prólogo (parte II)

Arthur:

Respira...

Cuenta hasta diez, sí, eso, cuenta.

Repetía esas palabras una y otra vez intentando calmarme, intentando mantener a raya estas sensaciones que estaban carcomiéndome muy lentamente. Sin embargo, esta vez me estaba dificultando volver a la normalidad.

Este ataque de pánico era más fuerte, y todo era culpa de ella. La que alguna vez había sido mi todo y ahora era nada en mi vida.

¿Qué había pasado por mi mente cuando decidí salir con Ji-Hu? No lo sabía con certeza, pero de una u otra manera no me arrepentía, era una de las muchas cosas que no tendría explicación en mi vida.

Después de unos cuantos minutos aún tenía en el pecho la sensación de ahogo, este apartamento era muy cerrado para mi gusto. Fue justo en ese momento que a mi mente vino la terraza de este edificio, la agente inmobiliaria me la había enseñado cuando estaba mostrándome el lugar, hace unas semanas.

Y como acababa de mudarme, no había tenido tiempo de dar una vuelta por el edificio. Apenas si había terminado de desempacar mis pertenencias.

Estaba decidido.

En movimiento lento, salí de mi estancia al pasillo sin siquiera cerciorarme si había cerrado la puerta correctamente. Necesitaba salir. No tome el ascensor, subí por las escaleras. No había salido de un espacio cerrado para entrar a otro.

Cuando el aire dio contra mi rostro fue que pude respirar tranquilamente. Pero para este momento mis pensamientos eran un desastre incontrolable. Así que, no sé cómo ni en que momento termine parado en la cornisa al borde del vacío.

Miraba hacia el frente, hasta que poco a poco mi mirada fue a parar hacia abajo, la caída era larga pero certera. Era una muerte segura.

Salta.

Suspire sonoramente y mire nuevamente hacia el frente. Mis manos a mis costados estaban formando puños, demostrando la tensión que sentía.

Salta.

Y una vez más miré hacia el vacío.

Quiero saltar.

¿Qué te detiene?

Nada.

¿Entonces qué esperas?

Salta... hazlo.

—Hola —dijo una voz que me resultaba desconocida. Se suponía que no había más nadie en este lugar, además de mí.

De forma rápida, mire hacia donde se encontraba esa persona.

Era una joven. Tenía el cabello rubio y estaba corto hasta la altura de su pecho, una piel muy clara, sus mejillas tenían un sonrojo. Labios rosados, su estatura era baja y usaba un vestido de verano.

Bonita.

No respondí a su salido, solo me limité a preguntarle como había llegado a este lugar, no la había visto por los alrededores anteriormente. Sin embargo, ese no fue el fin de la conversación, desde ese día, ella se aseguró de que estuviera bien y de que no cometiera una locura. Le debía la vida.

Y ella no sabía cuanto se lo agradecía.

Pero, por una equivocación, había echado todo a la basura, todo, hasta su amor. Y no sabía como remediarlo.

Me había prometido ser mejor que la persona que le había hecho daño en el pasado, que sería la mejor versión de mí para ella, pero; había sido lo peor que tenía para ofrecerle y deje que mis inseguridades interfirieran en mis decisiones. Dañándola a ella y a mí mismo.

Ahora no quería verme y teníamos muchas cosas que no nos habíamos dicho.

Perdón era el primero que tenía para decirle...

Lo segundo era Te amo.

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