Capítulo 5

Nos encontrábamos Alfred y yo solos, sentados en el comedor cenando cosas que nos habían traído los sirvientes. Habíamos conseguido que Arthur se fuera a trabajar al despacho hasta que tuviéramos que irnos a dormir, los dos, en una misma cama, con muchas posibilidades de quitarle mi collar.

—Y dime Alfred... ¿Con quién estuviste esta tarde? ¿Quién es el afortunado o afortunada de tener tu corazoncito rebelde? —pregunté de forma que Alfred se sonrojó tiernamente haciendo gestos tímidos llenos de vergüenza.

—E-Es un secreto por ahora... Prometimos que no le diríamos a nadie que nos veíamos, aunque él todavía no ha accedido a salir conmigo oficialmente... —respondió tímidamente desviando la mirada rascándose la nuca incómodo. Que tierno...

—¿Con que es "él"? —pregunté de forma picara sorprendiendo a Alfred, que parecía maldecirse mentalmente por no cuidar sus palabras—. ¿Es guapo? ¿Inteligente? ¿De este reino o de otro? —pregunté repetidamente animada.

—¡E-Es un secreto! —exclamó nervioso tomando un sorbo al café para tranquilizarse.

Okay... Okay... Pero cuando ya no sea secreto quiero ser la primera en saberlo, ¿entendiste? —él asintió con una sonrisa en el rostro y revolví su pelo rubio con cariño.

—Por cierto... ¿Recuperaste tu collar? —negué con la cabeza con la sangre comenzando a hervirme al recordar a Arthur y su asquerosa actitud de amargado.

—Pienso recuperarlo esta noche si es que lo lleva encima... Pero tengo que ser muy cuidadosa, para que no se dé cuenta al día siguiente. —le conté de forma traviesa y a la vez malévola.

—No creo que sea posible hacer eso... —contrapuso con un rostro algo afligido—. Arthur es de sueño ligero y al mínimo movimiento se despierta. Además si realmente no quiere devolverte ese collar no creo que lo vaya a guardar en un lugar que tu puedas encontrar. —llevé mi mano a mi barbilla para pensar en una solución... El libro.

—¡No pasa nada! —exclamé animada. Ese libro lo sabía todo, por lo que también sabría donde está mi collar—. Tengo que irme un momento. Buenas noches Alfred y recuerda: la próxima vez avísame cuando tengas una cita. —le guiñé el ojo causando que se sonrojara y salí casi corriendo hasta donde solía estar el pasillo del libro.

Pero no aparecía, daba igual las vueltas que diera por los pasillos. El callejón de la habitación del libro no aparecía por ninguna parte.

—¿Acaso solo aparece cuando el quiera? —murmuré pensativa.

El gran reloj azul comenzó a sonar avisando de que ya era media noche. Increíblemente la búsqueda de la sala del libro se había alargado más de lo que pensaba. Caminé hasta la habitación que compartía tristemente con Arthur, esperando que se hubiera ido ya a dormir.

Abrí despacio la puerta esperando verle tumbado en la cama, pero no había nadie. Entré del todo y desvié mis ojos a la mesa de despacho de Arthur y ahí lo encontré, con sus gafas leyendo papeles y escribiendo cosas en ellos.

—Al fin llegas. —habló sin levantar la mirada. Yo solo entré en la habitación cerrando la puerta con cuidado pues ya era muy tarde.

—No me di cuenta de la hora hasta que sonó el reloj —comenté desinteresada mientras me dirigía al armario para coger un pijama, pues el otro desapareció cuando el libro hizo que esta ropa apareciera de repente—. ¿Llevas todo el rato trabajando? —pregunté por cambiar un poco de tema.

—Si, hay muchas cosas que hacer debido a la boda —dijo, más bien como una reclamación, sin levantar su mirada—. Vete tu primero a dormir. —ordenó cuando me vio de reojo que sacaba el pijama.

—Vale. —respondí sin más y me fui al baño a cambiarme de ropa. Estábamos casados, pero no pensaba ni de broma cambiarme de ropa frente él.

Ya cambiada de ropa revisé las heridas de mi pie y vi que ya estaban mejor. Desinteresada pasé por delante de mi esposo amargado y salté a la cama haciendo rechinar un poco los muelles de la cama. Y luego me arrastré por la cama hasta llegar a mi lado correspondiente sin importarme que pensara Arthur sobre mi forma de actuar para meterme por debajo de las sábanas y ponerme a dormir tranquilamente.

Y eso hice. Dormir.

Pero al cabo de un rato de dormir como un gato al sol mientras le acarician. Empecé a escuchar un pitido a la vez que una voz.

«Ven a la sala»

Abrí los ojos instantáneamente. No conocía esa voz, pero supuse que era el libro que no quería aparecer antes. Justo tenía que molestarme cuando dormía bien.
Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad de la habitación me levanté con sumo cuidado de la cama para no despertar al muñequito de porcelana real... Si hasta parecía mono e inofensivo cuando dormía... Es una pena que tenga una asquerosa personalidad.

A paso rápido y sin hacer ruido bajé hasta donde se encontraba el pasillo con la habitación. Entré sin tener en cuenta el ruido que haría la puerta, pues es un sitio mágico que más da.

—¿Me llamaste? —pregunté al ver la habitación de la primera vez con un cómodo sillón y la mesa con el libro, pero este estaba en un pequeño atril.

Caminé hasta el sillón y me senté cansada, no me gustaba que me cortaran el sueño y menos si no era para algo muy importante, como el fin del mundo o la inexistencia de los dulces.

«Si. Aviso el tiempo transcurre más lento que en tu mundo, el reloj de la mesa indica la hora real como siempre». Miré el reloj y me fijé que la aguja del segundo tardaba muchísimo en moverse.

—¿Cómo haces para cambiar el tiempo? —pregunté cuando de repente apareció una taza de café con galletas.

«Magia. Soy un libro mágico, puedo hacer lo que quiera». Y el libro soltó brillitos al escribir eso.

—¿Por qué me llamaste? Tengo sueño y prefiero dormir. —dije cambiando de tema y dando un sorbo al delicioso café.

«Arthur se despertará a las 4:30 para ponerse a trabajar. Evitalo». Me quedé un poco shockeada y miré el reloj. Faltaban 5 minutos en hora real.

«Es indispensable que no se ponga a trabajar. Abrázalo fingiendo estar dormida o lo que se te venga a la cabeza». El solo pensar en aquello me repugnaba, no quería tener contacto con esa oruga.

—Ugh... Está bien, pero solo porque es indispensable. —gruñí terminándome el café de un sorbo.

«Gracias». Me levanté de la silla y me despedí con la mano. «Hasta otro momento»

Salí de allí y corrí hasta la habitación, solo faltaban 5 minutos para que se despertara.
Al entrar en la habitación lo vi removerse en la cama y con delicadeza me subí a la cama y miré el reloj. Dos minutos para que sea la hora.

Suspiré y lo abracé por la espalda con fuerza para que no se escapara intentando aguantar mis ganas de estrangularlo cual serpiente ahora mismo.

—(T/N)... —murmuró el rubio intentando separarme—. Tengo que trabajar maldita sea... —protestó intentando forcejear más pero sin éxito.

Fingiendo estar dormida lo abracé más fuerte e hice que su cuerpo y el mio quedaran pegados.

—«Es por el libro... Es por el libro...» —pensé repetidas veces mientras sentía como Arthur se movía, pero de repente se paró.

Abrí los ojos lentamente para ver si se había vuelto a quedar dormido, pero solo me encontré con unos furiosos ojos verdes mirándome seriamente.

—Suéltame. —ordenó sin mover ningún músculo. ¿Cuándo se había girado para quedar cara a cara?

—No quiero —contesté en un tono infantil y medio adormilado, pues realmente estaba casi a punto de dormirme—, es muy pronto para ponerse a trabajar... Quédate y duerme... —repliqué acercándole aún más a mi.

—Tengo que trabajar. —volvió a decir más serio.

Decidí no contestarle y acerqué por completo mi cuerpo al suyo quedando tan pegados que nuestras frentes quedaron juntas. Y así pude observar como su expresión seria comenzaba a caer y un sonrojo se iba haciendo más potente en sus mejillas.

—No te vayas... —supliqué en tono infantil—. «Por dios quédate... Solo quiero cumplir la petición del libro...» —pensé cerrando los ojos sintiendo como la respiración de Arthur se aceleraba.

Okay... —murmuró de forma tímida—. Pero solo porque tengo sueño, no porque tú me lo pidas... —contradijo mientras correspondía el abrazo con sutileza.

Nuestras narices estaban rozándose con suavidad matadora como si estuviéramos haciendo un beso esquimal. Sus manos acariciaban mi espalda con delicadeza y cariño, a la vez que sus piernas se juntaban con las mías impidiendo que las pudiera apartar.

Pasado el rato sus manos dejaron de moverse y su respiración al igual que los latidos de su corazón se habían tranquilizado, se había dormido.

Abrí los ojos medio adormilada, aquellas caricias tranquilizaron mi cuerpo y mente e hicieron que el sueño se apoderara de mi. Pude observar su rostro dormido con sus mejillas levemente coloreadas. Aquella expresión, aquel rostro, aquella inocencia y pureza, eran las mismas a las que tenía mi primer amigo, mi primer amor.

Levanté una de mis manos llevándola hasta su mejilla comenzando a acariciarla suavemente y sin poder evitarlo, pues mi mente actuó sola, acerqué mis labios hasta los suyos provocando un sutil roce inocente y delicado.
Separé mis labios unos milímetros y caí dormida en sus brazos.

•~•~•

El ruido de la puerta hizo que medio despertara, pero sentía una fuente de calor a mi lado que me incitaba a seguir durmiendo pegado a él y eso hice. Mantuve mis ojos cerrados quedándome en aquella postura, sin moverme.
—Creo que deberíamos dejarles dormir —dijo una voz lejana que parecía la de Alfred—. Hace mucho que no le veía tan relajado y que durmiera tanto. —soltó una pequeña risa dulce.

—Está bien aru~. Yo me ocuparé de adelantarle un poco el trabajo —comentó otra voz que me parecía Yao.

La puerta se cerró haciendo algo de ruido, cosa que hizo que aquel cuerpo cálido que abrazaba se moviera en forma de protesta. Abrí los ojos con vagueza para ver aquello que se movía y al hacerlo ahogué un grito.

Se me había olvidado en que situación me había quedado por la noche con Arthur y seguro que Alfred y Yao nos han visto abrazados y acaramelados, y...

—Ugh... —gruñí en bajo intentando separarme de él, al menos la cara pues las teníamos pegadas, pero no nada. Seguía apegándose cada vez más a mi cuerpo llegando a apoyar su cabeza en mi pecho, como si fuera una cómoda almohada.

Suspiré y moví mi cabeza intentando buscar una solución de este problema, ya que como había separado su cara de la mía ya podía moverme, pero no había ninguna solución.

Con el único brazo que podía mover, pues el otro lo tenía bajo el cuerpo de Arthur, llevé mi mano hasta su cabeza agarrando unos cuantos mechones rubios de su cabeza y tiré de ellos con fuerza para despertarle, aunque no tanta como para arrancarlos.

—¡Au! —gritó dolorido llevando sus manos a su cabeza, por lo que viendo que ya había despertado dejé de tirar de su pelo—. ¡¿Pero que demonios te pasa?! —chilló levantando su torso quedando así sentado en la cama mientras sobaba su cabeza.

—Lo que me pasa es que te has quedado dormido abrazándome y no me soltabas —dije seria y vi como sus mejillas se teñían de rojo hasta sus orejas.

—E-Eso fue porque tu me abrazaste primero y no me dejaste ir a trabajar... ¡T-Tú me lo pediste! ¡Ahora no protestes! —vociferó desviando su rostro al levantarse de la cama. Yo solo me sonrojé al recordar la escena y no solo eso... También el beso...

—¡Agh! ¡Pues perdón! ¡Estaba medio dormida, no sabía lo que decía! —me excusé de mala forma ocultándome entre las sábanas.

—Espero que nadie nos viera... —murmuró en alto mientras caminaba al armario a coger uno de sus trajes.

—Mala suerte, Yao y Alfred nos vieron. —contesté todavía oculta en las sábanas y me tapé los oídos por el grito que seguro daría.

—¡¿What?! —exclamó y oí como mucha ropa caía al suelo.

Asomé mis ojos por afuera de la sábana y vi el rostro sorprendido, avergonzado y rojo de Arthur mirándome incrédulo.
Parecía que estaba por salir corriendo y pegarles hasta que olvidaran lo que vieron... Seguramente ni sepa lo del beso, y mejor ni se lo digo.

—Solo ignora cuando lo mencionen y ya está. Todo se olvidará... —dije levantándome al fin de la cama con el pelo revuelto.

—No, no te creas... Seguro que Alfred sacó fotos y me intenta chantajear con ellas en un futuro... —solté una risa y él me fulminó con la mirada como si me quisiera matar, más de lo que ya hacía normalmente—. Esto no tiene gracia.

—A ver, somos esposos. Estas cosas ocurren es normal, no te puede chantajear por dormir abrazado a tu esposa; es como chantajear a un niño por abrazar un peluche. —comenté con pereza.

Lo siguiente fueron murmullos y un portazo del baño. No tenía un buen despertar, comprobado completamente.

Después de que Arthur saliera del baño ya vestido y todavía maldiciendo por lo bajo, entré yo para vestirme con un vestido azul sencillo que había en el armario, una bata para andar por el castillo y unas zapatillas.

Cuando salí de la habitación para ir a tomar el desayuno veía como los sirvientes y sirvientas murmuraban entre ellos al verme, y no se porqué, pero creo que era porque la información de que Arthur y y habíamos dormido abrazados se había expandido.

—¡(T/N)! —me quedé quieta en donde estaba al sentir una mano en mi hombro y la voz chillona de Alfred en mi oreja.

—Buenos días Alfred... —le saludé tapando mi oído por el dolor de que me gritara en él.

—¿Qué? ¿Qué tal has dormido? —preguntó burlón poniéndose a mi lado mientras caminábamos juntos al comedor.

—Muy gracioso... Si, dormí bien. ¿Y tu que tal dormiste? ¿Algún sueño entretenido con tu novio? —pregunté con segundas para molestarle a él.

Pero para mi sorpresa, él no negó nada, solo desvió su cara con el rostro más rojo que una fresa dulce y deliciosa.

—¿En serio? Ay, que mi cuñado se hace mayorcito... —dije burlona haciendo que su sonrojo aumentara más—. ¿Hoy le verás de nuevo? —pregunté intentando hacer que no sonara a que le estaba molestando.

—No, hoy no... Él no puede hoy... —contestó algo tristón y de repente me abrazó con una tremenda fuerza—. ¡Le echo de menos! —exclamó lloriqueando y le di palmaditas en la espalda.

—Es normal, pero la próxima vez que lo veas será un encuentro más feliz. —le dije intentando consolarlo, pero sentí un repentino dolor en la cabeza que me hizo marearme.

—¡(T/N)! ¿Qué pasa? ¿Te encuentras bien? —preguntó Alfred alterado sujetando mi cuerpo.

La cabeza me dolía y me daba vueltas. Mis ojos se sentían pesados y me estaba costando respirar, además de que comenzaba a sentir tanto calor que me agobiaba.

—¡(T/N)! —ese grito no era de Alfred, era de Arthur, pero se oía lejano y también preocupado.

Pero ya no pude oír más y lo último que sentí fue como todo mi cuerpo caía al frío suelo de madera.

•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•

Capítulo ligerito, lo sé, pero en el que viene será más animadito (espero). Y mirar que genial soy que he publicado justo a la siguiente semana :'D

Y bueno, hubo escena tierna con Arthur así que darme las gracias por eso también :v

Y respecto el vestido azul, lo dejé a imaginación del lector pero yo me lo imaginé así más o menos:

Pero eso dependerá de cada lector así que da mucho igual la verdad...

¡Eso es todo por esta semana!
Ciaoooo~~~(*'▽'*)♪

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top