III
La tensión se podía cortar con un cuchillo.
Tomé un sorbo grande de mi bebida, mientras era observado de forma atenta. Ellos conocían lo que sucedía en mi cabeza la mayoría del tiempo, pero ahora dudo mucho que supieran lo que estaba pensando.
Joshua y Matt habían formado parte de mi vida por mucho tiempo, lo justo era que les contaran todo lo que sucedió.
—No nos has hablado en un mes... y ¿ahora nos llamas para... explicarnos todo? Sin ofender, pero, a quien deberías explicarle las cosas es a Brisa, no a nosotros —murmuró, Matt, con un toque sarcástico característico de él.
Joshua se había mantenido callado la mayor parte del tiempo que llevábamos en este lugar.
—Ya lo sé, admito que creí que ella no deseaba verme —suspiré—, hace más de un mes que no sé absolutamente nada de ella. Pero, he podido verla y quedamos en hablar el martes por petición de ella —expliqué.
—Perdón, Arthur —habló, Joshua—, pero sigo sin entender por qué estamos aquí —murmuró, con algo de molestia.
Yo solté un suspiro sonoro y comencé hablar con la desesperación palpable en mi tono de voz.
—Porque les debo a ustedes una explicación sobre todo lo que ha sucedido en las últimas semanas —expliqué—, sobre todo porque, ustedes me comentaron que Alice no les agradaba del todo y yo no los escuché. Lo más justo es que me disculpe por no haber escuchado sus consejos.
Joshua sonrió de lado, mientras que Matt se vio pensativo.
—Sí, amigo —espetó, Joshua—, estamos algo molestos por el desenlace de todo lo que ocurrió y cómo terminaron las cosas. Ni siquiera entiendo cómo te pudiste besar con ella —hizo referencia al beso con Alice.
A mi mente vino ese momento exacto, no había sido porque yo lo deseara o estuviera de acuerdo con lo que hacíamos, ella simplemente me tomó desprevenido. No mentiré, por un segundo imagine que era Brisa a quien besaba, sin embargo, al no sentir esas mimas sensaciones que sentía con ella, fue que entre en razón, dándome cuenta de que Alice no era mi pasita. Pará entonces, ya era demasiado tarde.
El daño ya estaba hecho.
Matt suspiró sonoramente.
—Amigo, sabes que te he respaldado en muchas cosas, pero, una infidelidad ya es mi límite —murmuró—, así que si vienes a pedirnos que...
—Corté todo contacto con Alice —interrumpí.
Nos mantuvimos en silencio unos cuantos segundos, hasta que Matt rompió el silencio.
—¿Qué fue lo que dijiste? —inquirió, con incredulidad.
—Que ya no estoy viendo a Alice —repetí pausadamente.
—Ya era hora —murmuró, Joshua, con ironía.
—Sin ofender bro —habló Matt—, pero esperábamos esto desde... no sé, desde que nos la presentaste. —Se encogió de hombros. Joshua sonrió ante el comentario de Matt, y yo tampoco pude evitar sonreír.
—Sé que mis decisiones no han sido las mejores... —murmuré, algo avergonzado.
—En serio —murmuró Matt—, si no lo mencionabas, puede que no lo hubiera notado —hizo una pausa bastante dramática, mientras me miraba de una forma acusatoria.
Antes de que pudiera mencionar algo, Joshua habló primero.
—Lo bueno de todo es que ya has recapacitado... —murmuró, luego tomo un sorbo de su bebida.
—Ahora —espetó Matt—, vas a contarnos que es lo que planeas para recuperar a una de las mejores personas que has conocido —sonrió de lado.
La estadía en el café fue mucho más calmada después de eso, la conversación fue más amenas desde entonces, aunque intuía que después de eso nuestra amistad no sería lo mismo.
Había cierta tensión que volvía un poco incómodas las cosas o al menos así lo sentí hasta que deje de prestarle atención a ese detalla. Después de eso todo resultó ser como lo era antes de toda esta confusión.
Solo volvimos a ser nosotros y eso me confirmó que ellos estaban dispuestos a olvidar todo lo que había pasado y dejarlo como aprendizaje para nuestro futuro. Tenía esto presente como un bache por el que habíamos atravesado en conjunto.
Sin embargo, por mucho que intente dejar el tema atrás, había una pregunta que rondaba mi cabeza desde hace algún tiempo y que quería aclarar de una vez por todas.
—Oigan... sé que esto no tiene absolutamente nada que ver con lo que estamos conversando, pero, si no lo pregunto ahora, tal vez no tenga oportunidad de preguntarles después.
Suspire sonoramente, esperando su respuesta. Ambos se miraron entre sí, parecía que se leían la mente, y Matt fue el que habló primero.
—Adelante.
—¿Por qué nunca me dijeron nada acerca de Alice? A lo que me refiero con esa pregunta es que, ustedes me comentaron que no les agradaba mucho y nada más, luego no volvieron a mencionarlo, ¿por qué no lo hicieron? —inquirí con curiosidad.
Ambos se tomaron sus segundos antes de responder a mi pregunta. En sus miradas y lenguaje corporal pude notar que se estaban preparando para cualquier respuesta que pudieran darme.
Fue una espera corta que me pareció eterna, hasta que Joshua fue el primero que rompió el silencio.
—Porque no podíamos obligarte a decidir ni tomar una decisión por ti... se sinceró, Arthur, si como a las dos semanas de conocer a Matt —señaló al mencionado—, te decía que me caía mal y que te alejaras de él, ¿me hubieras prestado atención? —No tuve ni que pensar la respuesta, solo dije lo primero que vino a mi mente.
—No.
Ambos sonrieron, la respuesta que les había dado no era algo que les había sorprendido.
—Exacto, tal vez habrías escuchado más, no te habrías alejado de Matt, tú eres alguien que prefiere conocer a la persona y hacerte tu propia opinión sobre ella —suspiró—. Lo mismo habría pasado con Alice... y, para evitarnos los malos ratos y situaciones incómodas, preferimos dejar que tú te dieras cuenta solo.
—La cosa es que —habló Matt—, no imaginamos que todo esto iba a suceder de la manera en que sucedió.
Yo asentí ante sus palabras.
—Lo admito, soy alguien impulsivo, si me manifestaban esa molestia que les causaba tener a Alice cerca, puede que no les hubiese prestado mucha atención.
—¿Querrás decir, nada de atención?—agregó Joshua, corrigiéndome.
Suspire sonriendo de forma cómplice con ellos— Nada de atención, no los habría escuchado.
—Por eso dejamos que las cosas siguieran su rumbo, porque tarde o temprano te darías cuenta de todo —murmuró Matt.
—Solo que no imaginamos que tan lejos llegaría esto —comentó Joshua.
—No voy a quejarme solo porque hubiese pasado justo como ustedes han dicho.
Ellos sonrieron.
—Y... ¿Qué tienes en mente? —murmuró Matt.
Yo suspiré, y comencé a relatarles todas las ideas que tenía. Era un plan a medias que tenía claro en mi imaginación, ya tenía un lugar en mente, era y lo que haría allí.
Ellos me aconsejaron que no me complicara, que le dijera lo que sentía y que si todo salía bien, Brisa me daría otra oportunidad.
Así que, así me la pasé el resto de la semana, organizándolo todo minuciosamente. Verificando que cada cosa estuviera perfecta y en su lugar.
Que faltaban unos dos días para poder ver a Brisa, sin embargo, sentía como los nervios comenzaban a invadirme desde este día.
La espera y el no saber qué sucedería ese día estaban comenzando a carcomerme lenta y dolorosamente. Era extremadamente y no ayudaba mucho a apaciguar la ansiedad que padecía desde hace un tiempo.
Estaba tan agotado mentalmente que decidí que esa tarde no podía quedarme en casa, si pasaba un minuto más dentro del apartamento me volvería un demente sin retorno.
Así que, tomando mis llaves y mi billetera, abandoné el edificio para caminar sin rumbo por la calle, era pasada las tres de la tarde en un fin de semana que parecía ser caótico para la mayoría de las personas que caminaban apresuradas por las calles.
A pesar de que odiaba los lugares ruidosos, esto no parecía tan malo como solían pintar a la ciudad. Y era en parte lo que necesitaba para distraerme. Luego, sin darme cuenta, terminé llegando al parque que frecuentaba de vez en cuando en compañía de Brisa.
Los árboles se veían frondosos y llenos de vida, había una buena cantidad de personas debido a la hora, sobre todo, niños y, a pesar de la cantidad de personas, se notaba cómo la tranquilidad estaba presente en el lugar.
Fue en ese momento en que decidí volver a casa, no estaba apresurado, así que me tomé mi tiempo para volver hasta mi edificio.
El tiempo se fue muy rápido y cuando menos lo esperé, ya me encontraba en mi apartamento. Todo se encontraba a oscuras debido a que ya estaba anocheciendo, apenas si se notaba parcialmente alumbrado por las luces de las farolas de la calle que ingresaba por las ventanas abiertas.
No me detuve en la sala de estar, caminé directamente a mi habitación y a pesar de haber sido un día bueno <<al menos mucho más que los anteriores>>, supe inmediatamente que no iba a dormir mucho esa noche.
Los nervios estaban matándome lentamente.
La incertidumbre de no saber lo que sucedería estaba acabando conmigo. Por eso, cuando llegó el día sentía mi corazón en la garganta. La sensación de estarme ahogando se incrementaba conforme pasaban los minutos.
Aún faltaba un poco para la hora acordada entre ambos, sin embargo, comenzaba a desesperarme y mi mente no paraba de recrearme situaciones en donde era rechazado por Brisa.
Habíamos quedado en vernos en la playa y cada quien llegaría por su cuenta. Aunque deseé ofrecerme para traerla, no quería agobiarla ni hacerla sentir presionada.
Estuve varios minutos esperando a la orilla del mar, hasta que, a cierta distancia, visualicé su figura caminando lentamente por la playa.
Al verla, con ese andar despreocupado, mirando cada tanto al horizonte con una sonrisa plasmada en su rostro, fue que me di cuenta de lo cautivado que me tenía. Se veía hermosa con su cabello suelto, con ese vestido azul y con una expresión tranquila en su rostro. En su mano, traía el par de sandalias que se habían quitado para poder mojar sus pies con las olas.
Al acercarse a donde estaba, una sonrisa se formó en su boca.
—Hola —susurró.
—Hola —respondí tímidamente—. Me alegra que hayas podido venir.
Ella mostró su linda dentadura.
—El lugar es hermoso —comentó mirando a neutro alrededor.
Fue mi turno de sonreír.
—Me alegra que te gustara.
Mi mente estaba en blanco, no sabía qué decir o hacer. Así que, agradecí mentalmente los minutos que nos quedamos viendo el horizonte en silencio. Fueron suficientes para reunir la valentía que necesitaba.
—Lo siento.
—¿Qué? —inquirió mirándome fijamente.
—Lo siento —repetí—, cometí muchos errores y en más de una ocasión intentaste advertirme, bueno, no solo tú.
—Arthur, yo...
—No, por favor —interrumpí—, déjame continuar.
Ella acató mi petición y me miró fijamente.
<<Se que no has venido hasta aquí para escuchar como te doy la razón ni escusas, sobre todo ahora que ya es algo tarde.
—Buen punto.
—Pero, no puedo dejar que todo termine así, yo...
Ella se posicionó frente a mí.
—¿Quieres... volver a intentarlo? —inquirió.
—... Sí, exactamente.
—Y, ¿Qué me asegura que no sucederá lo mismo de nuevo?
—Déjame demostrarte con mis actos que he cambiado para mejor.
Oculte un mechón de su cabello detrás de su oreja.
—Tus actos me lastimaron en el pasado. Quiero —suspiró— creer en ti, Arthur, pero en mi cabeza está esa pequeña voz que me dice que no lo haga. Tengo miedo de que nada haya cambiado y que todo vuelva a ser esa misma rutina.
—Sé que tienes tus dudas —di un paso al frente— porque yo he sido quien se encargó de crearlas, pero si me lo permites, puedo ser el que disipe cada una de ellas. Solo déjame intentarlo.
Inconscientemente, había avanzado hasta el punto en que nuestras respiraciones se mezclaban y ella no me había rechazado, lo cual era una buena señal. Sin embargo, nada me preparó mentalmente para lo que ella hizo después.
Ella me había tomado de la camisa y estampado sus labios con los míos. A pesar de que los primeros segundos me había quedado inmóvil por la impresión, no pasó mucho antes de que estuviera correspondiéndole a ese beso con tanta necesidad como la que ella tenía.
Mis manos habían parado en su cintura y las de ellas estaban en mi nuca, despeinando mi cabello. Su sabor, era justo como lo recordaba, dulce y adictivo.
Este beso transmitía muchos sentimientos y sensaciones. Y fue por esos detalles que no podía compararse con los otros.
Cuando terminó, dejé unidas nuestras frentes. Su sabor aún prevalecía en mis labios con un dulce néctar que me mantenía hipnotizado ni hablar de mi respiración que era un completo desastre. Aunque no era el único, ya que ella se encontraba en el mismo estado que yo.
—¿Eso... eso es un sí? —inquirí en un susurro ronco.
Ella se separó de mí, aunque no pudo ir muy lejos por mis manos en su cintura.
—Deseo volver a intentarlo. Pero, si esta vez no funciona, no vamos a forzarlo. ¿De acuerdo?
Solté un sonoro suspiro y, a pesar del nudo en mi garganta, pude darle una respuesta de la que no estaba completamente seguro.
—Lo prometo.
Ella sonrió y yo aproveché para poder regar besos en sus mejillas.
—Gracias —la besé—, gracias —le di otro beso—, gracias, pasita —le di un último beso—. No voy a volver a cometer los mismos errores.
—Confío en ti.
La abracé y ella me correspondió encantada.
—No volveré a echarlo, a perder —habré contra su cabello—. Te quiero, te quiero tanto.
—Yo más —susurró.
Esa tarde, sentados sobre la arena mientras veíamos el atardecer juntos, sentí como las piezas de nuestros corazones volvían a estar unidas.
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