22
Miraba al cielo mientras caminaba e intentaba buscar un buen ángulo que me gustara. Estaba en el parque cercano a mi casa, con la cámara profesional tomando algunas fotografías, esta mañana me había llegado un mensaje acerca de las clases de la universidad, nos pidieron un pequeño portafolio con algunas fotos, para examinar nuestro potencial.
Así que, aquí estaba con Arthur, tomando las fotografías.
El parque era uno de mis lugares favoritos para venir a fotografiar, después de la terraza, claro está. Arthur venía unos cuantos pasos detrás de mí, varias veces lo había visto viendo su teléfono y la hora en su reloj, siempre intentando parecer discreto, aunque estaba fallando en su tarea.
Hace una semana exacta que nos habíamos enterado de que Alice había intentado acabar con su vida, la situación era complicada y muy delicada. Ella se negaba a cualquier cosa que no fuera traído por una persona en específica, y esa persona era nada más y nada menos que Arthur. Y era algo frustrante porque, él comenzaba, ha hacer todo lo que le decía o pedía, al punto de que ella estaba comenzando a absorber su tiempo, y él no lo notaba. Pero yo sí.
Intentaba ponerme en su lugar, él había pasado por una situación parecida, y yo lo había ayudado, ahora él intentaba hacer lo mismo por ella. Y eso estaba bien, no tenía nada en contra de que Arthur hiciera lo que pudiera, pero lo que me preocupaba es que sus prioridades comenzaran a cambiar.
Al mirar que, nuevamente, estaba viendo su reloj, camine la distancia que nos separaba.
—¿Ya le toca comer?
Él me miró fijamente, analizando mis palabras, y cuando lo comprendió, solo negó con la cabeza.
—No es eso, es solo que... —suspiró— sí —susurró. Ante eso, yo solo suspiré.
—Puedes irte si quieres, sé que ella también es importante para ti. —Él negó nuevamente acercándose más a mí, al punto de que nuestras respiraciones se mezclaban.
—Pero no más que tú —susurró—, quiero estar aquí contigo, ¿okay? —asentí.
Él cortó el espacio que nos separaba, y unió nuestros labios en un beso lento. Me gustaba mucho su forma de besar, porque lo hacía como todo un experto. Sin embargo, tuvimos que separarnos por una llamada de su celular.
—Lo siento —susurró.
—Solo ignóralo —susurré intentando continuar el beso. Él asintió. Cuando estábamos por volver a retomar el beso, su teléfono comenzó a sonar nuevamente.
Él gruñó por lo bajo contestando la llamada.
Yo suspiré nuevamente, mientras comenzaba a caminar para seguir tomando las fotografías.
Desde que Alice había atentado contra su vida, eran pocas las tarde que pasábamos tranquilos, al parecer solo Arthur podía hacer que comiera y tomará sus medicamentos.
La señora que estaba ese día en el hospital, era la madre de Alice, ella era la que solía llamarlo para que fuera a ayudarla. La entendía, Arthur solía facilitarle mucho el trabajo, pero, Alice se negaba a colaborar, por lo tanto, Arthur estaba pasando bastante tiempo con ella. Él quería ayudarla.
Dejando ese tema de lado, intente concentrarme en las fotografías, no faltaba mucho para qué iniciará el primer semestre de clases, y no podía estar más emocionada por ello.
Cuando por fin inició el atardecer, comencé a tomar todas las fotografías que pudiera, hace girar dome de que quedarán bonitas. Al mirarlas, una en particular me pareció la que mejor había quedado, se veía la luz del sol de la tarde reflejada en casi todo.
Era una de las mejores fotografías que había tomado.
—Brisa —me llamó Arthur. De forma rápida, recorrí la distancia que nos separaba—, lo siento... ella se niega nuevamente y su madre necesita mi ayuda.
Automáticamente, mi expresión, paso de tranquilidad a una neutra, no quería que notará lo desanimada que me sentía porque, nuevamente, no podía pasar mucho tiempo juntos. Todo se estaba volviendo complicado, y que Alice no colaborará, lo hacía aún más complicado.
Negué con la cabeza— Ya no importa —suspiré—, si vas a irte, está bien. Yo volveré al apartamento —comenté intentando que no notara mi cambio de humor.
—¿Segura?
Yo sonreí para transmitir una tranquilidad que no sentía.
—Sí, hay que irnos.
Seguido de eso, él tomó mi mano para comenzar a caminar en dirección su auto. Se notaba tenso, lo que fuera que le hayan dicho en la llamada no había sido algo bueno, justo como la mayoría de las llamadas que le habían llegado estos días.
Al estar dentro del auto, él encendió la calefacción, afuera el tiempo estaba algo fresco debido a que ya estaba anocheciendo.
—Lo siento, sé que últimamente no hemos pasado mucho tiempo juntos —habló rompiendo el silencio tenso que se había formado entre nosotros—, pero te prometo que apártate un día para nosotros, uno en el que no haya interrupción.
—Eso estaría perfecto.
El resto del camino fue bastante tranquilo y no tardamos mucho en llegar a mi apartamento. Cuando él detuvo el auto frente a la entrada de mi edificio, me miró fijamente.
—¿Nos veremos luego? —inquirió casi en un susurro.
—Sabes que sí —respondí en el mismo tono.
El espacio entre nosotros era realmente escaso, tanto que a él no le costó mucho eliminarlo para unir nuestros labios en un beso bastante apasionado. Apenas si podía seguirle el ritmo y eso a él parecía encantarle, cuando nos separamos mantuvo su frente pegada a la mía.
—Adiós —susurré separándose de él.
—Te quiero.
En ese momento detuve mi intento de abrir la puerta.
No sabía como alguien podía ser capaz de detener el mundo de una persona y a veces creía que eso no sucedería conmigo, pero era con pequeñas acciones, detalles sencillos que se hacían con palabras como las que me acababa de decir, ese te quiero había sido capaz de detener mi mundo.
Al ver que no respondí nada, él rompió el silencio.
—Brisa, yo... —pero antes de que pudiera terminar la oración, lo abracé fuertemente.
—Yo también te quiero —susurré contra la tela de su camisa. Él me correspondió el abrazo.
Era algo incómodo por estar en los asientos del automóvil, pero, sin dudas, no deseaba estar en ningún otro lugar que no fuera este.
—No era necesario que me respondieras ahora —murmuró contra mi cabello.
—Yo sé que no, pero era algo que también quería decirte —me separé de él de forma lenta—. Adiós, te quiero —me despedí saliendo del auto.
—Adiós, Pasita, también te quiero.
Así que, con una gran sonrisa, camine la corta distancia entre el auto y la puerta del Lobby de mi edificio.
El resto de la tarde que me quedaba, la pasé frente a la computadora editando las fotografías, lucían impresionantes con unos cuantos retoques que, a penas, eran perceptibles, pero que, hacían una gran diferencia en la calidad de la fotografía.
Para la cena, decidí comer algo no muy elaborado, pero que era delicioso, perfecto para alguien como yo, que no era muy buena en la cocina.
Cuando termine de organizar todo en mi acogedora cocina, me concentré en terminar armar mi portafolio. Sin embargo, sentía que era un trabajo a la mitad, necesitaba variedad y lugares diferentes. En ese momento, en a mi mente llegó la terraza, era el lugar perfecto para tomar otras fotografías.
Sabiendo que sería mañana o en otro momento que iría a tomar las fotografías, opte por salir de mi habitación y poner una película en la sala. Últimamente, todo lo que veía estaba relacionado con Marvel, así que, me decidí por una de las películas que más me había gustado hasta el momento. Antes de que comenzará, busque unas mantas para mantenerme caliente, y una almohada.
A mitad de la película, alguien llamó a mi puerta. Eso me pareció muy extraño, eran contadas las personas que me visitaban y más a esta hora de la noche. Solo abrí un poco la puerta y al ver a la persona en cuestión apoyada en el marco de la misma, la abrí completamente con el ceño fruncido.
—Deberías estar en casa —susurré sin saber qué decir.
—Debería —susurró Arthur, en su boca se formó una sonrisa de medio lado—. ¿Me dejas pasar? —inquirió parándose derecho.
En respuesta, solo me hice aún lado para dejarlo entrar al apartamento, al cerrar la puerta detrás de mí, fue que noté que traía una bolsa con comida. Él dejó la bolsa en el mostrador y se volteó hacia mí.
—¿Ya comiste? —inquirió, asentí en respuesta— Demonios, yo había traído la cena para los dos.
—Tranquilo Arthur, puedes comer mientras vemos la película —mencioné mientras buscaba un plato y cubierto para él.
Arthur tomó asiento en la barra.
—No creo que necesite un cubierto para comer tacos. —Ante su comentario, no pude evitar reír.
Solo le pasé el plato y algo de jugo de manzana del refrigerador. Luego tomamos asiento en el sofá y se cubrieron con la manta que ella anteriormente había utilizado.
—¿Qué estamos viendo? —preguntó él, en un tono divertido.
—Ant-Man.
El resto de la noche fue bastante tranquila, pero hacia el final de la película comenzó a invadirme el sueño. Sabiendo que posiblemente me dormiría, me acerque más a él, quien gustoso me abrazó y dejó un beso sobre mi cabeza.
Así fue como me deje llevar a la inconsciencia, entre unos brazos que me brindaban calor y protección.
.
.
.
.
Poco a poco comencé a despertarme, había algo caliente en mi rostro. Seguro era la luz que se filtraba por la cortina, que, nuevamente, había olvidado cerrar.
Que molesto.
Intentando dormir más tiempo, gire mi cuerpo lentamente al otro lado. Mi almohada estaba mucho más cómoda de costumbre. Sin poder evitarlo, la abracé con más fuerza para acercarla a mí.
"Qué cómoda almohada"
Creía que se medió del sueño, lo había pensado, más comencé a dudar de ello cuando mi almohada se movió. Mi ceño se frunció ante ello y poco a poco desperté del estado de somnolencia.
Al abrir los ojos, lo primero que noté fue que no era a mi almohada lo que abrazaba, era un torso masculino con un perfume que olía muy bien. Lo segundo fue esa sonrisa que me encantaba. Arthur, en un acto que me pareció muy tierno, beso mi frente y luego rompió el silencio.
—Buenos días —susurró con una voz muy ronca que hizo que mi piel se erizara. ¿Esa era su voz al despertarse? Dios, era muy linda.
—Buenos días —respondí en un susurro. Seguido de eso, me acosté boca arriba, mirando al techo de mi habitación.
—¿Cómo dormiste?—inquirió acercándose a mí y acariciando mi cabello.
—Muy bien —susurré —, una pregunta, ¿cómo fue que terminaste durmiendo aquí, conmigo? —lo miré, su perfil era atractivo y estaba comenzando a salirle una barba de un par de días. Eso era algo nuevo, él no solía dejarse crecer la barba.
—Después de que te quedaste dormida en la sala, te traje a tu habitación —hace una pausa— y cuando estaba por marcharme, me pediste que me quedara —confesó haciendo que mi ceño se frunciera nuevamente.
—No recuerdo nada de eso —murmuré mirando al techo nuevamente. Otra caricia en mi cabello me hizo cerrar los ojos, si seguí así podría dormir otra hora sin problemas.
—Estabas cansada, ¿has trabajado mucho estos días? —inquirió con curiosidad.
—No tanto, con el chico nuevo no ha sido tan pesado —mencioné recordando a Alec—. ¿Tienes hambre? —inquirió acercándome al él para estar más cómoda.
—No, ¿por qué lo preguntas?, ¿tú tienes hambre? —inquirió pausadamente.
—No, es que sigues haciendo eso, me voy a dormir y no deseo levantarme a cocinar —murmuré con voz somnolienta. En respuesta, soltó una carcajada ronca.
—¿Sabes que existe las entregas a Domicilio? —inquirió en un tono burlón. Solté una risita ante esa pregunta.
—Tú elige el menú, yo estaré bien con lo que sea que pidas —Lo abracé nuevamente.
Imagine que estaba sonriendo.
—Eso suena perfecto.
Los siguientes minutos los pasamos en un silencio bastante cómodo y tranquilo, él acariciaba mi cabello y yo no podía estar más encantada con eso. Era algo que me relajaba bastante.
—Hay que levantarnos o nunca saldremos de aquí —murmuré intentando no caer en la inconsciencia.
—Lo sé —murmuró él, en el mismo estado.
—¿Quieres levantarte? —susurré con pesadez. Él tardó unos segundos en responder.
—No.
Ante eso, me acerqué aún más, dejando mi cabeza en parte de su pecho. En respuesta, su mano derecha fue a parar a mi cintura. Sonreí ante esa acción y, lentamente, me dejé llevar a la inconsciencia.
.
.
.
.
No sabía cuanto tiempo había pasado cuando volví a despertarme, esta vez no había sido por gusto o algo voluntario, nos habíamos despertados exaltados por el timbre de uno de nuestros celulares que se encontraba en la sala.
Él murmuró algo por lo bajo, para luego avisarme que era su celular el que sonaba. Yo también murmuré un par de insultos en voz baja, sea quien fuera la persona que llamaba, nos había asustado bastante y había interrumpido esa maravillosa mañana de descanso.
Yo me acosté boca abajo intentando dormir un poco más, sin embargo, unos besos en la mejilla me impidió seguir durmiendo. Sonreí sin poder evitarlo.
—Pasita —susurró—, ya despierta dormilona. Son las nueve con cuarenta minutos —solté una risita divertida.
En respuesta giré de cuerpo completo hasta quedar acostada boca arriba, y sin importarme que acabará de despertar, también repartí besos por sus mejillas. Él soltó una risita.
—¿Quién era la persona que llamaba? —inquirí una vez me separé de él. Se encontraba sentado en la cama, justo en el espacio donde había dormido.
—Sobre eso... —suspiró— creo que no podré quedarme a desayunar contigo —murmuró algo desanimado.
—No te preocupes, siempre comemos juntos, ya lo dejaremos para otra ocasión —murmuré estirando mi cuerpo. Él asintió.
Luego volvió a levantarse y yo tenía mi vista fija sobre él. Sin embargo, lo aparte sonrojada después de notar un detalle en su vestimenta.
—Arthur, ¿dónde está tu ropa? —murmuré mirando a la ventana.
Porque sí, el chico solo tenía una franela puesta y ropa interior, dejando a la vista sus trabajadas piernas. A todo esto, me preguntaba cuando tenía tiempo de ir al gimnasio.
Volví a mirarlo, manteniendo la vista fija en su rostro.
—Estaba un poco incómodo a la hora de dormir, así que me la quité, de hecho, tú estabas de acuerdo con eso —en su boca había una sonrisa, le divertía mi ceño fruncido por la confusión—, por eso me lo quité antes de acostarme —respondió simple.
—¿Yo estaba de acuerdo? —inquirí con las mejillas sonrojadas. Él asintió lentamente con una sonrisa que mostraba su perfecta dentadura— Dios... —murmuré tapándome con las mantas hasta la cabeza.
Su risa ronca invadió el silencio que se había formado, seguido de eso, sentí el peso de su cuerpo sobre mí. Sabiendo que no podría esconderme por mucho, solo destape una parte de mi rostro, de manera que solo quedarán mis ojos a la vista.
—¿Estás avergonzada por eso? —inquirió en un tono divertido.
—¿Tú qué crees?—Volvió a reír, me vi tentada a cubrir mi rostro nuevamente, como segundos antes lo había hecho.
De una forma lenta, descubrió mi rostro y plantó un beso en mis labios.
—No tienes que sentirte avergonzada, por eso —susurró—, es normal en dos personas que están iniciando una relación. —Volvió a besarme, esta vez no pudimos evitar profundizar el beso. Él sabía lo que hacía y movía sus labios como un experto. Al parecer, le encantaba que apenas pudiera seguirle el ritmo.
Él se separó por unos segundos, y cuando vi en sus ojos las intenciones de seguir besándome por más tiempo, giré mi rostro a un lado y sus labios impactaron en mi mejilla.
—Cariño, si seguimos así, llegarás muy tarde. —Eso hizo que se levantará de forma apresurada hacia mi baño.
—¡Si no te molesta, tomaré una ducha! —Gritó mientras caminaba en tiempo récord a mi baño.
—No hay problema —murmuré lo suficientemente alto como para que él pudiera oírme.
Después de unos diez minutos, salió con el cabello húmedo y mi toalla de flores envuelta en la cintura. No queriendo mirar de más, volví a girarme boca abajo y mi vista la dejé fija en la ventana.
Él, al ver mi acción, soltó una risita. Estuvo buscando la ropa que había dejado doblada en la silla de mi escritorio y nuevamente ingresó al baño, fue cuando solté el aire que no sabía que retenía.
Cuando volvió a la habitación, estaba perfectamente vestido, y olía a mis productos de limpieza personal. Él se detuvo un momento frente al escritorio y sonrío genuinamente cuando vio sus fotografías pegadas en esa pared.
Cuando terminó volvió a tomar asiento en la cama y acarició mi cabello. Yo también tomé asiento en la cama.
—¿En serio tienes que irte tan pronto? —inquirí intentando que se quedara. Él asintió y yo suspiré— Bueno, creo que ella también tiene que comer, ¿no? —murmuré haciendo referencia a Alice.
—No es por ella —murmuró mirando las sabanas. Entre nosotros comenzó a formarse un ambiente tenso.
—Mírame a la cara y dime la verdad —murmuré. Si iba a intentar mentirme descaradamente, me molestaría mucho.
—Sí, iré con Alice, su madre fue la que llamaba más temprano —Yo suspiré, y en movimientos bruscos comencé a quitar de encima todas las mantas que me cubrían.
—Eso era lo que quería saber. —Caminé a paso apresurado al baño, pero antes de siquiera pisar las baldosa del mismo, unas manos fuertes me tomaron por la cintura, impidiéndome avanzar.
—Espera, no quiero irme sabiendo que estás molesta conmigo —susurró bajo.
—No estaría molesta si no me mintieras, se supone que tenemos algo y no estaría bien que lo iniciemos con mentiras —hablé—, tienes que confiar en mí y comunicarte conmigo, si no no va a funcionar y quiero que esto funcione —lo miré sobre mi hombro. Él suspiró.
—Lo siento mucho, desde ahora haré un mayor esfuerzo para comunicarme contigo y no ocultarte nada —volvió a susurrar dejando un beso en la mejilla.
—Eso suena bien. —Mostré una sonrisa de boca cerrada. Él suspiró.
—Tengo que irme... —susurró— hablaré con la madre de Alice, ya es tiempo de que ponga un límite con las visitas. —Volvió plantar un beso en mi mejilla, últimamente estaba mucho más cariñoso de lo normal.
—Eso suena mucho mejor —susurré y solté un suspiro pesado cuando él, de manera atrevida, comenzó a besar justo en donde mi cuello y hombro se unían. Eso me hizo que en mi cuerpo se sintieran muchas sensaciones diferentes.
—¿Y si vamos juntos? —inquirió, de forma sutil, en un susurro.
A mi mente vinieron las pocas interacciones que tuve con Alice, los momentos cargados de tensión y su tono de voz para dirigirse a mí. Yo no era de su agrado, así que, queriendo evitarme momentos incómodos para todos, opte por la decisión más sensata.
—No quiero que ella se sienta incómoda con mi presencia, así como tampoco deseo sentirme incómoda con la suya —murmuré, aunque no sabía como. No tenía voz para hablar.
Después de lo que me pareció una eternidad, se separó de mí y fue cuando pude volver a respirar con tranquilidad. Yo me giré en mi sitio para quedar frente a frente con él, aunque la diferencia de estatura hacía que tuviera la mirada arriba en todo momento, porque Arthur era mucho más alto que yo.
—De acuerdo, no voy a obligarte a hacer algo que no quieras —habló, en su rostro se notaba que estaba un poco decepcionado con mi respuesta. Luego se acercó a mí para darme un beso en la frente— Te quiero —susurró.
—Yo también —susurré separándome para entrar al baño. Él salió del cuarto y se fue del apartamento, yo solté un suspiro y me miré al espejo en la pared.
Cuando observe mi aspecto, murmuré una exclamación de molestia, mi cabello estaba muy despeinado y ni hablar de esas horribles ojeras que tenía marcada junto con la marca de la almohada en la mejilla. Y como si no fuera suficiente, fue en ese momento que había recordado que no había lavado mis dientes, y Arthur me había visto y besado sin importarle mucho.
Dios, ese chico me quería mucho, ni siquiera Amaia se acercaba a mí cuando tenía este aspecto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top