Intimidad

Advertencia: La siguiente lectura es para mayores de 18 años en adelante, contiene temas de situación erótica y sexualmente explicita, relación consensuada a menor e imágenes eróticas. El lenguaje puede ser ofensivo y vulgar para el lector, se recomienda discreción. Por ultimo menciono que esta lectura no está a favor de practicar esto en la vida real, recuerden que es un relato de ficción erótica.

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Capítulo VII: Intimidad

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- Bill... ¿Qué es masturbar?

- Es cuando te tocas a ti mismo o junto a una persona... y sientes bien, como un alivio. – Hablo con las mejillas rojas al recordar "la charla" junto a su hermano Phill. Cuando era un adolescente problemático.

- ¿Cómo esto ayudara? – Inflando sus mejillas tiernamente. – Casi me tienes aplastada. – Empujando su pecho al punto de resbalar y empujar su longitud casi rozando la punta. -¡Bill! Se va meter y terminare embarazada. – Chillo avergonzada.

- Tranquila y deja de armar escándalo, que ni está adentro. – Subiéndola suavemente.

- Ahmm... - Soltó un gemido audible, llamando la atención del rubio.

- Estás muy sensible. – Menciono.

- ¿Me... bajaras? – Diciendo tímidamente ante el momento incómodo. – Es muy extraño... que me veas así.

- No, no lo es. – Colocando un beso en su mejilla. – Solo debo acomodarte y...

- ¿Y? – Pregunto curiosa.

- Frotarme contigo y besarte... y tocarte. – Entrecerrando su mirada.

- ¿Me gustara? – Envolviendo sus brazos en su cuello.

- Mucho.

Beso sus labios suavemente y en un ritmo lento y dulce, con su mano acomodo su miembro erecto entre ellos quedando la punta tocando el vientre de la castaña. Mabel vio el miembro de Bill, la punta rosada visible estaba hinchada y con una gota saliendo. Ella no paraba de preguntarse si le dolería al chico. Sintió las manos del mayor tocar sus nalgas acariciándolas y apretándolas contra sus palmas, encontró esa sensación agradable y algo cosquilludo. De pronto lo vio moverse rozando su longitud contra sus pequeños labios virginales, robándole suspiros y frotando en ese punto que ella sentía caliente al tacto.

Escucho como Bill le pedía que moviera sus caderas hacia delante y hacia atrás, ella lo hacía mientras las manos del rubio la guiaban y la sostenían con fuerza. Los besos que recibía de él, eran cortos y llenos de pasión a cada segundo, su lengua rozar con sus labios de momentos y provocar un temblor en ellos.

- Bill me haces cosquillas, ¿Qué intentas hacer? – Pregunto la menor entre sus besos.

- Abre tu boca y déjame... besarte profundo.

- No será raro. – Dijo la chica.

- No. – le sonrió de manera enternecida por la inocencia de la adolescente. - ¿Conoces un beso francés?

- No... - Dijo ella con sus mejillas rosadas. - ¿Qué es un beso francés?

- Es cuando dos personas se besan en los labios. – Dando besos cortos. – Rozándolos y abriendo un poco sus bocas, para introducir su lengua y jugar.

- Así. – Entreabriendo sus labios el cual sintió el beso del mayor, introduciendo su lengua y creando movimientos rápidos mientras exploraba y tocaba su lengua con insistencia. – ¡Mmh...!

Mabel sintió como él iba rápido y tocaba todo rincón de su boca, escurriendo un poco su saliva hasta descender por su barbilla. También el cómo había aumentado la velocidad de sus roces en su parte íntima, al punto de empujarla contra la pared y moler contra su entrepierna. Quería separarse pero el mayor no la dejaba, solo restregaba su pene contra su sexo que palpitaba con fuerza, sus labios resbalaban con un líquido que hizo que ella entre jadeara.

Bill rompió el beso escuchándola respirar agitada y gemir, ella le pedía que parada y la bajara diciendo que tenía que ir al baño. Lo cual el rubio solo rió un poco a su petición sabiendo que la chiquilla estaba experimentado el ansiado orgasmo.

- Tranquila, es un orgasmo. – Dijo suavemente.

- No... Es necesario que me sueltes... ¡tonto! – Golpeando su pecho.

- Casi llegas preciosa – Jadeo cerca de su cuello. – Te gustara.

- ¡BILL! – Enterrando su rostro en su pecho. – Te odio, tonto... ¡¡Ahg!!

Sintiendo resbalar por su hendidura hasta sus nalgas, formando un hilillo transparente. Ella gemía incontrolablemente y sollozaba.

- Es injusto que llegaras antes que yo. – Dijo.

- Me... tiembla el cuerpo.

- Aún no hemos terminado, preciosa. – Jadeando cerca de su rostro. – Toca aquí. – llevando las manos de Mabel a la punta de su miembro. – Frota y aprieta suavemente.

- Golpea mucho mis dedos y mis manos. – Tocando su orificio y la cabeza del glande veía al rubio cerrar su orbe y ver sus mejillas ruborizadas. - ¿Te gusta mucho, Bill? – Viéndolo asentir. - ¿Tú también tendrás uno?

- Deja de hablar mocosa. – Gruño.

- Bill, estas yendo rápido. – Gimió la pequeña. – Si continúas así... otra vez sucederá.

- Córrete... - Hablo ronco.

Bill mantuvo a Mabel en su agarre, su miembro se frotaba entre su clítoris y sus labios humedecidos. Ambos gemían al compás de sus movimientos. Ella acaricio sus pectorales colocando besos livianos y suaves. Llevaban tiempo bajo la ducha pero poco les importa quedar arrugados como pasas. La presión dura de la pared y el cuerpo de Bill apretando el suyo, hacía que su corazón latiera con prisa, el pene del mayor recorriendo de arriba hacia abajo rozando y lubricándose con sus fluidos de su orgasmo anterior. Caliente y resbaladizo. Ella se apegaba más y sentía el aliento del rubio contra su oído. Su piel se erizaba de momentos y los escalofríos pasaban por su columna.

Bill la separo un poco viendo su miembro palpitar y brotar más de líquido pre seminal. Goteando y bajando por la cabeza del glande. Agarro sus nalgas y se restregó con más fuerza, moliendo contra su intimidad. Un gruñido escapaba de sus labios, escuchaba a la castaña soltar gemidos altos y gritar por el arranque de placer cuando sintió la fricción más fuerte.

- ¡Bill! Me voy... a venir otra vez – Dijo ella envolviendo sus brazos en su cuello.

- Vente mi amor. – Jadeando. – Carajo, quiero cogerte tan fuerte y entrar a tomar más de ti. – Mordiendo el lóbulo de su oreja. – Cuando consiga los malditos preservativos, no te daré un maldito descanso.

- Bill... ahh... ahh... ¡ahh! – Moviendo sus caderas. – En ese punto... ahí es en ese lugar... ¡Más! ¡Más!

- ¡Mabel! – Tumbo el estante del jabón y el champo, la arremetió con fuerza entre la esquina. Su mano frotaba su pecho estrujándolo. Los besos no se hicieron esperar roces fuertes y sus besos profundos mientras sus cuerpos se restregaban. En cuestión de segundos el mayor se vino derramando una gran cantidad de esperma entre los senos y el abdomen de la menor manchándolo y cubriéndolo de semen. - ¡Ahg! ¡Mabel!

- B-Bill... - Ella cayó rendida entre sus brazos con su respiración agitada.

Bill termino de rodillas sentado con Mabel en su regazo. Sus respiraciones aceleradas y sus miradas entrecerradas y con una sonrisa entre sus rostros. Beso sus labios y paso su mano por el pecho de la chica, limpiando el rastro de semen. La castaña lo detuvo un momento y llevo uno de sus dedos con las gota de su semilla hacia su boca. Chupando y lamiendo de forma sexy hasta no dejar nada.

- Tenía curiosidad. – Dijo ella con inocencia.

- ¿Probar mi semen?

- Es un poco agrio y levemente dulce. – Inclinándose a lamer la punta de su pene. – No sabe mal. Veía a mi madrastra hacerlo... con esos sujetos – Dando lamidas al pene masculino del rubio. – Sabe rico el tuyo. – Relamiéndose sus labios.

- Te daré más si quieres. – Levantándose y cerrando la llave de la regadera. – Pero no aquí.

Tomo las toallas envolviéndola y llevándola a la habitación con el corazón latiendo, cerrando las cortinas para evitar las miradas de otras personas que estaban del edificio de enfrente. Se acercó a la pequeña que estaba sentada en la cama. Se retiró la toalla de su cintura y pasó su mano sobre su miembro aun duro. Frotando y apretando alrededor entre tirando la carne y acariciando los surcos y el frenillo sensible de su pene. Hasta tomar un ritmo rápido de arriba hacia abajo.

Mabel escuchaba al rubio jadear y respirar pesado, sintiendo la mano de él sobre su mentón y levantar su rostro con suavidad. Su orbe dorado mostraba una mirada oscura y llena de lujuria. Empujo la punta de su glande en sus labios rosados.

- Lámelo. – Ordeno. – Y no te detengas.

- Sí – Ella obedeció con las mejillas teñidas de un rojo cereza. Era la primera vez que escuchaba al rubio hablarle, oh ordenarle ese tipo de cosas. Pero no le molestaba, más bien lo encontraba muy... agradable.

Lamio de la punta como si fuera un helado, recogiendo algunas gotas lavadas y sobrantes de su semen anterior. Dio lamidas largas del tallo a la base, entre chupando y besando mordió suavemente vio que Bill abandonaba sus manos de su miembro, para ser reemplazadas por las de la castaña. Trabajo sobre su pene frotando y subiendo por su longitud hasta bajar y repetir el proceso, su boca chupaba y lamia el centro hasta dejarlo dentro. Ella lo imitaba y tocaba parte de sus testículos, sintiendo su textura y peso. Estaba tan concentrada haciendo un oral al rubio, que no escuchaba cuando él le pedía que se detuviera.

Ella regreso a la punta donde lamio insistentemente el surco del frenillo y el prepucio, chupando su orificio antes de sentir el líquido blanco brotar y caer en su rostro y parte de sus manos.

- Es...

- Te dije que pararas. – Dijo entre un ronco gemido y con la mirada nublada.

- Es bastante. – Dijo ella lamiendo sus dedos y tragando el semen. – Bill es mucho... lo que brota – Intentando tomarlo todo.

- Para ser una chica de catorce sabes hacer una buena felación. – Acariciando su rostro.

- ¿Felación?

- Sexo oral. – Menciono entre risas. Besando sus labios. – Sabes no me había probado. – Dijo.

- ¿Qué? – Si entender lo que dijo.

- No me hagas mucho caso. – Dijo. – Hay que limpiarte eso.

- Yo lo hago. – Apartándolo.

Ella se levantó corriendo y fue a lavarse el rostro antes de buscar la toalla y envolverse. El rubio la siguió observando a la adolescente con las mejillas rojas y respirar con fuerza, antes de cruzarse de brazos y lanzar su pregunta.

- ¿Estas enojada?

- No. – Dijo ella sacando un conjunto de la bolsa. – Vete me pondré mi pijama.

- Estamos desnudos y no hay problema en la intimidad. – Dijo con un voz serena. – Me gustaría verte poner la ropa – Sonriendo de forma seductora. – Solo para mí.

- Pues en este caso necesito privacidad.

- Ya se la talla de tu pecho. – Dijo divertido. – Eres una copa A.

- ¡Eres un tonto oxigenado tuerto cara de perro! – Dijo furiosa.

- Tú insultándome y yo diciéndote la verdad de tu talla. – Colocando una mirada fruncida. – Hace unos meses ni te sabias tu talla.

- Eres un tonto, eso no se le dice a una mujer.

- Que tu busto es talla 75.

- ¿Porque no te callas?

- Me gusta que tu pecho apenas sean dos bultos suavecitos. – Tratando de animarla. – Me recuerdan a los panques, tan esponjosos pero los tuyos les faltan esponjosidad.

- ¡Eres un idiota! ¡Vete!

- ¡Hey! Necesito cambiarme también. – Menciono. – El pasillo esta frío y estoy desnudo y aun sangrando de mis heridas.

- ¡VETE! – Lanzando un zapato.

Bill salió de la habitación con un golpe en la cabeza.

- Solo decía que me gustaban.

[...]

Cuatro días después se encontraba Bill en la sala terminando de hacer una limpieza a sus heridas, tomando del botiquín para guardar los antisépticos, vio a la chica salir de la habitación con un rostro que reflejaba los mil demonios y el verla sentarse en la silla, solo supuso algo. Ella estaba enojada, más cuando esta mañana al rubio se le ocurrió la grandiosa idea de comprarle sostenes de copa A, que para desgracia de la castaña le quedaron perfectos. Aunque eso no evito que Bill recibiera más golpes.

Un pequeño silencio los inundo por un momento antes de que el rubio hablara.

- No me burlaba de tus panques. – Comento el mayor mientras colocaba las gasas sobre las heridas. – Pienso que son adorables.

- No quiero hablar de eso.

- Me vas ayudar a... vendarme. – Ofreciendo la venda.

- Bill – Llamo la pequeña colocándose detrás de él y pasando la venda por su torso. – No eres bueno hablando con una mujer.

- ¿Se nota?

- Mucho. – Dijo ella, tirando de la venda provocando en él un quejido de dolor.

- Intentare practicar. – Se excusó.

- Bill.

- ¿Sí? – Sintiendo las manos de la castaña pasar por su cuerpo.

- ¿Quién compro los brasieres?

- ... una amiga me ayudo. – Comento con un tinte carmín en sus mejillas.

- ¿Amiga?

- ¿Luego la conocerás?

- Bill

- ¿Sí? – Dijo un poco nervioso por el tono de voz de la adolescente.

- Eres virgen. – Pregunto.

- No. – Dijo un poco incomodó.

- ¿Has estado con una mujer... de tu edad?

- Sí

- ¿Eran bonitas? – Pregunto.

- Muy bellas. – Menciono.

- ¿Tuviste sexo con ellas? – Pregunto la pequeña con mucha curiosidad en saber su respuesta.

- Sí.

- ¿Por qué... no tienes a alguien? – Dijo. – Digo... una chica de tu edad, alguien bonita y con una cara bonita. – Menciono. – Eres alguien perfecto para ellas. Eres atractivo, alguien que sabe proteger. – Pasando la venda por encima de sus hombros. – Sí es por... privacidad, yo me puedo ir y así tú podrías...

- ¿Te gustaría que tuviera? – Se volteó viendo a la menor con el rostro triste. - ¿Quieres que tenga novia? Eso es lo que me quieres decir.

- ... - Ella se separó y lo dejo con la venda a la mitad antes de ver que él la tomaba de su brazo y la jalaba.

- Mabel, ¿quieres que tenga novia? – Dijo. – Acaso... Quieres que conozca a otra mujer. Sí es así, te digo que estás muy equivocada mocosa. – Tomándola de los hombros. – No necesito otra mujer en mi vida. Aparte yo tengo...

- ¡NO SOY BONITA! – Ella grito. – No soy bonita, Bill. – Dijo agachando su cabeza. – Yo... soy fea y mi cuerpo es horrible, tengo cicatrices y quemaduras. No tengo senos ni caderas como las chicas de la película. Mi hermana Jill era bonita, mi madrastra tenía bonito cuerpo y los hombres la buscaban. – Soltando lagrimas que iniciaban su mismo recorrido por sus mejillas. – Bill, tengo 14 y nunca tendré un cuerpo lindo cuando crezcan estas cicatrices se volverán más feas y de seguro conocerás a una mujer más bonita.

- Esto es porque te dije plana esta mañana.

- No estúpido, es porque soy la única chica que ves. – Dijo la pequeña. – Eres un ciego y ojala te quedes calvo, tonto oxigenado.

Ella se soltó y regreso corriendo a la habitación, Bill sabía que Mabel estaba por fin experimentado esa famosa etapa llamada "los cambios de humor por el periodo". Lo bueno que se había preparado trayéndole toallas higiénicas y chocolate, bastante chocolate. Había roto la regla de cero dulces para calmar a la pequeña. Sabía que esos arranques de ira se desencadenaban porque ella veía una imperfección o una acción que Bill hacía pensando que era una cosa buena. El rubio solo se dedicaba a salir a hacer trabajos no tan arriesgados y de menor tiempo, evitando que ella se quedara mucho tiempo sola.

Solo una vez la dejo sola y ella había creado con papel mache y globos, blancos para su práctica de tiro con los cuchillos. Bill no olvidara el día que sintió escalofríos al ver a Mabel aventando los cuchillos y gritar "le di".

En cuanto termino su periodo, todo volvió a la normalidad. Estaban en un nuevo año, el rubio por un momento estaba calmado pensando que la chica habría olvidado de buscar venganza. Pues desde hace pocos días no habían tenido practica de tiro o habían hecho alguna rutina de ejercicios. A Mabel la veía vestirse un poco más femenina y verla un poco más hogareña, al recibirlo siempre con cena o solo limpiar sus armas cada vez que regresaba de alguna misión. Sin olvidar sus muestras de afecto, esos besos que tenían en cada rincón del apartamento sin llegar a ser más íntimos como ese día.

Por un momento pensó que ella estaría bien, aunque le extrañaba que a veces tardara en ir a la tienda o comprar algo en algún puesto de comida. Recordó su cita con Tony y lo tarde que era, casi la hora de la cena. Iba dejar una nota y salir rápido.

Tomo su abrigo oscuro ya que ese día iba un poco formal por el asunto; muchos asesinos se reunían a esta hora por un contrato o su paga. En cuanto salió del apartamento fue bajando por las escaleras del pasillo, antes de ver a un poco en el segundo piso a Mabel siendo acorralada por un chico de cabello azabache y mirada verdosa, que sujetaba el rostro de la castaña. Pero lo extraño era que ella no se defendía, sino daba miradas coquetas. Eso hizo que hirviera de los celos.

- Entonces... ¿salimos? – Pregunto el chico. – Tú y yo, en una cita al cine.

- Mm... sería bueno. – Soltando una sonrisa entre dientes.

- Bien, ¿Qué día?

- Jueves.

- ¿Y ahora que harás?

- Iba de regreso al apartamento.

- ¿Tú hermano o tú padre te espera?

- Bueno... en realidad es

- Mabel – Apareció Bill enfrente de los dos, robándole un susto al chico.

- Hola Bill.

- Pensándolo bien, me acompañas hoy. – Tomándola del brazo y quitándole el paquete de comida en la mano para aventárselo al chico. – Tú lárgate por donde saliste, inmundo saco de carne.

- Espere, espere. Mínimo su número telefónico. – Le dijo a la castaña.

Bill sin pensarlo dos veces tomo a la adolescente de la cintura y la beso de manera profunda y apasionada, por lo cual ella no dudo en corresponder gustosa y envolver sus brazos en su cuello. El chico comprendió que jamás podría acercarse a la joven, por lo que se retiró del lugar. El rubio rompió el beso y miro a la pequeña con la mirada entrecerrada.

- Vuelves a coquetear a otro y te las veras conmigo. – Dijo molesto.

- Se tragó la mentira de que era de dieciséis años. – Dijo la pequeña.

- No pareces de dieciséis años panqueques. – Sonriendo de forma burlona.

- Yo digo que mi conjunto si lo parece. – Dando una vuelta que hacían lucir su falda lila y sus piernas esbeltas y delicadas.

- Me gusta. – Dijo en tono profundo y seductor. – Pequeña gatita, ven conmigo que hoy te llevare de paseo.

- ¿Me invitas a cenar?

- Una hogaza te daré para que se te quite lo calenturienta.

- Tú también lo estabas.

- Eres mía. – Dijo. – Mi novia y no coquetearas con nadie, ¿entendido?

- Okay.

Llegando al restaurante de Guido's, el rubio mantuvo a la adolescente a su lado en todo el tiempo, mientras esperaba su turno para hablar con Tony. Aprovecho para pedir la cena y que ella comiera. Una mirada verde-agua los observaba, vio a una mujer de cabellera rosada que no apartaba su vista de ellos.

Mabel estaba concentrada saboreando su espagueti antes de voltear de reojo a Bill, quien no dejaba de ver a la mujer. Agacho la mirada y sintió un poco de tristeza ante la situación, sabía que él estaba interesado en otras chicas. Por más que se esforzaba en ocultar su lado infantil y actuar más adulta, Bill la vería como la niñata que es.

Pero de repente ella sintió las manos Bill posarse en sus caderas y obligarla a sentarla en su regazo.

- ¿Qué sucede?

- Quédate aquí. – Le ordeno.

- Otra vez, pero estoy cenando. – Removiéndose en su lugar.

- Mabel para. – Golpeando sus muslo. – No te muevas.

- Bill, ¿Qué diablos sucede?

- Quieta.

- ¿Hay una maldita amenaza?

- Obedece

- Bill, me estoy molestando.

- Yo también. – Sujetándola.

- Espera... ¿eso es un arma? – Dijo un poco temerosa.

- Sí. – Dijo. – No te muevas.

- ¿Por qué me amenazas con un arma debajo de mi trasero?

- No, lo sé. Pero quédate quieta. – Golpeando sus muslos – No te muevas.

- Bill... - Movió sus caderas antes de darse cuenta de lo que era, parando secamente.

Bill vio a la mujer levantarse e ir con Tony antes de que pudiera bajar a Mabel de su regazo. Ella se encontraba con el rostro rojo.

- ¿Qué tienes? – Dijo preocupado. - ¿Fiebre?

- Nada. – Dijo ella ladeando su rostro.

- Estaban uno de esos sujetos, cerca de aquella mujer. – Hablo. – Era uno de los que estaban el día que llegaron a tu casa. – Explico. – Te puse en mi regazo para que fingieras ser mi amante, pero no actuaste como una, al retorcerte como gusano.

- Eres un grosero.

- Te dije que te quedaras quieta.

- Mínimo me hubieras dicho: Mabel bésame y dime mi amor.

- Eso es cursi, si lo aplicas aquí. – Riendo un poco. – Jamás utilices esa frase.

- Que hay de querido.

- Silencio o te quedaras invalida una semana.

- ¿Invalida? ¿Por qué quedaría invalida? Que me romperás las piernas o me enyesaras los pies. – Dijo asustada.

- Es un decir que quedaras entumida de la cintura para abajo.

- ¿Qué?

- Explicarte esto no servirá. – Dijo. - Jamás lo entenderías.

- Ni quiero saber si es algo cruel.

[▲]

En cuanto Bill fue hablar con Tony, Mabel se quedó en la mesa esperándolo. Todos se habían ido siendo las nueve de la noche. La mujer de cabellos rosados paso enseguida de ella y le dejo una nota con un número de teléfono.

- Dile a Cipher que deje de jugar al niñero.

- ¿Perdón? – Fingiendo no entenderle con una mirada fruncida.

- Las niñas como tú se van a casa con mami y papi. Deja a Bill seguir con su vida. – Dijo la mujer de hermosa figura. – No eres suficiente para él. Solo dejen de jugar a la casita, arruinas un valioso elemento de Tony, su arma no debe desgastarse.

- Bill no es un arma, es una persona de buen corazón. – Dijo molesta. – Y no es mi niñero.

- Yo también quiero a Bill, y no quiero que salga lastimado. – Menciono. – No te perdonare si lo llevas a una muerte segura.

- ¡Te dije que Bill no es un arma! – Gruño molesta. – Es un ser humano con un corazón.

- Entonces hazme un favor... y déjalo en paz. – Dijo la mujer de ropa elegante.

La mujer abandono el lugar dejando a Mabel con la palabra en la boca, había olvidado la razón por la que había seguido a Bill. Era cierto que ninguno de los dos estaría bien, si dejaban pasar el tiempo. Ella recordó a los sujetos que mataron a Dipper, no podía atrasar más su venganza.

Bill regreso y le tendió la mano para regresar al edificio de apartamentos. Iban caminando por las calles antes de que ella se detuviera, y llamara la atención al rubio.

- ¿Mabel? – Se acercó a Mabel para ver su rostro afligido. - ¿Te sucede algo? ¿Te cansaste de caminar?

- Bill... te enojarías mucho, si te pidiera eso. – Menciono la menor apretando su mano. – No quiero sonar muy egoísta ni inmadura. – Viendo al sujeto. – Bill, si te lo pidiera... lo harías sin molestarte ni huir de mí.

- ¿De qué hablas? – Viendo que Mabel lo abrazaba. - ¿Mabel?

- Quiero tener sexo contigo. – Menciono con el rostro rojo. – Quiero que seas mi primera vez y me tomes.

Por un momento quedaron en silencio varados aun lado de la calle. Algunos autos transitaban y pocas personas estaban caminando algo apuradas en llegar a casa o proteger sus maletines de los delincuentes. Las luces de la ciudad en aquella tarde de invierno casi a mitad de la noche, adornaban el ambiente.

- Segura de lo que dices. – Dijo en tono serio. – Primero que nada, ¿me amas? Todavía sigues enamorada de mí.

- Sí. – Sonando firme en su repuesta. – Me duele el corazón cada vez que te acercas a mi o me hablas... tu voz... me provoca ganas de abrazarte.

- Estrella fugaz. – Inclinándose cerca de su rostro. – Sabes que cambiara todo, si permites que esto continúe. – Dijo antes de ver los ojos brillantes de la menor y como se aferraba a su gabardina. – Sabes que te amo, y que no te dejare ir una vez que suceda. – Afirmo.

- Lo sé, pero no cambiare mi respuesta. – Dijo ella. – Me gustas Bill.

- Era inevitable. – Acariciando su rostro. – Sabía que sucedería esto y quise negarme muchas veces este sentimiento. – Menciono en un susurro rendido. – Mabel... sabes que esto no es correcto, y que la gente no debe vernos muy juntos afuera.

- Lo sé. – Abrazando su cuerpo.

- Pero dentro... estando solos, podemos estar juntos.

Tomo su mano entrelazándola con la suya, la guio por todo el camino hasta el apartamento. Mabel sentía su corazón martillar, más cuando él iba a paso rápido al subir las escaleras. Busco la llave y abrió el apartamento para después cerrar con seguro. Se volteó hacia ella y los besos hambrientos no se hicieron esperar. Ella apenas podía llevar su ritmo y devolver unos cuantos. Rompieron el contacto y la llevo por el pasillo cargándola en brazos.

- Bill cuidado – Evitando que tropezara el sujeto. – Prende la luz jeje.

- No – Besando sus labios. – Es mejor de esta manera.

- Seguro – Besando su labio con ternura.

- Sí...

Ingresando a la habitación la castaña camino por la penumbra de la oscuridad de la habitación, pasando a prender la luz de la lámpara de noche. Bajo a la adolescente y se apresuró acercarse a la ventana. El rubio se acercó a cerrar las cortinas solo dejando pasar un poco la luz de la luna.

Mabel se sentó en la orilla de la cama viendo al sujeto caminar y cerrar la puerta de la habitación. Sentía su corazón latir fuerte e ir un poco rápido, sus dedos jugaban con las correas de su hoodie amarillo con orejas de gatito. Sus pies balanceándose de uno en uno, esperando a que él se acercara.

Bill regreso con ella colocando la caja encima de la mesita entre unos botecitos de líquidos rosados y con aroma agradable, que decía la palabra "jalea". El rubio se acercó quedando frente a ella e hincándose antes de colocar una sonrisa seductora en sus labios.

- ¿Para qué es eso? – Pregunto la castaña. – Tiene un color muy cristalino y rosado.

- Es lubricante. – Comento. – Aun no sabemos si... te acostumbraras a la primera sensación de tenerme adentro.

- Vas a cogerme como a ellas. – Dijo ella con las mejillas rojas. – ¿Tendremos sexo?

- No – Dijo negando con la cabeza antes de tomar su mano. – Voy hacerte el amor, en tu primera vez. – Besando su palma. – Y tú primera vez debes disfrutarla.

- ¿Hacerme el amor? – Apretando sus piernas.

- Esto no es sexo por placer sencillo. – Explico el rubio colocando una mano sobre su mejilla y acariciando las mejillas rosadas de la menor. Observando con detenimiento esos labios rosados y carnosos que invitaban a tomar más de un beso de ella. – Tendremos sexo y tiene que ser en tu primer momento, un recuerdo el cual puedas apreciar. Por qué todo lo que haga, cada vez que te toque y te bese, son caricias de amor y placer que disfrutaremos tú y yo. Solo será nuestro momento especial.

- Sí... - Asintió ella con una sonrisa cálida.

Junto sus labios con los suyos sellando la brecha entre sus rostros, el movió con un sutil roce sus labios. Eran como dos finos pétalos, tan suaves y cálidos. Quería ir despacio con la pequeña y que no se asustara en sus acciones. Froto con su mano su espalda de forma circular y la otra la llevo a su rostro, sujetándola suavemente y cepillando sus cabellos marrones achocolatados por atrás hasta posarse detrás de su nuca.

Mabel disfrutaba del beso y no dudo en posar sus manos sobre su pecho, acariciando por encima de la tela de su camisa blanca sus pectorales. Un botón abrió llamando la atención del rubio y separándose un poco de su rostro para mirarse fijamente. Él dejo que la chica continuara explorando y abriendo los botones de su camisa de uno en uno, hasta dejarlo abierto y tirar de las solapas para reanudar los besos tímidos y tiernos que ella proporcionaba. Sus manos recorrieron por debajo para deslizar y quitársela, dejándola caer en el suelo alfombrado de la habitación.

Bill hizo lo mismo llevo sus manos al hoodie amarillo de la adolescente lo alzo con cuidado deslizándolo fuera, aunque este se enredó en sus mechones cafés encontrándose con la mirada avellana de la pequeña y una sonrisita. Ambos rieron por el momento, ella se liberó de su confinamiento terminando de sacarlo solo para sonrojarse al verse expuesta en su sostén de patrón de estrellitas rosadas y fondo blanco.

- No te rías. – Inflando sus mejillas de un tono carmín. – Me pareció bonito usarlo.

- Es coqueto y me gusta cómo queda sosteniendo a tus panques.

- ¡Bill!

- Pero no es momento de solo alagar la prenda. – Un movimiento en su mano derecha; abrió por la parte de atrás la prenda tan rápidamente liberando sus senos con la punta de sus pezones rosados y alzados. – Estas bellezas necesitaban salir.

- Pero ¿Cómo hiciste eso? – Dijo sorprendida.

- No preguntes por la travesura que haré. – La tomo de la cintura atrayéndola hacia él y sentándola en su regazo.

- Uhmm... - Emitiendo un pequeño quejido nervioso. – Estas muy cerca de mi pecho. – Viendo al rubio acercarse a uno de sus senos y lamerlo. – Ah... mmm... ¿q-qué haces? – sintiendo su lengua húmeda pasar por la piel de sus mamas y recorrer su aureola, una sensación cosquillada y agradable. Antes de sentir el roce de sus dientes en su pezón y morder un poco, hasta verlo sellar sus labios y amamantar su seno chupando con avidez. Provocando que ella se moviera un poco en su regazo y llevara sus manos a tirar y revolver los rubios cabellos del chico. – Perdón Bill, perdón. – Dijo ella disculpándose de jalar los mechones del mayor. – No quise jalar... es solo....

- Tranquila. – Acercándose a besar sus labios de forma corta, sus manos apretaba y masajeaba sus senos, estrujándolos y tirando de sus pezones de forma suave. – No me molesta.

- Ahh... uff... ahh... se siente bien. – Empezó a repartir besos en sus mejillas y por el cuello del chico, hasta descender por su clavícula. Tocando con sus dedos su torso marcado y cada parte de sus abdominales, hasta llegar a esa V que formaba el cinturón de adonis. Volviendo a trazar el mismo recorrido y frotar con la yema de sus dedos su abdomen. Bill se acercó a besarla nuevamente pero de una forma apasionada, moviéndose de forma rápida sobre sus labios.

- Tal vez no seas una copa A, sino una doble BB. – Devorándola entre los besos. – Solo no había acariciado más en esta parte.

- De-j-ja de... burlarte de m-mis senoos. – Dijo la pequeña entre los besos.

- Son perfectos tus panques. – Tirando a la chica a la cama y colocándose encima de ella, continuo besándola profundamente antes de llevar sus manos en el botón de su falda lila y abrir la prenda tirando fuera de sus esbeltas piernas. Las cuales acaricio sintiendo la malla térmica de color negro. Sus dedos rozaron el borde y tiraron sacándolo fuera de su cuerpo, dejándola con sus pantis del mismo conjunto de su sostén. - ¿Estarás húmeda? – Tocando con sus dedos el centro de su intimidad, sintiendo lo mojado de la prenda. – Y eso que fueron caricias.

- Yo sentí un bulto abajo, cuando me sentaste en tus piernas, en el restaurante. – Sonriendo la pequeña. – Pensé que era la pistola. Pero vi que saliste solo con la navaja.

- Astuta pequeña. – Colocando una lamida en su cuello y un leve chupetón – Pero estás en lo correcto. – Acercándose a su oído. – Me excite cuando saliste con ese conjunto y no parabas de menear ese condenado trasero.

- No pude evitarlo. – Dijo ella con una pizca de malicia. – No dejabas de mirar a esa mujer.

- Sabes que no hay mujer en mi vida, más que tú. Pequeña mocosa. – Adentrando su mano y frotando con sus dedos su clítoris y la parte de sus pliegues humedecidos. Moviéndolos de una forma lenta que obligaban a la niña gemir bajo y soltar suspiros. – A la única que quiero en mi cama y que amare en este momento, eres tú.

- Bill... - sintiendo un dedo entrar y salir de su pulida vagina de forma rápida. Ella apretaba sus muslos y respiraba rápido. – Bill... me gusta... ¿Qué es?

- Te gusta. – Colocando besos con fervor en su escote y clavícula. – Tú pequeña vagina me aprieta bastante bien, tan lubricada de esta dulce miel. – Llevando sus dedos ir a un ritmo más rápido, al punto de marcar un ritmo de retroceso y vibrado.

- ¡Ay!...ahh, ahh, ahh. – Clavando sus pies en el colchón. – Bill, Bill, Bill, Bill... ahh... más.

- Mabel. – Se posiciono abriendo sus piernas y acercándose a su intimidad, lamiendo con insistencia sus pliegues y adentrando su lengua para dar lamidas intensas y profundas. Sus manos apretaban sus nalgas y la acercaba a sentir ese punto delicioso y placentero, que provocaron que ella soltara un chillido y un grito alto que cubrió con una almohada. Minutos de extenuante placer para la adolescente el sentir la lengua húmeda y gruesa del mayor. Bill miraba como la castaña intentaba controlar sus gemidos, siendo una escena erótica y divertida. Su pecho elevarse y el sonido de sus suspiros recorrer su cuerpo. Ella termino corriendo y liberando su orgasmo, el cual el sello sus labios en su clítoris y succiono, para después lamer hasta la última gota de sus fluidos. – Debí dejar un poco, para lo que viene. – Dijo jadeoso el rubio peinando sus mechones hacia atrás y mirando de forma lujuriosa a la menor. – Pero tu miel es deliciosa, pequeña.

Ella respiraba agitada y sentía un pequeño cansancio después del intenso placer, cerró un momento sus ojos. No podía creer que esa simple acción la había dejado satisfecha, aunque abrió sus ojos y vio de repente a Bill quitarse los pantalones y su bóxer cenizo, hasta quedar desnudo. Ella ya lo había visto desnudo, pero verlo nuevamente solo hacía que su rostro ardiera de mil tonos rojos. Era muy atractivo para su edad y con ese físico que podría obligar a cualquier chica ser suya sin quejas ni protesta.

Lo vio buscar en la mesita los preservativos, no compro uno, sino una caja. Tomo un envoltorio y lo abrió sacando un aro de látex. Estuvo atenta como se lo colocaba, agarro esa botellita de jalea y lubrico su miembro, para luego acercarse y abrir sus piernas colocando ese líquido gelatinoso dentro de ella. Un masaje en su zona la hizo derretirse y gemir gustosa.

- Veo que disfrutas esto.

- No pares. – Moviendo sus caderas contra su mano.

- Parece que lo esperas ansiosa. – Se subió a la cama y se quedó encima de ella, apoyándose sobre sus codos antes de colocar la sabana debajo de ellos.

- ¿Bill? – Viendo que él apagaba la luz de la lámpara.

- Queremos un momento más romántico. – Besando su mejilla. – La princesa debe sentirse a gusto.

- Estamos solos - Hablo con un sonrojo en sus mejillas. – Bill...

- Abre tus piernas, preciosa. – colocando un beso en sus labios.

Ella abrió las piernas viendo como el sujeto la acomodaba entre las almohadas, guio su pene erecto entre sus labios empezando por frotarse lentamente.

- La primera vez dolerá. – Explico. – Querrás que me detenga y lloraras.

- ¿Duele?

- Sangraras un poco, pero es normal. Porque estoy tomando tu virginidad.

Comenzó a colocar la punta empujando y abriéndose paso por sus pliegues, Mabel sintió una punzada de dolor al sentir sus paredes rozar y sentir como su delgada carne se expandía dolorosamente. Ella soltó un gimoteo de dolor cuando el metió la mitad deteniéndose un momento.

- Bill... me duele.

- Lo sé. – colocando un beso en su frente. – Lo siento.

Él empujo más metiendo completamente su miembro de un movimiento rápido, ella soltó un grito y llevo sus manos atrás de su torso.

- No te muevas, por favor, por favor... - Ella suplico.

- No. – Besando su rostro hasta llegar a sus labios, donde la beso de forma apasionada y caliente para distraerla.

Unos minutos y ella movió un poco sus caderas, antes de avisarle que continuara. Él la embistió de forma lenta siendo un vaivén de atrás hacia delante. Su pelvis la movía de forma suave y con estocadas poco profundas. Quería que disfrutara su primera vez. Besaba su cuerpo y acariciaba su pecho, escuchándola gemir dulcemente. El irguió un poco su tórax colocando sus brazos a los lados de su cabeza y moviendo sus caderas en cada molida contra su entrepierna. Ambos jadeaban y tenían sus respiraciones al compás de sus movimientos.

Húmedo, apretado y resbaladizo. Bill disfrutaba como las paredes de la menor apretaban y abrazaban su miembro, escuchando el chapoteo de sus fluidos y la jalea mezclarse.

- Más... puedes ir rápido... - Posando sus manos en su abdomen. – Bill... ahh... ahh... mmm...

- Mabel. – Sujetando sus caderas, moviéndose un poco más rápido en sus embestidas. – Hermosa... ¿te gusta estar siendo cogida, tenerme dentro?

- Sí. – Gimiendo y envolviendo más sus piernas en sus caderas. – Bill, es muy grande... pudo caber.

- Claro, que cabe – Dijo acercándose a su rostro. – Joder... ah, ah, es delicioso tú interior.

- Bill... ah, ah, ah... no me sueltes... - Sintiendo los golpes fuertes y rápidos. – Ahm... más... más.... B-Bill...

El rubio aumento el golpeteo escuchando sus sexos resonar con fuerza y a la menor gemir alto, la cama rechinando y sus cuerpos tocándose.

- Me vengo... - Ella abrazo su cuello y enterró su rostro en su pecho. – Te amo.

- También te amo. – Aumentando sus empujes.

- ¡Bill! – Grito la castaña.

El rubio se vino dentro del preservativo recargo un momento su peso en la castaña, escuchando sus gemidos y jadeos cerca de su oído. Su voz era un deleite y sus gemidos una grandiosa música en sus oídos. Salió de ella retirando el condón para atarlo y tirarlo en una papeleta cercana. Vio a la menor frotarse sus muslos y con una sonrisa pacífica en su rostro.

- Es mi primera vez.

- Una mujercita – Sonriendo con picardía. – Mi mujer.

- ¿Podemos hacerlo de nuevo?... - Ella pregunto sobre sus codos.

- Podemos hacerlos las veces que quieras. – Bill no rechazaría su propuesta.

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Palabras: 6,487

Fecha de publicación: 22 de noviembre de 2018

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