Capitulo 53
Hola a todos en estanueva ocasión, Marvelitos. Aquí en España seguimos de fiesta hastaeste domingo, pero, como todo lo bueno, siempre se acaba, así quevolveré a escribir diariamente un capitulo por día en la parada delautobús.
Pero tampoco os penséisque mis vacaciones son la leche. Siempre que hay vacaciones y estamosen casa, los hijos nos transformamos en criadas para nuestras madres.A mí, al menos, es como me ve la mía. Quiere que limpie todo unmueble donde está la televisión, los libros y DVD, entre otrasmuchas cosas, porque ella nunca lo hace. Lleva mucho tiempo y meemperchó esa tarea a mi desde que era muy pequeña.
Mi hermano me advirtióque no la ayudara en nada o esa tarea quedaría fija para mí parasiempre. No le hice caso, quise aspirar la alfombra una vez y¿adivináis quién tiene que aspirar la alfombra si quiere que seponga? Efectivamente. Aquí la chachi porque mi madre me emperchó latarea.
Si ella fuera una deesas madres trabajadoras que a penas paran en casa, no me quejaría.Pero ella solo sale para ir al bingo y poco más y, aún así, lastareas de la casa nos las deja a mí o a mi padre. Tiene narices lacosa. Si a veces ni cocina porque ella se apaña comiendo cualquiercosa.
En fin. Basta de hablarde mi madre, que parece que os estoy usando de diario personal. Vamoscon la historia, que la estaréis esperando. Disfrutadla.
CAPITULO 53
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Después de aquella llamada de teléfono entre Tony y él, Steve tuvoque darse una larga y fría ducha, ya que, a pesar de que ya no teníala voz del moreno junto a él, el eco de sus palabras aún seguíapresente, como si fuera una presencia que no se apartaba de su ladoni le permitía tener paz.
Pero, incluso con la cabeza aún debajo del grifo, no fue suficientey, al igual que aquella vez en el gimnasio, tanto tiempo atrás, casicomo en otra vida, tuvo que proporcionarse alivio a sí mismo.
Incluso con la cabeza a punto de transformarse en un cubito de huelo,sentía como si le corriera fuego por las venas. Y la temperaturasolo se volvió mayor cuando comenzó a descender su mano por suabdomen, sabiendo cual sería su destino final.
En parte, odiaba a Tony por ponerle en semejante estado y obligarle ahacer aquello. Pero, sobretodo, le odiaba por estar él solo. Siambos hubieran estado lo suficientemente cerca, aquel jueguecito dela llamada telefónica habría acabado con una buena y reconfortantesesión de cama. Pero así......
Apoyó la cabeza contra los azulejos del baño, con la bocaentreabierta, tratando de no jadear en alto, mientras su manotrabajaba sobre él, imaginando que se trataba de Tony y no él mismoen busca de un pequeño alivio.
Y no lanzaba los gemidos que estaba conteniendo en aquel pequeñocuarto, donde todo parecía hacer eco, estaba seguro de que susvecinos de arriba o abajo, incluso los de al lado, podría acabaroyéndole.
No era como que las paredes fueran muy delgadas, pero, por algúnextraño fenómeno que no lograba comprender, se oía lo que ocurríaen otros pisos a través del baño.
Apoyó un puño contra la superficie fría, la mano que tenía libre,tratando de mantener el equilibrio.
Notaba las rodillas cada vez más débiles conforme aumentaba elritmo, al mismo tiempo que un cosquilleo prometedor le sacudía laparte interna de los muslos, sabiendo lo que se avecinaba.
Con una serie de jadeos contenidos, supo en qué momento su cuerpoempezó a dejarse ir, sintiendo como su columna se transformaba enalgo líquido y él quedaba como poco más que una gran mancha en elsuelo.
Solo el agua fría que corría por él le recordó que tenía uncuerpo físico y que, de seguir de aquel modo en la ducha, tendríanque acabar descongelándole. Pero necesitaba recuperar aire.
El sonido de un móvil, encima de la ropa que había llevado al bañopara poder cambiarse le dio un susto tan grande que estuvo a punto deresbalarse y caerse.
Con el silencio que había habido en el cuarto hasta entonces, elsonido repentino de la llamada le había hecho que el corazón lesubiera por la garganta y luego volviera a bajar.
Cerrando el grifo y liándose la cintura en una toalla, cogió esteantes de mirar siquiera quién era.
-¿Sí?- preguntó.
-''¿Sí?''. ¿Así es como me saludas después de la interesanteconversación que hemos tenido hace tan poco?- le preguntó suinterlocutor.
-Tony- jadeó Steve, reconociendo su voz al instante y notando comotodo su cuerpo volvía a llamear.
Justo cuando había conseguido apaciguarse un poco.
-Claro que soy yo. ¿A quién estabas esperando? ¿Acaso me estásengañando con otro, Rogers?- le preguntó este, medio en broma.
-Nunca se sabe. Ya llevo bastante tiempo sin verte y uno tienenecesidades- le siguió la corriente este.
Tenía que vestirse. No era seguro mantener una conversación conTony desnudo.
-Tranquilo, pequeño. Dentro de muy poco saciaré todas tusnecesidades- le susurró este.
¿Veis? El temblor que aquella afirmación le hizo sentir al rubiopor toda la columna fue un claro ejemplo de que Tony siempre erapeligroso, incluso cuando solo se hablaba por teléfono con él.
-¿Qué pasa, Rogers? ¿Por qué te has quedado callado?
-Por nada- afirmó él en el acto.-Es solo que me impresiona el modoen el que puedes decir esas cosas con semejante calma.
-¿Solo eso? ¿Solo te impresiona? Me había esperado otro tipo dereacción- comentó este, pareciendo algo decepcionado.
Ese hombre era un completo manipulador.
-¿Te sentirías más tranquilo si te dijera que acabo de salir deuna ducha helada por tu culpa?- le soltó Steve.
Tal vez no debería haberle dicho algo como eso en ese momento, perolo había dicho incluso antes de pensar.
-Oh.¿Es eso verdad, Rogers? ¿Has tenido que darte una ducha heladapor mi culpa? ¿Y qué tal te ha ido?
-No muy bien. No ha tenido mucho resultado.
Se hizo un momento de silencio al otro lado de la línea, tan intensoque Steve tuvo que apartarse al teléfono del oído y echar unvistazo a la pantalla para comprobar que la llamada no se hubieracortado.
-Tony, ¿sigues ahí?- le preguntó.
-Me vas a matar, pequeño Rogers- fue lo que este le respondió a suvez.
Y sabía perfectamente a qué se debían aquellas palabras. Leacababa de hacer imaginar lo que había ocurrido en su cuarto debaño.
-Tienes una mente demasiado traviesa para tu propio bien, Stark- leespetó Steve.
Aunque, en aquellos momentos, él mismo se sintiera sofocado y con lacara ardiendo por la vergüenza.
-No me irás a decir ahora que no disfrutas con esta mente traviesa-le dijo Tony a su vez.
Y, claro está, no podía decirle que no.
-¿Para qué has vuelto a llamar?- le recordó Steve.
Tenía la impresión de que si seguían de aquel modo con laconversación, Steve tendía que volver de cabeza a la ducha.
-Tienes que salir de tu casa- le dijo este.
-No puedo salir. Los periodistas......
-La policía ya ha hecho que se vayan. Si estuvieras en un hotel oalgún lugar público, no podrían echarlos. Pero es un edificiotranquilo de vecinos. Puedes salir sin problemas.
-¿Y para qué quieres que salga?
-Eso ya lo verás cuando empiece a darte instrucciones. Sal ahora.
-Espera. No puedo salir ahora mismo. Primero tengo que vestirme- ledijo el rubio, echando mano a su ropa.
Otro instante de profundo silencio al otro lado de la línea.
-¿Se puede saber qué estabas haciendo desnudo, Rogers?- le preguntóTony.
-Ya te lo he dicho. Me he duchado, así que no te imagines cosasextrañas.
-¿Solo eso? ¿Solo te has duchado? ¿Justo después de nuestrainteresante conversación?
¿De verdad iba a decirle lo que acababa de pasar en el baño? ¿Acasoes que estaba mal de la cabeza?
-Eso es todo lo que te diré sobre el asunto- afirmó Steve a su vez.
Ya había visto como Tony podía jugar cuando él ni siquiera estabamotivado. No le iba a dar más armas contra él.
-De acuerdo. Bien. De momento, lo dejaremos aquí. Ahora solo sal ala calle.
Steve se vistió todo lo rápido que pudo sin matarse en el húmedocuarto y, tras peinarse el cabello con los dedos para no perder mástiempo del necesario, cogió su móvil y las llaves de casa y saliódel piso.
Sorprendentemente, y desde hacía días, no había nadie delante dela puerta de su edificio. Algo muy de agradecer.
Los periodistas se había cruzado con su madre cuando llegaba dealgún turno o cuando volvía a irse a trabajar, pero esta estabasiempre tan cansada que ni siquiera se molestó en contestar nada delo que ellos le preguntaban.
Respirando con calma el aire aún frío de las calles, echó unvistazo a ambos lados del camino. O, al menos, así fue hasta que sumóvil volvió a sonar.
-¿Ya estás fuera?- le preguntó Tony, nada más tomar la llamada.
-Sí. Estoy ante la puerta de mi edificio. ¿Ahora qué? ¿Cuálesson vuestras instrucciones, señor Stark?
-Ve hacía tu izquierda y camina. Ya notarás cuando debas parar- leindicó este. Y le colgó el teléfono sin más.
¿Ni siquiera unas palabras de despedida? Pues si que estabasimpático en aquellos momentos. Pero, obedeciendo las instrucciones,se guardó el teléfono en el bolsillo y empezó a caminar.
Después de los días que había tenido que pasar encerrado en supiso, sin poder coger el teléfono fijo de casa porque losperiodistas habían descubierto su número, dejando este descolgado,poder volver a pasear por las calles de aquel modo, siendo solo unciudadano más de los cientos que pululaban por Nueva York, fue algomás que bienvenido.
Aunque, con el frío que hacía, dejando las calles prácticamentevacías, también ayudaba a que no se cruzara con ningún fan delgrupo.
-Eh, pequeño. ¿De verdad vas a pasar de largo?- le soltó una voz asu costado, haciendo que volviera la cabeza.
Apoyado en uno de sus coches, se encontraba Tony, para nada pasandodesapercibido con aquellas gafas de sol y tan tranquilo, de brazoscruzados, con la vista clavada en él.
-¿Qué haces aquí? ¿No estabas trabajando?- le preguntó Steve,sorprendido por su presencia, esperando que no fuera algún tipo dealucinación, proveniente de su deseo de verle.
-Así es, pero, ¿sabes? Creo que ha llegado el momento perfecto paracogernos nuestro fin de semana.
-¿Ahora mismo?- comentó Steve, colocándose frente a él.
-Sí. ¿Qué problema tienes?
-Que es jueves.
-Pues más largo será nuestro fin de semana, ¿no te parece?- ledijo Tony, dedicándole una de sus sonrisas de medio lado.
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-Tal vez, podríamos salir a algún lado. Hace algo de frío, peroasí será mejor. Tendremos las calles para nosotros solos. Además,hace tiempo que no salimos a ningún lado y me apetece. ¿A tí no teapetece? ¿A dónde podríamos ir? ¿Ir a casa de Steve? Estaríabien ir a ver como está, con todos esos periodistas en su puerta.Pero me gustaría un poco de tiempo solo para nosotros solos y......
Sam apretó con fuerza el boli que tenía en la mano. Tanta que elpobre objeto empezó a crujir.
Desde que se había levantado aquella mañana de la cama y se habíasentado en su escritorio, tratando de estudiar, Bucky se habíavuelto boca a bajo, apoyando los brazos en la almohada, y no habíadejado de hablar, alterando sus nervios.
Los dos volvían a dormir en la misma cama por petición del castaño.El problema era que siempre le despertaba cuando se levantaba.
Que no se entendiera mal. Sam se alegraba muchísimo de que Buckyvolviera a estar allí, a salvo y sin ningún rasguño, pero que estele entendiera a él. Necesitaba estudiar y su charla no le estabaayudando en nada.
-¿Qué está pasando aquí?- entró diciendo el padre de Sam en elcuarto, abriendo la puerta de golpe, como si hubiera querido tomarlespor sorpresa.
Tanto Sam como Bucky se volvieron hacía él desde partes distintasdel cuarto.
-Buenos días, señor Wilson- le saludó Bucky, dirigiéndole unasonrisa.
-Papá, ¿qué quieres? Necesito estudiar- le soltó Sam a su vez.
-Oh. Nada. Solo quería.....ver como os iba. Pero esta puerta tieneque estar abierta, ¿eh?
-Papá- le advirtió Sam antes de que siguiera hablando.
¿De verdad pensaba que se acostaría con Bucky mientras los demásmiembros de su familia estaban al otro lado de la puerta?
-Tranquilo, señor Wilson. Su hijo no se deja querer cuando está sufamilia en casa- le soltó Bucky sin más.
Sam volvió la cabeza en el acto hacía el castaño, lanzándolerayos por los ojos de haber podido. Pero este se mostró bastantetranquilo ante su mirada.
-No es que no me fíe de vosotros- les dijo el padre de Sam.-Es queSarah está en la casa y.....
-Papá, en serio, no tienes porqué estar hablando de esto- afirmóSam.
Ya era bastante incomodo que su padre creyera que ellos podríanestar haciendo cualquier cosa cuando tenían la puerta cerrada. Seríaaún peor que se pusiera hablar de ello con ellos, como sinecesitaran que alguien se lo explicara.
-¿Qué estáis hablando de mi?- preguntó la joven, apareciendo degolpe a un costado de su padre.
-No. Nada importante- le dijo el señor Wilson.
Pero Sam estaba empezando a cansarse de todo aquel revuelo a primerahora de la mañana.
-¿Os importaría salir todos de mi cuarto? Y, cuando digo todos,quiero decir todos. Necesito estudiar. Y, para estudiar, necesitoabsoluto silencio.
-¿Eso también cuenta para mi?- le soltó Bucky, que no parecíahaber entendido el significado de la palabra ''todos''.
-Ven conmigo, Bucky. Si mi hermano no te sabe aprovechar, nosdivertiremos nosotros- le dijo Sarah a este, cogiéndole del brazo yhaciendo que se levantara de la cama.
Afortunadamente, aunque no llevara nada en la parte de arriba, habíatenido el buen tino de ponerse los pantalones del pijama.
Sam prefería no imaginarse cual hubiera sido la reacción de supadre si hubiera visto al castaño solo en calzoncillos. O, en elpeor de los casos, desnudo, como a veces solía dormir.
A regañadientes, Bucky se dejó arrastrar por esta fuera del cuarto,dejando allí a Sam, mientras esta le conducía hacía la cocina,donde Gideon y Darlene ya estaban desayunando.
-¿Ya te has levantado, cielo?- le preguntó la señora Wilson alverle llegar.
-Sam me despertó cuando se levantó a estudiar- comentó él,sentándose a la mesa.
-Mi hermano no sabe aprovechar el novio que tiene- se quejó Sarah.
-¿Y cómo se supone que lo aprovecharías tú?- le preguntó elpadre de esta, mirándola con una ceja alzada.
Sarah no se atrevió a abrir la boca para responder a eso.
-Pero sabes que Sam se alegra de que estés aquí, ¿verdad?- le dijoDarlene a Bucky.-Desde el mismo momento en el que saliste por lapuerta, sus ánimos se vinieron a bajo. Eso fue patente para todos.
Tanto Sarah como Gideon asintieron a las palabras de su madre.
-¿Ah, sí?- preguntó Bucky.-No sabía nada de eso..
-Normal. Porque Sam ha salido a este grandullón de aquí- le dijo laseñora Wilson, colocando la mano en el pecho de su marido, que sehacía el despistado dándole un sorbo a su taza de café.-Nuncaadmitirá algo abiertamente. O, al menos, no en medio de unasituación normal.
-Entonces, ¿en qué situación admitiría algo?- preguntó Sarah.
Los padres de estos se dedicaron una mirada, pero no respondieronnada a eso, mientras Darlene volvía la cabeza hacía Bucky de nuevo.
-Lo único que te digo es que tengas paciencia con él.
-Tranquila, señora Wilson. Ya sé como es su hijo. Y, aún así, loquiero- admitió, sin ninguna duda.
Darlene y Sarah sonrieron, pero nadie comentó nada mientras veíancomo Sam se acercaba al salón, buscando algo para desayunar antes devolver a su escritorio.
Cuando este vio el silencio que había en el salón, con todos losojos sobre él, Sam frunció el ceño, queriendo saber qué estabaocurriendo allí.
-¿Qué pasa?- les preguntó.
-Nada- fue la respuesta general.
Y, como una bandada de pájaros que alzaran el vuelo ante el menorsonido, todos los Wilson se levantaron de la mesa, alegando quetenían que marcharse ya, incluida Sarah, que se fue con todos losdemás, dejándolos solos en la casa.
-¿De qué estabais hablando?- le preguntó Sam al castaño una vezque se quedaron solos.
-Tu familia me estaba dando ánimos para que no me rinda contigo.
-¿Perdona? ¿Qué ellos te estaban dando ánimos a ti? Pero, ¿quéclase de familia tengo?
-Una maravillosa- afirmó Bucky, poniéndose en pie y abrazando aeste por la espalda.
Por un momento, Sam disfrutó del abrazo, pero no se permitiópermanecer con las defensas bajas durante mucho tiempo. Sabía que,si permanecía así, Bucky se aprovecharía de ello.
-Será mejor que me sueltes ya- le dijo este al castaño, tratando deliberarse de sus brazos, que lo mantenían firmemente sujeto a él.
-No tienes porqué ser tan vergonzoso- le dijo el mapache.-Ahoraestamos solos.
-No estoy siendo vergonzoso. Estoy siendo realista. Si no hago que mesueltes, seguramente sugerirás que vayamos a mi cuarto.
-Oh. ¿Ahora también me lees la mente?- le susurró este, apoyandola cabeza en el hombro de Sam.
-Bucky, no- le dijo este.-Tengo que estudiar.
-Mira que bien. Yo también tengo algo que quiero estudiar; anatomía-le dijo este, dándole un húmedo beso en el cuello.
El estremecimiento que le recorrió de arriba a bajo ante un gestotan pequeño como ese no ayudo a que se siguiera resistiendo.
-¿Es que voy a tener que caparte?- le espetó Sam, tratando deaparentar estar de mal humor.
-Oh, venga. No te hagas el duro conmigo. Estamos los dos solos en elpiso y no sabemos cuando sonará el teléfono y tenga que volver airme. ¿No quieres aprovechar el tiempo que tengamos para estarjuntos?
Sam le echó una mirada por encima del hombro y Bucky le dirigió susmejores ojos de cachorro.
-Pero solo durante un rato- le dijo el halcón gruñón, alzando undedo, como si así este entendiera que hablaba en serio.-No puedoperder toda la mañana por tus caprichos.
-Bueno.....primero vayamos a tu cuarto y luego iremos viendo.
Findel capitulo 53
Antesde empezar a comentar los diferentes puntos de lo que ha pasado eneste capitulo, había algo que quería comentar, por si habíaispensado que no era posible. Cuando he dicho que en el baño de Stevese podía oír los otros pisos, no lo he puesto porque me lo hesacado de la manga y ya esta.
Yovivo en una casa y el vecino solo nos molesta cuando se pone a movermuebles, o con la música, o dar golpes en la pared..... En serio, esun vecino muuuy pesado. Pero en el edificio donde vive mi hermanopasa justamente esto. La primera vez que me di cuenta de que se oíanlos otros pisos desde el baño me di un susto de muerte porque estabatodo en silencio, yo estaba sola en la casa y, de repente, oí gentehablando. Pensaba que había entrado alguien hasta que me di cuentade que el sonido venía de arriba. Así que sí, se podría oír loque Steve hiciera en el baño en otros apartamentos si sus vecinosandaran cerca del cuarto de baño.
Ahorabien. Steve y Tony por fin van a poder disfrutar de ese fin de semanaque el moreno le prometió desde que tuvo que salir de aquel hoteldonde le había llevado a cenar. Os prometo que hasta a mí misma medolió tener que dejar al pobre de Steve solito en aquel cuarto. Perolo que pase o no pase entre ellos, a donde le va a llevar Tony o loque pase a lo largo de ese largo fin de semana que este se ha tomadoasí, de repente, es algo que ya iremos viendo en los siguientescapítulos.
Por otro lado, también tenemos a Sam y Bucky, otras de lasparejas que me encantan y que los actores solo parecen fomentar consus juegos, fotos y demás. ¿Solo soy yo la que cree que Bucky seaprovecha de eso de que en cualquier momento le pueden llamar y tengaque marcharse a prisa y corriendo para obtener lo que quiere de Sam?Pero, por otro lado, también os digo que Sam es un yanderee de losgrandes y si Bucky no recurriera a ese tipo de jugadas, este lepondría las cosas mucho más difíciles.
Nome preguntéis porqué le puse este tipo de carácter. Cuando me losimaginé juntos, fue lo primero que me salió y, la verdad, es lo quequeda de la manera más natural del mundo. Les pega a ambos el modoen el que actúan en la situación en las que los he creado.Y......ahora mismo parece que me estoy echando flores a mí misma oalgo así y es muy patético, así que voy a dejar de hacerlo yamismo.
Creoque, de momento, no tengo nada más que añadir, Marvelitos míos,así que en este punto nos despediremos. Como siempre os digo,manteneos sanos y nos seguimos leyendo en el siguiente capitulo.Hasta entonces, bye.
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