5
—Esta es el último pedido y terminas por hoy, Brisa —avisó Sarah, con voz amable.
Al escucharla, solo asentí mientras tomaba la bandeja y la llevaba a la mesa correspondiente. Al terminar de hacer lo que mi compañera me había perdido, me concentré el limpiar las mesas cercanas que estaban algo sucias.
De mis labios salió un sonoro suspiro, por más que intentará concentrarme, no podía hacerlo, y llevaba así unas dos semanas, que era el tiempo exacto que había pasado desde la última vez que había visto a Arthur.
Luego del ataque de pánico, estuvimos unos veinte minutos sentados en el suelo del pasillo, después, se levantó a en movimientos torpes y se disculpó conmigo, para irse a paso apresurado en dirección al ascensor. Ni siquiera me dejo mencionar alguna palabra porque, cuando iba a hacerlo, ya se encontraba en la puerta hacia las escaleras.
Intente hablar con él al día siguiente, sin embargo, no logre dar con su paradero. Y en el edificio me negaron cualquier información de los residentes, cosa que me pareció ridículo, ya que el portero me había visto muchas veces en su compañía.
Así que, luego de intentar hablar con Arthur por más de una semana, entendí que no quería verme y que lo mejor sería darle su espacio. Sin embargo, no deje de ir a la terraza en el tiempo que no nos habíamos visto, tenía la esperanza de que uno de esos días lo encontraría allí, apoyado en la cornisa con un plato lleno de galletas.
Al terminar de limpiar las mesas correspondientes, le avisé a mi compañera que ya iba a buscar mis cosas para poder irme a mi casa.
—Brisa —habló Sarah desde la puerta que separaba la cocina del lugar en que se atendían los clientes—, hay alguien que quiere verte —informó con una sonrisa.
—Termino de guardar mis pertenencias y ya salgo. —Señalé el bolso y las cosas desparramadas por la pequeña mesa que había en el lugar.
—Está bien, no tardes —murmuró abandonando la estancia.
Cuando termine de guardar mis cosas, a mi mente la persona que había venido a buscarme, era muy extraño, después de todo, era muy rara la ocasión en la que alguien venía aquí. Al asegurarme de que todo estuviera en su lugar, salí en dirección a la barra para despedirme de ella.
—Sarah, ya me voy —informe mirándola—. ¿Quién quiere verme?! —pregunté, cuando no vi a nadie dentro del café, además de ella.
—La persona que quiere verte está afuera. Ve tranquila, yo me encargo de cerrar el lugar —habló mientras limpiaba con empeño el mostrador.
Asentí en respuesta, mientras le mostraba una sonrisa. Después de despedirme brevemente, salí en el encuentro de la persona. Persona que no creí que vería estos días.
—Arthur —solté en un susurro.
Se encontraba apoyado en una de las paredes, vistiendo como las otras veces, con esa ropa casual a la que ya estaba acostumbrada a verlo. Tenía la mirada fija en el suelo, que levanto apenas la puerta se abrió.
—Hola —habló él, mostrando una sonrisa tímida.
A diferencia de los días anteriores, donde siempre se notaba muy animado, hoy se notaba decaído. Yo decidí caminar la distancia que nos separaba, manteniéndome a unos cuantos pasos lejos de él.
—¿Cómo... te encuentras? —inquirí, intentando ser sutil.
—Bien —murmuró, luego de unos segundos.
En su lenguaje corporal pude notar el nerviosismo que sentía, parecía temeroso de lo que pudiera decirle.
—¿Quieres caminar conmigo? —inquirí al no saber que más decirle. Él solo asintió en respuesta.
Los siguientes minutos estuvimos caminando en un silencio algo tenso. No pude evitar mirarlo de reojo varias veces, aunque solo podía ver una parte de él, ya que la diferencia en la estatura era mucha.
Al observar las calles, la noche estaba invadiendo la claridad del día, al punto de que ya se veían las estrellas en el cielo. Creía que todo el camino lo pasaríamos así, pero, de forma repentina, él decidió romper el silencio.
—Lo siento —murmuró, lo suficientemente alto como para que yo pudiera escucharlo. Ante su disculpa, mi ceño se frunció.
—¿Qué?
—Lo siento —dijo pausadamente y más alto. Yo, sin embargo, aún no entendía por qué se disculpaba conmigo.
—No entiendo, ¿por qué te disculpas? —detuve mi andar haciendo que por inercia él también se detuviera.
—Por lo del otro día -me miró fijamente examinando mi reacción.
Aquí es cuando me pregunto, ¿quién fue la persona que lo hizo tan inseguro, al punto de disculparse por haber tenido un ataque de pánico?
—No... no tienes que disculparte, por eso —negué con la cabeza—. Es algo que simplemente no puedes controlar y, que está fuera de tus manos. Por favor, no te sientas culpable de algo que no sabíamos qué podía ocurrir —respondí con voz apacible. Él suspiró sonoramente.
—Me siento muy avergonzado porque me hayas visto en ese estado -habló con las mejillas sonrojadas. Negué nuevamente.
—Ya te lo dije, no tienes que disculparte por eso. —Retomé el andar que teníamos, y esta vez el silencio que nos invadió fue uno cómodo.
Esperé unos cuantos segundos hasta que repentinamente una duda que me carcomía llegó a mi mente.
—¿Desde cuándo? —hablé, rompiendo ese silencio que había entre nosotros.
—¿Desde... cuándo? —inquirió sin entender a lo que me refería.
Al mirarlo, sus cejas estaban fruncidas y se notaba la confusión en su rostro.
—¿Desde cuándo tienes estos ataques? —Lo miré fijamente. Él se tomó su tiempo antes de darme una respuesta.
—El día en que nos conocimos —hizo una pausa breve y tomó una sonora respiración—. Había tenido un ataque, cuando me calme fui a la terraza y luego apareciste tú.
—¿Por qué no lo mencionaste antes?
—Nos acabábamos de conocer, además tú tienes tus propios problemas, no necesitas sumarle esto a tu vida. —Lo miré nuevamente.
Solté un sonoro suspiro antes de hablar.
—Tienes que ir con un profesional, esto... va más allá de lo que mis charlas y mi convicción.
Para este punto, estábamos muy cerca de mi apartamento.
—Sí, ya busqué a un especialista en el tema —murmuró—. Lo que hiciste por mí en esa terraza te lo agradezco, pero no estás capacitada para ayudar a los demás de esta manera, no eres mi psicólogo Brisa... Así que, conseguí a alguien que está capacitado profesionalmente para ayudarme.
Para seguir con el camino, giramos en la siguiente esquina, ya solo nos tocaba continuar derecho por esta calle.
—Me alegra saber eso. —Él me sonrió y respondió luego de unos segundos.
—Lo decidí cuando me di cuenta de que tú no puedes seguir jugando a ser mi psicólogo personal —murmuró haciendo una broma, sin embargo, a mí no me pareció gracioso su comentario.
—Para mí no es molestia conversar contigo —murmuré, con el ceño fruncido. Él mostró su perfecta dentadura al ver mi expresión.
—¡Ay, pasita!, no pongas esa cara —exclamó repentinamente.
¿Acababa de decirme que tenía la cara arrugada?
—¿Pasita?
—Sí, pasita... siempre arrugas el rostro de esa forma, pero eres muy dulce —murmuró, y ensancho su sonrisa más, si es que se podía.
Yo tardé unos segundos en responderle algo coherente, porque el uso de ese extraño apodo me había dejado medio atontada.
—Si claro, intenta suavizar las cosas diciendo que soy dulce, pero no se me olvida que me comparaste con una pasa —él soltó una ronca carcajada que fue contagiosa—. Me las voy a cobrar, Arthur Williams —hablé intentando que mi tono de voz sonara amenazante, lo cual solo intensificó su risa.
—Esperaré eso con ansias —respondió mostrando una sonrisa traviesa. El resto del camino fue en silencio, pero en uno cómodo en el que nuestras sonrisas no se borraron en ningún momento.
No faltaba mucho, así que llegamos rápidamente a la entrada de mi edificio.
—Bueno, creo que yo llego hasta aquí —murmuró deteniendo su andar.
—Así es... ¿Te veo luego? —inquirí de forma nerviosa.
—Sabes donde encontrarme, pasita —sonríe de forma traviesa. Yo solté un sonoro suspiro.
—Y dale con eso. —Comencé a subir los escalones de mi edificio. Él sonríe.
—No lo dejaré, es muy adorable. —murmuró comenzando a caminar.
—¡Cállate! —su carcajada se escucha de nuevo. Yo solté una risita mientras niego con la cabeza.
Cuando me encontré en la comodidad de mi apartamento, es que me permití examinar las cosas que me habían ocurrido a lo largo del día. Sin dudas, mi tarde había sido bastante interesante.
En el momento en que estaba por ir a cambiarme, una notificación en mi celular llama mi atención.
INSTAGRAM
Arthur_Williams1994 ha comenzado a seguirte.
Mi ceño se frunció, ¿cómo había encontrado mi cuenta? No lo sabía, pero era algo que tendría que averiguar después.
Salía del baño con una toalla envolviendo mi cabello, estaba algo apresurada. El tono de mi teléfono había invadido el silencio de mi habitación por unos cuantos segundos, si dejaba que sonara más tiempo, se colgaría la llamada.
.
.
.
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—Hola —saludé a la persona en el celular. Era un número desconocido, así no tenía idea de quién era esa persona que me llamaba.
—Creí que nunca contestarías —murmuró una voz que ya se me hacía muy conocida. Y justo en este momento me arrepentí de haber contestado.
Derek no se cansaba de molestar.
—Idiota —respondí antes de colgar la llamada, y luego apagué mi celular sin algún tipo de resentimiento. No sabía como Derek había obtenido mi número telefónico, pero que lo tuviera, solo me tentaba a cambiar una vez más la línea de mi teléfono.
En estos días, lo que sea que había sentido se había hecho casi inexistente para mí. Simplemente, había llegado a la conclusión después de ver sus acciones que no era alguien que merecía mis lágrimas. No lo valía.
Al recordar lo que había mencionado al contestar la llamada, solté un gruñido bajo. Era un completo patán.
Intentando no amargarme por cosas que no tenían sentido, quité la toalla de mi cabeza y me levante de donde me encontraba para prepararme algo de comer. Sin embargo, las personas del universo se habían puesto de acuerdo para llamarme justo a esta hora. En la sala se escuchaba el tono del teléfono de casa y sabiendo que solo había una persona que llamaba a ese número, me prepare mentalmente para el interrogatorio que vendría a continuación.
—Hola... mamá — saludé intentando no parecer nerviosa. La relación con mi madre era algo bastante complicado, principalmente porque solía ser una persona bastante intensa. Pero, intentaba mantener una comunicación activa con ella.
—¿Se puede saber por qué no me has llamado? La última vez que lo hiciste fue hace casi dos meses y porque tu padre te lo recordó. ¿Acaso no puedes llamarme más seguido? —inquirió, en un tono molesto. Sí, estaba molesta.
—Lo siento, es que he estado ocupada en el café —respondí, mientras caminaba para acercarme a una de las ventanas de la sala.
—En ese horrible trabajo te explotan, deberías dejarlo y trabajar aquí en el negocio familiar.
¿Irme a vivir con mi madre? No, gracias.
—No mamá, ya te lo dije, estoy bien y me están pagando bien. Nadie me explotan y soy feliz. —murmuré, intentando mantener la calma.
—Estaría mucho más feliz si tú ya dejaras ese trabajo y estuvieras casada. —Rodé los ojos, ya empezaba de nuevo con su idea de casarme a los veinte.
—A mi edad tú ya esperabas un bebé, yo no estoy apresurada —tomé una bocanada de aire—. Mamá, si me llamaste para resaltar lo que aún no he hecho con mi vida, como si esto fuera una competencia entre las hijas de tus amigas y yo, pues déjame decirte que te voy a colgar. Ya es tarde y tengo que cocinar algo para comer... y si mamá, estoy alimentándome como se debe —hablé de forma rápida intentando ser lo más respetuosa que podía.
Al otro lado de la línea se formó un breve silencio, silencio que ella no dudó en romper.
—Solo quiero un buen futuro para ti, aunque no lo creas si me preocupo por ti. Cuéntame hija, ¿cómo ha ido todo? Y... ¿Cómo está tu noviesito? —inquirió de forma sarcástica. No era un secreto para nadie que Derek no le caía bien.
—Termine con él, y si sé que te preocupas, pero a veces siento que estás agobiándome —hice una pausa—. No me malinterpretes madre, pero ahora no creo que sea el momento adecuado para esos planes —murmuré más calmada.
—Y yo que creí que mi día no podía ser mejor —murmuró—, ya era hora de que lo dejarás. Sabes, mi amiga Jiso tiene un hijo, está soltero y es muy atractivo, perfecto para ti.
Al parecer solo escucho lo que le convenía escuchar.
—Mamá, ni se te ocurra. No va a suceder. —Negué con la cabeza. Seguido de eso, me separé de la ventana par dirigirme a la cocina.
—Tenía que intentarlo, es bueno saber que estás bien. —Una sonrisa se formó en mi boca.
Desde que tenía memoria, mi madre quería que formara una familia. Ella deseaba nietos y muchos, cosa que ahora, a mis 20 años de edad, era muy poco probable que sucediera.
Yo deseaba tener mi propia casa, y ya empezaba a acercarme a la cuota inicial.
Mi madre, a pesar de su insistencia por qué sentara cabeza y me casara con alguien, sabía que se preocupaba por mí. Deseaba que tuviera una familia y que tuviera un lugar estable.
Después de otro reproche por no llamarla tan seguido, pudimos tener una conversación tranquila en la cual me contó como iban las cosas con la familia. Luego de que termino de contarme como le había ido esos meses, fue mi turno de ponerla al tanto de lo último que estaba ocurriendo, exceptuando algunas cosas de las cuales era mejor que no supiera. No es que quería mentirle, pero ella no tenía por qué saber sobre como conocí a Arthur. Dudo mucho que él quisiera que se lo estuviera contando a todos mis conocidos. Ni siquiera Nakia lo sabía, y ella lo sabía todo de mí.
Y después de unas breves despedidas, le aseguré que la llamaría mucho más seguido. Cuando termine, prepare algo ligero para cenar y me fui a acostar.
Cuando estaba en mi cama, acostada boca arriba, a mi mente llegó un recuerdo que me sacó una sonrisa.
—Pasita —solté una risita—, es horrible. —Reí de nuevo.
Ay, Arthur, necesitas más imaginación.
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