Capítulo 2


–¡Los príncipes han llegado! –gritaron los invitados de la boda que estaban todos en la zona de la celebración.

Mientras nosotros caminábamos hasta nuestro aposentos, él serio y con cara de pocos amigos, y yo sonriendo por la cálida bienvenida que nos habían dado.
–Podrías al menos saludar. –le susurré sentándome en el trono de al lado observando como la fiesta había comenzado.

–No es necesario hacerlo. –cortó así la conversación conmigo.

Observé como los invitados bailaban reían, comían del banquete montado, jóvenes intentaban sacar a bailar a las damas y viceversa.

–¿Por qué no participamos en vez de quedarnos aquí mirando? –pregunté aburrida de estar sentada tan recta mirando al resto de personas.

–Dentro de unas horas será el momento del baile de los príncipes, espera hasta entonces. –suspiré pesadamente recostando mi espalda todavía recta en el respaldo.

–Unas horas es mucho tiempo... Además seguro que es una canción lenta...

–¿Y que tiene de malo que sea lenta? –preguntó mirándome de reojo con esos ojos verdes brillantes.

–Que no es tan divertido bailarlas. –el otro calló de nuevo y fijo su mirada a su hermano Alfred que comía y reía sin preocupaciones.

La primera canción finalizó y el resto de personas que bailaban se apartaron de la pista esperando a que sonara la próxima canción que iba a ser pedido por algún invitado.

La banda espero a que alguien fuera a pedir una canción, pero nadie iba, todos esperaban que a alguien se le ocurriera una.
Así que decidí armarme de valor y caminé hasta la banda de música que abrieron los ojos completamente al ver mi presencia.

–¿Deseaba algo princesa? –preguntó el cantante nervioso.

–Quería pedir una canción. –sonreí viendo las caras de todas las personas.

–C-Claro... ¿Cual desea?

–"History Maker" [multimedia], ¿la conoceis?

–Claro, princesa, la tocaremos con mucho gusto. –sonreí ampliamente.

–¡Muchas gracias! Pero esperar a que os avise para empezar. –ellos asintieron y comenzaron a sacar las partituras y las guitarras mágicas*.

Caminé velozmente hasta Arthur con una sonrisa y me puse delante de él tapando su paisaje de la fiesta.

–¿Bailas conmigo esta canción? –pregunté esperando que dijera que si, no creo que fuera tan amargado.

–No, solo bailaré cuando sea necesario. –cerró sus ojos y apoyó su cabeza en su mano mostrando una postura de indiferencia.

–Eres un idiota... –dicho esto me bajé del altillo molesta yendo al centro de la pista sola.

Parecía que nadie quería bailar si yo, la princesa, estaba en ella.
Pero de repente, sentí como alguien tocaba mi hombro y al girarme pude observar al hermano pequeño de Arthur, Alfred, con una sonrisa amplia.

–¿Puedo bailar yo contigo? –agarró mi mano y yo solo asentir ilusionada.

Nos posicionamos para comenzar el baile y le di la señal a la banda para que sonara la canción.

La melodía comenzó y nos movíamos con ligereza y gracia al ritmo de la música.
Yo sin poder evitarlo comencé a cantar mientras bailábamos.

Can you hear my heartbeat? –Alfred reía y comenzó a cantar conmigo también.

Dábamos vueltas por toda la pista cada vez viviendo más el baile por la canción, parecía que a él también le gustaba mucho.

Cuando llegaba el momento en el que la música dió un golpe de sonido después del «Yes, we were born to make history!!» Alfred me sujetó por la cintura y me levantó al aire girando al son de la música.

Mi vestido pomposo hizo que el movimiento se viera mejor y nada más aterrizar al suelo di una vuelta sobre mi misma haciéndolo más elegante.

Alfred y yo reíamos como nunca mientras cantábamos y bailábamos ignorando a todos los presentes en la fiesta incluyendo a Arthur que solo observaba molesto la escena.

La música volvió a la parte lenta y volvimos a juntar nuestros cuerpos como si fuera un vals y volvíamos a dar vueltas animando a los demás a que vinieran a bailar con nosotros. Cosa que conseguimos, al momento los niños pequeños y algunos mayores estaban ya en la pista bailando como nosotros con una sonrisa en el rostro.

Alfred y yo sonreímos y continuamos cantando la letra, que por suerte era muy fácil de cantar, y cada vez los pasos los hacíamos más animados.

Hasta que la canción terminó y quedamos los dos algo sudados por bailar con tantas ganas y nos quedamos mirándonos a los ojos durante un tiempo que pareció inmenso.
Pero los aplausos de los nobles y los ciudadanos nos sacaron del pequeño trance y nos separamos riéndonos y saludando a todos.

–Muchas gracias por bailar conmigo Alfred. –le agradecí con una tierna sonrisa.

–No hay de que, no iba a dejar a mi cuñada bailar sola. –los dos nos reímos un poco –Será mejor que vayas a junto Arthur, se le ve enfadado.

Miré a Arthur y era verdad, estaba con el ceño fruncido moviendo la pierna de forma agitada. Suspiré y caminé hasta él, pero unas manitas sujetaron mi mano y me detuve viendo a un pequeño niño con unos ojos brillantes.

–¡Princesa (t/n)! ¡¿Quiere bailar con nosotros?! –preguntó sonriente señalando a todos sus amigos.

Sonreí y me agaché acariciándole la cabeza removiendo sus cabellos rubios.

–Ahora voy a intentar que el príncipe Arthur baje a divertirse, en la próxima canción bailo con vosotros. –el niño sonrió y me dio un fuerte abrazo para irse después con sus amigos.

Me giré y subí al altillo quedándome otra vez frente a Arthur, pero ahora este estaba realmente molesto y enfadado.

–¿Qué quieres? –preguntó muy ferozmente como si fuera a atacarme en cualquier momento.
–¿Vienes a divertirte? –pregunté con una sonrisa intentando no alterarle más.

–No. Vete con Alfred que seguro que lo pasas mejor. –al ver como su enfado aumentó tras decir esas palabras, no pude evitar reír un poco.

Él me fulminó todavía más con la mirada y deje de reírme por si acaso hacia que le salieran llamas del enfado, y no me refiero a los animales.

–¿De qué te ríes?

–Porque te has enfadado solo porque bailé con tu hermano.

–No estoy enfadado por eso... –musitó desviando su mirada.

–Pero estás enfadado. –me crucé de brazos y me puse seria durante un momento.

–¿Y qué si lo estoy? No me gustan las fiestas. –suspiré con desgana.

–Vaya marido me ha tocado... Un estúpido gruñón que finge ser un caballero... –me di la vuelta y me encaminé a las escaleras para volver al lugar de la celebración.

–¡Espera! ¿A quién llamas estúpido y gruñón? –me agarró de la muñeca algo molesto haciendo que me girara para verle.

–A ti. –dije sin ninguna preocupación.

–Retira lo que has dicho. –hice que me soltara la muñeca en un movimiento rápido y comencé a caminar.

–Si quieres que lo retire ven conmigo y demuéstramelo. –y con una sonrisa traviesa bajé junto los niños a los que le había prometido bailar.

Una canción típico del Reino de Espadas para niños empezó a ser tocada y los pequeños al ver que no me sabía ese baile empezaron a enseñarme mientras transcurría la canción.

–¡Ahora vuelta! –gritaron todos y con ellos di una vuelta que hacía volar la falda del vestido con elegancia exhibiendo la perfección del traje.

Aunque al ser tan larga le pasó a un niño por encima, pero como solo le había despeinado nos comenzamos a reír todos.
Pero ese momento divertido terminó cuando sentí que algo tocaba mi hombro.

–¡B-Buenos días príncipe Kirkland! –me giré para ver a Arthur que no apartaba su mano de mi hombro y su rostro serio seguía presente en él.

–(t/n), es momento del baile real.

–Okey, hasta luego niños. –me despedí de ellos y con Arthur agarrando mi mano fuimos al medio de la pista ya vacía para nosotros.

Nos colocamos para comenzar el vals tradicional cuando hay una boda entre dos reinos.

La música comenzó a sonar. Era tranquila, relajada y hermosa, y gracias a las dotes de baile de Arthur el bailar era mucho más fácil y evitaba que le pisara los pies.

–¿Te lo pasas bien? –me preguntó mientras continuábamos bailando.

–Si, mucho. –sonreí y di una vuelta sobre mi misma para volver a terminar en los brazos de Arthur.

Volvió a quedarse callado centrándose solo en el baile, el cual faltaba poco para terminar o eso creo.

–¿Puedo hacerte una pregunta? –él me miró y asintió levemente –¿De pequeño por casualidad no harías una amiga en el Reino de Tréboles?

Arthur me miró con asombro y cuando abrió la boca para hablar la música y el baile finalizó y todo el lugar quedó inundado por los aplausos y gritos de los invitados.
Los dos hicimos una reverencia y volvimos a nuestros asientos en el altillo mientras la fiesta llegaba a su final, solo quedaba que los invitados dieran los regalos de boda.

Ninguno de los dos intercambiamos palabras entre nosotros debido al ajetreo del recibir regalos, darle las gracias por venir a todos y luego despedir a cada una de las personas del lugar, entre ellas mis padres.

–¡Adiós cielo mio! –dijo mi madre abrazándome casi llorando.

–Adiós mamá. Os iré a visitar cuando pueda. –le di un beso en la mejilla y otro a mi padre que le había dicho algo a Arthur que le había dejado blanco como la leche de vaca.

–Recuerda que si te hace algo le pegues con una sartén. –fue lo último que dijo antes de que el coche de caballos se fuera de vuelta a mi antiguo hogar.

Suspiré cansada y miré a Arthur de reojo que seguía pálido y estático en el sitio.

–¿Te pasa algo Arthur? –pregunté acercándome a él algo intranquila.

–¡Eh! Estoy perfectamente. –se giró sin mirarme y comenzó a caminar hacia el castillo.

–¡Ey! ¡Espérame! –grité intentando subir las escaleras lo más rápido posible, pero entre los tacones y el vestido se me hacía casi imposible.

Al final conseguí llegar a la habitación de Arthur, bueno y la mía, pero con los pies doloridos y puede que con heridas que sangraban.

–¿Arthur? ¿Estás aquí? –pregunté al ver que no había nadie en la habitación.

Como no hubo respuesta entré en la habitación cerrando la puerta con pestillo porque me iba a poner el pijama e irme a dormir. Estaba tan cansada que si duchaba me quedaría dormida allí y no sería bueno.

Me senté en la cama y lo primero que hice fue lanzar los estúpidos zapatos a algún lado de la habitación soltando un leve quejido al ver las tremendas heridas de mis pies, que algunas sangraban.

No había sido buena idea bailar durante todo una tarde con zapatos de tacón.

–Deberé al menos lavarme los pies para no manchar las sábanas de sangre.

Empecé a desabrochar el vestido con alguna dificultad porque debía tratarlo con cuidado, y ya cuando me lo quité lo dejé con cuidado en el sofá y fui al armario a coger algún pijama, aunque solo había un camisón verde algo corto, que podría ser perfectamente una camiseta para Arthur. Pero en el fondo escondido encontré unos pantaloncitos que iban a juego con el camisón y me los puse con cuidado.

Caminé con cuidado hasta el baño para sentarme enfrente del bidé y comencé a lavar mis pies en el agua tibia limpiando la sangre y observando toda la cantidad de heridas que tenía.

Escuché la puerta de la habitación abrirse por lo que supuse que sería Arthur que tenía las llaves del cuarto.

–¡Estoy en el baño! –le avisé cerrando el grifo del bidé para comenzar a secar mis pies con cuidado.

El dolor había cesado bastante, aunque seguía presente, y salí del baño viendo a Arthur sentado en su escritorio mirando unos papeles todavía con el traje de la boda puesto.

–Deberías ponerte el pijama y dejar eso para mañana. –dije quitándole los papeles de sus manos.

–Devuélveme eso. –exclamó molesto intentando cogerlos.

–No, ponte el pijama y a dormir. –sentencié de forma severa.

Empezó a murmurar cosas inentendibles y fue al armario para sacar su pijama y meterse en el baño.

–¡Bloody hell! –oí como gritó y lo siguiente fue verle salir por la puerta todavía en traje más enfadado.

–¿Qué pasó? –pregunté extrañada mientras ordenaba los papeles de su escritorio.

–¿Qué es la sangre del suelo? –preguntó frunciendo sus cejas.

–¡Ah! Los zapatos me hicieron heridas y se me olvidó limpiar el suelo. –expliqué despreocupada.

–Siéntate. –me ordenó empujándome a la cama y se agachó mirando mis pies.

–¿Qué? ¿Tienes fetiches con los pies o que? –pregunté de forma burlona levantando mi torso dejándome ver solo los cabellos rubios de Arthur.

–Eres estúpida, ¿por qué no me dijiste antes que te dolían los pies? –me miró molesto y preocupado a la vez.

–Porque no me pareció importante. –le contesté intentando apartar los pies de sus manos.

–Quédate quieta, voy a desinfectarte las heridas. –dijo para dirigirse al baño a por un botiquín.

–Ya me lavé las heridas, no hace falta desinfectarlas. –dije pero sin ser escuchada ya que se volvió a posicionar delante mía con algodón y alcohol.

Empezó a tocar cuidadosamente las heridas con algodón haciendo que me quejara por el escozor que causaba y le gritaba que parara, aunque no me hacía caso.
Al final de la tortura me vendó los pies intentando no apretar las vendas mucho para no hacerme más daño todavía.

–Listo, mañana procura usar calzado cómodo y no andar mucho. –se levantó serio con el botiquín en sus manos.

–Gracias. –sonreí ampliamente y pude observar como un sonrojo aparecía en sus mejillas.

–No es nada... –desvió la mirada y caminó hasta el baño guardando el botiquín.

Reí un poco y me metí dentro de la cama dejandole un espacio a Arthur a mi lado, claramente, ya que a ahora somos marido y mujer.

Al rato Arthur se metió también dentro de la cama con un pijama azul de cuadros puesto y con el pelo más despeinado que antes.

Me di la vuelta sobre mi misma esperando solo verle la espalda, pero mi gran fortuna hizo que le viera de frente.

–Buenas noches (t/n). –sonrió un poco cerrando los ojos.

Por un momento sentí una extraña sensación y se me vino a la mente los recuerdos en los que mi amigo misterioso de la infancia dormía a mi lado plácidamente entre los animales y las hadas.

–Arthur. –le llame.

–Dime. –dijo sin abrir sus ojos.

–¿Me puedes contestar a la pregunta que te hice en el baile? –este abrió los ojos algo sorprendido y deprimido.

–Yo nunca he salido del Reino de Espadas. –respondió desanimado.

–¿Seguro? –él solo asintió –¿Y sabes donde se puede conseguir esta piedra verde? Según entendí solo se encuentra en el Reino de Espadas...

Saqué mi collar que me había regalado mi amigo de debajo del camisón para enseñárselo viendo como sus ojos se abrían de golpe y se quedaba sin respiración durante unos minutos.

–Cierto que solo se puede conseguir aquí... Pero tiene algo raro esa piedra... ¿Me la podrías dejar para investigarla si no te importa? –dudé por unos instantes si dársela o no, este collar es muy importante para mi y es el que hace que sienta que todavía mi amigo sigue conmigo...

–Está bien... Pero te la doy mañana si prometes no hacerle nada que la dañe. –comenté seria, era mi marido, no creo que le hiciera nada malo.

–Lo prometo.

–Gracias. –sonreí y el se dio la vuelta para mirar al otro lado.

–De nada. Buenas noches. –reí un poco y me giré yo también mirando al otro lado.

–Buenas noches Arthur. –dije para luego cerrar mis ojos quedando en brazos de Morfeo.

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¡Adivinar quien ha vuelto! ¡Así es! ¡Yooo!
Por fin os traigo el segundo capítulo del fic :'D

Espero que os gustara y quería aclarar una cosa:
*guitarra mágica: en estos reinos la electricidad no existe pero esta es sustituida por magia, que solo algunos poseen.

Eso es todo por hoy y no explico más o hago spoiler XD
Ciaoooo~~~(*'▽'*)♪

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