Niña Inocente

Advertencia: Lectura para mayores de 18 años en adelante, contiene situaciones de tema erótico y sexual. Lenguaje ofensivo y vulgar.

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Capítulo II: Niña Inocente

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El día era soleado en el complejo de apartamentos, la joven castaña se había levantado de su cama que compartía con su hermanito. Aliso su cabello achocolatado y acomodo su pijama siendo una camisa grande azul que llegaba arriba de los muslos y un short de rayas. Llevaba una gargantilla en forma de estrella fugaz, regalo de su madre antes de que muriera por el parto de su hermanito.

Su hermano menor Dipper se removía entre las cobijas tirando una baba de la comisura de sus labios, ese gesto se le hizo adorable a la chica. Se acercó y beso su frente con ternura.

- A despertarse dormilón.

Pero su hermano solo se quejó y murmuro cubriéndose más con la cobija. La chica lo dejo descansar mientras estiraba sus brazos en alto.

Camino por los pasillos de ese apartamento llegando a la cocina y tomando un plato para servirse de su cereal azucarado. Mientras disfrutaba su tiempo en la televisión. Su madrastra una rubia platinada de ojos cafés y vestimenta provocativa que hacia lucir su cintura delgada y sus curvas exaltadas. Paso enseguida de ella dándole un empujón con su cadera solo para abrir el refrigerador y sacar una botella de agua purificada.

- No abarques espacio niña. – Le dijo a la pequeña.

Su hermanastra una chica de cabello café claro y ojos cafés igual a las de su madre, le quito el control remoto de la televisión colocando el canal de aerobics y ejercicios. Para comenzar su entrenamiento, cosa que disgusto mucho a la pequeña e hizo un reproche.

- ¡Hey es mi tiempo! – Se quejó la pequeña.

- Cariño baja el volumen, tengo jaqueca – Menciono la madrastra a su hija. – Y Mabel deja de gritar.

- Tomo mi turno – Siguió Mabel protestando.

- La bebita solo quiere ver caricaturas. – Dijo Jill con una voz de burla. – No te vendría mal mover ese perezoso cuerpo que tienes, así podrías fortalecer esas nalgas.

- Yo no estoy tan pasada de peso como tú ni tengo nalgas gordas – Fijando una mirada a su hermanastra. Quien no le agrado el comentario al igual que su madrastra.

- Tal vez podrías dejar de ver televisión por un momento y mover ese trasero para conseguir algo para comer. – Le dijo con una voz dura la mujer.

Mabel sabía a lo que se refería pero no dejaría intimidarse por lo que dijo esa mujer. Su hermanastra la miro y dijo con enojo en su voz.

- Repite lo que dijiste. – En forma de amenaza. – Y te romperé la boca.

Mientras tanto su padre se encontraba intentando buscar una solución a sus problemas, entro al baño donde estaba su ahora esposa y se acercó abrazándola de la cintura.

- Margie creo que metí la pata y es grave. – Colocando besos en su cuello y hombros.

- No sería la primera vez que lo hicieras. – Dijo ella arreglando su maquillaje. – Encontraras la solución y saldrás de esta, como lo has hecho siempre.

- Sí lo sé, pero creo que me excedí un poco esta vez. – Acariciando el busto de la mujer y empujándola contra el lavabo.

- Benson lo estás haciendo de nuevo y te excedes. – Dijo la mujer. – No me atrases que debo ir a trabajar.

- ¿Y si trabajas aquí en casa? – Menciono su esposo, levantando la falda lápiz y tirando de su lencería de encaje.

Mabel se encontraba terminando su desayuno cuando apareció su hermanito Dipper para desayunar, lo abrazo con ternura revolviendo sus rizados cabellos marrones. Dándole tiernos besos en su rostro adormilado.

- Oye Dip-Dip, ¿dormiste bien? –Sirviéndole un poco de cereal y jugo.

- Mabel... quiero ver Transformes. – Menciono el pequeño.

- Sí, yo también. – Comento, picando su nariz con ternura. – Es nuestro cumpleaños y veremos caricaturas, ¿vale?

Tomo el control remoto y rezo con todas sus fuerzas para que su hermanastra Jill no la agarrada a golpes. En cuanto dio el clic, salió corriendo con todas su fuerzas a buscar a su papa. Abrió la puerta del baño solo para ver a su padre cogiéndose en ese momento a su madrastra, mientras le tiraban de insultos diciendo que cerrara la puerta.

Jill apareció como un diablo detrás de ella y cerró la puerta de baño antes de tomarla bruscamente del brazo y tirarla contra el suelo del pasillo. Propinándole patadas en sus costillas y golpes en el rostro y espalda, dejándola adolorida y chillando en el suelo.

- ¡Estúpida perra! – Tomo el control dejando el canal de aerobics e interrumpiendo el entretenimiento del infante de 6 años. – La próxima será el doble.

Mabel se levantó como pudo del frio suelo y camino rumbo a su habitación con el rostro moreteado y el cuerpo adolorido. El teléfono del apartamento sonó y su padre grito para que contestaran, su hermanastra contesto diciendo que estaba ocupada por lo que no le quedo de otra que la castaña contestara.

Levanto el auricular del teléfono de disco y hablo con voz modesta y tranquila. Solo para escuchar la voz de una mujer adulta.

- ¿Hola?

- Habla Marguerite McAllister directora de la Escuela Spencer en Nueva Jersey. – Dijo. - ¿Se encuentra en casa el Sr. O la Sra. Pines?

Mabel volteo a ver si no venía alguien antes de imitar la voz un poco grave y madura de una persona mayor.

- Sí, ella habla.

- Sra. Pines, cuando su marido inscribió a Mabel Pines a nuestra escuela, nos dijo que Mabel tenía muchos problemas. – Continuo. – Y como sabe aquí transformamos a las niñas con problemas, en jovencitas productivas para la vida laboral. – Dijo. – Pero si no están aquí, pues, no podemos hacer mucho. – Menciono con un suspiro frustrado. – Mabel no se ha presentado en nuestro colegio desde hace 2 semanas y yo sé que su esposo pago la colegiatura por casi un año. Pero si consulta el manual en la página 20 de reglas y reglamentos del instituto que le enviamos por correo, que si no hay una excusa valida por su ausentismo prolongado, me temo que no me queda decir que perderá el pago y ella quedara expulsara.

- Ella murió. – Dijo firme Mabel con su voz normal, derramando lágrimas por su rostro antes de colgar.

Miro con miedo lo que vendría más adelante su padre regañándola y golpeándola por su indisciplinaría actitud. Su madrastra y hermanastra abusando de su infancia y cumpliendo las terribles advertencias de sumergirla al frío mundo del comercio oscuro. Pero ella no temía eso, sino por la seguridad de su querido hermano menor Mason. El cual llamaba con mucho cariño con el apodo de Dipper. Ella tenía miedo de que su hermano quedara solo con esas personas. Era la razón por la que no había ido a ese internado de estudios, para no dejarlo solo. Tan solo hoy cumplía seis años y ella catorce años. Cuando Dipper nació fue el día de su cumpleaños el 31 de agosto de 1988. En ese momento ella tenía tan solo 8 años cuando su madre dio a luz en el hospital, los doctores habían anunciado que tuvo complicaciones en el parto teniendo hemorragia obstétrica y atonía uterina.

Mabel había quedado sola en el mundo junto a su hermanito recién nacido e inocente. Su padre no había tenido la decencia de darle tiempo de luto al cuerpo, cuando conoció a la mujer que sería ahora su madrastra junto a una adolescente que termino siendo la peor hermanastra del mundo.

Su padre involucrado en el narcotráfico trabajaba para un hombre corrupto de nombre Wirt, un maldito agente de la D.E.A. (Departamento Gubernamental contra las Drogas). Ese hombre venía a su hogar cada vez que traía mercancía para después recogerla.

Mabel siempre que escuchaba a su padre hablar por teléfono con ese sujeto, se apuraba en terminar sus deberes y ocultar a su hermanito Dipper debajo de la cama, diciendo que jugarían a las escondidas en silencio. Mientras ella salía del apartamento e iba afuera a esperar sentada en la orilla del barandal antes de que llegara Wirt a su hogar.

Hoy no había escuchado a su padre hablar por teléfono por lo que no habría problemas si saliera un rato a despejar su mente. Se colocó una falda morada lisa un poco bombada, una musculosa negra que era de su hermanastra, unas medias de gatito que llegaban a encima de su muslo, unos botines cafés un poco desgastados de las agujetas, un suéter verde claro con orejas de gatito y su diadema rosa. Arreglo su pelo ocultando los moretones y cubriéndolo con polvo de maquillaje. Cuando estaba lista salió del apartamento, no sin antes darle otro beso a Dipper en la frente y decirle de su plan.

- En la noche traeré un pastelito. – Dijo ella viendo como su hermanito se le iluminaba sus ojitos avellanados.

- Chocolate – Dijo el niño en medio de un susurro perdido en los pasillos del apartamento.

- Chocolate con muchas chispas de colores. – Sonriendo cálidamente al infante. – Y que tenga escrito "Feliz cumpleaños".

- Mabel... - Abrazando a su hermana mayor con fuerza. – Te quiero mucho.

- Yo también te quiero Dip-Dip. – Besando su mejilla con ternura.

Pero su padre apareció fúrico y con un cinto en mano, antes de que ella le diera un empujoncito a su hermano para que se fuera, quedando ella sola en el pasillo del recibidor. Sabía lo que vendría y nada evitaría lo que ocurriría.

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El rubio terminaba su rutina de ejercicio y regar la planta de Phill, colocándola en la ventana. Se arregló su vestimenta y se miró en el espejo, tenía ojeras no había dormido bien esta noche. Salió de la vivienda, quería relajarse un poco y divertirse, quitarse un momento el atareado trabajo que tenía.

Camino por el pasillo con las manos dentro de los bolsillos de su saco cuando escucho la voz de su vecino gritar y los múltiples golpes y roces de una tela de cuero azotar sobre una piel de una persona. Mientras tiraba de insultos dentro de ese apartamento. Paso de largo mientras se repitió una y otra vez diciendo "No es mi problema".

Afuera del complejo de apartamentos se encamino por las calles de Manhattan, por sobre las avenidas y los barrios llenos de personas y niños jugando por la acera.

El sujeto se dirigió a una tienda a comprar unas cuantas golosinas, comiendo unos caramelos macizos de fresa y menta. Entro a un cine y pago para ver una vieja película de Gene Kelly, "Cantando bajo la lluvia" el cual miraba asombrado por como el actor interpretaba bien su actuación a través del musical. El rubio fascinado volteo a los lados para ver con quien podía compartir su misma emoción, pero nadie estaba presente más que dos ancianos que se habían dormido durante la función y uno leyendo el periódico. Aunque eso no arruino las ganas de seguir viendo la película, pero deseaba tener a alguien en ese preciso momento que estuviera comentando o disfrutando de ese maravilloso momento. Si tan solo su hermano Phill estuviera con vida o tuviera un poco más de contacto con su familia.

Al terminar la función se fue como un chico ilusionado y contento. Con una media sonrisa y tarareando la canción de la película entre medio de silbidos y una alegría que hacía que tuviera ganas de danzar en la calle. Camino por las escaleras del edificio dejándose llevar por el momento. Danzando unos cuantos pasos y silbando con alegría. Cuando llego a su piso encontró apoyada sobre el barandal a la misma a la chica de cabello achocolatado y ojos brillantes como una piedra preciosa, estaba recargada y con su mano cubriendo su nariz sangrante, empapando la manga de su suéter limón.

El rubio a ver esto en la pequeña la vio que solo agachaba la cabeza y se volteaba para que no la mirase. El nunca sostenía una conversación con la niña, siempre le daba un caramelo o solo cruzaban una o dos frases como diciendo "El día de hoy estuvo nublado y Timmy se cayó de las escaleras" solo eso decían, para después separarse y cada quien con su propio asunto.

Pero algo motivo al rubio en quedarse un poco más del tiempo y buscar en su bolsillo un pañuelo de tela, extendiéndoselo a la pequeña y viendo su rostro embarrada en sangre fresca. La chica lo acepto y limpio su nariz antes de hablar con una mirada llena de tristeza.

- ¿Siempre es así de dura la vida o nada más cuando eres un niño? – Cuestiono la adolescente mientras tallaba el puente de su nariz. Su voz sonaba dolida y a punto de quebrarse a llorar.

El rubio no sabía que responder pues por su experiencia, la vida lo había cambiado a través de diferentes circunstancias, en ningún momento tuvo paz en su vida. Solo se resumía en vida y muerte mezclado con el dinero y los crueles vicios del mundo.

- La vida es así, chico. – Menciono fríamente. – Pero no todo el tiempo.

Mabel lo miro fijamente viendo su orbe color dorado con la pupila afilada, ese hombre era un misterio para ella desde que lo vio por primera vez cuando tenía tan solo cuatro años.

- Puedes quedártelo. – Dijo mientras caminaba a dirección de su apartamento.

La castaña miro al sujeto y termino de limpiarse las lágrimas que iban a caer en el rostro, entre la sangre colada en sus mejillas, antes de llamarle con una voz firme y segura.

- ¡Oye! – Llamando su atención al verlo detenerse un momento. - Yo, voy... a ir de compras. – Comento con un leve sonrosares en sus mejillas. - ¿Quiere que te compre leche? ¿un litro o dos? Dos, ¿verdad? - Sonriendo tímidamente.

El rubio asintió pues en su momento de trance al ver a la adolescente sonreír de esa manera descuidada e inocente, no pensó en sus decisiones. La pequeña sonrió más grande y se fue contenta por las escaleras para ir a la tienda. Mientras que el regresaba a su apartamento.

Cerro la puerta y sentía su corazón latir rápidamente, pues era la primera vez que la veía sonreír para él. Pero no podía dejarse llevar por esa clase de emociones. Se fijó en el reloj y vio que casi faltaba un minuto para las doce. Por lo que decidió beber un poco de la leche que le quedaba en la nevera y recostarse en el sillón.

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Mientras tanto un grupo de sujetos abordaron el edificio colocándose en sus posiciones en la casi entrada del piso. El mismo hombre de traje elegante junto con su compañero, que visitaron la casa del cuidador ayer se encontraba afuera mientras preparaban para el momento.

Saco de su traje color crema una cajetilla metálica con capsulas con sus dosis calculadas; una combinación de cocaína con heroína y parte de crack. El cual estimula rápidamente sus sentidos y los nervios parasimpáticos siendo una subida de adrenalina y endorfinas disparadas al torrente sanguíneo, pero con la misma analgesia que una depresora del sistema nervioso central. Un estado de euforia lo invadió mientras tomaba un rifle de asalto y lo cargaba con sus municiones.

- Me encanta estos momentos de calma antes de la tormenta. – Camino a paso lento junto con su compañero. – Siempre me recuerdan a Beethoven. – dijo. – ¿Puedes oírlo? – Moviendo su dedo como una batuta que dirige una orquesta. – Es como... cuando recuestas la cabeza sobre la hierba fresca en verano y escuchas como crece y los insectos hacen tiki,tiki,tiki con sus patitas. – Preparo el rifle y se dirigió a su compañero. - ¿Te gusta Beethoven?

- No sabría decirlo, señor.

- Te voy a poner un claro ejemplo de su melodía. – Disparo la cerradura de la puerta, dando una punta pie y abriendo. Cargo el remache alimentadora del arma y vio a la primera persona parada en el pasillo del apartamento.

- ¡PAPÁ! – Grito la chica corriendo antes de ser alcanzada por el disparo que atravesó su pecho.

Wirt entro a la vivienda moviéndose al compás de una sinfonía en cada tiempo, abrió la puerta del baño y encontró a una mujer en la bañera con los audífonos puestos. Le disparó en el pecho y en la cabeza volándole los sesos y rompiendo la cerámica de la tina. Cubriendo de sangre y agua jabonosa el cuarto. Wirt destrozaba el apartamento buscando lo que faltaba de droga, sus hombre mantenían distancia pues cuando el castaño se ponía en esa actitud era difícil razonar con él. Cada vez que lo veían pasar solo se asustaban y lanzaban maldiciones.

Cuando llego a su objetivo con el hombre que estaba acorralado en la esquina de la habitación, hizo su entrada con una sonrisa cínica y con el arma cargando a un costado.

- Te dije que antes del mediodía, Benson – Alzando su muñequera con su Rolex de lujo. – Ya son más de las 12:01 pm. – Trono los dedos y soltó un bufido. – A ti no te gusta Beethoven. – Sonriendo. – No sabes lo que te pierdes. Las oberturas como esta hacen que... mi adrenalina fluya y exalte por mi cuerpo. Son muy poderosas. – dijo. – Pero después de sus entradas, si te soy sincero, me tienden a ponerme aburrido.

Sonriendo aún más grande antes de hacer un gesto en sus manos.

- ¡Por eso me detuve! – Grito. – Registren el apartamento. – Menciono seriamente.

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Mabel se encontraba en la tienda buscando leche y un pastelillo de la panadería, se lo llevaría a Dipper para que ella y él celebraran su cumpleaños. Por primera vez gastaría el dinero que le dio su padre y no haría las compras que le pidió en la mañana.

Tomo el pastel de chocolate mediano y le pidió a la señora que le pusiera en letras con mermelada de fresa «feliz cumpleaños» porque mínimo sería un día especial. Pago por todo y camino con una bolsa en mano y la caja con el pastelillo en la otra.

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Los hombres de Wirt terminaban de revisar la vivienda sin encontrar la señal de la droga restante, en una distracción Benson sacó un arma e intento matar a Wirt, haciendo que todos perdieran el control presos del pánico y dispararan a fuego en todo el lugar. Un niño inocente de seis años corría por el pasillo queriendo salir de ese lugar, pero fue alcanzado por una de las balas perdidas.

Wirt que sobrevivió al ataque vio a Benson intentar huir, disparándole por detrás en múltiples disparos con su revólver. Vio su traje arruinado y preso de la furia disparo sin compasión al hombre muerto. Antes de ser detenido por su compañero.

- ¡Wirt! ¡Detente el hombre ya está muerto!

- ¡Arruino mi traje!, ¡Carísimo de parís! – Dijo reventado en cólera.

- Ya lo sé, pero el hombre ya está muerto, ¡ya olvídalo! Y cálmate.

- De acuerdo, estoy calmado. – Sacando un cigarrillo pero este resbalo de sus dedos. – Esta muerto el desgraciado. – Dándole un golpe al cadáver.

- Quédate ahí, ¿sí?

- Sí

- ¡Benny! – Grito a su compañero que hacia guardia en la puerta, para asomarse en el pasillo recibiendo un disparo de advertencia. - ¡Puta madre, Benny! – Grito. - ¡Somos Marco y Wirt! – Regreso al lugar para tomar a Wirt del brazo. – Vamos Wirt, ¡tranquilízate!

- Sí

- ¡Benny, vamos a salir! – Aviso. - ¡Benny, no dispares maldita sea! – En cuanto salieron le aviso para que entrara al lugar. - ¡Puta madre, Benny! Eres un imbécil.

Wirt mira el lugar algo fuera de sí, mientras su compañero Marco intentaba tranquilizarlo dándole otro cigarrillo.

- Siempre es lo mismo con estos sujetos – Menciono Wirt algo sucumbido con la dosis.

- ¿Qué sucede aquí? – Salió una viejita en bata mirando a ambos sujetos. - ¿Por qué tanto escándalo?

- Señora tranquila, somos la policía de control de drogas regrese dentro de su casa.

- ¿Por qué no dejan a esa pobre familia en paz? – Dijo la abuelita.

- Todo saldrá bien, tenga calma jefe. – Dijo Marco antes de volver dentro de la vivienda.

- ¿Por qué no los dejan en paz? – Volvió a repetir la señora, antes de escuchar un disparo detrás de ella quebrando el vidrio que dividía la entrada al piso de los apartamentos.

- Le dijeron que nada pasaba, así que regrese a su jodido hogar vieja decrepita. – Menciono Wirt cabreado del momento.

Marco regreso por el llevándolo dentro del apartamento.

- Mejor regresemos dentro Wirt.

La anciana sorprendida regreso dentro poniendo seguros en la vivienda.

El rubio que había visto por la mirilla el escándalo que hicieron hace unos minutos, tenía el arma preparada en caso de que decidieran ingresar al apartamento.

Mientras que una castaña regresaba de la tienda con una sonrisa en sus labios. Camino por las escaleras y su rostro no podía borrar la felicidad de celebrar su cumpleaños, llegando a casa tomaría la mano de su hermanito y lo llevaría con su vecino. A él lo invitaría a comer un trozo de torta por aquel gesto de esta mañana, también como una excusa para que su padre no los cachara devorando un pastel con el dinero del mandado.

En cuando llego a su piso vio a un hombre de traje negro haciendo guardia fuera de su apartamento, ella camino a paso lento y miro de reojo antes de ver a su hermanastra muerta en el pasillo. Siguió su camino derecho hasta llegar a la puerta de su vecino, tocando su timbre. Escucho que habían matado a un niño de seis años, eso fue lo que más le partió en su corazón.

Trato de evitar las lágrimas que corrían por su rostro y el miedo al sentir la mirada del sujeto que la veía sospechosamente.

- Por favor, abra la puerta. – Musito la pequeña entre lágrimas. – Por favor.

El rubio la miraba por la mirilla y trataba de ignorarla, meterla a su apartamento sería un riesgo por todo lo que ocurría. Escuchaba el timbrar de su puerta su presencia, viendo como ella evitara romper a llorar.

"No es tu problema"

Él no sabía que hacer dejarla a su suerte a la mocosa y que la ejecutaran, era algo injusto. Pero también ponía en riesgo su identidad a otras personas. Entre meditarlo unos segundos escuchaba sus suplicas bajas. No había tiempo y una decisión debía tomar.

Guardo su arma debajo de su suéter entre el cinturón y el pantalón, quitando los seguros de la puerta y abriéndola. Dejando ver el rostro de alivio en la pequeña que entro desesperada a su vivienda y actuó como si nada hubiera pasado.

El rubio le dedico una mirada seria al sujeto que hacia guardia, antes de cerrar la puerta y volver a vigilar. Mientras que Mabel caminaba dejando la caja con el pastel y la bolsa encima de su mesa, guardando la leche en la nevera como una forma de distraerse de la situación tensa.

Había momentos en que el rubio revisaba a la castaña viéndola sentada en la mesa con el rostro afligido. Regreso a ver a través de la mirilla el pasillo. Noto que el hombre de negro se acercaba a su apartamento, estaba preparado para asesinarlo si llegara a irrumpir.

De repente el sonido de la tele y una vieja caricatura que puso la pequeña a todo volumen, hizo que el hombre retrocediera y él suspirada de alivio al pensar que no tendría que utilizar sus métodos de asesinato.

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En ese momento uno de los hombres de Wirt, un chico llamado Tom encontró la bolsa con la droga enseñándosela a su jefe. Las sirenas de las patrullas avisaron que la policía había llegado, todos estaban comenzando abandonar el lugar antes de ordenarle a Tom que se quedara.

- ¿Y qué les digo? – Dijo molesto el pelirrojo.

- Diles... que hacíamos nuestro trabajo. – Mostrando una mirada gélida al chico.

Si algo odiaban los hombres de Wirt, era la actitud arrogante y bestial del sujeto. Mataba sin misericordia a niños, mujeres y hombres sin excepción alguna.

En cuanto sus compañeros se fueron el visualizo una fotografía con los miembros de la familia, ahí estaba un quinto miembro; una adolescente.

- Les falto una.

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Pasaron los minutos el sujeto se acercó a la pequeña sentándose en la mesa, viendo sus ojos avellanados derramar lágrimas y su labio partido hacer una mueca de tristeza.

- ¿Cómo te llamas? – Le pregunto, quería saber el nombre de esa inocente chica que cayó a sus dominios. Aquella pequeña que no se había atrevido a preguntarle cuando la veía cada vez que llegaba de su trabajo en el barandal de las escaleras. Ahora tenía intriga en saber su nombre.

- Mabel – Dijo ella con voz rasposa. – Mabel Pines.

El rubio no era bueno con iniciar las conversaciones ni mucho menos para dar un consuelo. Pero lo mejor sería disipar un poco la tensión.

- Siento mucho lo de tú padre. – Menciono.

- Si no lo mataba alguien a ese hombre, un día lo iba hacer yo. – Hablo con firmeza en su voz la pequeña.

- ¿A tú madre también?

- Ella no es mi madre. – Dijo. – Solo era alguien quien quería ganarse el derecho de llamarse mamá.

- ¿Qué hay de tu hermana no la extrañaras? – Había visto en algunas ocasiones a la hermana de Mabel, saliendo con chicos y coqueteándole a todo extraño. En ocasiones pidiéndole dinero a cambio de "trabajitos", pero él siempre le daba una parte para quitársela de encima. Total la mujer siempre estaba ebria y sucumbida en el éxtasis de las drogas de su padrastro.

- Nunca la extrañare. – Dijo. - De cualquier forma mi hermanastra Jill quería perder peso de cualquier forma. Ella nunca se había visto bien. – Dijo soltando un sollozo. –Aunque no era mi hermana. Era una mala hermana y nunca será parte de mi familia. – Rompiendo a llorar.

- Entonces, ¿Por qué lloras? Si no los soportabas. – Frunciendo el ceño. – Son personas que te molestaban.

- ¡Porque mataron a mi hermanito! – Hablo alto la chica. - ¿Qué demonios les hizo él? Solo es un niño de 6 años que quería disfrutar su primera fiesta de cumpleaños con un pastel. – Dijo. – Dipper nunca lloraba, nada más se sentaba junto a mí y se acurrucaba hasta quedarse dormido abrazándose en mi cintura.

Mabel soltaba grande lagrimones y frotaba con sus manos su rostro, el rubio ponía atención en todo lo que le contaba. Ver a la adolescente llorar frente a él le causaba opresión en su pecho.

- Dipper era mi hermanito, tan lindo e inocente. Él no tenía la culpa de lo que hacia mi padre. – Dijo. - ¡Yo era más como su mamá! Que esa maldita cerda de madrastra que teníamos y murió. – Apretando los puños.

- No insultes a los cerdos. – Dijo el rubio frunciendo el ceño. – Ellos son mejores que las personas.

- Pero huelen muy mal. – dijo la chica mientras hacia un mohín con sus labios.

- No es verdad. – Le hizo una seña el sujeto. – Porque veras, ahora mismo tengo uno en la cocina y anda muy de mitotero escuchándonos, desde que llegaste. – Menciono con una expresión neutra. – Es muy limpio, huele muy bien y es pachoncito.

- No tienes un cerdo, es muy pequeño este lugar. – Mirando su apartamento. – Es igual que mi casa.

- Sí tengo. – Afirmo.

- No seas mentiroso, estuve ahí y no vi un maldito cerdo. – Dijo molesta en su voz.

- No me crees. – Curvando las cejas. – Pues iré por él y te lo mostrare, mocosa.

Se levantó de su asiento y se dirigió a la cocina desapareciendo un momento. Mabel escuchaba un nombre y como el sujeto lo llamaba.

- - ¡Pato! Ven acá... ¿Dónde estás pequeño cerdito? – Hablo el rubio. – Ahí estas cerdito.

Unos sonidos de cochinito se escucharon y de repente apareció un guante de cerdito entre el marco de la puerta, sorprendiendo a la castaña.

- Oink, oink... Hola Mabel. – Imitando los sonidos de un cerdito.

- Hola Pato. – Dijo Mabel embozando una sonrisa.

El sujeto se acercó con el cerdito y se volvió a sentar en su lugar cerca de la castaña, mientras seguía manipulando el guante de cocina.

- ¿Cómo estas pequeña?

- He tenido días mejores, eso creo. – Comento. – Pero hoy... fui salvada.

- Ya veo. – Menciono el cerdito. – Eso es bueno.

- Eres muy lindo. – Dijo ella tocando el guante. – ¿Estabas escondido?

- Soy algo tímido.

- Pato ¿quién es tu dueño?

El sujeto dejo el guante encima y se sentó ocultando un leve sonrojo, antes de mirar a la pequeña.

- ¿Cómo te llamas? – Pregunto la chica.

- Bill – Respondió. – Bill Cipher – Tomando un sorbo de su vaso de leche.

- Qué hermoso nombre.

Bill casi se atraganta al escuchar esas palabras por parte de la pequeña. Algo sabía que esa adolescente daría cambios drásticos a su cotidiana vida.

.

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Palabras: 4,303

Fecha de publicación: 06 de noviembre de 2018

Fandom: Gravity Falls.

Nota: Muchos preguntaron por la edad de Bill Cipher en esta historia, solo diré que aquí se lo dejo a la edad de 27 años para no ponerlo tan pedófilo. Ya que en la película, el protagonista oscila entre 38 o 40 años y como que no rula para la edad de Mabel que es de 14 años. También la pequeña en la película está a la edad de 12 años y como que no pegaría bien el tema que manejarian.

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