquella forma, fantaseando con ser él quien estuviera con ella en la cama (aunque en su mente él la estaba montando cual semental, dejándola a merced de su dominio y hombría), se dejó llevar tanto que no se dio cuenta de que se había emocionado y ahora tenía un problema en sus pantalones, tampoco se fijó que por querer ver más que solo la espalda desnuda de Sara, abrió un poco más la puerta y Freya se dio cuenta cuando besando el cuello de su amada, noto el movimiento de la puerta, viendo a Eric afuera de sus aposentos, aquello la molesto pero ¿Él quería un show? Pues ella se lo daría.
—Muchos hombres deseando tenerte así, todos ellos codiciando tanto el preciado tesoro de la Reina de Hielo, todos queriendo probar aunque sea un poco de ti —dijo con un tono ronco y lleno de deseo, manteniendo su mirada fija en aquel Cazador que se había atrevido a desobedecer sus órdenes y que en cambio estaba husmeando en los aposentos reales, viendo cómo es que su esposa se entregaba a ella por completo; claro que estaba furiosa pero también le quería dar una lección, por lo que luego de haber dicho aquello lo suficientemente alto para que él escuchara, acercó su boca al hombro de su mujer y mordió la piel expuesta de aquella manera que a su esposa le gustaba, provocando un fuerte gemido en ella.
—E-ellos solo pueden fantasear con hacerlo pero solo tú me puedes tener así y como tú quieras, mi amor —dijo con la mayor claridad que pudo conseguir en ese momento, teniendo en cuenta que si mente estaba completamente nublada por el deseo y amor por su esposa que no paraba de tomarla como solo ella podía, haciéndola sentirse tocar el cielo y el infierno a la vez, como siempre pasaba cada vez que hacían el amor de cualquier forma.
Sara colocó sus manos en las mejillas de su amada y la atrajo hacía un beso profundo y lleno de pasión, ayudándose de sus esbeltas piernas para impulsarse mientras montaba a su mujer con abandono, provocando que en la habitación solo se escucharan los gemidos y jadeos de ambas, junto con el constante y rítmico golpeteo de sus pieles debido a aquella danza apasionada que estaban bailando; todo aquello pasando frente a los ojos del aún shockeado Eric, el cual estaba prácticamente paralizado en su sitio mirando aquel íntimo acto en la habitación de las Reinas. Claro que él era el primero que ha fantaseado con poder tener a la pelirroja entre sus brazos y gimiendo debajo y a merced de él, pero verla de aquella manera con Freya lo había dejado atónito, puesto que nunca llegó a pensar que ésta le pudiera cumplir en la cama a Sara, pero por como su amada estaba gimiendo y moviéndose en su regazo le demostraba cuán equivocado estaba, pero aún con las pruebas irrefutables ante él, se negaba a la realidad y se decía que él podría ser mejor, después de todo cualquier artilugio que estuviera usando Freya no se podría comparar contra su virilidad.
—D-dentro...Córrete dentro, amor...Lléname otra vez, no importa que ya me dieras un hijo, quiero todo de ti llenándome, por favor —se le escuchó a Sara decir muy claramente entre gemidos, quien se había abrazado a Freya como si su vida dependiera de ello cuando ésta aumentó la fuerza y velocidad de sus embestidas mientras la tenía sujeta de la cintura con una mano y la otra la tenía alrededor de su espalda para evitar que se fuera a caer.
La sincronización en los movimientos de ambas aumento y luego de un par de embestidas más, Sara apretó el miembro que le había otorgado el hechizo a Freya y cuando esta dio un último movimiento de caderas contra su mujer, ambas llegaron al orgasmo juntas, sin percatarse que habían provocado nuevamente una ventisca; la Reina Cazadora se arqueo en total éxtasis contra el cuerpo de su esposa mientras ésta la abrazaba con firmeza para que no se fuera a caer de espaldas, besando con ternura y pasión el cuello expuesto de la pelirroja, ambas estaban temblando por los espasmos, con sus respiraciones agitadas pero disfrutando completamente de ese bello momento entre ellas.
—Si no estuviera ya esperando a tu hijo, estoy segura que me habrías dejado embarazada, mi Reina —habló luego de varios minutos, su tono estaba lleno de algo de diversión pero sobre todo se le notaba la felicidad, amor y dicha; a pesar de que Eric no podía ver más que la espalda de la pelirroja, notó el movimiento de ésa de tomar una de las manos de la mayor y colocarla entre sus cuerpos, y por lo que se había dicho, supuso que la había puesto en su vientre, tomándolo completamente por sorpresa.
«¿Q-qué? ... ¿Hijo? ... ¿Embarazada? ... No, debe ser una broma» pensaba el hombre de manera frenética, incapaz de creerse que la mujer a la cual consideraba suya estuviera esperando otro engendro de Freya, suficiente había soportado que hubiera tenido a la chiquilla esa que lo había humillado más temprano ese día, y ahora se enteraba de que estaba esperando un bebé que no era de él.
—Mmm...Te has vuelto a poner dura —murmuró con voz seductora luego de haber gemido cuando Freya salió de ella, al instante sintió y vio el miembro nuevamente erecto en todo su esplendor, cubierto por los fluidos de ambas; la pelirroja se lamió lentamente el labio inferior ya queriendo una ronda más, pero antes de que pudiera tocar esa incorporación de su amada, ésta la detuvo al sostener con suavidad y firmeza su traviesa mano, provocando en ella un puchero.
—Espera, amor mío. Déjame buscar un poco de agua, no quiero que te desmayes —dijo con suavidad, dejando un par de besos en los labios de su amada, quitándole al instante el puchero y en cambio provocando que ésta persiguiera sus labios para obtener más besos, pero ella la detuvo antes de que prácticamente le comiera la boca, soltando una risita mientras negaba ligeramente por lo mimada que parecía a veces su esposa solo por querer unos besos suyos.
Casi de mala gana Sara dejó que su mujer se levantara de la cama, no sin que antes ésta cubriera el cuerpo de la pelirroja con las sábanas, provocando en ella una risita porque siempre hacía eso a pesar de que estaban en la privacidad de sus aposentos, sin embargo ella no se quedó atrás y antes de que Freya se levantara de la cama la hizo colocarse una bata que por alguna extraña razón estaba justamente en la cabecera de la cama (Ella también tenía que cuidar lo que era suyo); mientras Sara se recostaba en la cama y se ponía a acariciar su vientre, Freya se encaminó hacia el tocador que estaba a unos cuantos pasos junto a la puerta, tomando la jarra de vidrio llena de agua y el vaso junto a ella, llenándolo tranquilamente. Eric estuvo presenciando toda la escena, habiéndose quedado completamente boquiabierto cuando vio que aquella bata no solo le quedaba un poco corta a Freya, sino que gracias a eso pudo ver en los muslos de ésta la clara evidencia que había dejado su momento de pasión con Sara, pero lo que terminó por pisotear aún más su ego, fue ver por fin lo que había estado provocando tales gemidos en el objeto de su limerencia, claro que estaba cubierto con la bata pero justo en esa zona la dichosa bata estaba con un muy notorio bulto.
Todo el tiempo que Freya estuvo llenando el vaso de agua, bebiendo el contenido y volviéndolo a llenar esta vez para su esposa, Eric se había quedado viendo a la parte inferior de la Reina, incapaz de comprender como es que si había recién terminado de intimar con Sara, aun esa cosa podía estar "despierta" y lista para otra ronda, no pudiendo evitar compararse porque él con una sola ronda ya se desmayaba hasta el día siguiente y si quería una segunda ronda tendría que esperar unos buenos minutos para recuperarse, pero ella estaba como si nada, aquello hizo que su ego se fuera al subsuelo y de tan absorto que se había quedado en sus pensamientos, no se dio cuenta a tiempo de que la mujer se había acercado a la puerta y la había cerrado con fuerza, provocando que ésta le diera de lleno en la cara y le rompiera la nariz, haciéndolo tambalearse hacia atrás; a pesar del dolor se tuvo que contener de quejarse porque si no Sara se daría cuenta, pero cuando se logró estabilizar escucho un gruñido no muy lejos de él y cuando se giró para ver de dónde provenía, vio nada más y nada menos que a uno de los Osos Polares bajo el mando de la familia real.
«Mierda» maldijo para sí mismo al ver cómo el animal se acercaba a él, y antes de que éste lo fuera a atacar allí mismo prefirió correr por su vida, sabiendo que probablemente Freya lo haría pagar por haber estado viendo a su mujer.
—¿Pasó algo, Freya? —preguntó confundida desde la cama, no entendiendo por qué su esposa había cerrado de aquella manera la puerta.
—Nada, mi vida. La puerta se abrió por las ventiscas que provocamos —respondió con tranquilidad, regresando a la cama con el vaso de agua en mano, sonriéndole con amor y devoción a la pelirroja mientras le tendía el objeto. Ella no le diría aun lo que había pasado, quería que su esposa estuviera tranquila y sin querer matar por ahora al otro Cazador, pero ella ya tenía preparado un pequeño castigo para el hombre, no dejaría que esos recuerdos permanecieran en la mente de él, y de eso se encargaría la estatua de mono, justo hacia donde el Oso estaba llevando a Eric en ese momento.
Mientras tanto en Auradon:
Ben se encontraba caminando de un lado a otro por su habitación, la cual estaba hecha un completo desastre mientras que el chico parecía un león enjaulado y más porque estaba soltando gruñidos de frustración mientras se pasaba las manos por la cara y el cabello, el cual ahora se veía un poco más largo y desaliñado que hace unos días atrás ¿La razón de su enojo y comportamiento? Seguía molesto porque Mal había terminado con él como si nada y que desde que se fue había estado rechazando sus llamadas y mensajes, todo aquello era una muestra clara de que no quería hablar ni saber nada de él mientras estaba con su familia, pero el chico no parecía entender la indirecta muy directa; incluso su propia madre le había dicho en varias ocasiones que dejara de intentar contactarse con la chica y que le diera espacio, pero Ben era necio y seguía insistiendo, creyendo que Mal en algún momento volvería corriendo a retomar su relación, aunque según él la relación aún no había terminado, ya que en su mente solo el chico/hombre podía terminar la relación y como él no la había terminado, aquello no era válido. (*No es más idiota porque no es más grande*)
—¿Cómo se le ocurre a Mal dejarme a mí? —preguntó en voz alta con un tono completamente lleno de enojo, aun no se podía creer que la pelimorada lo hubiera dejado después de que hubieran tenido su primer beso como novios, y no solo eso sino que lo hizo frente a varias personas haciéndolo sentir humillado por eso. Para él la chica había cometido un error en dejarlo, pero si volvía pidiendo perdón, él la aceptaría de vuelta como su novia, después de todo ¿A qué chica no le gustaría estar con un Rey? ¡Todas sueñan con ser la futura Reina de Auradon!
—¿Cómo crees que me sentí yo cuando Audrey se le ocurrió dejarme? ¡Y lo peor es que me dejó por una chica! —preguntó Chad desde la cama del otro chico, en la cual estaba acostado desde que el castaño comenzó a destrozar su propia habitación, su tono estaba lleno de indignación y enojo por igual, su orgullo había sido completamente herido cuando Audrey le dijo sin más que lo había dejado por una chica. No solo había tenido que soportar que murmurasen sobre que él había estado con la ex de Ben, sino que además había sido dejado por la misma chica por otra mujer, porque si, ahora toda la discusión que habían tenido los cuatro había sido difundida y todos sabían lo que había ocurrido realmente.
—Nunca pensé que Audrey resultara ser una de esas, menos mal que Mal no es una rara como Maléfica —habló con un tono un poco más calmado, pero aun así se le notó el asco porque su ex novia y ahora ex novia de su amigo fuera lesbiana tan de repente, después de todo había estado con ellos dos, aunque era verdad que nunca llego a besar a ninguno de ellos por más que intentaron besarla (*A la fuerza, cabe resaltar*). Ben sentía algo de lastima por Chad, ya que era de quien más susurraban por los pasillos por haber sido dejado por otra chica, él tenía la suerte de que había roto con Audrey tiempo atrás (*Te terminaron, idiota*), y tenía la ventaja de que era el Rey, por lo que de él no podrían hablar. (*Eso crees tú*)
—Nadie me quita de la cabeza que esa Maléfica tenga hechizada a la Princesa Aurora y que además esté corrompiendo a Audrey como lo hizo con la Princesa —comentó con tono seguro, golpeando de repente la cama con su puño por la frustración que sentía porque su orgullo había sido herido al ser abandonado por su novia gracias a otra chica, de la cual aún no tenía ningún tipo de información, pero que cuando la tuviera le haría pagar por todas las humillaciones a su persona.
—Pues claro que es así, el Rey Phillip siempre lo dice —volvió a hablar con un tono alto mientras lanzaba otro objeto al suelo para aliviar toda la ira que sentía en ese momento. Después de una breve pausa luego de haber soltado un grito de frustración, se detuvo mientras recordaba al hombre, al cual tiempo atrás había visto desconsolado cuando la Princesa Aurora se había ido del castillo de Ulstead para irse con Maléfica; recordar aquello lo hizo sentir pena por él —. Pobre de él, haber sido separado de su esposa e hija por ese ser maligno, debe estar devastado.
—Pero a ti te gusta la hija de ese ser maligno —le recordó mientras se cruzaba de brazos y lo miraba con una de sus cejas levantadas. El Rey podría estar maldiciendo internamente a Maléfica pero aun así seguía tras la hija de ésta, él estaba obsesionado con la chica de la Isla pero se hacía el desentendido, si Mal estuviera escuchado todo aquello en este momento era probable que Ben no saliera ileso de la habitación.
—Mal es diferente y puedo hacerla cambiar, la puedo convertir en una chica de Auradon dócil y delicada, como tiene que ser —habló rápidamente con tono serio y decidido mientras se acercaba al balcón de su habitación, mirando directo a la Isla de los Perdidos, pensando en alguna idea de cómo volver a meter en esa Isla a Maléfica para que no siguiera corrompiendo a Mal, Audrey ni a la Princesa Aurora.
—Así es como debe de pensar un verdadero hombre, la mujer que esté a nuestro lado debe ser una mujer correcta y sumisa que siempre se doblegue a nuestra voluntad —de repente se escuchó la voz del Príncipe Phillip, el cual había entrado como si nada a la habitación de Ben y se había quedado en la puerta; en su voz se notaba el orgullo que sentía por las palabras del chico y en su rostro había una sonrisa cínica, al pensar que en ambos chicos podría tener aliados para recuperar a su mujer, él sacaría todo el provecho que pudiera de esta pequeña visita.
—Rey Phillip, que sorpresa tenerlo aquí. Una disculpa por tal desorden ante usted —habló Ben con absoluta sorpresa en su tono, sacudiéndose la vestimenta antes de acercarse al hombre mayor mientras le extendía la mano para saludarlo apropiadamente; el chico se preguntaba por qué no había sido informado de su llegada, él hubiera preferido recibirlo en la sala de reuniones que en su desastrosa habitación.
—No te preocupes, joven Ben...Deberías haber visto como quedo la mía cuando la asquerosa Hada esa me robó a mi mujer y a mi hija —dijo lo primero con un tono despreocupado, restándole importancia a la situación puesto que a él no le importaba nada de eso, pero si su madre estuviera allí ya hubiera estado reprendiendo al chico por haberse rebajado a tal cosa por una chica y más encima la hija de esa Hada. Luego de una breve pausa en la cual aprovecho de terminar de ingresar en la habitación, termino diciendo lo último con desagrado ante el recuerdo de aquel día en que Maléfica se llevó no solo a su esposa sino también a su hija de sus dominios como si nada.
—¿Qué lo trae por acá, su Majestad? —preguntó Chad luego de haberse puesto de pie y sacudir y arreglar su vestimenta, se acercó a su ex suegro y le tendió la mano para saludarlo también; hacía mucho que no lo había visto en persona, puesto que la última vez fue cuando Audrey lo tuvo que llevar a conocer a su familia justo antes de que se supiera la verdad, aunque para los tres presentes todo aquello no era más que una completa farsa.
—A mis oídos llegaron las noticias de que sus novias los habían dejado, así que vine a aconsejarlos y quizás trabajar juntos para recuperar a nuestras mujeres —respondió con tranquilidad, mirando a ambos chicos directo a los ojos, viendo como éstos se miraban entre sí un poco sorprendidos porque ya la información hubiera salido de Auradon tan rápido, además de también estar sorprendidos por la oferta de Phillip.
—¿Tan rápido le han llegado esas noticias? / La gente es muy chismosa —Ben se cuestionó con sorpresa, sintiéndose molesto porque la gente estuviera cotilleando tanto sobre lo que había pasado al punto de que ya otros reinos lo supieran. Por su parte Chad murmuró aquello último con disgusto, suficiente había tenido con que en Auradon supieran que Audrey terminó con él por una chica, pero ahora muchos más reinos estaban al tanto y se sentía aún más emasculado que antes.
—Los chismes de la realeza siempre vuelan primero —razonó mientras se encogía de hombros, él había pasado por lo mismo luego de que Aurora anunciara la anulación de su divorcio y revelara ella misma que Audrey supuestamente no era hija de él y que ya había estado casada desde hacía años con Maléfica; aquello había sucedido en el castillo de Ulstead solo a oídos de sus padres y los suyos propios o eso creían, puesto que los sirvientes habían escuchado y en pocos días todos los reinos se habían enterado de aquello —. ¿Qué tienen en mente para recuperar a sus novias?
—Deberías amenazar a Mal con no volver a hacer un intercambio con la Isla a menos que ella regrese contigo —propuso luego de unos momentos de silencio en los que Ben solo se encogió de hombros porque no tenía ningún plan en concreto para hacer que Mal volviera con él; pero tan pronto como Chad habló se le iluminó el rostro y sonrió con malicia, esa era una muy buena idea —. Después de todo, la Isla es una debilidad para ella y para los otros tres.
—Esa es una buena idea, muchacho...También deberías pedirle matrimonio frente a todos aquí en Auradon, para que así sienta la presión de tener que aceptar. Yo hice lo mismo con Aurora —felicitó el mayor de los tres mientras le daba unos golpecitos en la espalda al rubio, el cual sonrió y asintió ligeramente; luego de una breve pausa él mismo terminó proponiendo una idea propia, sabiendo que esa sería algo que si o si la chica tendría que aceptar, después de todo Aurora lo hizo después de que fue llevada a Ulstead y luego de unos días, él le propuso matrimonio frente a toda una multitud y ella tuvo que aceptar.
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