Capítulo 2

Dipper estaba recostado, viendo un programa de concursos, aquellos que suelen ser repudiados por lo malos que son, pero que sin embargo, la gente no podía dejar de consumir diariamente. El programa era como tantos otros de terceros interviniendo en la vida de dos pobres víctimas que quedaban totalmente expuestas ante una gran audiencia que realmente pensaba que se estaban enamorando entre si. En esa audiencia estaba Dipper, quien se alimentaba de esa actuación barata cada día.

Poco a poco, el largo día de trabajo comenzaba a surtir efecto, sus parpados caían pesados, la voz de la televisión empezaba a sonar más y más lejana, hasta que terminó preso de un sueño profundo, uno que sólo alguien que ha dormido tarde y madrugado para trabajar toda la tarde entendería perfectamente. Esa fue la señal, Bill no tuvo ningún tipo de problema para colarse en la casa del castaño, sintiéndose ahí como un niño pequeño al que sus padres llevaban a Disney por primera vez, pero, en su retorcida psiquis, aquella casa, pequeña y acogedora, era mil veces mejor que ese parque, puesto que en esa casa se encontraba su razón de vida, la persona a la que deseaba y amaba perdidamente.

El rubio estaba como un niño, explorando el lugar, su cocina, su comida, buscaba por todas partes para encontrar hasta el más mínimo de sus secretos. En su mochila iba guardando pequeñas cosas que creía que Dipper no extrañaría, tales como calcetines, ropa interior usada, la cual cabe destacar, había sacado del cesto de ropa sucia, una foto que estaba en un marco, de él en el día de su graduación. Lo más hermoso lo encontró en el cuarto principal, la habitación de su amado, quien estaba dormido cómodamente en su cama, abrazado a una almohada, la cual envidiaba en ese momento, pues era él quien quería estar entre esos delicados y tiernos brazos.

— Eres tan hermoso cuando duermes, mi Dippy hermoso, aunque esas marcas en tu cuello se ven tan espantosas... Pero descuida, pronto estarás en mis brazos de nuevo, te lo prometo —susurró en su oído, haciendo una suave caricia a ese desordenado cabello que tan seguido le quitaba el sueño. Y es que él se sentía incapaz de hacer otra cosa que no fuese estar con Dipper, para Bill, ese adorable hombre, era el centro del universo, mientras que el resto de estrellas se arrodillaban ante su alrededor.

Se apartó un poco al verlo removerse, lo último que quería en ese preciso momento era despertarlo, pronto lo emboscaría en la calle, pero suponía que si aquel se daba como su primer encuentro, probablemente el castaño no lo tomaría de la mejor manera. Dio un suave beso en sus labios, el cual fue correspondido de forma somnolienta, aunque él, por supuesto, quería pensar que fue de manera totalmente consciente. Tras cortarle un pequeño mechón de cabello y arroparlo con el mismo amor con que lo haría una madre, salió en silencio, llevándose todos sus nuevos tesoros  su pequeño mono-ambiente, el cual no estaba muy lejos de ahí, tal vez a unos cinco o siete minutos de caminata.

El siguiente objetivo era crear la rutina de Mason, anotando meticulosamente cada cambio de acción, desde levantarse para ir al baño hasta rascarse su hombría, lo cual, había notado, siempre terminaba siendo una masturbación. No entendía realmente ese hábito en las personas, según él, el sexo es una actividad que es placentera únicamente cuando se practica con alguien querido, oh, como amaría tener sexo con Dipper, imaginarlo gimiendo su nombre, dejándose hacer a su merced, era realmente una fantasía que ansiaba demasiado cumplir. 

Dos meses de seguimiento fue más que suficiente para anotar su rutina, los días de semana, lunes, miércoles y viernes, eran de ir a trabajar desde las ocho de la mañana, hasta las cinco de la tarde, en ese lapso de tiempo, aprovechaba los descansos de almuerzo de cuarenta minutos para llevarse a su pobre amante al motel no muy lejos de ahí. Al salir del trabajo, en su casa, se tomaba una ducha de quince minutos, para luego llamar a Dipper, quien acudía a su casa rápidamente, o viceversa, era Mason quien acudía. Los martes y jueves, por la tarde, se dedicaba exclusivamente a su amante, tenían sexo la mayoría de las veces, le había quedado claro que esa era una de sus actividades favoritas, aunque eso no quiere decir que casualmente no salieran juntos  la ciudad vecina. Los fines de semana eran bastante variados, a veces estaba con su amante, otras veces con su novio y también provechaba para estar solo y terminar trabajos que le habían quedado pendientes.

Poco a poco, su pequeño plan para separarlos se iba concretando, Bill no era ningún tonto y sabía perfectamente que fotos y vídeos serían evidencia imposible de negar, su computadora portátil estaba llena de contenido que dejaba en evidencia la infidelidad de Mason. 

Él se sentía realmente confundido, ¿cómo alguien que fuese novio de Dipper Pines podía desear  otra persona? Claro, su sentimiento se debía a la eterna devoción que alguna vez había jurado a una foto en su altar, sea como sea, iban a estar juntos, él basaba su filosofía en la frase "Roma no se construyó en un día".

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