23

Miraba por la ventana de mi habitación, estaba observando todo con mucha atención y de vez en cuando, tomando fotografías, tanto con la cámara profesional y la instantánea. Había decidido que un par de esas fotografías conformarían el portafolio que me habían pedido y que en menos de dos meses tendría que entregar.

Si fuera por mí, hubiera seguido toda la tarde, porque me sentía bastante cómoda y relajada cuando tomaba fotografías. Sin embargo, era la tercera vez que detenía la alarma que indicaba que ya tenía que arreglarme para el trabajo.

Así que, desanimada por no poder seguir, caminé a paso lento a bañarme, aunque después comencé a apurarme, ya se me estaba haciendo bastante tarde y posiblemente llegaría unos minutos después de la hora en la que llegaba usualmente a trabajar.

Cuando salí de mi apartamento, opte por tomar un taxi para poder apresurarme y llegar a tiempo, era justo el mismo que había tomado cuando fui a la universidad. Cuando se detuvo, me apresure para pagar y bajarme del auto, porque aunque había llegado en tiempo récord, aún estaba unos cuantos minutos sobre la hora.

Al ingresar, la campana característica del café, sonó indicando mi llegada. Inmediatamente, recorrí con la mirada el lugar y una muy ajetreada Sarah suspiro agradecida por mi llegada, el café estaba lleno, que yo estuviera allí era de mucha ayuda para ella y Alec.

Después de dejar mis pertenencias en donde correspondía, me puse manos a la obra y comencé a atender las mesas que me correspondían.

Solo deseaba que este día no fuera tan ajetreado.

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Cuando la última persona que se encontraba en una de las mesas, abandono el lugar, suspiramos aliviados. Hoy no había sido un día tranquilo, había sido todo lo contrario, agitado y ocupado.

Mi espalda dolía mucho y ni hablar de mis pies, pero mi parte favorita del trabajo, solía ser esta, que cuando todos los clientes se iban, Arthur me venía a buscar y juntos íbamos a su casa o a la mía a conversar y cenar juntos. Sin embargo, me pareció un poco raro que ya se hubiera acabado mi hora de trabajo y él no estuviera aquí. Arthur era una persona muy puntual, pero intenté no preocuparme.

Cuando cerramos el café entre los tres, ellos me preguntaron si no quería irme sola a casa, a lo que les respondí de forma amable que no tardarían en venir por mí y que no se preocuparan.

Ellos asistieron y se despidieron de manera cariñosa, yo intenté mantener la calma mientras veía como su silueta se perdía en una esquina que estaba a una buena distancia de donde me encontraba. Me repetía mentalmente que él no tardaría, que le había surgido un inconveniente y que pronto estaría aquí.

Alrededor de veinte minutos después, seguía parada en el mismo lugar, y Arthur no daba señales de vida. Lo había intentado llamar varias veces, sin embargo, él no atendía su teléfono. No quería creer que él estuviera ignorándome sin más, pero después de llamarlo una tercera vez entendí que talvez era así.

Ya estaba anocheciendo, la calle estaba parcialmente oscura, y aunque este lugar no era peligroso, el recuerdo de ser perseguida por un hombre desconocido que tal vez no tenía buenas intenciones, se repetía una y otra vez en mi mente. Era un hecho que Arthur no vendría y si me quedaba aquí a esperar, sería mucho más peligroso para mí.

Yo suspiré con fuerza y armándome de valor, comencé a caminar a paso apresurado a mi casa. El miedo que sentía no era algo comparado con lo molesta que estaba, mínimo debió avisarme para que yo pudiera resolver por mi cuenta.

Ni siquiera entendía por qué demonios no me contestaba los mensajes y las llamadas, esta mañana habíamos hablado y no parecía molesto. Talvez eso había cambiado en las siguientes horas, pero nada de eso tenía sentido, simplemente no era algo que él haría aun si se encontraba molesto.

En una esquina, me alejé dé la pared para poder seguir con mi camino tranquilamente, luego, me apresure más al ver mi edificio al frente. Solté un suspiro aliviada en la acera, había logrado llegar sana y salva.

Cuando estaba por ingresar al Lobby, un auto se estacionó en la acera de al frente de una forma descuidada. De adentro del mismo, se bajó un Arthur muy desesperado, al punto que no le importo mucho dejar la puerta del auto abierta y las llaves pegadas al tablero.

Él corrió en mi dirección y se detuvo a un escaso espacio de mí.

—Dios, cuanto lo siento... —murmuró bajo— lo siento mucho Brisa. —Negué con la cabeza.

—No es el lugar para hablar —murmuré caminando dentro del edificio, dejándolo parado en medio de la acera.

Estaba bastante molesta y tenía mis razones. Él no me siguió, supongo que se devolvió a cerrar el auto antes de subir, porque aunque la zona en la que vivía fuera segura, tampoco podía dejar su auto así sin más en la calle.

Estaba cansada y sinceramente, en este momento lo único que deseaba era mi cama y una taza de chocolate caliente.

Cuando ingrese a mi apartamento, una mano me impidió que cerrará la puerta.

—No me iré, no hasta que lo hablemos —habló Arthur. Su cabello se pegaba a su frente y su respiración era un desastre, señal de que había corrido para poder alcanzarme antes de que ingresará a mi apartamento.

—Bien. —Dejé la puerta abierta para que él entrará. Me dirigí a la cocina para servirle algo de agua.

—Gracias —murmuró, tomando el líquido de forma rápida.

No respondí, solo tomé asiento en el sofá y dejé mi bolso en la mesa de centro. Él copió mi acción después de unos cuantos minutos. Creo que lo que más le inquietaba era que no decía mucho, pero aunque para algunas cosas era algo impulsiva, solía pensar bien antes de tomar mis decisiones y hablar.

—¿Dónde estabas? —inquirí unos segundo después de que él tomó asiento a mi lado— ¿Estabas con ella, cierto? —inquirí nuevamente, aunque ya sabia la respuesta a esa pregunta.

—Yo... —sin embargo, tardo en responder y ni siquiera me miraba al rostro— sí, estuve con Alice.

—Si querías pasar por el hospital e ibas a tardarte más de la hora de mi salida, pudiste haberme avisado... —lo miré fijamente— pero, ni siquiera, contéstate mis llamadas —suspiré. El ceño de él se frunció.

—Nunca recibí alguna llamada de tu parte —murmuró. Ahora fue mi turno de fruncir el ceño, pero opté por no mostrarle las tres llamadas que le había hecho y los mensajes que le envié.

—Dijiste que ibas a ponerle limite a estas visitas y no percibo esos cambios —hice una pausa—, todo está igual o peor que la semana pasada.

—Ya hablé con ellas, pero, Alice está muy mal... yo —lo interrumpí levantándome del sofá.

—No es tu obligación hacer que ella coma, no es tu obligación hacer que tome sus medicamentos, no es tu obligación hacer que vaya a un psicólogo —lo señalé—, nada de eso es tu obligación... ¿Te digo de quién es? ¡Es de ella! De Alice —hablé sin levantar la voz, aunque no pasó desapercibido que la última oración haya sonado más alto de lo que yo quería.

Él se levantó también sin dejar de mirarme, nunca me había visto molesta, por eso tal vez le sorprendía que actuará así.

—¡Ya lo sé! Sé que nada de eso es mi obligación, pero quiero ayudarla, así como lo hiciste conmigo. —Me señaló.

—Arthur, pregúntate, ¿en algún momento dejé todo de lado por ayudarte? Nunca lo hice, fui muy equilibrada con mi tiempo y... —me interrumpió.

—ibas cada tarde —murmuró recordando que fui sin falta por tres semanas.

—Tú lo has dicho, cada tarde, no tres veces al día o toda la tarde, a asegurarme de que comieras. Y lo admito, a veces te lo preguntaba para saber si te alimentabas, pero lo hacía sutilmente, nunca me viste obligándote a comer o que sé yo —suspiré—. Siempre tuve en claro mis prioridades.

—¿Y yo nunca fui una de ellas? —Preguntó dolido.

—En ese momento, no sabía algo más que tu nombre y tu apellido. Ahora lo eres, pero... tú me haces dudar de sí, yo lo soy para ti.

Tomé asiento en el sofá.

—Si lo eres, desde hace bastante que lo eres —murmuró sentándose a mi lado.

—No sabes el miedo que tuve de volver sola a casa, desde lo que ocurrió no había salido de noche yo sola, hasta hoy —murmuré y mi ojo se llenaron de lágrimas—, la angustia es inexplicable, por favor, si no vas a buscarme solo dime y yo... —pero me interrumpió abrazándome.

—Lo siento... no sabes cuanto lo siento, cariño —susurró—, esto no va a volver a pasar y si llegó ausentarme, te prometo que te diré con una hora de antelación —dejó un beso en mi cabeza— Ve y date un baño lago, hoy prepararé la cena por los dos —susurró. Solo asentí—, y Pasta, no olvides cuanto te quiero. —Le mostré una sonrisa triste.

Le tomé la palabra, y tomé un largo baño de burbujas con olor a granada, me encantaba esa fragancia. Sin embargo, mi mente no estaba en el presente, estaba desconectada de la realidad, repitiendo una y otra vez la conversación que habíamos tenido.

Me sentía desanimada y algo tensa, después de todo, esta calificaba como la primera discusión que teníamos en el tiempo que llevábamos conociéndonos, tenía un amargo sabor de boca por eso. Y supuse que Arthur también se sentía igual que yo.

¿Tendría que sentirme tan molesta o feliz porque él era una buena persona que solo intentaba ayudar? De nuevo, no estaba mal que él hiciera lo que pudiera, yo solo quería que fuera un poco más equilibrado al hacerlo y ya.

Cuando termine de bañarme, me vestí con ropa cómoda y deje que mi cabello se secara solo, no tenía ánimos para usar el secador. Al salir de mi habitación, un delicioso aroma a comida casera llego a mis fosas nasales. Allí se encontraba él cocinando el delicioso pollo que mamá le había enseñado a cocinar, olía bastante bien y se veía increíble.

—huele fantástico —dije mientras tomaba asiento en uno de los banqueros del mesón.

—Sabía que te gustaría. —Sonreí sin mostrar mis dientes.

—Comamos antes de que se enfríe —murmuré.

Seguido de eso, comimos en un silencio cómodo, pero que de cierta manera sentía bastante tenso. Nos mirábamos mucho de reojo, más no nos animamos a hablar en ningún momento. Cuando terminamos de comer, él me ayudó a limpiar y juntos nos sentamos en el sofá.

Sin poder evitarlo, recosté mi cabeza en su hombro y el gustoso, me rodeó con su brazo para acercarme a su anatomía. Estuvimos así unos minutos, hasta que él decidió romper el silencio.

—Brisa... quiero decirte algo —hizo una pausa esperando mi respuesta. Yo solo asentí—, por favor, no vuelvas a dudar de lo que siento por ti, yo te quiero más que a nadie... —asentí en respuesta, mientras escondía mi rostro en su cuello. Para este punto, estaba sentada en su regazo, pero no parecía importarle.

—No lo haré —susurré oliendo su perfume. Luego de unos minutos él volvió a romper el silencio.

—Pasita, tengo que irme —avisó.

—Creí que te quedarías —murmuré separándome de él, aunque no fue mucho porque sus manos estaban en mi cintura.

—¿Quieres que me quedé? —inquirió con duda. Yo asentí mostrando una sonrisa de boca cerrada— Bien, solo... iré por mis cosas.

Seguido de eso, él se levantó para salir del apartamento, yo también me levanté, pero a diferencia de él, fui a acostarme a mi habitación. Eran pasadas las nueve de la noche y el cansancio del día de trabajo estaba comenzando a afectarme, al punto de que mis ojos comenzaron a cerrarse lentamente.

Después de unos minutos, a lo lejos escuché como la puerta principal era cerrada y después de un momento breve, pude visualizar a Arthur entrar a la habitación con un bolso mediano cargado en uno de sus hombros. Él me sonrió y siguió caminando en dirección al baño, en las últimas semanas habíamos entrado en mucha más confianza de la que ya teníamos, al punto de que si uno estaba en el apartamento del otro, ya no nos resultaba extraño.

Simplemente, nos acostumbramos a ir y venir.

Cuando él salió del baño, no pude evitar soltar una risita por su vestimenta, su pantalón de pijama tenía estampado a Iron Man por todos lados. Antes de acercarse a la cama, apago las luces, que se encontraban en la misma pared donde estaban las fotos.

—¿Te parece muy gracioso? —dijo mientras quitaba las mantas para acostarse a mi lado. Sin poder evitarlo, solté una risita.

—Eso me recuerda al otro tatuaje que no me has querido mostrar —murmuré mirando al techo.

—tendría que quitarme la camiseta y ya estoy demasiado cómodo para volver a levantarme —murmuró bajo, él también se encontraba cansado.

—Entonces, en la mañana —murmuré acercándome a él.

Para cuando menos lo esperé, me encontraba en la inconsciencia. El último pensamiento que vino a mi mente, fue que esperaba que Arthur se quedara conmigo la mañana siguiente.

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Poco a poco, fui despertando y nuevamente sentía algo caliente sobre mi rostro. Era un hecho que me cambiaría de habitación.

Al girarme al otro lado, no encontré a la persona que se supone debería haber despertado conmigo, al abrir los ojos, la cama estaba vacía y fría, hace rato que se había ido. Al mirar a mi alrededor, la tristeza que tenía desapareció, su bolso, se encontraba donde lo había dejado en la noche.

Suspire aliviada, él no se había ido.

Repentinamente, la puerta de mi habitación se abrió, y por ella ingresó un alegre Arthur con una bandeja que no sabía de donde había sacado, no recordaba tener una en mi cocina.

—Buenos días, pasita —saludó alegremente, dándome un beso en la mejilla.

—Muy buenos días, cariño —murmuré con una sonrisa.

—Te he preparado el desayuno, espero que te guste —mencionó mientras colocaba la bandeja sobre mis piernas. Los panqueques tenían forma de corazón, si yo los hubiera hecho hubieran quedado feos y deformes, no como los de él que se veían perfectamente cocidos.

—Se ve delicioso, muchas gracias. —Sonreí y él también sonrío.

Era poco decir que el desayuno estuvo increíble así como toda la mañana, porque la pasamos juntos, creo que era su forma de reponer la noche anterior. La mejor parte fue que en ningún momento tuvimos algún tipo de interrupción, cosa que agradecí mucho, ya que desde hace varias semanas no teníamos esta tranquilidad.

Más tarde, fue que me enteré de que Arthur había decidido apagar su celular para que no lo molestaran. Por un lado, me alegré, pero por otro no, su padre pudo haberlo llamado a lo largo de la mañana, y él no se habría dado cuenta nunca. Sin embargo, ganaba mi alegría, por qué al fin teníamos esos momentos juntos que tanto anhelaba.

Después del mediodía, fue que nos despedimos, se había ausentado toda la mañana y hoy era uno de sus días de trabajo, y yo también tenía que trabajar.

Sinceramente, creía que después de todo lo que habíamos hablado, él arreglaría las cosas y tendríamos de vuelta ese tiempo para nosotros. Qué equivocada estaba, porque antes de bajar del auto, me dijo que no podría buscarme en la tarde.

Nuevamente, dentro de mí se instalaba las dudas... ¿Cuánto tiempo más estaríamos así? O, ¿cuánto más tardaría en darse cuenta de que esa chica lo estaba manipulando al punto de que dejaba lo que teníamos de lado? Solo esperaba que él lo notara a tiempo, porque yo no esperaría para siempre y por mucho que me doliera, esa era mi realidad. Una en la que nuestra relación era lo segundo para Arthur.

Y él no sabía cuanto me dolía eso.

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