Capítulo 1

     
Hoy era el día... Hoy era el día en que me casaría con el príncipe del Reino de Espadas.

Había oído que ese chico era guapo de estatura normal pero con una personalidad terrible, y que desquicia a cualquiera.

Siempre pensé que estaría con el niño de mi infancia, pero sin saber siquiera su nombre como lo iba a buscar.

–Es hora de irse princesa.– mi sirvienta más cercana apareció por la puerta con la cabeza baja intentando no mirarme a la cara.
Mi más cercana sirvienta, si, pero nunca me mira a la cara, pero al menos me habla.

–Ya voy.– me levanté de la cama vistiendo ese pomposo vestido verde clarito y blanco, lleno de volantes y lazos en exceso. ¡Solo se me veía la cara y algo de pelo!

Bajé las escaleras intentado no pisar pedazo monstruosidad de ropa con una sonrisa.

–Señores, su hija ya llega.– mi madre Elizabeta y mi padre Iván, se encontraban con sus ropas reales listos para el viaje.

–Te ves hermosa, da~.– comentó mi padre con su infantil sonrisa que le daba miedo a la mayoría de la gente.

–Gracias padre.– hice una pequeña reverencia como pude ya que el vestido este no me dejaba moverme mucho.

–Será mejor que nos vayamos ya, no quiero hacer esperar al marido de mi hija.– dijo divertida mi madre sonriendo mientras caminaba hacia su esposo para agarrarle de la mano.

–Da~. Vamos mi pequeño girasol.– asentí algo triste, no me gusta la idea de tener que casarme con alguien a quien no conozco.

Seguí a mis padres adentrándome al carruaje de caballos con ellos, que me miraban con sonrisas muy amplias.

<<Se nos hace mayor>> o <<Como su marido no la trate bien... Kolkolkol...>> seguramente piensen ahora mismo.

El viaje se hizo muy muy largo, observando a los campesinos que trabajaban y los animalillos salvajes.

Decidí echarme una pequeña siesta para soportar el viaje y el día que me espera, aunque al final me dormí todo el camino y me despertaron cuando llegamos a las puertas del palacio del Reino de Espadas.

–Rey, reina de Tréboles y futura princesa de Espadas, el príncipe de Espadas os espera en sus aposentos.– un chico de cabello largo atado en una coleta y con ropajes azules nos saludó mientras salíamos del carruaje.

Entramos al gran palacio guiados de ese joven, aunque dudo un poco de si es una chica...

–Perdone...– llame la atención del castaño –¿Podría indicarme donde está el baño? Ya sabe... Los nervios de conocer a mi futuro marido.– sonreí con aspecto de agobiada, que era a causa del vestido pero gracias a eso fue más creíble la excusa.

–Por supuesto, sigueme.– hice una leve reverencia a mis padres para que perdonaran mi ausencia.

Llegamos a ese gran cuarto de baño azul, toda la casa es azul, blanca y negra.

–Gracias, puedes volver con mis padres, yo iré sola.– observé su mueca de preocupación –No se preocupe, además así investigo mi futuro hogar.– le otorgue una dulce sonrisa adecuada a una princesa perfecta.

–Esta bien aru~. Pero no tarde mucho por favor.– con una reverencia se despidió y se fue, yo me adentré al baño a hacer lo que tenía planeado.

Fugarme, no, eso no sería beneficioso para nadie, ni siquiera para mi.

Quitarme esta estúpida ropa.

En si no me asfixiaba por llevar un vestido pomposo, que también, pero me niego a dar una impresión falsa a la persona con la que viviré el resto de mi vida y tener que actuar frente a ella.

Me deshice de todos esos volantes y lazos dejando ver un traje verde compuesto por camisa de manga larga blanca, chaqueta de manga larga verde clarito al igual que los pantalones que llegaban a las rodillas y zapatos verdes.

–Listo.– me miré en el espejo acomodando mi cabello (c/c) en una coleta alta sujeta por una cinta verde.

¿Que haría con el vestido que es más grande que mi propio cuerpo? Esconderlo en algún mueble y cuando todos se vayan recogerlo.

Abrí la puerta con cuidado mirando a los lados vigilando que nadie me viera.

Fijé mi vista en los sirvientes que corrían de un lado a otro in prestarme atención.

Llegué afortunadamente a los aposentos del príncipe. Las grandes puertas de diferentes tonos de azul se encontraban cerradas.

Respiré fuerte y expulsé ese aire con fuerza para relajar la mente.
Agarré ese colgante verde esmeralda que mi antiguo amigo me dio para estar siempre con él.

Empujé las puertas de la sala con la barbilla alta y mostrando seguridad en mi misma.

–Siento la espera.–  hice una reverencia ante el príncipe.

Fijé mi vista en mis padres que mostraban una expresión de asombro, orgullo y enfado.

Seguido caminé hasta el príncipe sin mirarle hasta llegar a enfrente de su trono.

–Buenos días príncipe de Espadas. Soy (t/n) la princesa del reino de Tréboles, su futura esposa.– ahora si le miré a él directamente.

Encontrándome con un joven de cabellos rubios, ojos esmeralda, tez pálida, cejas muy espesas y una fina figura.

<<Esos ojos... Esas cejas... No puede ser...>> le examinaba con la mirada, es imposible que fuera él.

Tantos años separados y me entera de que es mi esposo... No puede ser él...

–¡(t/n)! ¡¿Que has hecho con tu vestido?!– exclamó mi madre disimuladamente sacándome del pequeño trance en el que me habían adentrado esos ojos.

–No me gusta vestir de esa forma y si voy a vivir con él prefiero que empecemos la relación sin mentiras.– firme señalé con el dedo índice al príncipe.

–Ufufu... Se nota que es nuestra hija.– sonrío de forma infantil abrazando por los hombros a mi progenitora.

–Ejem...– giramos los tres al escuchar carraspear al príncipe.

–¡Siento la interrupción!-– se disculpó Elizabeta inclinando su cabeza, la de su amado y la mia.

–No pasa nada.– serio se levantó de su trono y bajo las pocas escaleras que había hasta llegar a donde nos encontrábamos nosotros.

Sus ropajes de tonos azules se adecuaban perfectamente a su cuerpo causando un elegante movimiento cuando este caminaba.

Se posicionó ante mi y apoyó su rodilla en suelo agarrando mi mano delicadamente y depositando un suave beso en ella.

–Arthur Kirkland, príncipe de Espadas. Un placer conocerla.– sentí como mis mejillas se sonrojaban al sentir como su mirada se clavaba en mi sumándole esa dulce y delicada sonrisa.

Se levantó sin soltar mi mano permitiendo que su suave piel rozara con la mia.

–Por favor, seguirme. La comida ya está lista.– seguía sin soltar mi mano y delicadamente me llevaba a su lado sin dejar de mirar al frente.

Escuché unas risillas de fondo y miré de forma disimulada a mis padres que alegres murmuraban entre ellos.

–Siento mi intromisión pero, ¿que les hace tanta gracia?– Arthur no se había parado y ni les había mirado, solo pronunció esas palabras de forma seca –¿Acaso uno no puede agarrar la mano de su prometida?–

–Por supuesto que no tiene nada de malo.– la sonrisa de mi padre ya no se encontraba en su rostro y eso causó que la preocupación se apoderara de mi.

–Sus majestades, todo está preparado aru~.– otra vez la persona de pelo castaño apareció.

–Muchas gracias.– dijo Arthur de forma amigable.

El joven se volvió a ir con un montón de papeles en sus brazos mientras iba ordenando a los sirvientes que pasaban.

–El es la Jota, Wang Yao. Cualquier duda que tengas el la puede contestar, es muy eficiente.– me informó mientras nos guiaba a la mesa.

Encontré en esa sala una mesa larga, como para que entraran catorce personas, seis a cada lado y una a cada extremo.

–Por favor sientese.– observé a Arthur que había desplazado la silla para que yo pudiera sentarme.

–Gracias.– aceptando su muestra de amabilidad me senté en el extremo de la mesa y en la otra punta, frente a mi, se encontraba Arthur sentándose con elegancia.

–En un momento llegarán los demás.– se acomodó el pelo peinándolo con sus delgados dedos hacia atrás.

Esperamos los cuatro en silencio en aquella sala tan grande y luminosa.

Me levanté de golpe del asiento al escuchar un gran estruendo proveniente de una sala conjunta a esta.

–¡NAHAHAHAHA! ¡Yao rápido o Arthur se enfadará!– la voz de un chico joven invadió toda la sala.

El joven de ojos zafiro entró en la sala con Yao como si esta reunión no fuera nada del otro mundo.

–¡Oh! ¡Tu debes ser mi cuñada!– se acercó a una velocidad inaudita –¡Encantado soy Alfred F. Jones!– agarró mi mano y la sacudió con fuerza en forma de saludo.

–(t/n) (t/a) princesa del Reino de Tréboles, todavía no soy tu cuñada.– sonreí al hermano del príncipe.

–Pero eso cambiará dentro de unas horas.– comentó mi madre con una sonrisa.

–Ciertamente su majestad, los sirvientes ya están preparando la iglesia y el jardín para la celebración.– añadió Yao al comentario de Elizabetha.

Well, ya estamos todos, podemos empezar a comer.– cambió de tema mi prometido con un aspecto serio.

–¡Yeah! ¡Me muero de hambre!– gritó el más joven de la sala.

Y así comenzamos a comer todos en silencio, por extraño que parezca.

La comida estaba buenísima a decir verdad, en este aspecto me gusta el venir aquí a vivir.

–Sentimos interrumpir su comida, pero deben prepararse para la boda.– dijo la sirvienta observando un reloj azul de su bolsillo.

–Enseguida vamos.– dijo Arthur levantándose de su asiento al igual que yo.

–Llegó la hora...– susurré evitando que alguien me oyera.

Salimos de la sala y el príncipe me acompañó hasta una habitación donde se encontraba un chico rubio muy divino.

–¡Ay querida! ¡Que guapa eres! El vestido que te he hecho va a quedarte divinísimo.– me agarró del brazo y me arrastró al cuarto.
–Es uno de los mejores diseñadores de todos los reinos, estás en buenas manos.– cerró la puerta y se fue.

–Mira este es tu vestido, a que es divino.– me enseñó un vestido estilo princesa con falda de tul de cola larga, palabra de honor y con pequeñas flores azules en la parte de arriba.

–Es muy bonito.– comenté con una sonrisa, yo no hubiera elegido un vestido así pero era muy bonito.

–Lo se cielo, aunque yo quería ponerle más brillo y pedrería.– se acercó a el y lo sacó del maniquí –Póntelo en el vestuario y cuando salga le doy los últimos ajustes, te peino y maquillo.–

Fui al vestidor y con cuidado me vestí, fue difícil hacerlo sin causarle ningún daño.

–Ya está.– salí de ahí algo avergonzada por lo raro que se sentía llevar un vestido así.

–Te queda divino, ahora ven que faltan los últimos retoques.– me sentó en un tocador y me empezó a maquillar con tonos suaves y que pareciera que no fuera maquillada.

Me hizo un bonito recogido y colocó en el unas cuantas flores azules y verdes con piedritas brillantes.

–¿Podemos pasar?– oí la voz de mi padre por detrás de la puerta.
Sin esperar a que dijeramos que si ellos abrieron la puerta emocionados al verme ya lista.

Podían haber esperado a que dijéramos algo, ¿que pasaba si me estaba cambiando?

–Te ves hermosa (t/n)...– mencionó mi madre con leves lágrimas en los ojos y abrazándome.

–Da~, pero si las flores del vestido fueran verdes quedaría mejor.– sonrió de forma infantil con las manos en la espalda.

–¡Mi vestido es hermoso!– se quejó el diseñador mientras recogía todo.

–Cielo, ten en cuenta de que va a ser la princesa del Reino de Espadas.– mencionó otra vez mi madre.

–Ya es hora.– mencionó otra sirvienta mirando su reloj de bolsillo.

–¿Nos vamos?– preguntó Iván poniendo su brazo como una jarra para que enganchara el mio para caminar al altar.

Asentí y caminamos hasta la iglesia del palacio que estaba llena de personas sentadas esperando mi llegada.

Entramos por las puertas caminando por el pasillo de alfombra azul y blanca, entre los bancos con flores verdes.

Todo estaba precioso y perfecto.

Miré al frente ignorando a las personas que me miraban, y observé a Arthur.

Iba con un elegante traje blanco con toques azules y unos adornos verdes en el sombrero que llevaba, resaltando el verde brillante de sus ojos.

Llegué a él con una leve sonrisa en mi rostro y me puse enfrente suya.

–T-Te ves hermosa...– mencionó en susurro con un leve sonrojo en su rostro.

–Tu también.– le dije también en susurro.

El cura empezó a hablar y cada uno pronunció nuestros votos matrimoniales y nos colocamos los anillos, él el oficial del Reino de Tréboles y yo el oficial del Reino de Espadas, para dar muestra de la unión de los reinos.

–Ya puede besar a la novia.– sentí como mi corazón empezó a latir con fuerza.

¡¿Se supone que al final no habría beso?!

Miré confusa a Arthur y él me miraba igual, ninguno sabía que tendríamos que besarnos.

–¡Daros ya el beso!– gritó el rey de Diamantes con una sonrisa.

–No quedará otra que hacerlo... Siento si no quiere hacerlo...– dijo antes de posar sus labios en los míos.

Fue corto y rápido pero pude percibir el dulce sabor del té y su tacto suave y cálido de sus labios.

–¡Eso no ha sido un beso!– gritó ahora un pelicastaño que estaba al lado del rey de Diamantes.

–¡Queremos un beso de verdad!– gritó otra vez el rey de Diamantes pero recibió un golpe del que parecía ser su Jota.

–¡Callaos idiotas!– gritó Arthur con el ceño fruncido... ¿Qué pasó con el caballero de antes?

–¡Beso! ¡Beso! ¡Beso!– gritaba el pelicastaño siendo seguido por más personas.

–Tch... Vámonos rápido.– agarró mi mano y me llevó corriendo a fuera de la iglesia para sorpresa de todos.

Mi corazón seguía latiendo con fuerza y sentía mi cara arder por ese simple beso.

–¡Vivan los nuevos príncipes de Espadas!– gritaron los campesinos lanzando pétalos de rosas y arroz por encima nuestro.

Empecé a saludar con la mano pero Arthur siguió corriendo sin detenerse adentrándose en el palacio.

–Siento mucho lo de la iglesia.– respiraba entrecortado por la carrera y con un leve sonrojo –En principio no había beso y todo el espectáculo que montaron.–

–No pasa nada, siempre sucede algún fallo, nada es perfecto.– sonreí a mi ahora marido mientras caminábamos a los aposentos reales, lo que sería ahora mi habitación.

–Agh... Y ahora la fiesta con la estúpida Frog...– masculló molesto sentándose en un sofá de la habitación.

–¿Frog?– me pregunté a mi misma acercándome a un espejo para arreglarme el recogido que se había deshecho por la carrera.
–Déjate el pelo como está.– mencionó algo seco –Te queda mejor el pelo suelto.– miró hacia otro lado cogiendo una vaso de agua.

–¿En serio?– me miré en el espejo y vi como mi pelo (c/c) caía sobre mis hombros con los adornos todavía en él –Por cierto, ¿que ha pasado con tu personalidad tan caballerosa de hace unas horas?–

–Mis padres me obligan a actuar así cuando vienen visitas.– se levantó con el ceño aún fruncido –Pero parece que a mi esposa no le gustan las personalidades fingidas.– ahora fruncí yo el ceño por pensar de que era afortunada de tener un esposo así, si lo pensé.

–Bueno, al menos lo sé ahora y no dentro de varios días.– me giré para dirigirme a la puerta –Debemos ir a la fiesta, nos esperan a mi y a tu falsa personalidad.– salí de allí algo mosqueada.

–Tch... Tampoco es como para que te enfades.– susurró pero no tan bajo para que no lo oyera.

Y enfadada fui al lugar de la fiesta con mi esposo con su personalidad caballerosa.

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¡Wiii! La historia deja de estar en "PRÓXIMAMENTE" por fin.
No podía resistirme a publicar el primer capítulo :'v

El vestido sería este:

No me gustaba eso de ponerlo en mitad del capítulo.


Dedicado a mi dulce One-chan.

Espero que os haya gustado vuestro principito Arthur :3
Ciaooo~~~(*'▽'*)♪

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