CAPITULO XXII

Corrigiendo el error parte final:
Nunca lo olvide

Nunca se lo había contado a nadie ni creía que les importase, pero es una gran fanática de mirar el cielo nocturno iluminado con las estrellas y la luna. La hacía pensar en la belleza del mundo. En especial esta noche.

—Si unes esa estrellas de ahí con las de allá —señaló en el cielo—, se forma un conejo. ¿Lo ves?

Él pudiera estar contando la historia de vida de Tsunade y aún así no se aburriría. ¿Y cómo lo haría? Si pese a la mínima distancia que ahí entre ambos, ella no ha dejado de mirarlo. Nunca se cansaría.

—Sí...

—¿Qué? —el volteó donde ella—. ¿Tengo algo en la cara?

—¿A parte de los moretones y ese gran chichón sobre tú ojo que te hizo Yahiko? —ladeó la cabeza—. No —sonrió—. Y yo, ¿tengo algo en la cara?

—Si quitamos todos los moretones y que perdiste un diente...

—¿¡Qué!? —se llevo las manos a la boca—. Mentiroso —le golpeó el brazo al darse cuenta de su mentirá.

—Bien —clamó—. No tienes nada.

Se rieron. Bastaba con estar uno al lado del otro y, hasta el dolor más insoportable, sería insignificante. Son su mejor medicina.

—Hinata —cambió el tono de voz—. ¿A qué te referias en aquel momento?

—¿Eh?

—Sí, en ese momento en el que yo estaba en el suelo y... ¿Qué quisiste decir?

—Pues...

.

.

.

Seguía llorando con la cara sumergida en su húmedo pecho. Sentía como él pasaba su mano una y otra vez acariciando su pelo. No escuchaba nada, ni una sola voz, ni un solo grito. Solo eran ellos dos en un mundo totalmente distante.

—Hinata —ella levanto el rostro—. Me prometí a mi mismo que no te volvería a hacer llorar. Lo siento, no pude cumplirlo.

—Si son de alegría, está bien.

—¿Lo son? —preguntó ingenuo.

—Claro —sonrió aun sollozando—. No podrían ser de otra cosa. Estando a tu lado yo...

—¡Oigan! —se escuchó un gritó gélido—. Lamento interrumpir, pero hay algo que Naruto debe ver. 

Shikamaru era quien hablaba. No parecía que mintiera, así que debía ser cierto. En sus manos llevaba un trozo de hoja y la sostenía con firmeza cercas de su muslo.

—Es importante —insistió.

Volvieron a mirarse. En sus rostros se leía que no querían separarse. Querían seguir así. Sin embargo, Naruto deshizo el abrazo y tras decir «tengo que ir» desapareció junto con Shikamaru entre la inmensidad de gente que también los siguieron. Salvo a uno: Kiba.

El silencio se hizo presente. El frío rodeo sus cuerpos. Estaba oscureciendo y el sol decaía detrás del edificio de la universidad. La multitud se había convertido en solo ellos dos. Ella abrazándose a si misma y él a unos metros detrás de ella, observándola.

—¿Crees qué podamos... —no terminó de preguntar cuando Hinata ya iba en su dirección.

—Sí —contestó a la pregunta inconclusa y continuó caminando.

Le miró la espalda, su forma de caminar y el zarandeo de su cabello. Si Kiba tuviera que describir el estado en que se encuentra Hinata, sin pensarlo diría: Segura de si. Hace un momento, antes de todo el espectáculo que dio en compañía de Naruto, ella se miraba insegura, dudosa, como si ocultará algo; ahora se ve más liberada y confiada. 

Salieron del edificio y Kiba se detuvo en el descanso antes de bajar esos cuatro escalones. Dio medía vuelta y cerró los ojos al mismo tiempo en que formo una sonrisa.

—Pensé que no querías salir del instituto.

—¿Eh? —Hinata se detuvo y giró para verlo—. ¿A qué te refieres?

—Esa vez tú dijiste eso —la miró por el hombro—. Si no hubiera sido por Tamaki nuestra conversación haya tenido un fin.

Levantó las cejas. ¿A qué venía todo aquello? Cruzo las manos sobre el pecho y se acerco un poco al castaño.

—No te entiendo. ¿A qué viene eso?

—¡No soy estúpido Hinata! —giró hacia ella—. No lo soy —bajo la voz—. Te escuche, ¿sabes? Ese día, con Tenten. ¿Creías que cambie por nomas? Claro que no. Además, esa conversación. Por favor —bajo los escalones con euforia—. ¿Fui tu juguete? ¿Tu burla? ¿Tu plato de segunda mesa?

El tiempo había terminado.

—Kiba-kun, tu no eres ni mi juguete, ni mi burla y mucho menos un plato de segunda mesa, solo que yo...

—¡Me mentiste!

—Lo sé. Perdón —paso la mano por su cabello—. Si pudiera hacer algo por ti...

—Me usaste... Hinata... —su voz se quebró.

—No era mi intensión.

—Pero lo hiciste.

No dijo nada.

—Pensaba que me amabas —las lágrimas cedieron y cubrieron sus ojos, su rostro y caían a gran velocidad al suelo—, o eso es lo que me hice creer. Después de todo, me enamore de alguien que ya tenía el corazón ocupado. Lo siento.

No se puede describir la escena. Un chico tan imperativo, tan simpático, tan fuerte y que en su cara siempre lleva una brillante sonrisa ahora esta en el suelo, con las manos fuertemente estrujadas contra su cuerpo, llorando a mares y gritando una y otra vez «¡Fui un estúpido!». Una chica espontánea, tímida y a la vez con agallas, que suele confundirse y por no terminar destruida por sus sentimientos comete errores ahora esta ahí, sin más, de pie frente aquel chico; con ganas de correr y abrazarlo y pedirle una vez más que le perdone. Pero no puede. Sus piernas no le responden y el corazón le dice a gritos «¡Tú lo provocaste!»

—No lo olvide —dijo apenas en susurro—, solo trate de engañarme. No quería sufrir —apretó los puños—. Nunca imaginé que él que terminaría sufriendo serías tú. Lo siento.

Bajo la mirada y oculto su rostro tras sus brazos. No le quedaban lágrimas, ya las había perdido todas en sus brazos, pero sus ojos insistían en llorar.

—Es bella, ¿no? —le miró—. Puede que el cielo tome los más oscuros colores, pero siempre habrá algo que lo ilumine.

—Kiba... kun.

—No te olvidaré, Hinata. Llegue quien llegue a mi vida no hará que cambie de opinión —se levanto y dio media vuelta con dirección al instituto—. Sin importar nada, te seguiré amando. Siempre.

En su garganta se formaba un nudo en el que se atoraban las palabras. No le pudo decir «Olvidame, por favor» antes de que desapareciera en el quicio del instituto.

~♥~

Llevaba más de medía hora caminando sin sentido. El cielo estaba por completo oscuro y, si no fuera porque no llevaba un reloj consigo, no sabría que pasaban de las once. Casi media noche.

Sus pies la habían llevado a la entrada de un parque, a este le rodeaban metros de muralla cubierta por alguna especie de planta y algunos cuantos arboles que descansaban sus ramas. Había un sendero de piedra que la llevaba a su interior con faroles encendidos a cada cinco metros de distancia.

Se veía tan mágico y misterioso que no dudo ningún segundo en explorarlo.

Al principió, sobre arena se encontraba el inmenso tobogán, los inolvidables columpios, el arriesgado pasamanos y a su alrededor algunas bancas en lugares estratégicos donde seguro las madres cuidan de sus hijos mientras se divierten. Después de esos solo eran caminos con más banquitas de cemento.

Se maldijo a si misma por no llevar ropa más abrigadora. Pero pese a que estaba congelándose, había algo que no la dejaba marcharse de aquel extraño lugar. La hacía sentir inquieta.

Y no tardo mucho en descubrir el motivo...

El silencio fue quebrantado por un temible grito de dolor. De sufrimiento. Haciendo que sus oídos chillarán y su cuerpo se estremeciera. No por miedo, aunque lo hubiera preferido. Sino por haber reconocido al dueño de aquello.

“¿Dónde?” Se pregunto y miró a todos lados con suma desesperación.

La segunda vez que lo escucho se echo a correr. No sabía si era la dirección correcta, pero no podía detenerse. Su pecho ardía.

Cada vez se oía más y más cercas, y ese quejido cada vez más y más se iba formando en palabras.

Al llegar debajo de la farola y con el corazón en la mano no dudo en tirarle un fracasante golpe al rostro del chico pelinaranja que traía entre golpe y golpe a él. A Naruto. 

—¡Detente! —gritó con frustración protegiendo al rubio.

Continuará...

You Belong With Me
9/Mayo/18

~♥~

Como siempre: Perdón por el retrasó y, también, por dejarlos en suspenso.

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