VI
Arthur
Solté un gruñido por lo bajo al arrojar la caja, no estaba del todo concentrado y aunque no lo admitiera en voz alta, sabía perfectamente el porqué de mi mal humor.
—Okay, ya fue suficiente, la pobre caja no tiene la culpa de tus males.
Sus ojos verdes me miraron divertidos y con una sonrisa torcida en su boca, volvió a romper el silencio.
—Ya cuéntame eso que te molesta y no lo niegues, llevas toda la mañana con ese humor de perros.
Ante sus palabras, mi ceño se frunció. Más no me negué a su petición.
—Es Brisa.
—¿Qué pasa con esa rubia que te tiene loco?
Él volvió a concentrarme en la tarea de ordenar los pocos libros que estaban desorganizados.
Yo no pude evitar sonreír ante su oración.
—¿Recuerdas lo que te comenté?
—¿Sobre su ex? —inquirió sin mirarme.
—Sí, eso.
Tomé la caja vacía para dirigirme a la salida del pasillo con Alex, pisándome los talones.
—¿Cuál fue su decisión?
Suspiré resignado ante la decisión que había tomado Brisa.
—Van a almorzar hoy.
Él detuvo su andar en medio del pasillo.
—¿Es un chiste?
—Ojalá.
Seguí caminado, sin embargo, a Alex no le costó mucho volver a ponerse a mi par.
—¿Y cómo te sientes al respecto?
Nuevamente, solté un suspiro.
—Si te soy sincero... no sé ni cómo sentirme.
—No te culpo, si el ex de mi pareja actual se apareciera en su apartamento una mañana de casualidad también me sentiría como tú o peor.
—Gracias por el ánimo.
Atravesamos la puerta de la sala de descanso.
—Es la verdad. —Tomó asiento en uno de los grandes cojines.
—Confío en ella, en él no.
También tomé asiento.
—Eso es bueno saberlo, ahora mi pregunta es: ¿Por qué estás aquí trabajando y desquitando tu mal humor con las pobres cajas de libros que no tienen la culpa, en vez de estar con ella en señal de apoyo?
¿Por qué no me encontraba con ella? Simple, después de una larga conversación, luego de haber desayunado esa mañana, y haber tomado una decisión, me pidió que le diera espacio porque era algo que necesitaba hacer sola.
Fue cuando la primera señal de incomodidad salió a la luz, sin embargo, solo me tragué mis celos y respeté su decisión.
—Porque dijo que necesitaba ir sola, porque no quería darle importancia ni nada de ese estilo.
Hizo un sonido con su garganta en desacuerdo.
—Por favor, Arthur, las chicas no quieren estar solas en este tipo de encuentros.
—Ella no es cualquiera chica, me gusta que sea independiente, es de las cosas que más me atraen de Brisa. Además, estoy muy seguro de que si intenta algo que la incomode ella sabrá como ponerlo en su lugar.
A mi mente vinieron las reiteradas ocasiones en que Brisa supo defenderse cada vez que Derek, o cualquier otra persona, intentaba molestarla e intimidarla. Era respetuosa, pero precisa a la hora de decir lo que pensaba.
—Confianza, de las cosas fundamentales para que una relación funcione. Me gusta.
—Deja de analizarnos con lo que has aprendido en este semestre de tu carrera de psicología.
Él me miró sonriendo.
—No puedo evitarlo.
Iba a responderle, pero el sonido de las notificaciones de mi celular me alertó. Sin esperar mucho, saqué el celular de mi bolsillo y encendí la pantalla.
Pasita:
Estoy en recepción.
¿Dónde estás?
Yo:
En la sala, en el piso de arriba.
Pasita:
Ya voy.
—Alex... necesito que te vayas, rápido.
Él me miró confundido.
—¿Por?
—Brisa viene en camino hacia aquí, está a nada de llegar.
Él soltó un sonoro suspiro, levantándose.
—Algún día vas a pagarme todo lo que yo he hecho por ti.
—Con intereses si lo deseas, pero ahora vete ya.
No dijo nada más, solo salió por la puerta.
Seguido de eso, me levanté siguiendo el mismo camino que mi primo para poder buscar a la rubia.
Estaba intrigado y no podía ocultarlo, deseaba saber que era lo que ellos habían hablado en ese café, pero tampoco deseaba presionar a Brisa.
No pasó mucho antes de visualizar la figura de Brisa, venía concentrada mirando al frente con una expresión que no supe identificar. Ella era como un libro abierto, era muy fácil percibir lo que sentía y que en ese momento no pudiera interpretar lo que estaba sintiendo, fue algo que me dejó confuso.
Ella solo me abrazó y yo correspondí gustoso a su gesto.
Duramos así unos cuantos segundos hasta que se separó de mí.
—Hola —susurró.
—Hola —respondí en el mismo tono.
Seguido de eso, tomé su mano y comencé a caminar en dirección a la sala de descanso.
Cuando estuvimos allí, ambos tomamos asiento en uno de los muebles cerca del ventanal grande y admiramos la ciudad en silencio.
Hasta que, de forma repentina, ella decidió romper el silencio.
—No sé por dónde empezar... estoy muy confundida.
La miré interrogante. ¿Cómo se suponía que debía tomar eso?
—¿Confundida?
Ella también me miró.
—Con todo lo que sucedió en ese almuerzo. Fue... extraño e incómodo.
Ella se recostó en mi hombro y tomó mi mano.
—¿Tanto así?
Asintió.
—Sé que tenías tus dudas, porque te conozco y, aunque no me hayas dicho nada al respecto, sé que era así —suspiró—. Y, créeme, o eras el único que estuvo dudando todo el tiempo, no sé cuál fue el propósito detrás de todo lo que sucedió, pero... me ha dejado muy claras mis prioridades.
Comencé a dibujar círculos invisibles con mi pulgar.
—Me conoces tan bien —murmuré bajo—. Lo admito, no me agradó mucho esto. Sin embargo, estoy dispuesto a apoyarte en tus decisiones.
Me dio un beso en la mejilla.
—Y te quiero mucho por eso.
Fue mi turno de besarla, aunque preferí darle un beso corto en su boca.
—Yo también te quiero.
—Volviendo al tema, pasaron tantas cosas en esa hora que... no sé ni siquiera por donde empezar.
Mi ceño se frunció.
—¿Así de loco que fue?
Asintió.
—Fue una completa locura, y no de las buenas.
—Si quieres hablar, adelante, y si no, no voy a presionarte.
Tomé un mechón de su cabello y lo coloqué detrás de su oreja.
Ella se mantuvo en silencio unos cuantos segundos.
—Okay, te lo contaré todo. Pero, solo dame tu opinión cuando termine de relatarte todo.
Asentí de acuerdo.
—Lo prometo, pasita.
Brisa
¿Cómo rayos iniciaba el relato de la situación más incómoda y extraña que había vivido recientemente?
Había vivido situaciones embarazosas, pero nada comparado con ello y me arrepentía un poco de haberle aceptado esa invitación. Sin embargo, lo único bueno de todo esto es que ya no tendría que volver a repetirlo.
Aún lo recordaba perfectamente, porque después de todo, apenas acababa de salir de ese encuentro.
.
—Bien, aquí estoy —tomé asiento.
Levanté la mirada y fue la segunda vez que hacíamos contacto visual. La primera vez había sido cuando ingresé al café, pero eso ya no venía al caso.
Se notaba diferente, tal vez era porque ahora usaba ropa normal, sin marcas caras ni relojes ostentosos, o porque su cabello estaba mucho más largo de lo normal, o por las ojeras oscuras que ahora portaba y ni hablar de la ligera capa de bello facial que crecía en su rostro.
¿A quién engañaba? La persona que tenía al frente no era ni la sombra de la que había conocido.
—¿Cómo... te encuentras? —inquirió siendo cauteloso.
Él estaba consciente de que preguntar sobre mi vida privada era terreno peligroso.
—Bien, estas semanas han sido una locura, pero todo marcha bastante bien. —Él asintió conforme con mi respuesta.— ¿Y tú?, ¿cómo te encuentras?
—No ha estado mal, pero podría estar mejor.
Asentí, guardando para mí las preguntas que se habían formulado en mi cabeza.
—Bueno, espero puedas salir de esa situación.
Había sido una respuesta mecánica y fría, y mentalmente me reprochaba por eso. No era secreto para nadie, que no era la persona más apropiada para consolar a otros o dedicar palabras de ánimo, a excepción de Arthur, con él todo había salido bastante natural.
—Yo... la verdad, tengo mucho que contarte y tengo muy poco tiempo para hacerlo —murmuró, dejando su comida de lado. Sus palabras habían captado mi atención—. Ese día, cuando fui a tu apartamento, quería... pedirte otra oportunidad, pero veo que ya has hecho tu vida. Y no podía entenderlo hasta que te vi con él en tu apartamento.
Suspiré, no de nuevo.
>>Se que desde hace mucho me has dejado en claro tu postura respecto al tema —continuó hablando—, pero no pude entenderlo hasta el momento exacto que te vi con él, ya has hecho tu vida y continuado hacia adelante. Y es tiempo de que yo haga lo mismo.
Cada palabra me dejaba más impactada que la anterior.
—Sí... —aclaré mi garganta— hace... mucho que le di un cierre a todo esto —nos señalé.
Él sonrió y no sabía cómo interpretar ese gesto.
—Siempre has sido una chica muy independiente y tengo mucha admiración hacia ti por ello. Por eso no me sorprende mucho que hayas avanzado.
—Fue por...
Sin embargo, mi oración se vio interrumpida por una nueva persona que tomó asiento en la misma mesa que nosotros.
Al mirarla, sus ojos oscuros hicieron contacto con los míos marrones. Tenía luchas pecas bañando sus mejillas y su cabello negro enmarcaba su rostro fino con facciones delicadas. Era delgada y algo baja. Y su rostro se me hacía vagamente familiar.
—Así que: ¿Me dejaste sola en casa para venir a reunirte con ella?
Él soltó un par de insultos por lo bajo y yo ni siquiera sabía en donde meterme.
—¿Estás siguiéndome, Emma?
En su tono de voz era palpable el enojo.
—Sí... y con razones. Me descuido un momento y vienes a reunirte con quien sé yo en este café —había alzado la voz, haciendo que las personas a nuestro alrededor comenzarán a mirarnos.
¿Otro show en un restaurante? Porque no.
—¿Esto es una escena de celos?
—Independientemente de lo que sea, Dereksito, tenía mis razones.
—¿Dereksito? —inquirí en un tono burlón.
—Por favor, no me digas así —murmuró en mi dirección— y tú —le dijo a ella—, vete a casa. Hablaremos allí.
El ceño de la castaña se frunció en desacuerdo.
—¡No! —le dio un golpe a la mesa con la palma abierta, volviendo a llamar la atención de las personas a nuestro alrededor— No voy a moverme de aquí.
—Creo que... será mejor que yo me vaya —planteé de forma discreta comenzando a levantarme de mi asiento.
—¡No! —otro golpe a la mesa— Tú no te vas —me señaló—, no hasta que me digan que sucede entre ustedes.
Volví a tomar asiento.
—Definitivamente, es una escena de celos —comenté en dirección a Derek—, creo que yo no aporto mucho a todo esto.
—¡Que no te vas! —una vez más golpeó la mesa.
Ahora sentía compasión por la pobre mesa con la que ella se estaba desquitando.
Y justo en ese momento fue donde todo se volvió surrealista.
Una cuarta persona se había unido a la conversación y era alguien que conocía perfectamente.
—¿Por qué estás gritándole a la novia de mi hijo?
La madre de Derek era el vivo retrato con él, se le notaba mucho el parecido. Solo que él había sacado los ojos verdes de su padre según lo que me habían contado.
—¡Su novia soy yo! —él gritó de la castaña, identificada como Emma, me hizo volver a la realidad.
Para este punto, la atención de todo el restaurante estaba sobre nosotros.
—¿Podrían hacer silencio las dos? ¡Van a echarnos de aquí!
La castaña lo miró indignado y estaba a punto de decirle algo, cuando su madre se le adelantó.
—No entiendo que hace aquí esta joven.
—Me aseguro de que su hijo no me engañe, eso hago.
Derek me miró apenado.
—He criado a mi hijo bien como para hacer algo como eso.
—Y, sin embargo, está aquí almorzando con otra mujer.
Trágame tierra.
Sin embargo, su madre empeoró todo de una forma abismal.
—¡Tú eres la otra mujer!
Y seguido de eso, ambas se enfrascaron en una acalorada discusión.
Yo no perdí mi tiempo, mientras ambas discutían y Derek intentaba calmar las aguas, cosa que creía imposible, tomé mi bolso y me levante sutilmente, intentando no llamar la atención de ambas mujeres que parecían más unas fieras.
Derek notó eso, con la mirada me pidió una disculpa silenciosa o eso fue lo que pude intuir. Más tarde le escribiría, pero no creía que otra reunión pudiera concretarse y mucho menos si algo como esto volvía a repetirse.
Luego, a paso apresurado, abandoné el lugar donde aún se encontraban las dos mujeres discutiendo como si su vida dependiera de ello.
.
Lo demás era historia.
Arthur me miraba expectante y aunque no hiciera algún tipo de pregunta específica, sabía que deseaba saber que tan mal me había ido en esta reunión.
Así que, confiando en él, comencé a relatarle todo. Desde mi llegada, hasta mi huida desesperada de ese restaurante.
—Eso... fue... ni siquiera tengo palabras para todo eso. Es que... es surrealista.
—Mi vida parece sacada de una telenovela.
Él sonrió.
—Serias una muy hermosa protagonista.
Ante sus palabras, no pude evitar el sonrojo que cubrió mis mejillas.
—Yo...
Él me miró.
—Al fin te dejé sin palabras —me dio un beso de pico—. ¿Siquiera pudiste comer algo en ese almuerzo? —inquirió repentinamente.
A mi mente vino la pasta con salsa que había pedido y que se había quedado sobre la mesa. Apenas le había podido dar un par de bocados antes de que el caos se desatará.
—No.
Él sonrió.
—Bueno, te llevaré a un lugar ahora. —murmuró levantándose.
Yo copié su acción.
—¿A dónde?
Tomó mi mano y comenzó a caminar.
—Te va a encantar.
Con una sonrisa en los labios lo seguí, encantada de que él tomará la iniciativa.
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