Capítulo 9

Marco se hallaba de camino a su trabajo, los cuarenta minutos de viaje en autobús solían hacerse eternos, más cuando estaba totalmente preocupado por el estado físico y mental de su mejor amigo de casi toda la vida. No podía evitar sentirse culpable por haberlo dejado solo en la casa, sin embargo, debía trabajar y no podía llevarlo consigo como si fuese su madre, lo único que podía hacer en ese momento era esperar a llegar a casa y verlo sano y salvo, durmiendo profundamente, o viendo alguna película en su televisión. Soltó un suspiro, decaído, en esos momentos era cuando más extrañaba a Phill, nada le dolía más que recordar el día de su entierro, el velorio fue muy triste, realmente era una persona muy querida a pesar de su mal temperamento, sin embargo, era la vida entera de Marco.

Se habían conocido en preparatoria, no tardaron en lo que cualquiera diría, echarse el ojo. Miradas entre clases, recreos, entrenamientos y demás, mensajes a través de la obsoleta red social llamada MSN, todo conllevó a que ambos chicos comenzaran a tener citas, primero una vez cada dos semanas, tal vez llegaban a ser más, luego, saliendo con regularidad cada fin de semana, hasta terminar pasando casi todo el día juntos. No había ninguna duda de que ambos estaban flechados, no era difícil deducir el porque, puesto que con el carácter demandante y agresivo de Phill, sólo alguien complaciente y sumiso como Marco podría soportarlo, sin embargo, el eje de su relación se basaba en la gran cantidad de gustos en común que compartían, además del gran amor que ambos se tenían.

Una larga relación de noviazgo que jamás se concretó en un casamiento, ambos lo consideraban algo realmente innecesario, aunque eso no evitaba que, a veces, se pusieran a imaginar como sería esa boda, sus familiar reunidas, una linda fiesta con baile y comida, bebidas, incluso a veces jugaban a ser casamenteros para sus amigos, cosa que, cabe mencionar, funcionó para Dipper en ese entonces...

No era algo perfecto, por supuesto, ninguna relación se libra de las peleas, pero ellos sabían como dialogar para que estos se resolviera, en lugar de meterlos bajo la alfombra para luego volver a estallar. Sin duda, era una relación que cualquiera quisiera tener, ambos se apoyaban en sus proyectos, tanto personales como de pareja. A sus veintitrés años, Marco se había mudado con su novio de los dieciséis años, aunque la tragedia llegó apenas a los tres meses de empezar a compartir una vivienda. Phill fue diagnosticado con cáncer en el cerebro, uno bastante avanzado según habían dicho los doctores.

Ambos se quedaron pasmados, sin embargo, Phill no titubeó ni un segundo en el momento que dijo no querer recibir quimioterapia, no sólo por el hecho de saber que su enfermedad no se curaría y que su vida se extendería hacia la miseria, sino porque quería que lo que su tierno novio recordase de él fuera a alguien vivo, activo, que le transmitiera tranquilidad y alegría, en lugar de un calvo decrepito que necesitara ayuda para simplemente orinar. Marco por supuesto, no estaba de acuerdo, sin embargo, tras una pequeña charla, entendió los motivos y cedió, decidiendo entre ambos, que el poco tiempo que le quedaba, serían los mejores días de su relación.

Dicho y hecho, ese mes no hicieron más que pasarla bien, tener citas como adolescentes, ambos disfrutaban de su tiempo a solas en casa, viendo películas y comiendo chatarra. 

Se encontraban viendo una película que se había estrenado hacía poco, de la gran productora Marvel, pudieron conseguirla en versión pirata para verla en su casa. Habían puesto pausa para poder disfrutar un rato de sus besos y sus caricias, por algún motivo, como si ambos lo vieran venir, comenzaron a despedirse, cada "adiós" era más y más desgarrador que el anterior, cada beso era más necesitado a medida que ese momento se acercaba. Marco sintió como Phill  se acurrucaba entre sus brazos, dispuesto a dormir, aunque ambos lo sabían, ese sueño jamás terminaría.

Dio un suave beso antes de despedirse de su novio, que yacía muerto entre sus brazos.

—Descansa, amargado— susurró con su voz quebrada en llanto, mientras se abrazaba a él con fuerza, estaba devastado, aunque un pequeño sentimiento de tranquilidad lo invadía cuando veía lo pacifico que el pelirrojo se veía.

Se había dejado ir en los brazos de la persona que más amaba, después de una amorosa despedida. Phill pasó sus últimos momentos de la mejor manera que hubiera podido pedir.

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