Make me feel
Orfanato Ryegin
Día 5 de enero del año 1998
¿Orfanato? ¿Refugio? ¿Centro de acogida?
Todo una parafernalia para esconder el verdadero propósito.
La crianza en un cálido hogar, rodeado de personas que te concienten y te educan en la humildad, humanidad, sinceridad y bondad...
El cuadro general para una persona a la espera de ser buena y aceptada.
Pero eso es tan... Insuficiente.
Los niños de la alta sociedad no están hechos para ser borregos incapaces del mal; la calidez es para los sacrificios. Vivimos en un mundo en el que solo los lobos vencen.
Los números de este orfanato no sufren crianza, sino entrenamiento.
Aquí no hay bebés, hay masas deformes que deben sumirse al fuego del horno. No hay niños, hay números.
Cada placa sobre la tela que cubre su pecho, declara su número, el experimento... El avance siempre está por verse.
Pareciera que no existe tormenta mal recibida en ese orfanato, del otro lado del muro hay un mundo sumido en el caos del gentío. Sin embargo, de este lado, predomina el silencio y la calidad de la disciplina.
¿La manipulación? Un arte.
La primera visita del día está contenida de 9:00 a 10:00 am, sin faltas ni cambios mínimos en el horario.
El tiempo es codiciado, protegido como nada.
Llegó el auto, apareció por el trillo, perfectamente visible desde que cruzó el enorme portón de madera.
Primero se dejó ver un hombre, claramente el chófer quien se encargó de abrir la puerta a sus señores. No hay números asomados, por supuesto. Desde afuera nada es visible ni siquiera por las ventanas de cristal.
El protocolo es sencillo a simple vista, mas sumamente complicado, pues cada paso de los servidores estaban premeditados y practicados hasta alcanzar la perfección.
- Mis señores, las características que buscáis son lo suficientemente vagas y abiertas para nosotros haber tomado la decisión, midiendo el precio claro está, del grupo del cual podrán escoger.
La palabras de la fémina eran suscitadas con claridad, pero en el claro tono respetuoso y servicial que es debido por su puesto social.
El señor y señora Jung aguardaron con fineza en sus asientos tras la mesa de té, con las tasas sostenidas a escasos centímetros del rostro.
Ellos son, en realidad, gente simple, con el estatus necesario para darse tales comodidades, pero sin intenciones de arriesgarse en ámbitos como la política o economía.
Les basta con eso, no tienen más ambición que preparar a su hijo único para que este sea quien se arriesgue, llegado el momento. Claro que, para eso, necesitan tenerlo en el bolsillo, razón por la cual aceptan este ambiente superior.
Los números llegaron uno tras el otro, la fila perfecta de pies moviéndose con ligereza y calma. Ninguno resultando resaltar más que el resto.
Seis años, todos de esa edad.
- La edad de su hijo es de...
- Siete, los cumple mañana, este es su regalo.
Responde la señora Jung más emocionada de lo que debería aparentar
- Ya veo, entonces estos estarán bien. Son prototipos casi perfectos... Algunos tienen ciertos errores, pero no son todos.
El señor Jung arruga el entrecejo y deja la tasa ya fría y con el mismo nivel de té sobre la mesa.
- ¿Por qué los ha mezclado?
La guía sonríe en un gesto practicado y superficial.
- Señor, el precio por todos es el mismo. Así que no debemos hacer distinción ¿No es cierto?
Trampa, eso olió Jung, no perderían una pieza tan importante de forma abierta.
Se divierten jugando esto
Pensó Jung con una mueca de disgusto, pero ya su esposa se había puesto de pie, dirigiéndose a los niños encantada de jugar, de poner a prueba su "suerte"
Quince minutos de estudio constante, los señores Jung se detenían a observar y señalar a cada uno de los ejemplares sus aparentes defectos: Nariz muy corta, piel de tonalidad incorrecta, pestañas incómodas...
Todo irrazonable, claro está. Cada número era perfección en sí, material que sufrió transformación por seis años. Encantos tan diversos...
Los niños, considerados así en algún mundo imaginario, han soportado tal teatro desde que fueron aceptados para ser mostrados al público. Por lo que no les afecta, simplemente permanecen impasibles, sin mostrar decepción por ser rechazados o emoción por haber sido escogidos.
La perfección no acepta la humanidad.
Y llegó el momento, ambos señores se detuvieron en uno de los experimentos, la señora no pudo comentar de su nariz, el señor no le encontró defecto a su piel...
Lo eligieron.
- Lo queremos a él.
No hubo despedida, la relación entre los materiales de investigación era totalmente impersonal; no había espacio para rivales o compañeros; se marchó del sitio sin darle lugar a una despedida, una sonrisa o lágrima. El pequeño no tenía miedo, no estaba excitado por aventurarse al otro lado de la muralla.
No estaba emocionado por haber salido de la cárcel en la que le hicieron lo que era.
Aquello que no es humano ni animal, es un monstruo. La perfección difiere por completo a las cualidades de cualquier ser humano.
¿Es monstruoso ser perfecto?
- Es el regalo indicado, querido. Es justamente como una muñeca.
- No le digas muñeca, cariño.
La mujer simplemente arrugó el entrecejo y se giró para ver el perfil del muchacho.
- ¿Cómo te llamas, muñeca?
El señor Jung no pudo hacer otra cosa que negar con la cabeza siseando una carcajada por la indiferencia de su señora a las órdenes.
- No tengo nombre, señora. Simplemente una identificación que olvidaré una vez reciba un nombre.
La voz salió plana y sin irregularidades, denotando una elegancia sin prepotencia. El equilibrio de tonos partiendo de una voz naturalmente hermosa.
- ¿Y cuál es esa identificación?
Preguntó la señora algo sorprendida por la inteligencia y dialecto del niño.
- 1k.
- ¿1k?
- Soy el número mil.
Reafirmó con los dedos sobre su regazo acariciándose entre sí.
- Vaya... Eres el inicio.
- También soy el fin, como lo son el diez y el cien. El fin de los cientos, el inicio de los miles.
Explicó como quien declara algo a lo que le ha dedicado espacio en su raciocinio antes.
Cuando no tienes una proveniencia más allá de una cama de orfanato, o de algo disfrazado de eso; cuando tu identidad se basa en un número que pudo fácilmente ser cualquier otro; tu mente solamente tiene esos vagos datos para entretenerse.
- Ya veo, seguramente le encantarás a nuestro hijo y él te pondrá un nombre apropiado, muñeco.
Aseguró el señor Jung antes de que con su comentario el auto se quedara en un cómodo silencio general.
Los señores Jung no contaban con los deseos de su hijo, puesto que el pequeño caprichoso no quería una muñeca ni un muñeco. Obviamente tampoco un amigo, tenía a esa compañía de la alta alcurnia ¿Para qué buscar uno en un orfanato que vendía niños?
Claro que no, el ser que le regalaron por su cumpleaños está muy por debajo de la suela de su zapato.
Él quería un perro, y no cualquier perro. Quería uno que le callara la boca a sus compañeros codiciosos, quienes no se cansaban en competir para ver quién tenía el mejor canino.
Así vio a su obsequio, como una raza de perro superior a cualquiera que sus amigos pudieran comprar ¡Una que incluso hablaba! ¿Quién tiene un perro que habla? Claramente solo él.
La correa de oro alrededor de un suave cuello de aspecto lunar, como si extrajera la belleza y el brillo de todo a su alrededor, concentrándolo en él mismo.
¡Todos sus amigos se morirían de envidia al verlo pasear a un perro tan hermoso, capaz de hacer trucos como ningún otro!
Esa fue la conclusión del heredero Jung al contemplar el regalo de sus padres.
A partir de ese día, el chico adoptado, o más bien comprado. Dejó de ser 1k para convertirse en Jin, la mascota de un niño rico.
Día 5 del mes enero del año 2014 (16 años después)
El cuatro de diciembre de ese año Jin cumpliría veintidós años de nacido. Algo que, para él, no representa nada.
Miraba desinteresado sus uñas mientras su amo compartía cena con sus compañeros; una reunión personal en un restaurante de pijos universitarios como aquellos. A Jin eso no le interesa pero... ¿Qué lo hace?
A su derecha se detuvo un mesero a servir vino tinto en la copa del chico Jung, Jin le dio una revisión al aspecto del mesero, sin detenerse más de diez segundos en su exótica belleza.
Él mismo se impresiona de la suya, no siente nada con alguna otra.
- Prueba, Jin.
No necesitó más que el permiso, toda bebida era checada con anterioridad por él, los Jung reticentes a la idea de que su "bebé" corriera peligro. Por lo que simplemente extendió su delicada mano hasta la copa, consciente de la penetrante mirada del mesero de piel morena y deliciosos labios gruesos.
Pero él también tiene labios gruesos ¿Por qué dejarse embelesar por eso?
Degustó la copa e incluso se sorprendió de no detectar ningún tono ácido más allá del vino en sí, el mesero es de expresión ilegible, es cierto, pero Jin nunca se equivoca en cuanto a expectativas.
Y él esperaba veneno en ese vino.
- ¿Es de su gusto?
Bien, si su piel oscura y labios gruesos no lograron atraerlo; el misterio y profunda gravedad en la voz sí lo hizo.
- No es del gusto de mi amo.
Afirma poniendo claras las pautas y le tendió la copa a su señor con un asentimiento que indicaba que podía desechar la bebida sin siquiera probarla.
- ¿Quiere usted que me dirija a la despensa para escoger el vino?
- No tardes.
Ordenó con indiferencia el heredero de los Jung y Jin se puso de pie levantando las rodillas del suelo, la correa no estaba conectada al collar de terciopelo en su cuello, por lo que gozaba de completa libertad para moverse.
- ¿Me guía?
Le pregunta al mesero y este le cedió algo más que descubrió lo atrajo de sobremanera. Un par de hoyuelos nacidos de una sonrisa.
- Por supuesto.
La estancia era fría por el aire acondicionado, demasiado para su gusto; las luces no son atrayentes y la estancia no es más que el cascarón del lujo.
Jin nunca comprendería la "magia" que le veían al sitio.
Atravesaron varias puertas hasta la mencionada despensa... ¿Por qué mantenían un cartel de "No pasar, solo personal autorizado" cuando el encanto real se encontraba aquí? Toda la carencia de afuera, compensada con la sencilla belleza de este pedacito de la estancia.
Y todo ajeno a sus ojos, pero Jin comprende que los absurdos seres llenos de petulancia serían incapaces de ver más que madera sucia.
El frío de fuera aquí es carente, hay una calidez exacta y la luz perfecta que ofrecería una fogata. Las botellas estaban dispuestas en orden colocadas en las cavas de madera preciosa; algún que otro barril en las esquinas... Este lugar es sencillamente hermoso ¿Para qué el frío cristal del candelabro en el techo cuando las antorchas contenían tal atrayente fuego?
- Deberías estar muerto.
Dijo de pronto el mesero con esa voz grave capaz de sacudir al mismo líquido contenido en las botellas.
Y Jin solamente pudo sonreír, pues sus expectativas nuevamente eran correctas.
- Un veneno de alta calidad, he de decir, difiere por completo del vino. Para suerte de mi amo, supongo.
El mesero se apoyó a la pared con su hombro derecho, sonriendo.
"Este ambiente sí es mágico"
Pensó Jin fingiendo indiferencia a su compañía, quien estaba completamente maravillado por él mismo.
- No hay fallos entonces, no fuiste capaz de detectar el veneno en la copa.
El tono de orgullo en la voz lo llevaron a una conclusión.
- ¿Eres el creador del veneno?
- Sí.
- Tienes talento.
Lo decía con sinceridad, encontar un veneno insípido e inodoro era tan difícil como oro perdido en un pajar.
- ¿Es incoloro?
- Nop, es rojo, ese es su defecto.
Mientras su mirada se posaba expectante en la etiqueta de una de las botellas, una sonrisilla socarrona le elevaba las comisuras.
- No ves al lugar correcto si aún no has averiguado cómo cambiar coloraciones a tu antojo.
Por el rabillo del ojo comprobó, con superioridad, cómo el mesero lo miraba lleno de admiración e interés.
- ¿Tanto sabes de venenos? Además ¿Por qué aún continúas con vida? El efecto es casi inmediato.
- Mi conocimiento de estupefacientes es limitado, dejó de ser importante cuando mi amo no lo vio necesario. Soy inmune a los venenos, no a todos, en realidad, no le llamaría inmunidad. Dentro de un rato me voy a sentir especialmente indispuesto, pero mi supervivencia es confiable. Me entrenaron mis primeros seis años de vida para ello.
Por supuesto los venenos tienen un actuar superficial en él, no es un simple humano.
El silencio se extendió hasta que Jin encontró la botella para Jung; esperó que el mesero no le volviera a dirigir la palabra, y él, aprovechando eso zanjó el tema con un último comentario.
- Desaparece, no necesitamos más de tu servicio. Con permiso.
Jin nunca se equivocaba en sus expectativas, pero las puestas en aquel moreno con traje de veneno eran miserables en comparación a la realidad.
No lo volvió a ver en un buen tiempo hasta que el recuerdo de la sonrisa de hoyuelos no era más que una sombra en su memoria. Solo que nunca pensó que la sombra saldría a la luz para enfrentarse a ella.
- ¿Por qué continúas insistiendo en servir a ese idiota aún conociendo que eres superior a él?
- Es mi señor, vivo para servirle.
- Patrañas, un perro no muerde la mano de su amo por capricho, lo hace probando su rasgo de bestia. Es un honorable acto de rebeldía.
- No gano nada con un honorable acto de rebeldía, eso no me dará de comer.
- Tienes el coeficiente y la habilidad para vivir en las calles como un rey ¿Por qué conformarte con servir al pez grande en un charco?
- No veo atractivas las riquezas, el poder... No lo necesito.
- Son gustos mundanos... Tú no te reduces a eso.
Alzó la barbilla para echarle una mirada a su rara compañía.
- ¿Y qué crees que quiero?
La respuesta fue tan desconcertante.
- Ser humano.
- Explícate.
Murmuró con el tono más descontrolado del natural, apenas siendo perceptible por un ligerísimo temblor, una duda casi inexistente.
- Sentir; alegría, tristeza, reír y llorar sin control, sin tú poderlo actuar. La calidez de una cama con tu cuerpo bajo otro. Sentir frío de verdad, no ese campo de quietud absoluta en el que estás inducido.
- Soy perfecto, en mi existencia no hay lugar para errores ¿Por qué crees que yo...?
- Quieres la opción de escoger. Un monstruo, una divinidad, un simple ser humano... Y yo te la daré
Sentir...
¿Quién era ese simple ser imperfecto que le brindaba tal opción?
Sentir es debilidad.
Sentir es sufrir.
Sentir es... Vivir.
- Quiero vivir.
Las paredes reflejaban las sombras débiles, la cálida luz pintando un manto de irrealidad. La habitación no es demasiado grande, ni excesivamente chica; tienen el tamaño exacto para que dos cuerpos se sientan cómodos, moviéndose en la cama como peces en el agua, recorriendo las sábanas y nadando entre los flujos de sus miembros.
La piel impoluta es como la parte más tierna de un pan recién sacado del horno, suave y calentito.
Ya dejó de ser perfecto, ya no es más que un ser humano sucumbiendo a los temblores del placer; pero allá afuera, no hay persona que se le iguale ¿Allá afuera? ¡En el mundo no hay quien pueda ponerse a la altura de tal ser magnífico! Los reyes deberían besar sus pies, los magnates colocarle diamantes en los dedos... Es un Dios prófugo del Olimpo, uno que está hasta el cuello del barro de la raza humana. Y todo por amor.
No hay sentir más degradante y vergonzoso que ese.
El amor... Hace a la gente cerda y glotona...
Eso pensaba 1k.
Eso pensaba Jin.
- ¿Cuál es tu nombre?
El susurro llenó sus sentidos, todo su ser se embriagaba del otro. La nariz pica por el olor a sudor, asqueroso en cualquiera menos en él; principalmente en momentos como esos. Su lengua estaba incómoda en su paladar, como si estuviera perdida. Como si la boca a la que está sujeta fuese su lugar incorrecto. Quiere entrelazarse con la otra, no quiere vino, no pide chocolate blanco, solo quiere la saliva caliente de aquel que la tiene así.
"¿Y dicen que el amor es puro y bello?"
El peso sobre su cuerpo medio lo asfixia, aunque ya su amante hubiese retirado las manos de su cuello tras el orgasmo, se mantenía presente así, aplastándole el tórax.
"No hay tregua, no hay descanso. El amor es de todo menos misericordioso"
Y luego están sus ojos, enormes universos marrones fijos en el pantano del contrario. Es desagradable, mirar esos ojos a él siempre le había incomodado. No es esa parada del tiempo de la que los libros hablan, nunca es un cliché junto a Namjoon. Cada vez que Nam lo llama a mirarlo, como ahora que su pregunta amenazante atenazó su más profundo nervio; él se pierde un poco más. Son un pantano... Joder son una arenas movedizas que no hacen más que tragarlo, que absorberlo, y él es consciente.
La manipulación es su mecanismo de defensa, primero aprendió a manipular, luego a hablar. No es un arte que tome a la ligera, y Jin sobrevivió perfeccionándolo.
Él no manipula... Él se deja manipular.
A consciencia, a posta adoptó esa posición de perro. Pero incluso de rodillas en el suelo Namjoon vio la mirada impasible del sujeto gritando superioridad. No era más que un juego.
Y Kim deseó al controlador de ese tablero.
No era el rey, la reina, la torre, el caballo o el peón... No era la ficha. Jin controlaba todo superior a las expectativas del resto, incluso aquellos que le hicieron así.
- ¿Cuál es tu nombre?
- Kim Seokjin.
No es 1k ni Jin... Es Kim Seokjin.
Namjoon le dio el nombre, pero no solo eso. Le dio la opción de tomarlo o no. Y eso fue lo único que marcó la diferencia.
Su pecho se vio liberado del peso dejando que sus pulmones se expandieran justo como necesitaban. Monster para algunos se tendió a su lado y lo arrastró a sus brazos.
Un hogar, su pecho era el verdadero hogar de Seokjin. Él, precisamente un número, lo protegería como nadie. Su afán era superior al de una loba con sus cachorros, es mucho más que eso.
Los límites exceden la comprensión humana; el alcance de un muñeco; la desesperación de un Dios.
- ¿Qué soy, Nam? Me has enseñado un nombre... Pero yo no sé qué soy.
Susurró con ese tono de voz vulnerable que duele más que aparentar ser fuerte. Es muy fácil fingir fortaleza mientras escondes las cortadas en las venas, lo difícil es entregarle a otro las cuchillas con la seguridad que esa persona no te dañará.
Confiar es más difícil que pelear.
Namjoon es un monstruo, un niño que se deja llevar por sus caprichos sin pensar en el resto. Y él lo sabe, lo reconoce con simpleza y seguridad. Está bien consigo mismo...
Pero Seokjin...
- Eso es algo que debes decidir tú, Jinnie.
Es tan agradable cada vez que le dice un apodo como ese, como si acariciara los pétalos de la única rosa que no pretende destruir.
- ¿Qué soy para ti?
Siente en la parte trasera de su cabeza el cosquilleo de dedos largos haciendo surcos entre las hebras.
- Eso no debería importarte.
A pesar de que sea un monstruo, ese supuesto insensible le ha dado más afecto e importancia que cualquier otra persona en este mundo. Seokjin lo entiende, desde un inicio supo que Namjoon no podría amarlo. Que luego aparecerá otro juguete al que sí quiera poseer; un cuerpo que se digne a romper. Esa idea suya que dicta que Jin es demasiado para él, precisamente eso es lo que le hace pensar que no es merecedor de su amor.
Lo único que puede hacer Jinnie... Es resignarse y hacerlo feliz hasta que se aburra de él.
El tiempo de vida de Seokjin está impuesto por Nam, no por la muerte.
- Pero me importa.
- Jinnie... No te hagas dependiente de mí.
- ¿Y qué harías si te digo que ya lo soy?
Las caricias no se detuvieron ni una milésima de segundo, el palpitar del corazón resonando en su mejilla le demostró que su pregunta no le afectó. Probablemente ya se lo esperaba.
- Nada... No puedo hacer nada.
Por el contrario, a Seokjin sí le afectaron las palabras, lo descolocaron hasta hacerle temblar.
- ¿Qué...?
El tartamudeo alertó a Namjoon, sus caricias se volvieron más suaves y el agarre en el abrazo más firme.
No se miraban, pero no es necesario. La vista de la piel morena acariciada por la luz interrumpida por su sombra, es más tranquilizante.
- No tengo miedo a sentir. La pasión es lo que me lleva a actuar, las ganas irreflenables de cumplir las órdenes que dictan mis deseos son lo que me mueven. Pero yo... Estoy satisfecho.
Con un tirón lo instó a subir y, en lugar de dejar la cabeza en el pecho, la tuviera protegida por el hueco de su cuello. En la nueva posición, estaban tan cerca... La sensación de asfixia, y no la placentera, no esa que hunde a Seokjin en el mar del pecado mientras Namjoon lo ahoga de placer. Es la imposibilidad de respirar por miedo a ser encontrados, como niños bajo la cama cubriendo sus bocas, aterrados ante la idea de que descubran su escondite.
Ni siquiera es miedo a algo en específico; desconocen por completo si es por la existencia de una realidad que los pueda golpear; si se trata de un monstruo superior a Namjoon que arrastre a Jin fuera de su protección; miedo a lo desconocido.
No saben... Pero lo sienten.
- No sé qué hacer, Seokjin. Si muriera ahora mismo de un paro cardíaco, lo haría feliz.
- Pero tú no puedes ser feliz...
Murmuró temeroso de la frase que prosiguiera a la suya.
En cambio, no llegó una respuesta clara. Al menos no la que esperaba.
- Y tú tampoco podías sentir.
Y en la cumbre, de pie sobre el cadáver de su pasado. No aplastó a 1k, no tomó represalias contra el niño al que le fue negada la humanidad, no rechazó el dolor mudo de un pequeño al que tacharon de conejillo de indias en un mundo de insensibles. No molió a palos a Jin, un joven de traje con collar de perro; porque él no fue culpable de tener que hacer "trucos" ni pasearse en cuatro patas por el parque para tener que comer; porque desde el principio... Desde un puto inicio... Fue Kim Seokjin intentando sobrevivir.
- Gracias...
Primero fue un quejido lastimero, y luego las lágrimas se catapultaron como suicidas por sus ojos, se lanzaron para finalmente liberarse.
- Gracias...
El corazón brincaba tan fuerte que parecía quedarse atascado en la base de la garganta, impidiéndole respirar o hablar. Era un manojo de temblores, un cuerpo cálido con emociones encontradas demasiado fuertes y diversas, plagando sin remedio sus sentidos.
- Gracias...
Ya el nudo de su garganta desapareció y le dio paso a los gritos; del dolor que no le permitieron sentir, de la desesperación que le obligaron a ocultar, y tosió... Tosió como si su cabeza, tras largos minutos, pudiera salir del agua por fin; pero no fueron minutos, esos veintidós años la sociedad le sostuvo la cabeza sin permitirle emerger a la superficie, sin conocer algo que no fuera el tortuoso mar de silencio, oscuridad y vacío.
- GRACIAS NAMJOON GRACIAS
"Gracias por dejarme vivir... Por cederme la dicha de estar vivo"
Y ese fue el suspiro de libertad y las fuerzas para afrontar con todo.
Llegó el momento de Seokjin para derretir un corazón que no es el suyo; de mimar a un niño enfermo del cual no conoce nada.
E incluso cuatro años después... Se mantiene sin conseguirlo.
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ESPECIAL 1K!!!!!
POR FAVOR DÍGANME QUE LA HISTORIA SECRETA DEL NAMJIN DE YBTM LES GUSTÓ...
PORQUE SI NO ME SUICIDO.
Díganme que no fui la única tonta que se emocionó (TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)(TT)
SARANGHE!
A... Y esta no es la única sorpresa.
Publiqué un libro titulado "To my readers"
Es un libro para ustedes *como todos* pero bueno, este es un proyecto que considero interesante.
Lo pueden encontrar muy fácilmente en mi perfil, y, sin más labia.
Iloviu gays!!!!
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