Capítulo. 14: Pelea amistosa

• Perspectiva de Warren •

—Pero, ¿y Chloe? —Max inquirió preocupada, recargándose en el marco de la puerta de su habitación.

—Lo sé, no es lo que esperabas, y créeme que no sugerí la idea de nosotros a propósito; era la única forma en la que Nathan me daría exactamente dos boletos sin sospechar. —alcé las manos al aire confesándome y entregándole las dos entradas—. Me acorraló, ¿de acuerdo? Analizó cada uno de mis movimientos y me puse nervioso al mentirle. —finalicé viendo a todos lados menos a la persona en frente de mí.

—Hey, no te preocupes. Hiciste bien. —guardó los boletos en una caja que estaba sobre su mesita de noche.

—No estoy seguro de eso. —un suspiro pesado escapó de mí—. Me matará si se entera de que Chloe planea asistir a su fiesta.

—No te angusties; me las arreglaré con ella para que eso no pase. —la castaña colocó su mano en mi hombro con cariño—. Gracias por esto, te debo una.

En ese instante, la miré directamente a sus ojos y no pude evitar sonreír como idiota; ya se había vuelto un mecanismo automático el sonreírle.

—Bueno, ehm... —ví hacia otra parte, intentando no ser tan obvio con mis sentimientos y no incomodarla—. Debería dejar que te alistes para tu compromiso. —guardé las manos en los bolsillos de mi pantalón, alejándome de la puerta.

—Claro. —sus comisuras de los labios levantándose poco a poco—. Gracias de nuevo.

—No es nada, qué se diviertan. —sacudí un brazo en forma de despedida, para retirarme sin más de los dormitorios de chicas.

[...]

7:03 p.m.

La fiesta de Nathan acaba de empezar y cada minuto que pasaba alzaba una mirada al reloj de mi celular por mera ansiedad, no logrando concentrarme en la tarea de cálculo que ahora se encontraba sobre mi escritorio.

La posibilidad de que él pudiera enterarse de que le mentí y de que gracias a mí se encontraría a una de las personas que más odia en el mundo me aterraba de sobre manera; sin embargo era muy tarde para hacer algo al respecto: Solo quedaba esperar y confiar en Max. Con ese último pensamiento, intenté enfocar mi atención en la hoja enfrente de mí que seguía en blanco, al igual que mi mente.

[...]

Un ring fuerte y claro hizo eco en toda la habitación, causando que me despertara de golpe y notara en seguida la pantalla de mi celular que iluminaba el cuarto mientras éste vibraba sin control. Lo primero que leí fue la hora: 1:16 a.m., para después leer el nombre de la persona que llamaba: Max❤️

—¿Bueno? —contesté el celular con la voz adormilada.

—¡Warren! ¿Te he despertado? —me recibió una Max más alegre de lo usual del otro lado de la línea.

—Sí... pero no te apures. ¿Pasa algo? —tallé mis ojos levemente.

—No, nada. —carcajeó—. Es solo que acabamos de salir de la fiesta... Chloe ya se fue a su casa y yo estoy yendo a mi cuarto; y bueno, quería agradecerte por todo lo que hiciste e informarte que no fuimos descubiertas, así que no tienes nada de que preocuparte, Double U. —sin tener que verla, podía saber que mi amiga estaba sonriendo y algo tomada por la fiesta.

—Me alegro mucho, en serio. —liberé un aliento que no sabía que estaba conteniendo—. ¿Te divertiste? —pregunté para hacerle compañía mientras caminaba.

—Demasiado, la pasé mejor de lo que esperaba. Las fiestas del Vortex Club no son tan malas después de todo... —hubo una corta pausa—. Excepto por el final.

—¿Ocurrió algo? —su voz seria había llamado mi atención.

—Sí, Nathan y uno de sus amigos estaban discutiendo... Las cosas se estaban tornando algo feas, así que Chloe y yo decidimos irnos. Ya sabes, clásico de Nathan Prescott-...

—¿Pero Nathan está bien? —casi la interrumpí por la preocupación que ahora me invadía.

—No lo sé, Chloe y yo nos fuimos, pero espero que Hayden le haya dado una lección a ese pequeño bastardo de una vez por-...

Sin si quiera despedirme, le colgué a Max para en seguida levantarme de la cama y salir disparado del cuarto; corriendo hacia el gimnasio escolar que, por suerte, no estaba tan lejos de nuestros dormitorios.

• Perspectiva de Nathan •

—¡Nadie te quiere en esta fiesta! —Hayden me gritó mientras presionaba sus puños con fuerza tornando sus nudillos pálidos.

Había olvidado la razón por la cual discutíamos; lo único que sabía ahora es que estábamos rodeados por cientos de personas drogadas y borrachas al igual que nosotros pero ellos deseaban ver sangre ajena. Aunque yo era unos centímetros más alto que él, cada paso que yo retrocedía el chico musculoso no dudaba en darlo para en frente hasta encontrarse a menos de un metro delante de mí.

—Mira a tu alrededor. ¡Yo soy quien pagó por todo esto! Por mí es que tú puedes hacer algo interesante con tu vida, malagradecido de mierda. —volteé a mis espaldas notando que ya no podía retroceder más por la gran alberca que estaba detrás.

—Cierra el hocico, Prescott. Todos sabemos que tú no pagas ni madres, es el dinero de tu papito que caga lana. —escupió con desprecio, como si él ya se hubiera reprochado ese hecho muchas veces antes.

—¿Y eso qué? ¿Tu padre si quiera te habla? Ah, no. Es cierto... Te abandonó cuando eras un niño; lo había olvidado. Qué patético. —dibujé una sonrisa de lado sádicamente viendo cómo los ojos de mi "amigo" perdían el control.

Esa fue la gota que derramó el vaso ya que, después de varios gritos de burla por lo que dije, Hayden me metió el primer golpe directo a la mejilla, haciéndome caer a la alberca por el fuerte impacto y mi falta de control por el alcohol. En seguida, sentí un dolor punzante en el rostro donde había recibido el impacto y por consiguiente, en la espalda al caer sobre el agua helada.

Todos los gritos y el bullicio de la gente se habían tornado en ecos lejanos, creando cierta paz y una gran necesidad por no regresar a la superficie, aunque se tratara de recuperar el aire que ahora carecía dentro de mis pulmones no muy funcionales. Era impresionante la manera en la que esta tranquilidad tan profunda que sentía me ayudaba a recuperar mejor el aire que cuando en realidad respiraba.

Antes de que pudiera pensar en algo más, escuché como alguien se tiró a la alberca. Esperando una mano de ayuda o a un amigo, fui recibido por un fuerte jaloneo que me hizo salir a la superficie de manera violenta. Recuperé el aire que no había notado que me faltaba y abrí los ojos para ver una vez más a un Hayden endemoniado que no tardó en soltarme un golpe más pero ahora en la otra mejilla.

Volviendo a la realidad por el doloroso golpe, le di dos codazos en el craneo que lo aturdieron lo suficiente para permitirme salir de la alberca.

—No huyas, imbécil. ¡Voy a matarte, niño rico, voy a matarte! —aulló con coraje puro mientras saltaba fuera del agua.

—¿Eso crees? Pues quiero ver-... —no logré terminar mi oración.

—¡Policía! —un grito masculino fuerte y claro hizo eco en todo el gimnasio causando pánico instantáneo con tan solo una palabra.

Todo el mundo empezó a perder el control y a salir corriendo del lugar tal como una estampida; Hayden incluido. Desorientado, empapado y en shock por todo lo que acababa de pasar, me quedé congelado, importándome poco el hecho de que la policía podía encontrarme o arrestarme. De la nada, una mano tomó mi hombro y yo solo esperé ver a un oficial. De nuevo, me había equivocado, pues me encontré con nada más y nada menos que mi compañero de cuarto.

Vámonos. —Graham musitó y fue la única orden de su parte que decidí seguir sin renegar.

[...]

El camino de regreso al dormitorio fue muy silencioso, ya que me abstuve de hablar a causa de sentirme tomado y mareado; no planeaba decir incoherencias en frente del castaño, menos ahora que me ayudaba a caminar. Rodeó mi espalda con su brazo derecho para brindarme apoyo, dejándome recargar parte de mi peso sobre él y mojándolo en el proceso. Cualquier otro día común y corriente lo habría empujado y le hubiera dicho que me dejara en paz, pero en estos momentos, tenía que admitir que más que querer su ayuda, la necesitaba.

Ahí fue cuando me di cuenta de que el chico tenía una pijama muy ridícula puesta y su cabello alborotado, indicándome que se encontraba dormido antes de esto: más preguntas habían inundado mi mente, no obstante supe que no era el momento para hacerlas. Al llegar a la habitación, me liberé de su agarre, me abalancé sobre la cama y la abracé para nunca más soltarla.

—¿No piensas hablar? —Graham rompió el silencio luego de unos minutos.

—No, déjame dormir. —gruñí, cerrando los ojos con fuerza, creyendo que eso sería suficiente para silenciarlo.

—¿Entonces así serán las cosas? ¿Tú drogándote y perdiendo el control? —cuestionó claramente molesto mientras me aventaba una toalla encima—. Y ni creas que no noté las pastillas que tiraste en el lavabo el otro día. —sin tener que abrir los ojos para verlo, sabía que apuntó hacia al baño.

Sin embargo, ese último comentario me había hecho abrirlos y sentir una inexplicable vergüenza.

—¡Deja de meterte en mi vida! —exclamé levantándome de la cama inmediatamente para estar frente a frente con él—. ¡Jamás te pedí que detuvieras la pelea! Tú eres quien continuamente intenta salvarme como si fueras una clase de caballero medieval de cuarta. —lo miré frunciendo exageradamente el ceño.

—¿Y no has pensado que tal vez necesitas uno? ¿Que Hayden, tu supuesto amigo, pudo haberte dejado, no solo en la enfermería escolar, sino en el hospital?

Por primera vez, el menor no había desviado la mirada de la mía por un segundo a pesar de estar a menos de un metro de mí, causando que me quedara sin palabras. ¿En serio esto es tan importante para él?

Respiré profundamente intentando que el alcohol no afectara mi manera de actuar o sacara sentimientos que no deseaba que salieran a la luz. No quería mostrar debilidad en frente de él.

—¿No lo entiendes? No quiero que me salves y, ¿adivina qué? Aunque fuera así, no puedes salvarme, porque si no es Hayden, será otra persona u otra razón. Yo soy de esta forma: Soy un desastre y una decepción. ¡Mi padre tiene razón! —mis quejas se detuvieron de golpe y ahora fui yo quien desvió la mirada al piso.

Oh no, ¿en serio dije eso último?

—Nathan, voltea a verme. —Graham pidió dulcemente.

No lo hice.

—Nathan...

—¡¿Qué?! —musité y posé mis ojos sobre los suyos.

—No importa cuánto intentes alejarme, yo siempre estaré aquí. —su tono cambiando a uno más serio.

El menor me tendió la toalla para colocarla sobre mi cabellera húmeda sin previo aviso. Solté una risita sarcástica.

—¿Por qué estás tan obsesionado conmigo? ¿Te gustó o algo?

—No. —negó instantáneamente y noté un leve color rosado sobre sus mejillas por la absurda acusación pero no sabía si por estar bajo efectos del alcohol, lo había imaginado—. Nada de eso... Lo hago porque puedo leerte y yo no soy de las personas que ven a alguien que necesita ayuda y solamente mira hacia otro lado o lo hace sentir peor.

No te necesito. —ladré con coraje y con la voz rota al decir la última sílaba.

—Tal vez no, pero te propongo algo: déjame escucharte y apoyarte. —subió su mano con cautela sin atreverse a tocarme—. Si a la semana te sigues sintiendo igual, te prometo por mi abuela, a quien quiero mucho por cierto, que no te vuelvo a dirigir la palabra nunca más; a menos de que sea algo de vida o muerte, claro. —aclaró, añadiendo un tono divertido en su voz y alzando su mano derecha, indicando que quería cerrar el trato.

Yo solo lo seguí observando sin decir una sola palabra como lo he hecho con anterioridad, aún impresionado ante su extraña actitud y su inexplicable terquedad. El mareo en mi cabeza había vuelto repentinamente como indicándome que debía terminar la conversación lo antes posible.

Fue entonces que procedí a estrechar su mano velozmente, evitando contacto de más, para luego tirar la toalla sobre la cama y recostarme sobre ésta. Antes de que pudiera sobrepensar lo que acababa de suceder, caí en un sueño muy profundo, el cual no recordaría al día siguiente, tal como no recordé que no me tocaba dormir en la cama el día de hoy.

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