15
—Bien, ya está finalizado el proceso de inscripción, te has inscrito con bastante antelación, las clases inician en dos meses, así que por ahora puedes estar tranquila. Eso es todo, por ahora cualquier novedad te la estaremos haciendo saber al número que nos has dado —comentó la mujer de mediana edad detrás del escritorio.
Ahora me encontraba finalizando los trámites para, oficialmente, retomar mis estudios de fotografía. No podía evitar sentirme emocionada porque, después de un año, volvería a hacer lo que me apasionaba.
—Está bien, muchas gracias —me levanté de mi asiento justo cuando ella también se levantó, estrechamos las manos y nos dimos una breve despedida.
Salí lentamente de edificio principal del campus, el lugar se miraba majestuoso y bien cuidado. Lo mejor de todo, es que esta increíble edificación estaba a unos quince minutos a automóvil.
Estando en el auto, fue que recordé que necesitaría un par de cosas para iniciar la carrera, también necesitaba una mejor cámara. No es que la mía se hubiera dañado, pero para esta carrera necesitaba una cámara de alta resolución.
Sabía que tenía tiempo suficiente para hacerlo después, ella había dicho que tenía alrededor de dos meses, pero me conocía perfectamente, sabía que si lo dejaba para después lo olvidaría y tendría que comprar todo a última hora. Esto era importante, no deseaba dejarlo para último minuto, también porque no sabía donde conseguir una sin que sintiera que tenía que vender un órgano para pagarla.
Tenía tarea por delante, pero no era algo tan difícil de conseguir.
En camino al centro comercial, saqué mi celular para enviarle unos mensajes a Nakia. Había hablado con ella por una llamada la noche anterior, comentándole los planes que tenía para el día de hoy. Ella estuvo bastante contenta en cuanto se lo comenté, también me dio sus felicitaciones.
Poco tiempo después, había llegado a mi destino. De una forma breve pagué el viaje y me despedí para ingresar al centro comercial.
Mi primera parada fue una tienda de tecnología, ahí encontraría la cámara que buscaba para poder estudiar.
Había muchas variedades y distintos modelos. Al final terminé optando por una que me había recomendado en la universidad y que no era tan cara. Adicional a la cámara, compré una lente que hacía que la calidad de la fotografía fuera muchísimo mejor.
La lente era muy costosa, pero valía la pena.
Luego, me dirigí a la zona de la comida para buscar un lugar donde pudiera comer algo. En la mañana apenas si había tocado mi comida debido a lo nerviosa que me sentía y ahora pagaba las consecuencias de no haber comido bien. Después de terminar de comer, me dirigí a una librería (papelería) cercana de donde me encontraba.
A eso de las tres de la tarde fue que decidí que había sido suficiente y que ya deseaba volver a mi casa. Así que, a un andar tranquilo, abandoné el centro comercial.
No tarde mucho en volver a mi apartamento, ya que el centro comercial no estaba muy lejos, fácilmente podía volver a casa caminando.
Al ingresar, solté un sonoro suspiro debido al cansancio mientras me avanzaba por todo el lugar hasta llegar a mi habitación. Las compras que había hecho las dejé sobre mi escritorio junto con mis pertenencias y después de quitarme los zapatos, me tire boca arriba sobre la cama.
De forma lenta, mis párpados se fueron cerrando y sin poder evitarlo me dejé llevar por la inconsciencia.
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Lentamente, fui recobrando la conciencia, sentía algunas de mis extremidades dormidas por estar tanto tiempo en una misma posición. Al abrir mis ojos y mirar a mi alrededor, la habitación se encontraba a oscuras y algo fría porque las ventanas se encontraban abiertas.
Poco después fue que me levante y encendí las luces de la habitación. Luego fui al baño y cambié mi vestimenta por algo más cómodo.
Cuando terminé, recordé que aún no había podido ver la cámara que había comprado. Sin embargo, el sonido del timbre me dejó claro que sería algo que tenía que posponer por ahora.
No estaba muy contenta con esta interrupción, más intenté pensar en otra cosa porque eran muy pocas las personas que me visitaban a esta hora sin aviso previo.
Quien sea que estuviera afuera, era porque tenía algo importante que decirme.
Y aunque quisiera haber intuido quién estaba tocando mi puerta, no creo que pudiera haberlo hecho ni en un millón de años
—¿Hugo? —inquirí con palpable confusión en mi tono de voz.
Se notaba a plena vista que algo no estaba bien con el pelirrojo, su ánimo era decaído y su mirada color verde se notaba apagada. En resumen, no era el chico carismático que Nakia me había presentado cuando hicieron sería su relación.
—¿Puedo pasar? —inquirió, en un susurro.
Solo asentí en respuesta ciertas me hacía un lado para que él pudiera pasar al apartamento.
A pesar de que él no había dicho casi nada, sabía que la razón por la que estaba aquí no era por algo bueno, él no venía seguido a mi apartamento y mucho menos sin mi amiga.
Luego de pasar, él dudó unos segundo antes de tomar asiento en uno de los sofás individuales. Yo copié su acción, aunque tome asiento en el sofá más grande.
—¿Está todo bien? —inquirí, intentando comprender que era lo que sucedía.
Hugo suspiró sonoramente antes de responder a mi pregunta.
—No... no lo está, ya no sé qué más hacer y solo deseo lo mejor para ella.
No podía estar más confundida que ahora, no entendía mucho de lo que quería decirme, pero creo que había aceptado con decir que esto no era nada bueno.
—Nakia y yo hemos tenido varios problemas. Creí que... creí que si la llevaba a otro lugar y dejábamos la rutina de lado, todo estaría bien, pero no lo está. Estamos en un punto de nuestra relación en la que discutimos por todo, incluso por cosas pequeñas e insignificantes.
—Ella no me había mencionado nada al respecto —mencioné, recordando las conversaciones de los últimos días con ella.
Siempre me decía que todo estaba en orden y que todo estaba de maravilla.
—Cree que la estoy engañando y por más que le dé pruebas de lo contrario, ella simplemente está convencida de que es así. —Se recostó del respaldo del sofá.
—¿Cuándo fue la última vez que tuvieron una conversación sobre este tema?
—El día que vino a quedarse contigo, no me escuchó, solo se fue —suspiró sonoramente.
¿Por qué no me sorprendía? Nakia a veces podía ser impulsiva, en eso nos parecíamos bastante.
Yo también solté un suspiro y, luego de haber buscado algo para beber, deje que me contará el problema. Me sentía un poco extraña porque los dos no éramos lo suficientemente cercanos como para que él estuviera contándome sus problemas, sin embargo, me sentía bien porque tenía la confianza de contarme lo que le sucedía.
El que hubieran discutido no era lo único nuevo que él me contaba, entre lo que sucedía estaba el miedo latente de perder a Nakia. Hugo era una buena persona, así que con una buena comunicación esperaba que solucionaran sus problemas.
Luego de una hora, decidió marcharse alegando que ya era muy tarde para estar fuera y que mañana trabajaba temprano. También me dijo que intentaría hablar con Nakia, a lo que solo pude desearle lo mejor.
Cuando abandonó el apartamento, no pasaron ni cinco minutos para que la puerta fuera tocada nuevamente.
—¿Olvidaste algo? —murmuré sin mirar a la persona que tocaba la puerta.
—No... ¿Hugo si olvidó algo?
Al escuchar esas palabras, levante la mirada rápidamente. Nakia estaba aquí y no se veía contenta.
—No quiero discutir contigo... hay cosas más importantes de las cuales tenemos que hablar —murmuré—. ¿Por qué no me dijiste que no estaban bien?
Ella suspiró sonoramente, se notaba que estaba intentando aguantar el llanto.
—¿Te lo dijo?
—Si y estoy... —Suspire sonoramente—. Demonios, amiga... tienes mucho que contarme —comenté, dejándola entrar a mi apartamento.
—Pará qué te contaría algo si él ya se me adelantó —se tiró en el sofá y dejó salir ese llanto que había intentado retener.
—Quiero escucharlo de ti.
—Creo que me engaña —admitió en medio de un sollozo.
Estuvo llorando unos cuantos minutos más, desahogándose todo lo que tenía guardado. Estuvo aferrada a mí todo ese tiempo y yo solo pude estar allí para ella. Cuando estuvo más calmada, fue que decidí romper el silencio.
—Cariño, Hugo es uno de los hombres que aún me hacen creer que hay personas buenas en el mundo. Sabes que sería incapaz de hacerte algo como eso. —Seguí abrazándola.
—Hemos tenido tantos problemas últimamente que ya no sé qué hacer ni como resolverlos, es que... yo —susurró en medio del llanto.
—Shh, está bien cariño... todo está bien, primero quiero que dejemos en claro algo, cuando tengamos algo que nos atormenta no hay que dudar en decirnos lo que sucede, ¡Nos conocemos desde los once! Desde hace bastante que dejamos eso de guardarnos cosas para nosotras. Y segundo... —Ella se separó de mí en movimientos rápidos y con su mano se limpió las lágrimas que había en sus mejillas.
—No lo entiendes, yo lo vi... lo vi con alguien más —me miró fijamente, y pude ver como por sus mejillas corrían nuevas lágrimas.
—¿Cómo? ¿Lo viste? —inquirí.
—Sí, con una chica.
—¿Y le preguntaste quién era? —inquirí haciendo contacto visual directo. Ella negó de una forma casi imperceptible—, ¿No lo hiciste? Tenía que haberle preguntado, apenas tuviste la oportunidad.
—¿Crees que no lo intente? Amo a Hugo, y tan siquiera imaginar que él está con otra a mis espaldas me tiene devastada. No sé qué haré si lo admite y me dice que lo que observe, si era lo que yo creía, sería... sería lo peor para mí.
Seguido de eso, ella volvió a romper a llorar en un llanto amargo. Duró unos cuantos minutos más, hasta que volvió a calmarse. Cuando se detuvo, la separé de mí y limpié sus mejillas con mis pulgares.
—¿Ya te sientes mejor? —asintió lentamente—. Ve a darte una ducha de agua caliente, usa mis cosas y demora todo el tiempo que necesites, yo pediré una pizza y en el refrigerador hay helado de chocolate, leí que comerlo ayuda a disminuir la tristeza. —Sin poder evitarlo, ella soltó una risita.
—Y que conveniente que sea mi sabor de helado favorito —murmuró mientras intentaba limpiar su rostro.
—¡Lo sé! —Sonreí.
Se levantó.
—Gracias Brisa, por estar aquí.
—Amiga, tú me escuchas en medio de mis crisis, lo menos que puedo hacer es estar para ti en las tuyas —hice una breve pausa antes de continuar—. Ahora ve a darte esa ducha, el agua caliente es perfecto para relajar el cuerpo.
—La pizza sin piña.
—Nunca haría esa maldad.
Con una expresión un poco decaída, caminó en dirección a mi habitación, y yo me dirigí a buscar el folleto de la pizzería de la que solíamos comprar siempre. Cuando termine de hacer la llamada, comprobé que hubiera suficiente helado en lek refrigerador. Con la noche que se avecinaba, creo que necesitaríamos mucho.
Para matar el tiempo, me dediqué a mirar mis redes sociales. Sin embargo, dejé de lado mi celular y cambie mi expresión en cuanto escuche los pasos de Nakia en el pasillo. Al mirarla, no pude evitar que mi ceño se frunciera.
No traía una de mis pijamas, tenía puesto un conjunto deportivo, su cabello estaba húmedo y en su mano tenía su teléfono.
—¿Te vas? — pregunté.
—Sí, tengo que... tengo que hablar con él y solucionarlo todo, ya no puedo seguir así. Le escribí y está a unos cinco minutos de aquí.
—Okay, solo espero que todo salga bien. —Me acerqué para darle un abrazo que correspondió gustosa.
—También yo —murmuró separándose de mí.
—Llámame si necesitas algo.
Ella asintió, mientras se dirigía a la puerta del apartamento, seguida de mí.
—Adiós, rubia —se despidió una vez estuvo en el pasillo.
—Estamos hablando amiga —murmuré en despedida. Luego cerré la puerta y me recosté en ella.
Creo que tendría que comerme la pizza sola.
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Sentía el pánico una vez más.
Mis andar era bastante veloz, sobre todo porque las personas en la calle a esta hora eran muy pocas, el nerviosismo en mí era palpable y aún no lograba acostumbrarme a volver a salir a altas horas de la noche.
No podía evitar mirar cada tanto sobre mi hombro para asegurarme de que nadie me siguiera.
Estaba cansada de esta rutina que había llevado las últimas semanas, pero por ahora no me sentía muy preparada para salir de ella y arriesgarme. Así que, salir de noche sola era algo que había pospuesto hasta nuevo aviso.
Cuando estuve en el lobby del edificio, pude sentir como el miedo disminuía. Sin embargo, ver la figura de ese chico alto y de ojos grises hizo que dejara de pensar en mí alrededor por unos pocos segundos.
Arthur
Al escuchar su nombre articulado por mí, él levantó la vista de su teléfono celular. Seguido de eso, lo guardó y caminó la corta distancia que nos separaba.
—Hola, Brisa —susurró.
Yo sonreí.
—Hola, ¿cómo estás? —inquirí, al ver que se había quedado en silencio.
—Bastante bien, gracias por preguntar. Todo ha estado tranquilo estos días —murmuró, aunque sonaba bastante cohibido.
Iba a hablar nuevamente, pero el sonido del ascensor, indicando que ya estaba en nuestro piso, me detuvo de hacerlo. Yo ingresé tranquila, sin embargo, mi ceño se frunció al ver un él estaba dudando en ingresar.
—¿No vienes? —murmuré, al ver que él no se movía de su lugar.
—Sí —susurró.
Su lenguaje corporal me dejaba en claro que no se estaba sintiendo muy bien, estaba actuando como el día que tuvo un ataque de pánico en el pasillo.
—¿Estás bien? —inquirí.
—Sí, solo... estoy bien, no te preocupes —asentí inconforme, su respuesta no me había tranquilizado.
Al salir del elevador, caminé un poco lento para mantenerme a la par de él. Al estar frente a mi puerta, intente no demorarme.
Cuando ingresamos a mi apartamento, él no dudó en tomar asiento en el sofá. Su piel estaba pálida y se notaba un poco nervioso, sin embargo, no hice ninguna pregunta para qué no se sintiera presionado de ninguna manera. Si había algo que él quisiera contarme, no dudaría en decírmelo cuando se sintiera cómodo y a gusto.
Él me había pedido una bebida, así que después de dársela, le pedí unos cuantos minutos para irme a cambiar por algo mucho más cómodo y que me sirviera para salir si así lo quería.
Al salir de la habitación, Arthur ya se había terminado el agua y esperaba pacientemente que yo llegara.
—Ya estoy mejor —afirmó, mirándome.
—Entonces, ¿admites que te sucedía algo? —inquirí, haciendo que una sonrisa se formara en su boca.
—Nada pasa desapercibido ante ti.
Ahora era mi turno de sonreír.
—No, nada.
Tomé asiento en el sofá grande y, él se levantó para sentarse junto a mí y pasar su brazo por encima de mi hombro.
—¿Qué planes hay para hoy?
—Nada, en especial, una cena simple... afuera —murmuré, tanteando el terreno.
Él me miró fijamente.
—¿Afuera? —asentí con la cabeza—, ¿estás segura, pasita? —inquirió, con curiosidad.
—Sí... no te mentiré, estoy asustada, pero, ya no puedo dejar que el miedo me domine y límite mi vida. No deje que alguien lo hiciera en el pasado, no comenzaré ahora —espeté decidida.
—Eso está bien, aunque sabes que no hay prisa ni presiones, si no te sientes cómoda podemos volver aquí y ver una película.
Asentí con una sonrisa.
—Hay una buena razón para celebrar, es algo nuevo y muy reciente que quiero comentarte, solo déjame ir por un abrigo y un bolso —me levanté rápidamente.
No tarde mucho antes de salir ya cambiada y lista para nuestra cena improvisada. Y no solo había ido por mis pertenencias, también había buscado la cámara nueva que había comprado para mostrársela.
Había tenido el tiempo suficiente para verla y probarla en la mañana, tanto que una de las primeras fotografías que había tomado se había convertido en mi más reciente publicación en Instagram.
Al ver lo que traía conmigo, no pudo evitar mostrar una expresión de incredulidad.
Luego de relatarle todo lo que había hecho ayer, salimos de mi casa. Claro, dejamos la cámara dentro, era una adquisición bastante importante, no quería que se perdiera o que me la robaran por ahí.
—¿Cuándo la compraste? —inquirió rompiendo el silencio que había entre nosotros.
—Ayer, es una parte de las buenas noticias que tengo que contarte —murmuré, mientras tocaba uno de los botones del panel del ascensor.
—¿Y me las dirás? —preguntó curioso.
—En la cena.
Luego de eso, ingresamos a su auto y coloque la dirección del lugar al que quería ir en el GPS. El viaje en el auto fue agradable y la mayoría del tiempo son las pasamos escuchando música, aunque las canciones no sonaban completas porque él solía cambiar la canción antes de que terminara.
Al llegar a nuestro destino, me quedé mirando el lugar fijamente con una expresión de confusión.
-—Creí que comeríamos en otro lugar —comenté, mientras desarrollaba mi cinturón de seguridad. Él copió mi acción.
—Me dijiste que eligiera yo y tú invitabas —citó mis palabras.
—Sí, pero, nunca imagine que elegirías un KFC. —Él solo se encogió de hombros.
Cuando estuvimos en nuestra mesa luego de tener nuestra comida, nos enfrascamos en una conversación bastante animada, nos pusimos al día como no habíamos podido hacerlo por lo ocupados que habíamos estado estos días. Luego, nos invadió un silencio cómodo que rompíamos cada tanto para hacer algún comentario sobre la comida.
—Tengo un par de ideas en mente, pero, realmente, deseo escucharlo de ti y que me lo confirmes, así que ¿Vas a decirme qué es eso que celebramos? —inquirió. Yo sonreí y asentí con la cabeza.
—Celebramos que pronto comenzaré una carrera para convertirme en fotógrafa —su expresión paso de ser neutra a ser de incredulidad.
—¡Eso es asombroso! —comentó con emoción.
—No te mentiré, estoy nerviosa, pero soy optimista.
Él tomó mi mano por encima de la mesa y yo no me negué. También pude sentir como me sonrojaba ligeramente.
—Serás una increíble fotógrafa —confesó. Ante sus palabras, no pude evitar sentir algo en el pecho, esa sensación que sentía cada que podía hablarle a alguien más de lo que me gustaba, solo que esto era diferente.
Más no desconocido.
—Y tú serás un increíble escritor.
Él mostró su linda dentadura y no pude evitar copiar su gesto, mantuvimos el contacto visual unos segundos que me parecieron eternos. Su iris color gris me trasmitía muchas emociones distintas y su pupila adoptaba un brillo curioso que lo hacía más exótico a la vista.
Aunque no lo conocía de hace mucho, había convivido el tiempo suficiente con el cómo para notar ese ligero cambio en su mirada, era muy pequeño pero notorio.
Sus pupilas se dilataban al mirarme, y aún no entendía el porqué.
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