Raíces
Advertencia: Lectura para mayores de 18 años en adelante, contiene situaciones de tema erótico y sexual, imágenes eróticas. Lenguaje ofensivo y vulgar.
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Capítulo VI: Raíces
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Era un día antes de Navidad, Mabel y Bill se encontraban terminando de hacer sus actividades de cada mañana. Había pasado otra semana y la pequeña solo soltó un suspiro al ver el tiempo que había pasado. Aprendía cada día un nuevo método para asesina y el uso de cada arma, así como su posición y la forma de agarrar sin que disparada accidentalmente. Al igual que Bill había aprendido perfectamente a leer y a escribir, dentro de poco su trato acabaría.
Ella saco a Phill por la ventana para que tomara los rayos de sol del mediodía. Se recargo en el marco sintiendo la brisa fresca. Se puso a pensar en todo lo que había ocurrido en estos tres meses. Pero por cada día que pasaba, menos sabía de los asesinos de su hermanito Dipper.
De tan solo pensar en esos hombre la enfurecía al punto de apretar sus uñas contra la palma de sus manos.
Bill no tenía la culpa, hacia lo que podía para ayudarla aprender las formas de asesinar. Ella se encontraba ahora recordando como ese sujeto rubio, tan serio y encantador y misterioso, la cuidaba siempre. Estando al pendiente de sus necesidades y brindándole todo lo que una vez no tuvo: "libertad". Con Bill no tendría miedo de ser golpeada a las 2 de la madrugada o durante la mañana, tampoco la dejaría sin comer durante 12 horas o dar su parte a su hermano cada vez que su padre estaba molesto. Tal como le dijo.... Ya no tiene a quien cuidar o a quien temer.
Oh eso pensaba... cuando vio al rubio acercarse con el kit de cuidado de la planta.
Tomo la planta de gomero y empezó a rociar y limpiar las hojas, quitando el polvo o rastro de alguna plaga.
- Adoras a tu planta, ¿Verdad?
- Es mi mejor amigo – Menciono Bill. – Siempre está contento y no hace preguntas.
- Pero necesitas a alguien con quien hablar – Dijo ella con una sonrisa. – O te volverás loquito y solitario.
- No estoy solo – Aun rociando a la planta. – Estás aquí conmigo.
- Sí. – Dijo ella. – Pero un día yo podría... no estar más aquí. – Diciendo con tristeza. - ...Tú sabes.
- Descuida Estrella fugaz, te protegeré. – Arreglando la tierra. – Phill se mantiene bien, es como yo: "no tiene raíces".
- Sí quiere tanto a Phill, plántalo en el parque para que pueda tener raíces. – Viendo a Bill. – Es un árbol muy pequeñito.
- Tienes razón. – Viendo la planta. – Necesita raíces.
- Me deberías regar a mí, si quieres que crezca. – Dijo la pequeña con una sonrisa. – La leche de vaca no me ayudara a crecer... debes darme algo que me haga crecer.
El rubio no captaba lo que quería decir la pequeña, pero luego se dio cuenta a lo que iba. Tomo la bombita de agua con la que rociaba la planta.
- Claro, tienes toda la razón. – Colocando una sonrisa traviesa. – Te voy a rociar, mocosa.
La pequeña se cubrió al sentir los disparos de agua y como la rociaba con la bombita de agua. Retorciéndose en el sofá y huyendo de su ataque. Para ser perseguida en la sala y después meterse dentro del baño, donde ella alzaba una cubeta de agua con amenaza de mojar al rubio.
- No, no... Estrella fugaz no. – Dijo Bill retrocediendo.
- Sí, sí, sí, sí. – Dijo ella aventándole el contenido.
- Ya verás pequeña mocosa traviesa. – Se adentró al baño rociándola. – Ven aquí.
- No, jaja – Cubriéndose con la cortina de la regadera. – Piedad.
- Nada de piedad.
- No me atraparas. – Huyo pasando por debajo de sus pies y corriendo de regreso a la habitación para ocultarse en el armario.
- No escaparas. – Disparándole dentro del armario. – Vamos sal de ahí y enfrenta las consecuencias.
- Papanatas oxigenado. – Sacándole la lengua.
- Grr... ven aquí. – Tirando de la puerta del armario para abrirla.
Consiguió sacarla cuando rompieron la puerta por la fuerza de sus empujes, la tomo de la cintura y la alzo escuchando sus risas y sintiendo como sus manos suaves y delicadas revolvían su cabello. Ambos reían y disfrutaban de su pequeña diversión improvisada. De todos modos Bill no tenía trabajos que hacer, trataría de pasar un poco más de tiempo con esa joven castaña.
Mabel huyo de sus brazos y corrió a la habitación tomando una manta y corriendo por la habitación con Bill atrás suyo, intentando mojarla.
En su momento tropezó cayendo encima del rubio y rodando en el piso junto con él, sus manos se entrelazaron y ambos se miraron fijamente a los ojos. El golpeteo de sus corazones y sus alientos juntos chocaban entre su rostro.
- Mabel. – Acariciando su rostro suave al tacto y acomodando sus mechones cafés.
- Tengo hambre. – Sonriendo de la vergüenza.
- Supongo que es la hora del almuerzo. – Juntándose con ella y abrazando su cintura.
El rubio no sabía lo que estaba haciendo, más no quería romper ese intimo contacto suyo. La relación era tan prohibida que imaginaba que lo suyo jamás podría ser. Un asesino y una adolescente. Bill no quería asustarla, se guardaría ese sentimiento en lo profundo de su ser, debía olvidar ese rastro y protegerla a ella.
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Más tarde Bill tuvo que ir a visitar a Tony, quien lo esperaba para una misión rápida y sencilla. Asesinar unos cuantos sujetos y después recoger su pago. El rubio caminaba contento pero no era porque iba solo, a su lado estaba la adolescente aferrada a su mano. Iba vestida con un jumper de mezclilla verde olivo y un suéter rosa con una estrella fugaz. Ese conjunto el rubio se lo había comprado la vez que fueron al cine. Ahora ella lo estaba estrenando. Lucia hermoso con esa ropa, al llegar al restaurante de Guido's, Bill le pidió que esperada afuera en un lugar visible donde pudiera verla, antes de ser recibido por el viejo.
Se acomodó en el lugar de siempre una mesa donde hacia tratos y negocios con el viejo Tony. Bill podía ver a Mabel esperándolo. Mientras el hombre de origen italiano llegaba y le entregaba a Bill su siguiente misión.
- Ya te extrañaba, Bill. – Sacando un cigarrillo y abriendo una botella de vino para servir en las copas. – Y si se te han ido buenos trabajos, Bill. Muy buenos tratos y misiones de gente importante. – Viendo al chico. – Me preocupas amigo.
- Estado ocupado. – Dijo el rubio. – Ya sabes... practicando.
- Sí, es bueno practicar. – Dijo. – Pero no exageres. El dinero no se gana practicando, sino trabajando.
- Tony... hay algo que quiero discutir. – Comento. – Todo el dinero que he ganado y me guardas.
- ¿Necesitas dinero?
- Ya llevo mucho tiempo trabajando y no he hecho nada con mi dinero. – Bebiendo de su copa. – Tal vez algún día pueda... ¿usarlo?
- Conociste a una mujer. – Frunciendo el entre cejo. – Bill. – viendo al rubio negar. – Te acuerdas cuando llegaste aquí en este país, te chupabas el dedo y eras un maldito crío de 18 años con muchos problemas. Estabas metido en un lío muy cabrón por una mujer. – Dijo. – Nunca olvides eso.
- A veces quisiera olvidarlo. – Aun no podía olvidar algunos pecados y unos errores en su vida. Lo cual costó la vida de sus seres queridos.
- Bien, debes tener cuidado con las mujeres. – Empinando la copa.
- Sobre el dinero yo iba a decirte que... tal vez quisiera dar un poco a cierta persona. – Rascándose la nuca. – Solo para ayudarle.
- Es tu dinero. Yo solo te lo estoy guardando, como un banco. Sabes que siempre estará seguro con el viejo Tony, ya sabes, porque a nadie le roba a Tony. Los bancos roban y hay muchos formularios inútiles que llenar y papeleo de mierda que pide datos. – Dijo mientras tomaba una calada de su cigarrillo y expulsaba el humo. – Conmigo no tendrás problemas para leer o escribir. Recuerda todo está en la mente.
- Ya aprendí a leer y a escribir. –Dijo Bill con un semblante serio.
- Eso es bueno, Cipher. – Mostrándose sorprendido. – Me alegro. – Solo una cosa podía suceder con Bill, y sabía que no podía hacerlo esperar o esquivar sus mandatos. Era su mejor asesino profesional, aquel sujeto frívolo sin sentimientos que una vez conoció y que juro nunca volver a tener sentimientos y llevar una vida pacífica, junto aquella planta donde llevaba las cenizas de su hermano Phill. Estaba frente a él hablando de sus planes y su manejo de dinero. – Tú dinero está aquí, en cuanto lo quieras. Tú solo pídemelo y ya. Toma mil dólares. – Sacando un fajo de billetes envuelto.
- No es necesario.
- Vamos Bill, acéptalo. Sal y diviértete. – Dijo Tony. – Claro cuando termines este trabajo. Podrás descansar y salir a... hacer lo que sea.
- Gracias. – Tomando el fajo.
- Ahora... hablemos de negocios. – Sacando el expediente. – Necesito que por el momento te concentres en este bastardo. – Mostrando las fotos. – Espera aquí iré por la información y la otra carpeta.
Tony se levantó de su asiento para entrar a la habitación contigua. Mientras que Bill revisaba el contenido antes de levantar la vista y ver a Mabel con un chico de piel morena y cabello marrón agarrado en un coleta. Le ofrecía un cigarrillo el cual ella al principio rechazo, pero término tomándolo. Pero lo que le hervía la sangre en ese instante es ver a ese sujeto cerca de ella, tendiéndole en una mano un encendedor y pegando su frente con la de ella mientras con una mano sujetaba su mentón.
Eso no lo permitiría, no permitiría que se metieran con lo que es... suyo. Porque esa adolescente le pertenecía, era suya desde que la rescato. Solo él podía estar con ella. Solo él podía mirarla y... amarla.
Se levantó de su asiento y camino hasta la puerta saliendo y viendo como ese sujeto se separaba rápidamente de ella, mientras ponía una expresión de asustado. Bill tomo del hombro a Mabel mostrando una mirada amenazante al chico. La mantuvo a un metro de distancia antes de susurrar bajo apenas audible, para que lo escuchara.
- Escúchame bien, debes tener mucho cuidado. – Diciendo en tono molesto. – No hables con cualquiera en la calle, este lugar es peligroso.
- Tranquilízate Bill. – Dijo Mabel llevándose unos mechones de pelo atrás de su oreja. – Solo Marmando me invito un cigarrillo, ¿Cuál es el puto problema? fume un poco mientras te esperaba. – Colocando una sonrisa sarcástica y una mirada desafiante.
- Quiero que dejes de decir groserías. No puedes hablar así a la gente. – Mabel estaba comportándose rebelde pero no la dejaría, mostrar esa desobediencia. – Eres una dama. – Menciono. –Quiero que te esfuerces en hablarme decentemente.
- Okey – Dijo ella.
- Y quiero que tires ese jodido cigarrillo y dejes de fumar, el cigarro te matara. – Dijo cerca de ella. – Tú no fumas, te conozco y en cinco minutos estarás tosiendo y a la primera que escuche que tosas. Te obligare a desarmar 25 armas sin protección y hacer 50 abdominales debajo de la mesa.
- Okey – Tirando el cigarrillo sin apartar la mirada de Bill. Por un momento quería que Bill cumpliera su amenaza de las 50 abdominales, algo la había hecho sentir un escalofrió en su columna al tenerlo cerca.
- Mabel hablo enserio.
- Okey, lo tengo entendido. – Viendo el rostro sereno del rubio. – 50 abdominales debajo de la mesa... - Mordiéndose el labio inferior.
- Eso lo decidiré yo. – Viendo a la chica morderse el labio de forma coqueta. - Deja de decir "Okey" te he dicho que quiero una respuesta concreta. – Menciono – Y no quiero que te acerques a ese sujeto. Se ve raro y con una horrible apariencia. – Viendo con odio al chico.
- Está bien. – Agachando la mirada.
- En 5 minutos saldré, quédate aquí y donde pueda verte.
- Está bien, Bill. – Menciono Mabel.
Mabel vio como Bill regresaba dentro del restaurante para volver con ese sujeto mayor. No pudo evitar sentir sus mejillas encendidas. Era la primera vez que veía a Bill actuar de esa manera, anteriormente no actuaba sobreprotector y en los meses anteriores le hubiese importado poco lo que hiciera o con que chicos saliera. Pero ahora él casi no la dejaba dirigir palabra o hablar con otro hombre.
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A mediodía fueron a un restaurante elegante, Bill quería por lo menos disfrutar de una buena comida y pasar tiempo con Mabel, consintiéndola y evitando el accidente de esta mañana. Mabel miraba el menú y sus ojos se abrían como unos platos al ver los precios.
- Bill, hay que abortar la misión.
- Relájate estrellita, aparte hoy es casi noche buena. – Dijo. – Adelantaremos la cena.
- ¿Seguro? – Dijo tímidamente.
- Pide lo que desees. – Embozando una sonrisa seductora.
Mabel por un momento iba pedir lo más barato, una sopa pero Bill sabía que la chica se limitaba a pedir. Por lo que él si se atrevió a ordenar por ella. Pidiendo varios platillos que podrían gustarle entre postres y sin olvidar una botella de champaña.
La castaña solo se encogía sobre su asiento intentando ocultar su rubor de vergüenza, se sentía un estorbo y quería llorar en ese momento. Pero el rubio tomo su mano entrelazando sus dedos con los suyos.
- Deja de esconderte que no entraras a la carta del menú. – Diciendo en tono divertido.
- Silencio. – Dijo ella cerrando sus ojos y respirando profundo para no llorar.
- Mabel, es mi forma de agradecerte. – Acercándose a la pequeña. – Sin ti... creo que seguiría igual.
- ¿Puedes pasarme la servilleta? – Sintiendo las lágrimas recorrer en sus mejillas.
- Mejor oculta tu rostro aquí. – Deslizándola por el sillón para abrazarla. – Lloras mucho pequeña monstruo de los mocos.
- Es tú culpa.
- Me gusta tener la culpa. – Viendo a la castaña con ternura. – Llora todo lo que quieras, estás conmigo, estas a salvo. – Susurro cerca de su oído.
Ambos disfrutaron de su almuerzo mientras que el mayor miraba de forma enternecida a la chica. Quien ella no podía evitar poner una sonrisa de felicidad. Aunque después de unos minutos esa felicidad cambio a locura, pues la adolescente tomo un sorbo a su copa larga de champaña. Dándole inicio a una serie de risas y que actuara de forma tonta y divertida.
Bill le quito la botella ya cuando la vio irse por la segunda copa. Sin duda alguna el alcohol se le subió bastante para tener solo 14 años y con ese cuerpo. Ella comenzó a cantar y reír más fuerte, por lo que opto cubrirla con su abrigo y buscar algo dulce para que asimilara el alcohol dentro de su organismo, a pesar de que ella rehuía y jugaba con él.
- Eres un oxigenado tuerto. – Pinchando su mejilla.
- No hagas eso. – Acercándole un pedazo de pastelillo de fresa. – Come, con esto se te quitara.
- Adicto a los doritos~ - Menciono ella restregando su rostro en su pecho.
- Estas muy borrachita. – Soltando una risa mientras veía que la chica había aceptado el pedazo. – Más tarde te arrepentirás.
- A Dipper.... A Dipper le hubiera gustado esto. – Dijo con melancolía la chica. – Él hubiera gustado de una celebración así... mi hermanito.
- Sí. – Dijo Bill mientras la calmaba un poco.
- No debí dejarlo solo...
- Ya somos dos. – Dijo el rubio. – Personas que no debieron dejar solos a sus hermanos.
- ¿Tenías hermano? – Pregunto con sus mejillas rojas por el aumento de temperatura y el alcohol que inundaba sus sentidos.
- Sí. – Menciono. – Al único al que conocí, quien era mi mejor amigo en toda la vida. – Soltando un suspiro cansado. – Phill Cipher... mi hermano mayor.
- Ya veo. – dijo ella. – Como la planta sin raíces.
- Exacto. – Dijo él. – Sin raíces.
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Bill traía cargando en su espalda a una Mabel borracha, habían caminado por toda la calle evitando las miradas de las personas. Después de la escenita que hizo la adolescente dentro del restaurante, entre sus carcajadas tipo el Joker.
Ingreso al departamento y la guio hasta la habitación donde la recostó en la cama. Antes de arreglarse para la siguiente misión de la noche. La castaña reía y miraba divertida al rubio, dando pataletas y extendiendo sus brazos por todo el colchón como una estrella de mar.
- Bill~ - Llamo la chica. – Creo que me estoy enamorando de ti.
Bill casi se le cae una granada de la mano al escuchar eso, pues fue grande su sorpresa al escuchar esa frase por parte de la chica.
- Es la primera vez que me sucede.
- ¿Cómo sabes que es amor, si nunca te has enamorado? – Pregunto el rubio, esperando que ella estuviese equivocada. Pues no podía negar que también empezaba sentir sentimientos por la chica, al punto de... hacer maldades de la cual se arrepentirían al día siguiente, por corromper su inocencia. Más de lo que hace al enseñarle a matar.
- Porque lo siento.
- ¿Dónde? – Cuestiono aun perplejo con su confesión.
- Aquí – Señalando en su abdomen plano. – En el estómago. – Frotando con sus manos – Es cálido. Antes yo siempre sentía un nudo... pero ahora, ya no lo tengo.
- Mabel, me da gusto... que ya no te duela el estómago. – Carraspeando su voz. – Pero no creo que eso signifique algo.
- ¿Te has enamorado?
- Sabes que, se me hace tarde y sabes que odio llegar tarde. – Tomando sus cosas. – Conoces la clave y no más dulces en este día.
- ¡Bill! – Le llamo, pero vio al rubio irse a la fuga. – Tonto tuerto.
Bill caminaba deprisa por el pasillo y con el maletín en mano y su traje discreto con su vieja gabardina. Se detuvo un momento recargándose en la pared y cerrando su ojo con fuerza. Aquellos sentimientos lo invadían nuevamente, esa pequeña le hacía sentir un mar de emociones, uno al cual no debía volver. Sí quería salir vivo de esta. Por el momento solo se concentró en su misión, suprimiendo todo rastro de sentimientos. No quería cometer una equivocación como la misión anterior.
[...]
Mabel se recuperó de su borrachera más entrada al atardecer, ella busco su abrigo y un arma; una 9 milímetros con la cual solo coloco un cartucho. Tomo las llaves y salió del edificio encontrándose con el recepcionista, quien este le saludo.
- ¡Hola! Que tal con el ensayo con el violín. – Pregunto el señor.
- Más o menos es algo... cansado. – Jugando con la libreta de anotaciones.
- No he recibido quejas de los huéspedes.
- Es que coloco un trapo sobre las cuerdas, que evita que se escuche el sonido. – Menciono. A los hoteles que había ido a todos les había inventado la historia de que ensayaba para un recital de violín. Pero hoy estaba harta de mentir.
- Tú padre salió ¿en que trabaja, lo vi muy serio?
- Es compositor. – Dijo ella. – Pero no es mi padre...
- ¿Cómo?
- Él es mi amante. – Colocando una sonrisa. – Voy a salir un momento, bye, bye. – Haciendo un gesto con su mano.
Ella camino por las calles de New York donde el peligro acechaba a las horas más peligrosas de la ciudad, para una niña. En las esquinas visualizaba gente que vendía drogas, otros que robaban vehículos, entre un grupo de chicos rebeldes que tenían su música en alto; escuchando rap.
Mabel conocía las calles, había recorrido varias veces cuando intentaba huir un rato de su hogar. Cuando su padre amenazaba con matarla o mutilar una parte de su cuerpo, cuando sus negocios no salían bien o esos sujetos le daban una lección que no olvidaría dentro de unas dos semanas. Sí, su padre nunca aprendía la lección y seguía rebajando la droga siempre mintiendo que así la traían.
Cuando llego al viejo complejo de apartamentos subía las escaleras hasta llegar al noveno piso, donde estaba su antigua casa. Su hogar. El cual sufrió mucho de violencia y poco cariño, ella paso enseguida de un guardia de la policía, quien estaba coqueteando con una mujer. Antes de que este la detuviera y preguntara.
- ¿A dónde niña?
- Voy a visitar unos vecinos del apartamento C-97.
- Adelante.
La castaña siguió su camino aprovechando que el guardia estaba distraído, cruzo las cintas de seguridad y entro a la vivienda. Teniendo cuidado de no hacer ruido. Viendo el complejo destrozado con agujeros de bala y sangre seca, el olor fétido y oxido de ese líquido la hacía sentir nauseosa, pero no evitaría continuar con lo suyo.
Caminando entre el pasillo levemente iluminado de unas áreas y con marcas dibujadas con tiza, llego a su antigua habitación que compartía con Dipper y su hermana Jill. Entre las cosas encontró su viejo peluche un conejito de color crema cubierto de polvo. Lo limpio y lo abrazo con fuerza soltando unas lágrimas. Era el conejito con el que jugaba con su hermano Dipper.
Estando ahí aprovecho para recoger ropa y algunas cosas de uso personal. Agradecía a Bill por traerle ropa, pero el hombre no conocía la talla de su ropa interior y eso jamás se lo dejaría saber. Tomo una mochila y guardo todo lo que se llevaría. Camino por el pasillo topándose con una silueta pequeña, reconociendo que era el lugar donde encontraron el cadáver de su hermanito. Mabel sintió su sangre helar y cerrar su mirada un momento, pensando que su hermano estuviera gritando su nombre o llorando del miedo por primera vez.
- Lo siento Dip-Dip. – Dijo ella.
Se acercó a uno viejo tablones y de ahí saco una bolsa llena de dinero, mucho dinero. Su padre guardaba ahí todo el dinero ilegal de sus transacciones, de la droga que rebajaba y revendía a otro precio. Lo tomo y estaba a punto de irse hasta que escucho unos sujetos entrar al apartamento.
Ella se escondió rápidamente contra un mueble, mientras veía de reojo a un sujeto de traje beige elegante y su cabello marrón oscuro y ojos cenizos entrar algo alterado, junto con dos oficiales de investigación.
- Sabemos que está ocupado, así que explíquenos paso a paso nuevamente.
- Es la tercera vez que me sacan de mi oficina de esa manera. – Dijo el sujeto mostrándose enojado.
- Solo dinos Wirt, ¿Qué sucedió? – Pregunto un hombre de piel oscura y con la placa en mano.
- El individuo estaba aquí y sacó su arma. – Menciono. - ¡Bang! Disparamos para evitar que siguiera amenazando, estábamos en posición de defensa.
- ¿Qué explicas de los niños? ¿Dónde estaban?
- No sé, debían estar en la escuela ¿cierto?
- Usted fue el primero en entrar. – Dijo el sujeto con la cabeza calva. - ¿No los vio?
- La puerta estaba rota, seguí el maldito procedimiento. – Llevándose una mano al rostro para frotarse con sus dedos el puente de la nariz. – Miren perdí un buen agente por este maldito caso de mierda, que aún no quiere cerrarse. ¿Qué más buscan de mí? El lugar es un asco y el sujeto era un traficante de drogas.
- Cooperación Wirt.
- ¡NO TENGO TIEMPO PARA ESTAS IDIOTECES INSIGNIFICANTES! – Grito a todo pulmón sintiendo la sangre subir a su rostro. - ¿Quiere cooperación?, Bien, se las daré. Vengan a mi oficina. Cuarto 4602.
Wirt se fue molesto rompiendo las cintas de seguridad y saliendo del edificio a toda prisa. Se subió a su vehículo junto con un sujeto y se pusieron en marcha. Mabel lo siguió con sumo cuidado antes de detener un taxi y pedirle que fuera tras ese auto de color azul.
- Sigue ese auto azul.
- Esperas que me salte los semáforos y todas las normas de infracción. – dijo el sujeto de rastras.
- No, ve lento. – Menciono ella. – Toma 100 dólares y cierra el puto hocico.
El chofer obedeció y siguió el auto por alrededor de uno diez minutos antes de que Mabel visualizara el lugar al que había llegado. El departamento de justicia: Control de drogas, sección 1. Al fin había encontrado al asesino de su hermano.
Juraría venganza pero necesitaba un poco de tiempo para preparar su plan, contra Wirt. Tenía que ser un día en que Bill estuviera fuera y bien distraído para evitar que interrumpiera con su asesinato.
[▲]
Bill regresaba al apartamento cansado y chorreando sangre de su brazo izquierdo, hizo la clave y entro viendo a Mabel que estaba con su pijama y viendo la televisión mientras comía papas fritas. Pero eso no evito que el rubio se acercara con una sonrisa y una bolsa en mano de una tienda de boutique de ropa elegante.
- Es para ti. Es un regalo. – Dijo emocionado en su voz.
Aunque la castaña no estaba de humor para tener algo bonito, sabiendo ahora quienes eran los asesinos de su hermano y como todo este tiempo no había ni un maldito movimiento.
- ¿Quieres que lo abra? De acuerdo lo haré. – Dijo antes de abrir la bolsa y sacar un vestido de color rosa chiffon con una rosa en medio y con la tela bordada en flores. De textura suave y sedosa. – Es bonito.
Unos golpes en la puerta lo sacaron de su momento antes dirigirse en ver quien era tratándose del recepcionista del hotel. Abrió la puerta y el hombre mayor tenía una expresión de pocos amigos.
- Señor McGriffin, ¿Podemos hablar con usted?
[▲]
Bill y Mabel caminaban ahora por las calles oscuras mientras buscaban otro lugar para hospedarse, aun no entendía como una noche de 24 de diciembre pudo terminar de esta manera. Era difícil encontrar un hotel a estas horas, pero terminaron rentando un apartamento algo alejado y con buen perímetro de área asegurada. Solo para el horror de la pequeña fue subir hasta el décimo piso y escuchar los gruñidos de protesta del rubio.
En cuanto llegaron al apartamento el rubio quería saber que había sucedido, mientras no estaba, a lo que la pequeña lo ignoro y le dijo un "no sé" como respuesta.
- Mabel.
- Hice una pequeña broma.
- La cual nos sacó en cinco minutos. – Gruñendo de la frustración y la situación incómoda. – No fue una buena broma decir que soy tu amante.
- Perdón, de todos modos íbamos a mudarnos.
- Hasta enero.
- Mejor antes, ya no era un lugar seguro.
- Podías haber esperado... después de este día. – dijo agotado y soltando un bufido cansado, no estaba en condición para discutir con la chica.
- Estas goteando. – Dijo ella viendo la sangre escurrir por la bolsa.
- ¡Diablos! – Dijo apartando la bolsa con la ropa. – Espero que no se haya manchado.
- No importa... - Dijo ella.
- Sí, importa. – Menciono furioso. – Estrella fugaz, por una maldita vez sí importa.
- Tan importante es ese vestido.
- Es un regalo, es importante. – Dijo. – Es algo para ti, que tarde en elegir y... saber si quedaría o no. – Agachando la mirada. – Olvídalo es un pedazo de tela, no importa una mierda.
Bill se retiró aun molesto a la habitación para quitarse su chaleco de armas y su abrigo. Antes de verlo entrar al cuarto de baño. Mabel se acercó a la bolsa para abrirla y sacar el vestido corto y rosado, entre otras prendas como ropa interior femenina, una blusa de manga larga color negro y una falda lila y entre un suéter amarillo con orejas de gatito. Ropa que le gustaba y que la hacía volver al tiempo antes de que lo conociera.
Se sentía una tonta por no pensar en los regalos que el sujeto rubio le trajo. No era justo el trato que le daba, cuando el sacrificaba mucho su vida por mantenerla sana y salva. Ella busco entre las maletas un pequeño botiquín y decidió mínimo ayudarle a curar sus heridas.
Abriendo la puerta de baño escucho el sonido de la regadera, vio al rubio de espaldas con sus ojos cerrados y sin su parche, recargado con sus brazos en la pared, mientras dejaba que el agua fría lavara sus heridas. Ella lo vio con sus mejillas rosadas y colocando el botiquín en el lavabo. Se acercó a él adentrando su mano para acariciar su antebrazo y sacarlo de sus pensamientos.
- ¡Mabel! – Le llamo en un tono que aun denotaba enojo en su voz. – ¿Qué haces aquí?
- Vine a curar tus heridas.
- No hay nada que ver ni curar. – Espeto molesto. – Vete.
- ¿Así? – Dijo desafiante. – Y esto. – Picando una herida punzante y sangrante.
- Deja eso. – Tomando su mano.
- Te enfermaras si usas solo la fría. – Adentrándose un poco más para mover las llaves del agua y cambiar la temperatura. – Es mejor una temperatura tibia.
- Te estas mojando.
- No importa, solo es un poco de agua. – Sonriendo.
- Sí, importa. – Gruño enfadado de la actitud de la chica, salió de la ducha acercándose a ella. – Metete conmigo - Fue retirándole sus prendas.
Llevando sus manos a su cintura delgada y parte de sus caderas. Quitándole esos pantaloncillos cortos junto con sus bragas blancas de moñito hasta dejarlas caer en sus tobillos, tomo el dobladillo de su musculosa junto con el suéter rosado para levantárselo y pasarlo por arriba de sus brazos. Dejándola desnuda de su pecho en pleno desarrollo, tan blanco y rosado de las puntas de sus pezones. Procedió a quitarle esas calcetas aventándolas en un rincón del baño. La tomo del brazo y ambos entraron de regreso a la ducha, donde él la acerco a que se mojara completamente junto con él.
- Es más cálido el agua. – Dijo ella tímidamente bajando su rostro.
- ¿No ibas a curar mis heridas? – Dijo en tono juguetón mientras pasaba una barra de jabón sobre el cuerpo de la adolescente, untando y masajeando su piel.
- Entonces deja de limpiarme a mí. – Quitándole la barra. – Tú eres el que anda sucio.
- Ambos, querida. – Menciono ronco. - ¿Por qué te uniste al baño?, cuando podías estar en cama calientita y bajo las cobijas.
Mabel lavo sus heridas frotando con cuidado su piel y eliminando la sangre que se colaba bajo sus pies. Paso sus dedos por encima de sus tatuajes que tenía en la espalda. Se acercó y coloco un beso en cada parte moreteada y magullada. Bill disfrutaba mucho de su contacto, pasando sus manos por su sedosa melena y su tersa piel de sus hombros. Él noto las quemaduras que tenía en su espalda baja y omoplatos. Su piel lechosa adornada con terribles cicatrices de abuso y golpes provocados por su padre fallecido.
Acaricio esas zonas con ternura y se inclinó a besar cada cicatriz como ella lo hacía. Era su único momento especial, nadie los interrumpiría solo curarse y consolarse.
- Bill... - Soltó un suspiro ante su contacto.
- Yo también estoy curando. – Colocando un beso en su omoplato. – Tú también tienes algunas heridas.
Él sujeto su mentón alzando su rostro y junto sus labios con los de ella, fundiéndose en un beso suave y simple. El cual ella se sonrojo completamente de sus mejillas al ser su primer beso. Un movimiento entre ellos y las caricias de sus manos en su cuerpo.
- Estás muy roja.
- Tonto. – Inflando sus mejillas. – Es la primera vez que me besan.
- Me siento halagado. – Dijo. - ¿Te gusta? – Dijo en tono coqueto.
- Sí... - dijo apenada.
- Es lo que hacen cuando te gusta alguien.
- ¿Se besan mucho? – Pregunto ella.
- Sí, si estás enamorada y el sentimiento es mutuo... será bueno el beso.
- ¿Puedo... obtener otro? – Dijo ella con inocencia.
- Puedes tener los que desees.
Él iba acercándose a su rostro, la castaña presa de la timidez y vergüenza solo retrocedía hasta chocar con las baldosas de la pared verde agua. Acorralada entre el cuerpo del mayor y la mirada seductora y jodidamente atractiva del rubio, sintió sus labios chocar con de ella nuevamente. Besándola de forma lenta y suave en cada movimiento, siendo roces que la pequeña pudiera llevar el ritmo. Ella coloco sus manos sobre su torso fuerte, siento su rostro arder y dejarse llevar por el contacto dulce y especial.
Bill pasó su mano sobre sus pómulos acariciando su rostro y sujetándola firmemente. Su otra mano recorrió su cuello y parte de su espalda, frotando de forma circular y llegando a su trasero redondo y pequeño. Ella entre abrió sus ojos viendo al rubio con ternura, soltando un gemido corto y suave.
Le gustaba su toque y como la acariciaba, él la alzo entre sus brazos y ella por inercia envolvió sus piernas a su cintura aferrándose con sus manos los hombros del mayor. Recibía roces de sus labios y besos hambrientos del rubio, mordiendo de sus labios sin aplicar tanta fuerza.
Bill disfrutaba de sus besos dulces y sus labios carnosos y levemente voluminosos. Había deseado besarla e invadir su pequeña boca para saborearla. Lamio sus labios pidiendo permiso, el cual ella en un momento de aliento entre abrió y aprovecho para ingresar su lengua y buscar la suya. Jugando con ella y acariciando entre roces húmedos como una danza en sus bocas. Estaba perdiendo el control pero ella había tenido la culpa al entrar al cuarto.
Un gemido alto se escapó de los labios rosados de la chica y la vio llevar su mirada hacia abajo, casi en su entrepierna.
- Bill, algo roza mucho contra mí... zona de aquí. – Señalando su vagina lisa y con los pliegues rosados como los pétalos de una flor.
- Mabel. – Le llamo algo ronco. - ¿Sabes cómo se tiene un bebé?
- Tienen eso que llaman... sexo. Lo vi en una película de la tele, era algo borroso. – Dijo la castaña. – Recuerdo a Jill tomando pastillas y golpeándose el abdomen. Me dijo molesta que nadie debe quedar embarazado en su primer día. – Dijo. – Luego ella y mi madrastra me iban a enseñar todo del embarazo, que era malo. Y al final me inducirían al mundo de lo que llaman... prostitución.
- Algo así, pero sin tanto problema de un embarazo. – Dijo. – Pero si, se tiene sexo.
- ¿Tú quieres embarazarme?
- No. – Dijo. – Eres muy joven para quedar embarazada.
- Bill... - dijo con su rostro enrojecido. – ¿Duele la primera vez? Nunca lo he hecho. – Llevando su mano acariciar su rostro. – Es mi primera vez, dicen que la primera vez de una chica determina su vida sexual, sí le gusta o no. – Tocando sus labios. – Serás bueno cuando tengamos sexo.
- No te aseguro que sea un buen amante. – Comento. – Pero estoy seguro que... nos gustara.
- Quiero hacerlo. – Sonriendo para después besar sus labios.
- Pero no ahora, Estrellita. – Dijo. – Estoy sangrando y no quisiera arruinarte esa experiencia placentera de perder la virginidad.
- De acuerdo.
- Mejor solo... nos frotaremos y nos masturbaremos deliciosamente. – Colocando una sonrisa traviesa.
- ¿Cómo? – Pregunto curiosa.
- Para eso te enseñare esta noche, Mabel. – Colocando otro beso en sus labios.
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Palabras: 5,883.
Fecha de publicación: 12 de noviembre de 2018
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