Capítulo 7

   Desperté sintiendo mi cuerpo pesado, bueno, más bien, sentía algo pesado sobre mí. Mis ojos se abrieron perezosamente e intenté mover mis brazos que tenía dormidos, pero no lo conseguía. Esa "cosa" pesada no me dejaba moverme, es decir, Arthur no me dejaba moverme.

   El rubio se encontraba durmiendo con su torso apoyado encima del mío agarrando, de forma protectora y a la vez cariñosas, por encima de las mantas mis manos. Se notaba que estaba cansado, o al menos, eso se percibía en sus grandes ojeras, su pálida piel... Me seguí moviendo a pesar de aquello, pero de forma más sutil para no destruirle el sueño de golpe.

—Arthur... Pesas... —le dije intentando despertarle, pero no me hacía ni caso.

   En eso, el sonido de la puerta abriéndose llamó mi atención. Levanté mi cabeza todo lo que me era posible para ver quien entraba, y simplemente era un mayordomo que traía algo de comer.

—Buenos días princesa, le traje el desayuno solo al príncipe Arthur ya que no creí que despertaría ahora. Mis disculpas —el mayordomo dejó la bandeja con la comida en la mesilla de noche (que era un poco bastante grande) e hizo una reverencia—. Ahora mismo le pediré a los cocineros que preparen el desayuno para usted y avisaré a Yao y al príncipe Alfred de que ya despertó.

—¡Espere! —exclamé lo suficientemente alto para llamar la atención del mayordomo y para no despertar a Arthur—. Por favor, podrías sacarme a Arthur de encima... No puedo moverme —le dije.

   Miró con sus ojos rojos al príncipe y próximo rey de Espadas, y luego, me miró a mi esbozando una sonrisa traviesa en su rostro que no me daba ninguna buena sensación. Volvió a hacer otra reverencia intentando no mostrar su evidente sonrisa.

—Lo siento mucho, princesa, pero no se nos está permitido estorbar al príncipe Arthur cuando está durmiendo —dijo soltando alguna leve risa entre las palabras—. El príncipe no suele dormir por lo que cuando lo hace no se le debe interrumpir para no despertarle.

—Pero es que no es despertarle, es moverlo —repliqué algo molesta.

—Lo siento mucho, deberá esperar a que despierte —dijo antes de dirigirse a la puerta—. El príncipe Arthur tiene sueño ligero y mal despertar, se lo aviso —y tras eso, el mayordomo de cabellos platinos me dejó allí con el bello durmiente.

   Suspiré pesadamente y le miré con inconformidad (o eso pretendía). Comencé a moverme poco a poco, ya me daba igual si se enfadaba o no, ya que siempre está de mal humor.

   Cuando, por fin, mis brazos dejaron de estar dormidos y de sentir esa especie de cosquilleo molesto, saqué los brazos de debajo de las sábanas. Y, por consiguiente, desperté a Arthur que se asustó al sentir que tiraban de sus manos (que como ya dije sostenían las mías). Parpadeó varias veces desconcertado y luego, después de mirarme fijamente durante un par de segundos pareció darse cuenta de lo que ocurría.

—Al fin despiertas —comenté algo molesta—. No me dejabas moverme.

—Ah, lo siento —se disculpó apartándose de mí. Parecía que todavía seguía algo dormido, pues, despierto jamás se disculparía con ese aspecto de arrepentimiento.

—Ahora ya da igual eso... —murmuré, y me quedé mirándole. Estaba cabizbajo frotándose los ojos con sus manos para despertarse. Realmente no parecía que tuviera mal despertar.

—¿Qué miras tan fijamente? —preguntó de muy mala gana. Pues sí tenía mal despertar.

—Nada —aprovechando que ya era libre, saqué de encima de mí las sábanas.

—¿Qué te crees que haces? —y, el pesado este, me volvió a tapar con ellas—. No puedes levantarte todavía, debes reposar.

—Estoy perfectamente —bufé y fruncí el ceño—. Además, tengo hambre y quiero ir a desayunar, que solo trajeron tu desayuno —dije intentando volver a apartar las sábanas, pero él no me dejó.

—Eres un tozudo —murmuré, molesta.

   El silencio reinó el lugar mientras yo solo comía sintiendo la mirada esmeralda de Arthur. Miraba fijamente cada movimiento que hacía. No podía evitar sentirme nerviosa, era algo incómodo que te observen de esa forma mientras estás comiendo.

—Oye, tú... —su voz, nerviosa, captó mi atención y elevé mi rostro encontrándome con un Arthur con las mejillas cubiertas de un tono rojizo. Pero, se vio interrumpido por la persona que entraba por la puerta causando un gran escándalo.

Little girl!!!! —chilló, Alfred, corriendo hacia mí, mas, Yao lo evitó agarrándole de la ropa.

—¿Qué tal se encuentra, princesa (T/N)? —preguntó, Yao, con un semblante preocupado.

—Ya me encuentro mejor, gracias por la preocupación —sonreí un poco, consiguiendo que la preocupación de Yao se esfumara un poco.

—¿Ya te trajeron el desayuno? —preguntó, Alfred, algo sorprendido—. Los sirvientes si que son rápidos para enterarse de que ya te despertaste —rio un poco.

—Ah, es el desayuno de Arthur —dije, despreocupada, pero vi que el ceño de Yao se fruncía, al igual que el de Alfred.

—¿Y usted no desayuna, príncipe Arthur? —preguntó, con cierto enfado, la Jota.

—Iba ir dentro de un rato, no tienes que poner esa cara de enfado —respondió, Arthur, consiguiendo molestar más a los otros dos presentes.

—Llevas sin comer desde que Little girl se desmayó por primera vez, claro que estamos molestos si no cuidas tu salud —habló, Alfred, cruzándose de brazos—. Comprendo que estés preocupado por tu linda esposa, pero no debes descuidar tu salud.

—¡N-No he comido porque no tenía apetito! ¡No porque esté preocupado por esta idiota! —exclamó, con las mejillas teñidas de un rojo intenso—. ¡Y-Y tampoco es que esté tan preocupado por ella!

—Pero si no te separaste de ella en ningún momento, ni siquiera creo que hayas ido al baño —Arthur se puso más nervioso ante aquel comentario de Alfred.

—¡Claro que he ido al baño, idiot! —chilló, muerto de vergüenza.

—No creí que el orgulloso príncipe Arthur se preocupara tanto por mí, que honrada me siento —comenté, en tono burlón, consiguiendo molestar más a Arthur.

—¡Se acabó! Ya te encuentras bien, ¿no? —dijo, levantándose de su sitio—. Pues entonces me voy ya que tengo mucho trabajo que hacer.

—Príncipe Arthur, el desayuno aru...

—Que me lo lleven al despacho —y, así, se fue de la habitación echando humo por la cabeza.

—No hay quien le comprenda... —suspiró, Alfred, y se sentó en la silla en la que estaba antes mi, ahora, marido—. Bueno, dejemos a un lado al gruñón de Arthur y centrémonos en ti, Little (T/N).

—¿Seguro que ya se encuentra mejor, aru? —preguntó, Yao, cerrando la puerta de la habitación.

—Totalmente, me siento como nueva. No hay de que preocuparse —le dije sonriendo ampliamente, a lo que el respondió con un suspiro lleno de alivio.

—Me alegro, pero por si acaso queremos que esté unos días de reposo. No queremos que esto suceda otra vez —dijo, Yao, con Alfred asintiendo de acuerdo con lo dicho.

—No hace falta, en serio. Ya estoy bien.

—Lo sentimos, pero siendo usted la próxima reina de Espadas no podemos descuidar su salud.

—¿Ni siquiera podré dar un paseo por el jardín o, simplemente, salir de la habitación? —pregunté, algo molesta, no es como que me gustara el tener que estar encerrada todo el día en la habitación sin absolutamente nada que hacer.

—Podrá, siempre y cuando esté acompañada de alguien —rodé los ojos, sin creérmelo. Ni que fuera un bicho débil o una niña pequeña—. Por favor, debe entender que no podemos permitir que nada malo le pase, aru.

—Lo comprendo, Yao, pero no me gusta —dije, y le di un sorbo al té que traía el desayuno.

—Si se encuentra realmente bien, y la vemos fuera de peligro, en poco tiempo ya podría ir libremente por el castillo. Pero hasta entonces no, aru —Yao, miró el reloj que llevaba en el bolsillo de su chaqueta—. Debo irme. Por favor príncipe Alfred, vigílela —y, dicho eso, se fue por la puerta azul.

—¿Quieres dar una vuelta por el jardín? —preguntó, Alfred, nada más se cerró la puerta.

—¿En serio?

—Si, a mí tampoco me gustaría estar aquí siempre. Y Yao ha dicho que siempre y cuando estés acompañada puedes salir —Alfred, sonrió de forma traviesa y cogió la bandeja del desayuno (el cual no me terminé) y lo dejó en la mesilla de noche—. ¿Vamos?

—Me cambio de ropa y vamos —sonreí.

   Después de cambiarme ropa, salimos al jardín charlando de cosas triviales y estúpidas. Hasta que llegamos a la zona del jardín que se encontraba cubierta de hermosas rosas de diferentes colores que olían de una forma exquisita, en la que nos sentamos en una de las bancas.

—Y dime, ¿volviste a ver a tu novio? —pregunté, de una forma algo burlona.

—¡N-No es mi novio! —gritó, con el rostro completamente sonrojado, y se puso a jugar con sus dedos tímidamente—. Solo... Solo es un amigo... Por ahora... —murmuraba, lleno de nerviosismo.

—Oí el por ahora —dije entre risas—. Bueno, ¿y quedaste con él? —volví a preguntar.

—No, estaba demasiado preocupado con tu estado de salud que le dije que no podía quedar con él —respondió, algo tristón.

—Lo siento Alfred... —me disculpé siendo respondida por la escandalosa risa del hermano de Arthur.

—No te preocupes Little girl, no fue tu culpa. Además, fue divertido ver como Arthur perdía los papeles por lo preocupado que estaba —comentó, divertido—. Realmente estaba muy preocupado por ti, aunque no quiera admitirlo.

—Arthur es muy raro.

—Al cabo del tiempo le terminas entendiendo, aunque no es una tarea sencilla. Siempre suele decir lo contrario de lo que piensa, pone su orgullo siempre por delante... —comenzó a hablar, describiéndole con un tono cariñoso.

—Realmente quieres mucho a tu hermano —dije, consiguiendo sonrojar otra vez al rubio.

—Es mi hermano, no podría odiarlo... —murmuró, avergonzado, a lo que me pude limitar solo a soltar una leve risilla—. ¡No te rías! Además, seguro que tú también le tienes algo de aprecio —y, ahí, fue cuando yo me sonrojé, sin razón alguna.

—¡Y-Yo no le tengo ningún aprecio! ¡Casi ni le conozco! —me justifiqué, un poco alterada—. Al revés, podría decir que me cae mal. Ni siquiera me ha tratado bien en ningún momento desde que llevamos casados —protesté.

—¿Seguro? —preguntó, pero ahora algo más serio—. Arthur siempre ha sido el primero en actuar por tu bien. Si bien actúa de forma algo infantil a veces.

—Mi collar... —comenté por lo bajo.

—Si bien actúa de forma infantil a veces, siempre está mirando por el bien de todos, y más de ti desde que llegaste —comentaba mirando fijamente a las rosas rojas que teníamos enfrente—. Cuando te comenzaste a encontrar mal, después de que te desmayaste, él fue el que más preocupado estaba y el que primero actuaba para intentar que te recuperaras. No se separaba de ti ni un momento.

—Jum... —me crucé de brazos y desvié la mirada a otro lado, ganando la risa traviesa de Alfred.

—Mira hacia arriba —me comentó divertido—, pero de forma discreta.

—¿Por?

—Solo hazlo. Mira al gran ventanal de arriba del todo —me dijo.

Y tal como me dijo, eso hice. Alcé la mirada hasta la ventana más grande del piso superior. Y, allí, se encontraba Arthur mirando fijamente a donde nos encontrábamos Alfred y yo, o eso parecía.

—Ves, se preocupa por ti —comentó, soltando otra risilla—. Lleva mirándonos todo el rato mirándonos desde que salimos al jardín —seguí mirando a Arthur desde mi sitio, realmente se le veía concentrado mirándonos.

—Seguro que no nos está mirando a nosotros —dije—. Estará mirando a alguien más.

—¿Quieres que te demuestre que nos está mirando a nosotros y que se preocupa por ti? —preguntó, con una gran sonrisa en el rostro, y antes de que pudiera responderle, ya me encontraba en sus brazos siendo cargada al estilo princesa.

—¡¿Qué demonios haces?! —exclamé, volviendo a sonrojarme. Era algo un poco humillante y vergonzoso.

—Mira ahora.

  Bufé, pero aun así hice lo que me dijo. Y vi como Arthur se levantaba del lugar enfadado saliendo de mi campo de visión. Pero, al rato, se vio la mano del que supuestamente era Arthur haciendo el corte de manga.

—Vale, puede qué si nos mirara, ¿pero eso tiene que significar que se preocupa por mí? —pregunté, bastante escéptica.

—Solo espera unos cuantos minutos y verás —dijo, aun más divertido que antes. Ya,incluso, me daba algo de mala espina. De repente, sentí como Alfred mecía los brazos de forma un poco extraña y sospechosa. Y al momento, me encontraba sola en el aire.

   Sin poder pensarlo, grité aterrada, a todo pulmón, al sentir como descendía rápidamente. A pesar de que en pocos segundos ya me encontraba de nuevo en los brazos de Alfred que solo reía de una forma tremendamente escandalosa.

—¡¿Por qué demonios has hecho eso?! —pregunté, muy alterada, sujetándome fuertemente a su ropa por todavía tener el miedo en el cuerpo.

—Ya verás... —murmuró y se quedó en silencio durante unos momentos—. Uno, dos, tres... —contó mientras me volvía a dejar en el suelo.

—¡¿Se puede saber que haces?! —se oyó un grito de una voz que ya conocía perfectamente. Me di la vuelta y a nuestra derecha venía un Arthur completamente enfadado.

—Solo andábamos jugando, ¿a que si Little girl? —dijo, rodeándome con su brazo por los hombros. Yo solo me limité a asentir débilmente.

—¿Jugando? —preguntó, molesto—. ¿Por eso gritó como si fuera morir?

—Tampoco grité de esa forma —intervine, pero siendo callada con la fulminante mirada de Arthur.

—¿Te das cuenta de lo haces, Alfred? —preguntó, de forma retórica—. Acaba de recuperarse, ¿y tú lo primero que haces es alterarla cuando debería estar descansando? Eres un completo idiota, un descuidado, e irresponsable. Debes ser más consciente de tus acciones.

   Y siguió hablando durante un tiempo que para mi fue eterno. No paraba de criticarle, echarle en cara diferentes asuntos que aun que no tuvieran nada que ver con esto se los recriminaba igualmente, y a la mínima que Alfred se intentaba defender la llama de ira crecía más y más.

—¡Y tú! —exclamó, señalándome con el dedo índice. Ahora me tocaba a mí—. Se supone que deberías estar descansando, recién te acabas de recuperar. Así que vuelve a la habitación a descansar ahora mismo —ordenó.

   Me quedé un poco desconcertada. El tono en el que me había hablado, aun estando lleno de ira, estaba también caracterizada por una gran preocupación. Era un tono más relajado y cálido, con algo de cariño. O eso intuía yo.

—Noquiero ir a la habitación. Ya me encuentro bien, no tengo que descansar y loque hizo Alfred tampoco fue para tanto, solo un pequeño juego —dije, intentandoplantarle cara y calmar la situación con Alfred. 

   Pero no hubo ninguna respuesta, al menos no verbal. Me agarró de la mano con fuerza y me llevó, casi a rastras, por todo el jardín y castillo ignorando mis protestas y quejas. Además, me sujetaba la mano con mucha fuerza, y hacía que me doliera la mano de sobremanera, y todo porque antes de que alejarnos de Alfred este gritó: "¡Ves cómo se preocupa por ti!".

—Descansa —me ordenó, soltándome al fin, cuando llegamos a nuestra habitación.

—No quiero —protesté y solo gané un gruñido por su parte.

—Haz lo que digo —frunció el ceño y se acercó a mí de forma amenazante.

—¿Y si no quiero? —pregunté, alzando una ceja y cruzándome de brazos.

—Querrás —y antes de que pudiera contestar a eso, Arthur me calló uniendo sus labios con los míos.

   Pero no había sido como el beso que me había dado cuando me encontraba mal. Este fue más agresivo y voraz, lleno de necesidad e ira. Al rato, se separó un poco sus labios, dejando prácticamente toda su cara pegada a la mía.

   Mi respiración se encontraba agitada y entrecortada por la necesidad de oxígeno y los nervios. Sentía mi cara arder y mi cuerpo temblar por alguna razón. Y esa razón eran sus ojos verdes que me miraban fijamente, con un brillo especial en ellos que le hacía ver muy amenazante.

—¿Irás adormir ahora? —preguntó, con un tono grave que no le había oído hasta ahora. Queríaprotestar y decir que no, pero mi cuerpo se movió solo y me hizo tumbarmedebajo de las sábanas—. Buena niña —comentó con sorna y se fue de la habitacióndejándome allí sola y conmocionada.   

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Después de 84 años aparecí de nuevo con este intento de capítulo :'v

Siento la tardanza pero realmente me costó escribirlo por diferentes causas. Mas, lo importante es que lo escribí xd
Espero que os gustara a pesar de que no es muy allá el capítulo, y espero poder actualizar más pronto (no prometo nada).

Ciaoooooo~~~~(*'▽'*)♪

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