21

—¡No me gusta! —exclamé con frustración. A mis espaldas, Nakia soltó un fuerte suspiro mientras llevaba una de sus manos a su rostro, ella estaba igual de frustrada que yo y la entendía.

Hoy era el día en el que conocería a los padres de Arthur, él me había dicho que todos cenaríamos juntos y no podía estar más emocionada por conocerlos.

Con ese compromiso pendiente, me comuniqué con Nakia para que me ayudara a comprar un vestido que fuera adecuado para la cena, si bien tenía bastantes vestidos en mi armario que me hubieran servido para la ocasión, no quería usar alguno de esos, porque Arthur ya me había visto con la mayoría de esas prendas o eran muy sencillos para la cena.

Ella coincidió con que necesitaba algo nuevo e innovador para dar una buena impresión. Sin embargo, después de media mañana de compras y de tres tiendas descartada, no encontrábamos algo que me gustara lo suficiente como para comprarlo. Ella quería que me probará cosas algo cortas y descontadas, y yo prefería algo más modesto y neutro para su gusto.

Por eso era que habíamos horas comprado sin resultado, por las diferencias de opiniones.

—¡Es el vestido número veintitrés! —exclamó con drama y molestia.

—Pero, ¡no me gusta! Y si no me gusta, no lo usaré —hablé haciendo una mueca y volví a mirar el vestido.

El vestido era de un color entre azul y gris, era bastante ajustado a mi cuerpo, haciendo que resaltaran mis curvas, era corto... muy corto a mi parecer y ni hablar de la espada, estaba a la vista de todos. Era un vestido bonito, pero no el indicado para conocer a los que muy posiblemente terminarían siendo mis suegros.

Y ella quería que lo comprará.

—Se te ve bonito —comentó ella mirando fijamente el vestido, si es que así se podía llamar.

—Si me agachó, se me va a ver hasta el alma. Este está descartado y punto —hablé mientras caminaba de mala gana en dirección al probador.

—Bien —suspiró con resignación —, allí está otro vestido, si no es ese ya ninguno lo será y tendremos que continuar nuestra búsqueda en otra tienda —Asentí antes de entrar al probador.

Al ingresar al pequeño espacio, me aseguré de cerrar correctamente la cortina de tela gruesa que sirve como puerta. La verdad, al ser la primera tienda que no posee puertas en los probadores, le tenía poca fe y desconfianza, pero después de ver que el exterior no se veía y que había alrededor de dos o tres personas vigilando afuera, tuve más seguridad a la hora de ingresar.

A dentro, estaba el dichoso vestido colgado a un lado de los otros, el cual reconocí porque era el único de todos que no me había probado.

Era un vestido de color negro con una fina tela de tul por encima, me recordaba a la noche oscura con muchas estrellas, era de tira finas y un escote de corazón que era bonito sin llegar a ser vulgar, se ajustaba a mi cintura y caía de forma simple hasta mis rodillas.

Era bonito.

Con la esperanza de que este fuera el elegido y que esta búsqueda para encontrar el dichoso vestido no fuera en vano, me lo coloque animada, intentando ser cuidadosa. Cuando abrí la cortina, allí estaba Nakia mirando su celular.

—Nakia —la llamé—, este me gusta mucho.

Me pare al frente del espejo. Al mirar mi reflejo, observe que el vestido se amoldaba de forma correcta a mis curvas. Me gustaba mucho como me quedaba.

Al despegar su mirada del celular, su expresión paso de aburrimiento a incredulidad.

—Si no es ese, no es otro —murmuró con la vista muy fija en la ropa.

—Te confieso que tenía mis dudas acerca del color, pero la verdad que me queda muy bonito. —murmuré— Lo compraré.

Seguido de eso, ella elevó los brazos al cielo y, de una manera bastante dramática, le agradeció a Dios porque ya me había decidido por un vestido, y nos podríamos ir. De nuevo, muy dramática.

Al salir de la tienda, ella me comunicó que tendría que irse rápido, porque Hugo vendría a buscarla para salir y ya la estaba esperando. Yo le agradecí por acompañarme y le aseguré que podía marcharse tranquila.

La caminata serviría para relajarme un poco, lo que más me daba nervios de la cena era mi última experiencia conociendo a los padres de mi expareja, Derek, y no había salido bien, de hecho, fue todo lo contrario. Sus padres habían sido bastante bruscos conmigo y me habían hecho sentir incómoda toda la noche, en parte porque aseguraban que solo estaba con Derek por su dinero cuando nunca fue así. Y lo peor de todo, fue que él nunca me defendió, solo comió en silencio mientras su madre me llamaba oportunista.

Yo sabía que Arthur y Derek no estaban ni cerca de parecerse en algo, eso me calmaba y disipaba un poco el miedo, pero realmente no era lo suficiente como para dejar que ese sentimiento de inquietud se disolviera por completo.

Suspire sonoramente y solo desee en silencio que esta noche, todo saliera bien.

Al cruzar la calle, saqué mi teléfono celular para mirar la hora, pero justo en ese momento me llegó una llamada entrante.

El nombre Cariño me indicaba quién estaba llamando, y también me sacó una sonrisa de boca cerrada.

—Hola —saludé.

—Hola Pasita —saludó él. Automáticamente en mi boca se formó una sonrisa.

—¿Cómo ha ido tu día? —inquirí recordando que le tocaba trabajar.

Bastante tranquilo, sin muchas personas esta mañana. ¿Y el tuyo?, ¿cómo ha estado tu día? —inquirió.

Le había contado de mi día de compras, así que lo más probable era que deseaba saber como me había ido con eso.

—Bien, ya encontré un vestido.

¡Qué bueno! Aunque yo creo que te ves muy bien con lo que sea que te pongas. —Ante su comentario, no pude evitar sonrojarme.

—Estoy algo nerviosa —confesé en un susurro.

¿Te digo algo? Yo también estaba bastante nervioso cuando conocí a tu madre, y todo salió bien —tomó una bocanada de aire—. No te preocupes pasita, no tienes que sentirte nerviosa, no hay nada que temer y lo mejor de todo —continuó hablando—, es que hoy podrás abrir el libro que te regalé.

Ante su confesión, mi rostro pasó de sereno a mostrar una expresión de incredulidad.

Hace semanas que deseaba abrir el libro, y mirar su contenido. Unos cuantos días antes, había intentado abrirlo y descubrir que era eso que Arthur se habían empeñado en mantener en misterio, pero, por obra del universo, tocaron el timbre y eso evito que dañara la sorpresa.

Desde entonces, había mantenido el libro en el lugar original que le había dado. Lo admito, había sido una tarea complicada no ver el contenido y, después de ese percance, no me había plantado intentar abrirlo de nuevo.

Las cosas que hago por ti, Arthur.

—No te mentiré, estoy muy ansiosa de saber cuál es el contenido.

Ya lo sé, y has hecho un buen trabajo esperando a que yo te dijera cuando abrirlo. Ya no tendrás que esperar más, esta noche, después de la cena con mis padres, podrás abrir el obsequio.

Iba a responderle, pero pude escuchar varias voces en el fondo.

>>Pasita, acaban de llegar clientes. Tengo que irme, pero tranquila, nos vemos esta noche.

—Está bien, no te preocupes y nos vemos luego, cariño. —Su risa ronca se escuchó al otro lado.

Adiós. —Él no esperó una respuesta de mi parte, solo colgó la llamada.

Seguido de eso, solté un suspiro. Cuando mire a mi alrededor, me encontraba a poca distancia de mi edificio, así que, a paso tranquilo camine lo que me faltaba.

Eran alrededor de las once de la mañana, el día estaba soleado y las personas a esta hora eran pocas en la calle, unos trabajaban y otros estaban de vacaciones. Al ingresar a mi edificio, salude de forma breve al portero y entre a la caja metálica.

Dentro del ascensor, no pude dejar de pensar en los planes que tenía para esta noche, estaba nerviosa de lo que pudiera suceder y, no era solo por la cena, sino por el libro envuelto.

Ya faltaba poco para ver el contenido. 

Solo unas horas, repetía en mi mente.

Al ingresar a mi apartamento, caminé directo a mi habitación, quería darme una ducha larga que me relajara. Antes de olvidarlo, coloqué la bolsa en el escritorio y saqué el libro de la pequeña gaveta, y lo coloqué a un lado de la bolsa para no olvidarlo.

Aunque, dudaba que pudiera olvidar un detalle tan importante como ese.

La mayor parte de la tarde la pasé tranquila, después de un largo rato en la bañera, mi pequeño cuarto de baño quedó impregnado con un fuerte olor a rosas y vainilla, resultado de la mezcla de los distintos productos que le había aplicado al agua. Después de eso, me vestí y aun con mi cabello húmedo, prepare algo de almuerzo.

Alrededor de las cinco y media de la tarde, fue que decidí comenzar a arreglarme. Mi corto cabello lizo lo dejé suelto en un peinado bastante bonito, me maquillé de una forma sencilla, pero que realizaba mis facciones y, por último, me fundé en el vestido. De calzado opté por unas sandalias bajas que iban perfectas con la prenda, que sería el centro de atención.

Cuando me miré en el espejo de cuerpo completo de mi cuarto, sonreí, no parecía la misma persona de unas cuantas horas atrás.

Estaba satisfecha con el resultado de mi aspecto, así que, cuando estaba por comenzar a guardar mis cosas, el tono de llamada de mi celular.

Cariño iluminado en la pantalla me hizo saber quién era la persona que llamaba.

—Hola.

Hola Pasita, ¿ya estás lista? —inquirió con nerviosismo.

—Ya casi, solo tomo mis cosas y estoy lista —murmuré al mismo tiempo que tomaba un bolso y comenzaba aguardar todo, iniciando, por lo más importante, el libro.

Bien, estoy en tu puerta en un momento —avisó.

—Te espero.

Al colgar, de forma rápida, busque lo que me faltaba, apagué las luces de mi habitación y baño. Camine en dirección a la cocina por algo de agua antes de irme, sentía la garganta algo seca.

Cuando el sonido del timbre invadió toda la estancia, dejé él basó en su lugar correspondiente y tome mi bolso.

Al abrir la puerta, mis ojos hicieron contacto con Arthur, y tuve que aguantarme un suspiro. La imagen que tenía frente a mí, era algo que nunca imaginé que vería. Allí estaba él, pero a diferencia de otros días, se encontraba con ropa diferente a la que normalmente usaba, esa camisa de botones junto con ese saco le quedaba increíble, y su cabellera estaba peinada hacia atrás de forma despreocupada. Se veía muy bien.

A su vez, él no paraba de escanearme con la mirada, como si no creyera que era yo a quien tenía al frente.

—Estas... hermosa —susurró sin salir de su impresión.

—Gracias... tú también de vez bien —murmuré sintiendo como me sonrojaba. Ante él alago, él sonríe de medio lado.

—¿Lista para esta noche? —inquirió. Yo asentí mientras cerraba la puerta a mis espaldas.

—Sí, solo estoy un poco nerviosa.

—Pasita —él tomó mi mano y me acercó a su cuerpo—, no te preocupes, yo estaré allí. ¿Okay? —Asentí respirando hondo.

Seguridad de eso, caminamos al ascensor en silencio. Él se notaba relajado, mientras que yo era un manojo de nervios. En el auto, Arthur hizo mención del libro envuelto, cosa que agradecí, pensar en algo que no fuera la cena me ayudó bastante a distraerme y liberar algo de tensión. Cuando menos lo imaginé, él ya estaba estacionando el auto frente a una casa de dos pisos bastante bonita. El jardín delantero estaba muy bien cuidado y tenía muchas flores, haciéndolo lucir muy bonito.

Solté un suspiro sonoro y de forma rápida, me bajé del automóvil.

—Yo quería abrir tu puerta —murmuró con el ceño fruncido. Ante esto, no pude evitar reír.

Arthur siendo Arthur.

Al iniciar la corta caminata hasta la puerta, él tomó mi mano, justo como el día de la feria. Ante esta acción, le di una leve sonrisa mientras miraba al frente. La puerta era de madera oscura y la casa estaba pintada con tonos claros que le daban calidez a la casa.

Después de tocar el timbre pasaron unos cuantos segundos ante de que nos abrieran la puerta, y lo que vi me impresionó. El hombre que abrió era idéntico a Arthur, con seguridad podía afirmar que cuando él fuera mayor se vería exactamente como el señor que tenía en frente.

Él escaneó con la mirada a Arthur y luego posó su mirada en mí, seguimos de eso, mostró una gran sonrisa y fue el primero en romper el silencio.

—¡Mi muchacho! Qué alegría verte hijo —lo fundió en un abrazo bastante cariñoso.

Ahora entendía por qué tanto parecido, era su padre.

—¡Papá!, nos vimos esta mañana —dijo separándose del señor mayor. Su padre soltó una carcajada—. Por cierto, quiero presentarte a Brisa Holmes —su mano envolvió mi cintura para acercarme a él—, Brisa, él es mi Padre, Dante Williams.

—Es un gusto, señorita —habló el señor cordialmente, mientras extendía su mano hacia mí en forma de saludo.

—Igualmente. —Sonreí, estrechando su mano.

—¡Adelante! Están en su casa. —Nos invitó a pasar.

Yo fui la primera en pasar a la casa, seguida de Arthur.

Al igual que el exterior, el interior de la casa reinaban los colores cálidos que hacían que el lugar luciera hogareño y reconfortante.

—Tiene una casa muy bonita, Señor Dante —comenté, caminando hacia la sala.

—¡Muchas gracias, jovencita! Pero todo ese mérito es de mi esposa, ella es la que se encarga de la decoración de la casa —respondió Dante con orgullo.

—Y hablando de mamá, ¿dónde se encuentra?

—En la cocina, sabes cuanto le gusta preparar comida para sus invitados —señaló en dirección a donde, creo, era la cocina.

—Ven Brisa, te presentaré con ella, ha estado muy emocionada por conocerte —mencionó Arthur mientras tomaba mi mano para dirigirme hacia la cocina. Solo asentí.

Al entrar a la espaciosa cocina, el olor a comida nos invadió fuertemente, como en el cuarto que anteriormente había visto, aquí también reinaban los colores cálidos que hacían que el lugar pareciera acogedor.

Al frente de la estufa, se encontraba la madre de Arthur. A deferencia de los dos hombres, ella era muy baja y su cabello estaba ligeramente adornado por un par de mechones, de color gris. Su ropa estaba cubierta por un delantal de cocina.

Cuando su mirada conecto con la mía, su expresión cambió a una de alegría y se acercó a mí para darme un cariñoso abrazo.

—Al fin nos conocemos, ¡estoy tan feliz! —mencionó mientras me abrazaba con algo de fuerza.

—Mamá, vas a dejarla sin aire.

Ante el comentario de Arthur, no pude evitar reír y su madre tampoco.

—Es un gusto conocer la Señora —dije una vez había recuperado mi espacio personal.

—Oh, no, nada de Señora, tú puedes llamarme Gladys —dijo pasando sus manos por el delantal, para volver a tomar una cucharada de madera y revolver, una vez más, el contenido de la olla en la estufa.

—De acuerdo —murmuré.

Después de eso, nos envolvió en una charla muy animada para poder conocernos mejor, ellos eran unos señores muy entusiastas que realmente se querían, me recordaban a mi familia, solo que sin la locura.

Justo cuando pasaron unos veinte minutos de nuestra llegada, ya nos encontrábamos todos contado en la mesa lista para degustar la comida que Gladys nos había preparado con tanto esfuerzo y ella se veía bastante orgullosa del resultado. No mentiré, la comida estaba muy deliciosa, ahora entendía de donde Arthur había sacado el ser tan bueno en la cocina, venía de familia.

Justo cuando estábamos terminando de comer, Arthur se retiró unos minutos para responder una llamada telefónica.

Sin dejar que eso nos afectará, mantuvimos la conversación, hablar con sus padres era bastante agradable y ellos me hacían sentir cómoda. Pero, todo ese ambiente se esfumó cuando Arthur volvió al comedor, estaba tenso, pálido y la mano que sostenía el celular le temblaba. Allí supe que algo no estaba yendo como debería.

—Mamá, lo siento, pero no podremos quedarnos más tiempo.

—¿Todo está bien, hijo? —inquirió su madre levantándose de su asiento para acercarse a él.

—Sí, lo está, pero... tenemos que irnos.

—Bueno, supongo que es el final de la visita —asumió Dante, picando con su tenedor el último bocado de su comida.

—Sí, los volveré a visitar pronto —prometió—, ven Brisa, es hora de irnos —suspiré.

Luego de despedirse de todos, le prometí a Gladys que la visitaría de nuevo, ella me había agradado y su esposo también, eran personas muy buenas. Por dentro de mí celebraba por haberles caído tan bien como ellos me agradaba a mí.

Después, de una forma un tanto apresurada, nos adentramos al auto, Arthur se veía ansioso y preocupado. Sin embargo, decidí no preguntarle. No hablé, hasta que me di cuenta de que nos dirigíamos en dirección contraria a mi apartamento.

—Arthur —llamé su atención—, mi casa no es en esta dirección.

—Lo sé, pero quiero que me acompañes al lugar al que voy —mencionó mientras se detenía en un semáforo en rojo. Él miraba cada tanto la luz, demostrando lo impaciente que se sentía.

Luego de unos minutos más en el auto, llegamos al hospital central de la ciudad. No entendía lo que pasaba, y mi rostro demostraba la confusión que sentía.

Cuando estuve a punto de hablar, más no pude hacerlo. Él se bajó apresuradamente del auto, y a duras penas, pude seguirle los pasos dentro del enorme lugar.

Cuando llegamos a una de las salas de espera, me sorprendió un poco ver a todos sus amigos junto a una persona que no había visto antes. Era una señora mayor, de tés clara y ojos color chocolate, que no lograba asociar con alguno de ellos.

—¿Cómo está? —inquirió Arthur con preocupación.

—Ya está fuera de peligro, han logrado hacerle un lavado de estómago justo a tiempo, ahora está inconsciente por los sedantes —Matt hace una mueca—, se puso histérica cuando despertó y se dio cuenta de que seguía aquí.

En ese momento, Arthur soltó una sonora bocanada de aire, era como si soltara ese aire que no sabía que retenía, y junto con Matt, se alejaron para continuar hablando. Sin embargo, yo aún no entendía lo que sucedía.

Alison se acercó a mí, me abrazo y me saludo cordialmente. Y luego de una charla de unos cuantos minutos, fue que entendí lo que sucedía.

Entendí por qué su cambio tan drástico de actitud en la cena, entendí su impaciencia e imagine lo que podía estar sucediendo en su mente.

Alice había intentado suicidarse.

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