•02 | Are.
Dieciocho años. Finalmente ya tengo dieciocho años. ¿En qué momento pasó el tiempo tan rápido? Todavía recuerdo los momentos de mi niñez en los cuales solo debía preocuparme de no traspasar las líneas de los dibujos, o de ensuciar mi ropa nueva con el helado de chocolate que era mi preferido. Incluso, subir los pies al sillón asemejaba una gran dificultad para mi niño de hace mucho. Fui un chico bastante feliz, tuve todo lo que muchas personas quizás no pudieron disfrutar, y no hablo exactamente de cosas materiales.
Me refiero al cariño de unos grandiosos padres, al amor transmitido con solo un abrazo o suave beso en la frente. Esos miles de cuentos que me fueron contados, los muchos días en los que fui cuidado y tratado con amor. A pesar que con el paso del tiempo mi personalidad fue haciendo que dejara de lado las cosas que nuestra pequeña familia había adoptado como momentos en los que teníamos que estar juntos, como las noches de películas o fines de semanas de juegos de mesa, yo amaba compartir con ellos por el simple hecho de hacerme sentir alguien especial.
Temía ser ordinario, ser solo una persona más que no tuviera algo que la diferenciara de los demás, con sola metas simples que me llevaran a sobrevivir en este mundo. No, yo no quería solo sobrevivir en el mundo, yo quería vivir intensamente, tomar las riendas de mi propia existencia, aprender todo lo que pudiera aprender con la única idea de poder detenerme en algún momento y sentirme orgullo del recorrido que he hecho hasta ahora.
Pero entonces mis padres comenzaron a ser incompatibles y yo estuve justo en el medio de ambas personas. Durante todo el conflicto del divorcio, tuve que aguantar irme a vivir con uno o con el otro; que si no elegía a mi madre ella se sentiría traicionada, que si no escogía a mi padre entonces no pasaría el dinero de mi escuela. Los gritos que subían de intensidad. Las lágrimas de ver un matrimonio que fracasaba por falta de comunicación. Los vicios que vinieron con ello por no saber concluir de forma correcta. Las quejas de ambas personas, el que conocieran a otros, el que se equivocaran, el que olvidaran...
Harto estaba, solo tenía dieciséis años cuando se divorciaron, no podía ni siquiera manejar toda la energía que mi adolescencia me brindaba, los conflictos internos, los miedos, inseguridades de descubrir que un chico me parecía más atractivo que una mujer, que todo fuera aburrido, que los idiomas no estaban hechos para mí, tampoco los juegos de computadora o algún deporte con desgaste físico. Fue una época difícil, una de las peores de mi vida, el vacío emocional que experimenté por no lograr centrarme en algo en específico era asfixiante. Sin contar, por supuesto, que solo tenía cabeza para la música, específicamente Smother de Daughter.
Para ser sinceros, esa canción me hacía alguien bastante miserable... Pero no podía dejar de escucharla por razones no lógicas para mí. Supongo que los individuos a veces necesitan sentirse de ese modo, o simplemente son etapas que se superan con el tiempo. Así fue conmigo.
A pesar de haber sobrevivido a la decadencia familiar por unos padres que no priorizaron mi estado emocional al momento de actuar como dos desconocidos que se odiaban, a veces me pregunto qué apreciación tendrían ellos si les dijera que había pensado dejar la escuela e irme de casa al no soportar más sus absurdas peleas por mí, por el dinero de mi comida, escuela o demás necesidades.
¿Cómo se sentirían si mencionara que casi me drogo en una de esas fiestas adolescentes en las cuales muchos experimentan? Ese día también estuve a punto de perder mi virginidad con un desconocido. Muy posiblemente se espanten, pidan disculpas y decidan llevarme a un psicólogo o algo así. No es que justo ahora sea un santo o un chico demasiado bueno en las cosas; mi promedio es normal, mis amistades demasiado comunes, no tengo verdaderas metas debido a que todo me parece aburrido. He experimentado, he ido de aquí para allá, aprendido lecciones u oficios que pueden serme útiles en cualquier momento que lo necesite.
Pero no he hallado nada que me haga sentir como ese día a mis diez años. Nada puede hacer que mi ser explote en miles de pedazos con solo ver a otra persona bailar, así como lo hizo ese niño de cachetes grandes.
¿Qué pasaría con su madre? ¿Podría haber superado su enfermedad? ¿No? No lo sé, después de esa experiencia visité el mismo sitio durante 2 años en busca de volver a encontrarlo, es solo que... Nunca pude hacerlo.
En estos momentos donde no tengo nada más que mis pensamientos, me dedico a cuestionar cosas, indagar e imaginar que las personas que marcaron un antes y un después en mi vida ahora gozan de felicidad, una felicidad que por supuesto experimenté y que justo ahora necesito para poder seguir adelante. Sé no siempre se puede ser feliz, que los momentos de alegría verdaderamente son más cortos que los de tristeza. Lo sabré yo que duré llorando por meses cuando un auto atropelló a Neutrón a mis quince años causando su lamentable muerte.
Fue... Doloroso.
Fue mi primera mascota, y aunque sea tonto, no deseo tener alguna otra en este momento; siento que lo estaría traicionando si lo hago. Sonrío flojamente debido a mis pensamientos. Tengo demasiados libros por leer, así que lo mejor sería irme a casa para estudiar.
Con ello en mente, me coloco de pie y tomo mi bolso para colgarlo del hombro flojamente, comenzado con el aburrido trayecto a casa. Los grandes conflictos internos aparecen al saber que volver a casa es sinónimo de escuchar a mamá quejarse de lo imbécil que sigue siendo mi padre incluso dos años después del divorcio, que su peso está aumentando a causa de la ansiedad, que las canas son más evidente... Y un montón de cosas más, nada diferente de lo que ha sido mi vida últimamente.
Pese a la distracción de mis pensamientos, mis pies se detienen de forma automática al distinguir por primera vez que esa puerta está entreabierta. Si mal no estoy, ese es el salón dispuesto para danza, que hasta donde tengo entendido por los constantes murmullos en forma de quejas, no ha sido habilitado por meses debido a la falta de profesor. Por ello, mi curiosidad de observar sin permiso lo que sea que ocurre dentro de dicho recinto, puede más que el razonamiento común de no hacerlo.
Una vez me acerco a la pequeña abertura, lo puedo ver. Sus movimientos... Wo... Nunca había visto algo tan hermoso, tan suave, tan lleno de talento como esos pasos de los cuales soy testigo. Como esas piernas fuertes pueden saltar estirándose de una forma tan irreal por todo lo largo y amplio del salón. Ni siquiera me sorprende el distinguir que la persona solo posee una muy pegada licra, y la nula presencia de alguna camisa, ya que solía observar tiempo atrás la danza contemporánea gracias a ese niño cachetón que desconozco el nombre.
Una vuelta delicada en el aire, y sus ojos cafés se posan en mí cuando su cuerpo queda direccionado hacia donde estoy fisgoneando. Tiemblo. Puedo cerrar la puerta para salir corriendo como un simple acosador, sin embargo, no puedo moverme. Mis músculos me impiden los movimientos requeridos, es como una manera de pedir que me quede un poco más, que no lo deje ir como hace ocho años dejé ir a ese niño con su madre sin preguntarle tan siquiera el nombre o dirección para jugar.
En realidad, ni siquiera puedo comprender qué cosas pasan por mi mente, solo puedo ser consciente que ese chico se está acercando. Entro rápidamente en pánico entonces, mis ojos se abren demasiado y la saliva me abandona, solo quedando un nerviosismo intacto que no sé a qué se debe exactamente.
—¿Quién eres?—me pregunta enseguida, cruzándose de brazos una vez la cercanía es alarmante. Sus ojos me miran con cautela de arriba abajo distinguiendo el mismo uniforme que él debería de tener en algún lugar de la amplia sala—. ¿Necesitas algo? ¿Quieres robarme acaso? No tengo nada que pueda serte útil, puedes marcharte de una vez y dejar de molestar en mi ensayo. Por si acaso, practico Jiu-Jitsu—brama enseguida, tildándome de ladrón.
Me siento ofendido de inmediato. ¡Muy ofendido! ¿Cómo se atreve a decirme eso? ¿En serio cree que voy a robarle? Dios, que molesta persona. Lo que demuestra con el baile queda solo en eso, en el baile. Con la cara llena de indignación por su insinuación y amenaza, tuerzo mi rostro en un gesto alterado, elevando mi mandíbula delicada a su dirección lleno de orgullo. Mis ojos se entrecierran. No, a Kim Taehyung nadie lo ofende de esa manera.
—¿Cómo dices? ¿Robarte? ¿Qué querría yo robarte?—bufo—. Además, ¿Por qué me marcharía? ¿Acaso este salón es de tu propiedad?—inquiero hecho una pequeña furia. Claro, pequeña. Yo no soy para nada pequeño, al contrario, a esta edad he desarrollado un tamaño más elevado del promedio, mi cuerpo ha dejado de ser flacucho y las curvas leves fueron llenando mi ropa de uso diario, con decir que con mi cobija preferida de unicornio ya me sobresalen los pies—. He venido a practicar al igual que tú—miento descaradamente, entrando al salón y procediendo tontamente a quitarme la chaqueta junto con la corbata.
¿Qué estoy haciendo?
Mi respuesta al parecer le parece graciosa, ya que sonríe lleno de burla a mi dirección, alzando una de sus cejas retándome silenciosamente a que continúe.
¡AH! ¿Quién se cree? Ya le enseñaré mi grandiosa práctica inexistente que inventaré en mis próximos minutos. Diablos... ¿Por qué soy tan tontamente orgulloso? ¿Por qué simplemente no admití que estaba observando su forma linda de baile? Sin poder detener el ridículo que sé pasaré a continuación, desato mis zapatos, quito mis medias y mis pies descalzos tocan lo frío del salón; consiguiendo un momento después, que el dolor de mi talón fuese verdaderamente agudo. Quizás por la muestra de dolor que mostró mi rostro brevemente, es que la mueca de burla se borra de la cara contraria y sus ojos bajan rápidamente al piso.
Comienzo a sentirme inquieto.
—Posees pie plano—menciona pensativo, acercándose a mi luego de un largo suspiro que sonó cansino.
Su cuerpo se inclina hacia abajo rápidamente, no dándome oportunidad de reaccionar al toma uno de mis pies y validar que el dolor es auténtico al caer por no ser capaz de sostener mi peso con una sola de mis piernas. Chillo por el duro golpe en mis glúteos, y el doblar sin prudencia de la planta de mi pie por su parte. Quiero soltarme, pero él no lo permite.
—Hay dolor, un poco de hinchazón también—susurra—. Además, tu tobillo está hacia dentro, y mira...—enseña, como si de verdad estuviera prestando atención a su precipitada explicación—. Tu arco vuelve cuando no estás de pie, lo que quiere decir que posees pie plano flexible. En este caso, no deberías de seguir intentando algo que sabes no haces.
—¿Qué?
—Bailar. En tu rostro se puede ver que no tienes ni idea de lo que estás haciendo—comenta, masajeando un poco mi extremidad ocasionando mayor dolor. ¡¿Qué hace?! ¿Es normal que alguien desconocido masajee sus pies o de diagnósticos de repente? Nunca había escuchado algo como eso de pie plano flexible—. Mi hermana es fisioterapeuta, aprendí muchas cosas de ella. Sin contar que soy bailarín, sé sobre estas cosas por las infinitas veces que las he visto en el estudio de baile. Deberías de ir a un doctor, esto se puede corregir—aconseja suave.
Quiero decir cualquier cosa, pero mis grandes ojos solo se quedan fijos en la forma en que sus pequeñas manos se mueven con demasiada suavidad ahora a lo largo de mi pie. Es como si de verdad no estuviera tocando, es tan sutil, tan... Su mirada sube a la mía y mi cerebro parece estropearse. La curva de su pequeña nariz es muy tierna, al igual que sus abultadas mejillas que yacen carmesí al igual que lo largo de su nariz y labios. Extrañamente se me hace conocido, pero no creo poder olvidar una belleza tan auténtica como la suya jamás.
—¿Estás escuchando lo que estoy diciendo? No me digas que me hiciste hablar por nada, eres un pequeño tonto—pero no todo es perfecto, y él definitivamente tiene un gran defecto con su personalidad. De mala gana le quito mi pie de las manos, para cruzar mis piernas y gruñir inconforme a su dirección por cómo me ha llamado—. Creo que tenemos a un chico malcriado por aquí—farfulla, ante mi claro berrinche silencioso.
—Y creo que tenemos a otro imbécil enano de blanca nieves también—escupo, ante su nada sutil burla por el puchero que no pude evitar hacer. Rápidamente, coloca mis medias y zapatos para colocarme de pie e ir a la puerta con apuro. Quiero terminar esa estúpida charla con... ¡Es que ni siquiera quiero saber su nombre!—. Gracias por tu recomendación, imbécil. Espero no verte nunca más. ¡Por cierto! ¡Yo sí que puedo bailar!
Y salgo luego de un portazo.
(..)
Resulta que el imbécil fetichista por los pies tenía razón. Dos semanas después del encuentro que sostuvimos en el salón de danza, el dolor en mi talón se volvió insoportable por el constante tiempo que duré practicando algunos pasos de baile para un posible futuro encuentro, por lo cual tuve que visitar al médico y ser diagnosticado con pie plano flexible.
Así fue que mi historia con el fisioterapeuta comenzó, y debo aclarar que estuve juicioso en mis terapias por dos largos meses, lo mejor de todo es que no necesitaré cirugía. ¿Algo más fenomenal que eso? Por supuesto, tuve un momento de sinceridad en la cual expuse todo lo mal que me hacía sentir que mi madre hable mal de mi padre y viceversa; causando que ambos pararan sus ataques constantes y decidieran ir a terapias de padres junto conmigo.
Todo parece ir mejor ahora, pueden encontrarse en el mismo lugar y no acuchillarse, al menos conmigo presente no lo hacen.
Se siente... Bien.
Otra de las cosas que han acontecido últimamente a mí alrededor, más allá de las constante peleas de miradas y empujones con el odioso fetichista de los pies, se pueden escuchar rumores de que habrá pronto un nuevo profesor de baile en la institución. Es verdad, no es que me interese demasiado, pero algo me dice que el tonto anaranjado será el primero en ver clases y eso es algo que no estoy dispuesto aceptar.
Él es un nuevo, no es que me haya tomado la tarea de investigar su vida entera, es solo que uno escucha ciertas cosas por los pasillos... Como que es proveniente de Busan y que es practicante de un estudio de danza. ¿Por eso es así de tonto? ¡Ja! A nadie le puede interesar algo como e...-
Mis ojos se cierran con fuerza ante el golpe conciso que recibe mi rostro al chocar contra alguien. Mi cerebro está preparado para recibir el golpe contra el piso, pero eso es algo que nunca sucede. Al contrario, mi cintura es tomada con fuerza al igual que uno de mis brazos. Siento que es una eternidad la que me tomo para abrir mis ojos, pero finalmente lo hago para encontrarme con un rostro completamente desconocido para mí. Ojos negros, brillantes, hermosos. Cabello azabache con fijador hacia los lados, labios delgados y nariz amplia. Dios, es el hombre más hermoso que he visto.
—¿Estás bien?—me pregunta, más no puedo reaccionar si tengo así de cerca su cara de la mía. Sin poder centrarme realmente en pretender controlar mis mejillas rosas, él me estabiliza y verifica que no posea alguna señal de haber sido golpeado por... ¿Eso fue su cuerpo? Diablos, sí lo fue. ¿Quién es? ¿Cómo no lo había visto antes?—. Discúlpame, en serio estaba distraído en el teléfono y no pude verte, ¿Te he hecho daño? ¿Te duele alguna parte?—se excusa verdaderamente preocupado.
Entonces yo comienzo a sentirme atacado por tal belleza.
—N-No es nada—farfullo sorprendido, dejando a mis ojos se paseen por su cuerpo para que el grado de consternación crezca. Chaqueta de cuero, camiseta demasiada fina de color blanco, pantalón ancho y zapatos perfectos. Dios. Mío. Necesito. Saber. Quién. Es. Él—. ¿Tú...?
—¡Jungkook!
Como si fuera una verdadera maldición, el chico que posee un fetiche por los pies grita del otro lado del pasillo un nombre que claramente pertenece al chico guapo que me ha tropezado momentos antes. En menos de un parpadeo, la escena más retorcida pasa frente mis ojos: el anaranjado corre y, literalmente hablando, sube a la cadera del que ahora sé se llama Jungkook, en un abrazo lleno de felicidad de ambas partes. Mi bilis salta.
—¡Llegaste, llegaste! ¡Te extrañé tanto!—chilla, escondiendo el rostro entre el cuello del azabache.
Bien.
Esto es un asco total.
-Hany
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