Capítulo 9: Desde Camila
- El sábado vamos a salir, tú y yo a solas. Vamos a tener nuestra primera cita. - ¡quéee! Una cita con David. Pero... pero – Así que ese día nos vemos a las tres en el cine.
- Pero...pero, no me preguntaste si quiero ir – son las únicas palabras que logro articular. La propuesta de David me pilló de sorpresa.
- Exacto. No te estoy preguntado ni te voy a preguntar. Solo te estoy avisando.
- Pero... pero – ¡rayos! debo parecer una tonta.
- Nada de peros Camila. – se inclina muy cerca de mi cara. ¡Chango! ¿Será que me va a besar y en público? – Nos vemos el sábado a las tres en el cine que está cerca de la casa – me mira fijamente y se despide con un beso en mi frente. Siento que me desvanezco ¿por qué me puse tan nerviosa? – no me dejes plantado o me voy a enojar mucho contigo. – está usando un tono extra tierno. Creo que me voy a derretir. No me esperaba este cambio en David, pero creo que me gusta.
David se aleja y ahí estoy yo, sola y parada en medio del pasillo, tan sorprendida que no puedo ni moverme. ¿Qué voy a hacer? Esta sería la segunda vez que saldré con alguien en una cita, sin embargo, esto es totalmente diferente a esa vez. David me gusta y mucho y no tengo ni la menor idea de cómo me tengo que comportar. ¿Y si paso alguna vergüenza? ¡Ah, qué voy a hacer!
Hace aproximadamente cinco meses que conozco a David y ¿qué puedo decir de él? Pues fácil, que es un lindo, algo extraño pero lindo. Me gusta darme cuenta de las cosas que le pasan y siente. Sé que lo pongo nervioso y eso me entretiene mucho. Cuando lo conocí, lo encontré muy guapo. Me fascinaron sus manos, tan grandes y delgadas, sus ojos pardos y que utilice gafas, le da un toque intelectual que combina a la perfección con su inteligencia. Me gusta estar con él. Me gusta mucho. Debo confesar que desde que lo conocí, me gustó. No solo porque es guapo físicamente sino también porque tiene agallas. Me gusta que diga lo que piensa o que llore o grite. Me fascina esa libertad que tiene para ser él mismo. David es como un niño, es muy fácil saber lo que le pasa, él no sabe mentir y eso me hace quererlo más. Sé que si mamá estuviera conmigo, le agradaría mucho David.
Volviendo al tema principal de mis preocupaciones, no estoy preparada para tener una cita de verdad. Supongo que debo arreglarme y salir lo más bonita posible ¿y cómo hago eso? ¿A quién le pido ayuda? A mis amigas no, aunque saben que me gusta David, no tienen idea de lo que ocurre entre nosotros. ¿Y si recurro a Victoria? ¡Qué buena idea! Ella lo vería como una instancia de mujeres y no tendría por qué enterarse que saldré con su hijo. Voy ahora mismo a su trabajo.
- Hola, buenas tardes ¿Se encuentra Victoria Bustamante? – le pregunto a la mujer de recepción.
- Sí, pero está muy ocupada – responde pero sin mirarme.
- Pero podría decirle que necesito verla, por favor – insisto.
- Está bien, consultaré si puede atenderte – responde algo malhumorada y sigue sin mirarme. Marca unos números en un teléfono raro que tiene en su escritorio – Señora Bustamante, en recepción a una muchacha que desea verla – espera un segundo y me mira - ¿cuál es tu nombre niñita?
- Camila Santander
- Su nombre es Camila Santander – su cara se desfigura, creo que Victoria le está llamando la atención – Sí señora. Entendí. Claro. No volverá a ocurrir. – cuelga y me mira. Me esboza una sonrisa súperhipermega fingida – Puedes pasar lindura. Debiste haberme dicho que eres la hija de la señora Bustamante, así no te hubiese hecho esperar.
- No hay problema, no estoy apurada. – le sonrío algo temerosa – Entonces ¿cuál es su oficina?
- Es la número 12 por este pasillo. En todo caso su nombre está en su puerta, bien grande – usa un tono sarcástico que me da escalofríos.
- Okey, gracias. Permiso.
El pasillo es bastante lindo, para ser una oficina de prácticamente puros hombres. Está llena de puertas y todo está en súper silencio. Llego a la puerta número 12 y, tal como me dijo la señora de recepción, dice Victoria Bustamante en letras gigantes, a prueba de miopes. Golpeo la puerta y escucho la voz de Victoria que me invita a pasar.
- Permiso – digo tímidamente.
- Querida – se alegra de verme – pasa, pasa. ¿Y este milagro que viene por acá? – imita a Doña Florinda.
- Vine a traerle este ramo de flores – le sigo el juego. Ambas comenzamos a reír - ¿Así que tu hija?
- Obvio. Acuérdate que lo de tu papá es mío y lo mío es de tu papá, así que eres mi hija y fin de la historia – le sonrío. No me molesta en lo absoluto tener mamá.
- Gracias, Victoria. – se acerca y me abraza.
- Pero dime ¿a qué viniste? ¿pasó algo? – pregunta algo preocupada.
- No, tranquila. Todo bien. Este... yo, venía a... - comienzo a tronarme los dedos de las manos por el nerviosismo – es que te quería pedir un favor. Bueno en realidad no un favor, sino más bien... una ayuda.
- ¿Qué te paso, querida? – ahora sí que está preocupada.
- Nada. Enserio Victoria no es nada malo, pero a mí me da vergüenza, así que porfa no me interrumpas – asiente. Yo suspiro – Lo que pasa es que un chico de la escuela me invitó al cine este sábado – veo como Victoria aguanta la respiración y no sé por qué – y, como sabrás, no tengo ropa apropiada para este tipo de asuntos. Por lo tanto, quería ver la posibilidad, si es que en una de esas, tienes tiempo de acompañarme a comprar algo de ropa, porque igual necesito renovar mi closet, ya que la mayoría de mi ropa está vieja o me queda grande. Bueno eso era – la habitación se queda en silencio. Un silencio muy incómodo. Victoria sigue conteniendo la respiración y me mira con cara de "gato con botas". Y lo inevitable ocurre.
- ¡Aaaaaaah! – su grito sale de repente y me hace saltar. Me está abrazando tan fuerte que aplasta mis bubis y me duele – ¡Eso es hermoso! ¿Y te gusta? – no deja de apapacharme.
- Sí – intento sacar algo de voz con el poco aire que me queda. De repente me suelta. Está súperhipermega emocionada. Creo que le hacía falta una hija. - ¿Y? ¿Me vas a ayudar?
- Pero obvio que yes. Vamos a recorrer toda la ciudad si es necesario. – puedo ver como sus ojos se llenan de lágrimas – esto es tan emocionante, Camila. Gracias por recurrir a mí. Me haces muy feliz, querida. – se limpia las lágrimas y vuelve a ser la Victoria de siempre – Pero que perfecto, yo salgo temprano los viernes, así que cuando salgas de clases te vienes para acá enseguida.
- Okey, está bien – le sonrío – ya, no te quito más tiempo. – la abrazo – gracias Victoria, nos vemos en la casa.
- Chao, querida.
- ¡Ah! Victoria, se me olvidaba. Porfa no le digas nada de los motivos de nuestra salida ni a papá ni a David ¿Ya?
- Okey... tú tranquila.
***
El timbre está por sonar. Ordeno mis cosas en la mochila. Suena el timbre. Tomo mi mochila y comienzo a caminar como si no hubiera un mañana. Me despido rápido de las chicas y a lo dejos de David. Cuando ya estoy lo suficientemente lejos del Instituto bajo el ritmo de mi caminar. Contemplo el paisaje de la ciudad, siempre agitada. A medida que pasan las horas me voy poniendo cada vez más nerviosa. Solo David puede causar eso en mí y me gusta, se siente bien.
- Buenas tardes, ¿se encuentra la señora Bustamante? – pregunto a la misma mujer de recepción.
- Sí, pero debo consultar si puede atenderte – responde sin mirarme - ¿Cuál es tu nombre? – me pregunta antes de marcar su teléfono raro.
- Camila Santander – la mujer me mira súbitamente.
- ¡Hey! muchachita, ¿tú estás buscando que me vuelvan a llamar la atención o que me despidan? – casi ni pestañeo, solo muevo la cabeza en negativa a su pregunta. Ella sonríe y puede ver sus diente manchados con labial; es realmente espeluznante – Mmm, más te vale. La señora Bustamante está en su oficina, como siempre, le avisaré que vas de camino, así que sal de mi vista.
Obedezco sin dudarlo. Es tan tétrica esa mujer, de solo recordar sus uñas largas y pintadas de color rojo pasión siento como un escalofrío recorre mi espalda.
- Permiso – digo mientras empujo la puerta de la oficina de Victoria.
- Pasa querida – está ordenando sus cosas – en un minuto estamos saliendo.
- Está bien. Me puedo sentar aquí – apunto hacia un sillón.
- Pero claro. Eso ni se pregunta – ordena unos papeles y mete algo en su cartera – listo. ¿Vamos?
- Sí – sonrío.
Caminamos por el elegante pasillo que nos conduce a la salida y a su tétrica recepcionista.
- Carmen, ¿archivaste los papeles del caso Maturana? – le dice a la mujer.
- Sí señora. Ya están en la carpeta correspondiente.
- Perfecto. Entonces puedes ordenar tus cosas e irte a tu casa.
- Sí señora – comienza a ordenar – Que tenga un lindo fin de semana – dice usando un tono muy dulce, como de abuelita. Luego me mira a mí – Que estés bien lindura, espero vuelvas pronto a visitarnos – yo la miro con cara de ¿¡qué!? si hace un rato casi me muerde – es tan linda su hija, señora.
- Gracias Carmen, lo sé. – me mira y sonríe – Nos vemos el lunes.
De camino al centro comercial, Victoria me bombardeó con preguntas sobre el chico que me invitó a salir. He tenido que omitir varias cosas, sino sabría que es David. Supongo que a ellos no les gustaría la idea de que tengamos algo romántico, ya que vivimos en la misma casa y nuestras habitaciones están una al frente de la otra y bueno los jóvenes somos jóvenes.
- Mira esta blusa está preciosa – me dice con mucho ánimo.
- Sí está linda ¿me la pruebo?
- Sí, pero déjame encontrar tu talla. M, M, L, XL, XL, aquí hay una S. Toma. Espera lleva estos pantalones y esto de aquí y ésta. – me llena las manos de ropa.
- Pero Victoria, solo puedo entrar con tres prendas – le digo algo desmotivada.
- Yo te las paso de afuera, chistosa. – me da un pequeño empujón. – entra rápido.
La tarde fue parecida. Prendas por aquí, prendas por acá. Victoria se enloqueció comprándome cosas. Pantalones, blusas, poleras, chalecos, zapatos. Me dijo que se alegraba mucho de mi decisión de cambiar mi closet, porque ya mi ropa estaba muy fea y vieja, demasiado pasada de moda para una jovencita de dieciseis años. Junto con eso, quiso agregar que no le gustaba que yo anduviera por la casa tan harapientamente vestida, onda como Ralph el demoledor. Auch. Por lo menos la ropa que me compró es toda de mi gusto: blusas estilo leñador 100% femeninas, o% Ralph que me fascinaron, pantalones pitillo simple y cosas por el estilo. Eso lo pagamos con la tarjeta de mi papá. Victoria me regaló mis primeros maquillajes y un perfume exquisito, dulce como me gusta.
- Tengo la seguridad que le vas a gustar aún más a David – me dice de la nada.
- ¿Cómo que a David? – pregunto estupefacta.
- Camila, una mamá lo sabe todo y se da cuenta de todo – me dice muy tranquila – conozco muy bien a mi hijo, y sé que mañana saldrás con él. Está bien si no me lo quieres confirmar, pero yo hace rato que me di cuenta que entre ustedes pasa algo – me regala una sonrisa cómplice y picarona. Siento su codo pegándome en una costilla.
- Victoria... yo...
- Tranquila hija, no te preocupes. Te digo desde ya, que la sola idea de que ustedes estén junto me pone feliz. Eso sí, solo les pido que se cuiden porque no quiero ser abuela todavía – siento como mi cara comienza a arder de la vergüenza.
- Victoria, nosotros no... – digo desesperada mientras muevo la cabeza en negativa.
- Ya relájate, que te pones roja y no quiero que Raúl te encuentre así de agitada. Además él, como hombre, no se ha dado cuenta de nada – me sonríe y giña un ojos, luego me abraza – gracias querida por este día de chicas.
- Gracias a ti por ayudarme y... por guardar el secreto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top