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—¡Brisa, aquí está el pedido para la mesa tres! —gritó, mi compañera, para avisarme que ya las bebidas estaban listas para ser entregadas a su mesa correspondiente.
No podía dejar que pasara mucho tiempo después de su aviso, así que, de la forma más rápida que pude, fui en su encuentro. Cuando estuve cerca de la barra tome la bandeja en mis manos, sin embargo, antes de que pudiera marcharme, mi compañera habló deteniendo mi andar.
—Niña... te noto distraída —murmuró la encargada. Se llamaba Sarah.
Yo escaneé su rostro con la mirada. Su cabello color chocolate y ondulado estaba recogido en un moño algo despeinado, su maquillaje era tan sencillo como el mío y vestía con el mismo uniforme que yo: El característico vestido azul con delantal blanco.
—No es nada, solo... hemos tenido mucho trabajo últimamente y eso me ha mantenido bastante ocupada.
Aunque, eso no era lo único que me tenía distraída.
—Bueno... es cierto, hemos estado muchísimo más ocupados desde que ese joven hizo un video para una red social, tuvo muchas visitas y ahora el video es viral. Somos... "Tendencia" —con sus manos hizo comillas—. Por eso es que viene tanta gente aquí, sobre todo personas jóvenes.
Tenía sentido, las redes sociales tenían mucha influencia hoy en día.
—Hablas como si fueras muy mayor Sarah, solo tienes dos años más que yo. —En mi boca se formó una sonrisa divertida.
—Bueno, nunca me llevé bien con la tecnología, ahora apresúrate, la gente espera su comida. —Sonrió yendo a atender a los clientes que acababan de ingresar al café.
Soltando una risita, volví a tomar la bandeja que había vuelto a apoyar en la barra mientras hablaba con Sarah y con cuidado, inicie un andar lento para llevar el pedido a la mesa correspondiente. Lo que menos necesitaba ahora era tirar las bebidas.
Y justo cuando estaba entregando las bebidas a los clientes correspondientes, noté quién era la persona en cuestión a quien estaba atendiendo.
—¿Arthur? —no intente ocultar mi confusión.
Desde la visita a mi apartamento no me había topado con él, y eso había hace alrededor de varios días.
Estaba igual que las últimas veces que me había topado con él y no se encontraba solo, un par de amigos le hacían compañía.
Su rostro reflejaba confusión e impresión, supongo que no esperaba encontrarse conmigo.
—Hola Brisa —habló luego de unos segundos.
—Hola, aquí está su pedido. Que lo disfrutes. —Sonreí cortésmente.
Luego de un breve agradecimiento de su parte y de sus acompañantes, volví a la barra a ayudar a Sarah.
—¿Lo conoces? —preguntó la chica de cabello rizado, señalando discretamente la mesa donde se encontraba Arthur.
—Sí.
Su ceño se frunció.
—Vaya chica, al fin algo que entretenga mi aburrida vida. Dime Brisa, ¿desde cuándo conoces a ese chico? —inquirió interesada en la respuesta que pudiera darle.
—Unas semanas, no más de cuatro. ¿Por qué lo preguntas? —inquirí mientras limpiaba la barra.
—Porque cada tanto hablan entre ellos y luego miran en tu dirección, y lo han hecho desde que los atendiste. —Señala con un movimiento de cabeza discreto hacia donde se encuentra Arthur.
Mi ceño se frunció.
Así que mire en dirección hacia ellos y, en efecto, las tres personas en esa mesa miraban en nuestra dirección. Arthur no dudó en sonreír y saludarme con su mano, gesto que correspondía.
—¿Estás saliendo con ese chico? —A veces olvidaba lo curiosa que Sarah podía llegar a ser.
—No, es... solo un amigo que hice recientemente —respondí.
—¿En serio? Por la forma en que te mira, cualquiera diría que son algo —comentó ella tomando una cafetera y empezando a hacer unos cuantos pedidos.
Su insistencia comenzaba a irritarme un poco. Ella era del tipo de persona que solía emparejar a las amistades entre hombres y mujeres, eso era lo que hacía con nosotros ahora. En cambio, yo era una persona con una mentalidad más abierta, que aceptaba a las amistades entre hombres y mujeres.
A veces era frustrante, pero era con lo que me tocaba lidiar.
—No, no es así. Ahora, por favor, hay que concentrarnos en atender a los clientes.
Y con esa frase, dimos por zanjado el tema.
Después, seguí atendiendo a las mesas que se me habían asignado ese día. Lo bueno de que el café estaba concurrido era que ganábamos mucho más dinero que en cualquier otro días. Lo malo era que casi ni podíamos descansar.
Arthur se me había intentado acercar en una ocasión, pero al ver que aún tenía mucho trabajo, me comunicó brevemente que iba a esperar a que las personas en el local disminuyeran. Lástima que eso nunca ocurrió, y en algún momento de la tarde, se marchó sin que yo lo notara. Ya eran pasadas las seis, cuando por fin pude salir de ese lugar.
Estaba exhausta, y una vez más, solo quería llegar a casa. Sin embargo, no esperaba que Arthur siguiera esperándome afuera.
Estaba apoyado en su auto.
—Creí que te habías ido —dije mientras caminaba en su dirección.
—No, dije que esperaría hasta que estuvieras desocupada —respondió él una vez que estuve al frente de él.
—Pero nunca imaginé que sería cuando mi turno se acabara.
Él se encoge de hombros.
—¿Cómo has estado estos días? —pregunté cuando ya me encontraba en el automóvil.
—¿Esa es tu forma sutil de preguntarme si volví a la terraza con ganas de saltar? —levantó una ceja.
En el tiempo que habíamos convivido, no nos costó entrar en confianza, cosas que nos hacía hablar con mucha franqueza, él más que yo.
—Realmente no, solo quería saber si todo estaba bien —ante mi respuesta, una pequeña sonrisa se formó en su boca.
—Lo estoy Brisa, realmente —murmuró mientras hacía que el auto avanzará por las calles.
—Me alegra, en serio. —Sonreí de boca cerrada mirando al frente.
Las luces de los faroles estaban empezando a encenderse debido a la oscuridad de la noche que nos envolvía. Había muy pocas personas a esta hora de la tarde, la mayoría caminaba con prisa dirigiéndose a sus hogares.
Entre nosotros nos invadió un breve silencio que él rompió.
—Estás muy callada, ¿tan cansada estás? —inquirió con interés.
Mi ceño se frunció.
—No, extrañamente hoy no estoy tan cansada. —Lo miré de reojo.
A pesar de que el café había estado hasta el tope, la jornada de hoy había estado más llevadera.
—Que bien, porque hoy es el día —comenta girando el auto en una esquina.
—¿Qué día? —mi expresión era de confusión, no recordaba que se celebrará algo el día de hoy.
—¿No me digas que lo olvidaste? Me debes una salida, y pienso que hoy es un excelente día para llevar a cabo ese plan —él posó su vista en mí de una forma breve antes de volver a enfocarse en el camino.
Al hacer mención de esas palabras, a mi mente vino el recuerdo de que me había invitado a salir.
—Es cierto —murmuré después de unos segundos.
—¿Lo olvidaste? —inquirió, aunque era más una afirmación.
—No solo... no lo olvide —negué con la cabeza.
—Si lo olvidaste, te lo dejaré pasar. Ahora, te dejaré en tu apartamento para que te cambies y luego saldremos —murmuró mientras detenía el auto en un semáforo que estaba en rojo.
—Eso estaría bien, y en serio, lamento haberlo olvidado —murmuré con sinceridad, aunque no podía ocultar el sonrojo de mis mejillas.
—Realmente, no me sorprende que te olvidaras de eso, has estado muy ocupada en estos días —Él miró brevemente el semáforo y luego posó su vista en mí.
—Lo lamento, pero pienso compensarlo invitando la comida —hablé, aunque sabía que él no dejaría que eso sucediera.
—Yo fui el de la idea de la salida, suena injusto que tú pagues.
—Al menos déjame pagar mi parte —hablé insistiendo. No me gustaba que pagara mis cosas.
—No puedo permitirlo —negó con la cabeza—, pero para la próxima vez, tal vez sí sea posible. —La luz del semáforo cambio a verde. En cuanto él notó esto, volvió a hacer que el auto estuviera en movimiento.
¿La próxima vez? Vaya, sí que es directo.
—¿Insinúas que esto se va a repetir? —Inquirí para salir de la duda que me carcomía la cabeza.
—Somos amigos, los amigos salen de vez en cuando —murmuró con indiferencia, estaba concentrado en la tarea de conducir.
Ante su respuesta, no pude evitar poner una expresión de desconcierto por su tan cruda respuesta. Sin embargo, él tenía razón, éramos amigos y los amigos salían.
—Cierto —murmuré luego de unos cuantos segundos.
Y luego de eso, nos sumergimos en un silencio que no me pareció nada incómodo, él estuvo muy concentrado en el camino y yo solo me dedique a mirar por la ventana lo que restó del tiempo. Estaba maravillada con el paisaje nocturno que la ciudad tenía para ofrecerme, aunque este no me permitiera apreciar las estrellas como yo quería.
Al llegar a mi edificio, Arthur se ofreció a acompañarme hasta mi apartamento. Sin embargo, se negó a entrar, a pesar de que ya había estado en el mismo lugar anteriormente.
—¿Estás seguro de que no quieres pasar? —insistí nuevamente. Sinceramente, era como la cuarta vez que le hacía la misma pregunta.
—Sí, no te preocupes, estaré bien —respondió en un tono de voz amable.
—¿Por qué no mejor...?—intente convencerlo nuevamente, pero fui interrumpida.
—Estaré bien, ahora ve a cambiarte o iras como estás vestida, cosa que dudo sea de tu agrado —estás jugando bien tus cartas, Arthur Williams.
—Bien —cedí ante su petición—, dejaré la puerta entre junta, si necesitas algo, solo tienes que empujarla y entrar —en respuesta, él solo se limitó a asentir. Me sentía culpable dejándolo solo en el pasillo, aun cuando era él el que me lo había pedido.
Rápidamente, me dirigí a mi habitación buscando algo adecuado para poder salir. La noche no estaba fría como las de semanas anteriores, ahora el clima era muy fresco y caluroso.
Opte por un vestido parecido al que use el otro día para ir al centro comercial, también era largo, solo que este tenía un escote y color diferentes. El escote era recto y los hombros eran caídos, el color era azul pastel y tenía un estampado floreado.
Me gustaba este tipo de vestido y mucho.
Cuando menos lo pensé, ya me encontraba lista para salir, había retocado el ligero maquillaje que llevaba y estaba buscando un bolso en particular que quería usar, pero no encontraba.
Me detuve un momento intentando recordar donde podría estar. En momentos como este, me molestaba ser tan distraída y desordenada.
A mi mente vino el perchero justo al lado de mi puerta que uso para colgar mis abrigos y, en ocasiones, los bolsos que usaba para salir. Si no se encontraba en mi habitación, lo más seguro era que estuviera en ese lugar.
Ya me había tardado alrededor de unos veinte minutos, no quería hacer que Arthur esperara más tiempo en el pasillo.
En mi mente aún rondaba el hecho de que no quería entrar a mi apartamento. No lo comprendía, antes no había tenido algún tipo de problemas, hasta almorzó conmigo aquí y de un momento a otro, ya no deseaba entrar.
Negando con la cabeza involuntariamente, camine a paso apresurado al perchero, buscando el bolso.
Bingo.
Como lo sospechaba, si estaba allí.
—¡Ya casi estoy lista! — murmuré en voz alta para que me escuchara desde el pasillo, sin embargo, no obtuve alguna respuesta de su parte.
La puerta aún se encontraba entre abierta justo como la había dejado cuando ingresé al lugar, señal de que él no había siquiera pisado el apartamento. Al no tener alguna señal de Arthur, mi ceño se frunció, él ya me hubiera dado alguna respuesta, por muy breve que fuera.
—Arthur, ¿todo está bien? —inquirí nuevamente mientras abría la puerta del apartamento—. ¡Arthur! —solé en un chillido.
Él se encontraba sentado en el sueño del pasillo, con su espalda apoyada en una de las paredes y sus piernas estiradas. Su respiración era un desastre y sus ojos estaban cerrados. No me costó mucho entender que es lo que sucedía.
Él estaba teniendo un ataque de pánico.
En movimientos rápidos, me posicioné al frente de él y tomé su rostro entre mis manos, intentando hacer que reaccionará.
—¿Qué... qué sucedió? —su iris de color gris estaba opacó, y no me miraba directamente. Al parecer, en este momento la pared era mucho más interesante que lo que yo tenía para decirle.
—Lo siento Brisa... creo que no podre llevarte a salir —susurró de una forma que apenas fue audible.
Yo negué con la cabeza e intenté sonreírle.
—No importa, será para después... ahora tienes que calmarte, tienes que respirar más despacio —expliqué intentando calmarlo.
—No puedo... —susurró nuevamente.
Si seguía así tendría que llamar a una ambulancia.
—Ey, ey... no digas eso, yo sé que puedes —lo miré —. Yo estaré aquí, ¿okay? Solo respira. Inhala y luego exhala —susurré con voz calmada, mientras le indicaba un ejercicio de respiración que se me vino a la mente, aunque no estaba muy segura de si eso funcionaria.
Él me imitó, inhalaba y exhalaba cada vez que yo le indicaba, y poco a poco fue calmándose completamente.
De una u otra manera terminé a un lado de él, apoyada contra la misma pared y con su cabeza recostada en uno de mis hombros. Su respiración era lenta y pausada, ni hablar de las leves caricias que le hacía a mí, mano para distraerse y no pensar de lo que había pasado hace unos cuantos minutos.
—Gracias —susurró después de lo que pareció una eternidad.
No pude evitar que una sonrisa de boca cerrada se formara en mi boca.
—Yo te cuido —Susurré.
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