Capítulo 8

Se quedó paralizado al percatarse de quien estaba en la puerta, realmente creía que jamás volvería a ver a aquél rubio, su cuerpo empezó a temblar de miedo, algo en su interior le avisaba que estar solo en casa y que él estuviera ahí no eran un buen presagio, por lo que intentaba mantener su distancia.

— Hola Dippy hermoso, ten —le extendió las flores y la caja de bombones al castaño, quien las recibió algo temeroso.

— Hola Bill... —

Podía palparse la tensión en el aire,por un lado, Bill estaba fantaseando despierto, sus ojos no podían dejar de recorrer a Dipper con la mirada, su cabello alborotado, como si apenas se hubiera levantado de la cama, la ropa de dentro de casa, simplemente verlo de esa forma, tan cerca, consciente frente a él, lograba estremecerlo totalmente, a tal punto que su cuerpo temblaba por la emoción que estaba conteniendo, por supuesto que quería lanzarse a sus brazos y besarlo desde la punta de los dedos de sus pies hasta el último de sus cabellos, sin embargo, no quería asustarlo. Debía tomarlo con calma.

Por otro lado, el castaño estaba atemorizado, no había olvidado ese rostro, no podría hacerlo por mucho que quisiera. Claro que no se olvidaría de una pareja tan celosa y posesiva como lo era Bill.

— ¿P-Puedo pasar?—preguntó con notable nerviosismo, sintiéndose algo molesto cuando recibió una negativa por parte del castaño frente a él, no entendía porque, había llevado sus flores y sus chocolates favoritos, se había arreglado incluso para verlo. Frunció un poco el ceño con molestia, cosa que hizo retroceder a Dipper, asustado. Claro, que tonto estaba siendo, era la casa de Marco, no era propio que lo invitase a pasar si el dueño de la casa no estaba enterado de su visita— Salgamos a comer entonces, reservé una mesa en el restaurante italiano cerca de aquí, el que te gusta porque tienen uniformes lindos, ¿qué opinas?—

Dipper tragó duro, no había visto al rubio en más de dos años, jamás habían ido juntos a ese restaurante, ¿cómo sabía él que le gustaba por ese motivo tan específico? Un miedo interno empezaba a corroerlo, sabía que no le haría daño, jamás había intentado hacerlo, sin embargo, ¿qué se supone que era dañino en la cabeza de un loco como Bill? 

— D-Deja que me vista...—asintió— Dame diez minutos...—una enorme sonrisa se formó en los labios de Bill, no podía estar más feliz de sólo pensar en cenar frente a frente con esa maravillosa e inalcanzable deidad a la que había conocido como Dominic.

La puerta se cerró con Bill afuera, el castaño no era ningún tonto, lo primero que hizo fu buscar su teléfono para avisar a su amigo donde, con quien y a qué hora estaría, sin embargo, no lo encontraba por ninguna parte a la vista, no tenía tiempo para dedicarse a buscarlo, tenía que avisar lo más rápido posible. Tomó el teléfono de línea, no tenía señal, sólo se escuchaba un molesto ruido que indicaba que no había servicio. Estaba atrapado en la casa, con el rubio esperándolo en la puerta felizmente. Tomó una servilleta y escribió en ella toda la información posible, dejándola sobre la mesa, en un lugar donde esperaba que su amigo lo viera.

Rápidamente cambió su ropa por algo más decente para salir a comer, tragó seco cuando vio a Bill mirando su reloj de muñeca con mueca de lo que parecía exasperación con una extraña mezcla de lo que parecía diversión.

— Que mentiroso eres Dippy, siempre tardas trece minutos en arreglarte, no diez—rió intentando tomar su mano para empezar a caminar, siendo fríamente rechazado por el menor, quien se aseguró de guardar sus manos en los bolsillos de su pantalón. Un pequeño tic se hizo presente en su ceja derecha, ¿por qué lo evitaba? Jamás había tenido problemas en caminar de la mano con Mason.

— No me di cuenta—se encogió de hombros— No tengo dinero, me despidieron hace poco...—

— No te preocupes por eso Dippy lindo~ Esta noche la invito yo—

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