12

—No te preocupes Brisa, puedes irte a las seis sin problemas —murmuró la morena aceptando la petición que le había pedido.

—¿De verdad? ¡Te lo agradezco mucho! —espeté entusiasmada y sin poder evitarlo terminé dándole un gran abrazo que me correspondió luego de unos segundos.

Sarah no era alguien a quien le agradara mucho el contacto físico, así que intentando no ser brusca se soltó de mi agarre.

—Ve a casa rubia, nosotros terminaremos con todo. —Me sonrió. Con esa oración entendí que se quedaría con el chico nuevo que había iniciado a trabajar a inicios de esta semana.

Asentí en respuesta con una sonrisa y de forma apresurada busqué mis pertenencias para iniciar mi trayectoria a la casa.

Desde el inconveniente, hace más de una semana, no había podido tener mucha tranquilidad. Las salidas nocturnas, algo característico en mis horarios, las había eliminado por completo de mi rutina. 

A las seis de la tarde solía invadirme un sentimiento de angustia y de pánico que solo menguada cuando estaba en la seguridad de mi apartamento. Sin embargo, a veces ni eso lograba calmar el miedo, solo ponerle el seguro a la puerta y recostarme en mi cama me tranquilizaba.

Era en ese momento que podía soltar el aire que no sabía que retenía. 

Desde lo sucedido, Arthur me había hecho varias invitaciones para intentar distraerme mientras la denuncia avanzaba y todo se solucionaba. Más la mayoría de esas salidas solía rechazarlas por el simple hecho de que solían ser muy avanzada la tarde y el solo imaginarme volver a casa sola, me tenía temblando como hoja de papel.

No le había contado a nadie como me sentía, ni siquiera a Arthur, que había estado conmigo ese día. Así que él no comprendía por qué estaba tan empeñada en rechazar casi todas sus invitaciones. 

La respuesta era simple, no quería volver a toparme con ese hombre de nuevo.

Al girar en la esquina de siempre, a cierta distancia pude visualizar mi edificio y de mis labios salió un suspiro de alivio por saber que estaba a nada de llegar al lugar que mi mente había etiquetado como seguro. Mi andar se había incrementado al punto de casi trotar y al igual que los otros días, solo había podido sentir paz estando dentro de las cuatro paredes de mi habitación.

Ahora me encontraba recostada a la puerta de madera, sentada en el suelo y con mi respiración errática debido a que había corrido por el pasillo y por la mitad de mi apartamento. No sabía en qué momento las lágrimas habían comenzado a correr por mis mejillas y no me creía capaz de detener el llanto que ya había iniciado. 

Mi cuerpo temblaba como ese día.

A mi alrededor el tiempo parecía detenerse y los sonidos se habían vuelto tenues, sabía que algo estaba haciendo ruido a la distancia. Sin embargo, no había hecho el más mínimo intento de levantarme a averiguar que era. No me encontraba en condiciones para lidiar con cualquier otra persona.

Fue justo en ese momento que el primer sollozo salió de mis labios y fue cuando mi llanto se hizo incontrolable. 

Lloré... por lo que pareció una eternidad, desahogando todo eso que me atormentaba, ningún sonido salía de mis labios y aun así sentía como si mi garganta ardía. Lloré... hasta que no pude más. 

Cuando termine, aún seguía recostada de la puerta, sabía que mi maquillaje era un desastre y que, debido a ello, mi aspecto no era el mejor. Al calmarme un poco, me levanté del frío suelo en movimientos torpes y lentos.

Aún tenía puesto el bolso donde traía mis pertenencias. Con algo de lentitud lo retiré de mi cuerpo y lo dejé sobre algún mueble de la habitación sin importarme mucho cuál.

Al ingresar al cuarto de baño, no intente repasar como me veía en un espejo, no necesitaba verme para saber que tan malo era mi aspecto. Solo me concentré en despojarme de toda prenda e ingresar a la ducha.

El agua caliente relajo mis músculos tensos en cuestión de minutos y despejó mi mente de al menos la mitad de los problemas que me atormentaban. Tome una ducha larga y fue así como recupere el control de mis emociones. 

Para este momento, ya me encontraba vestida frente al espejo de mi baño, cepillando mi cabello para deshacer los nudos que se habían formado en él. 

De una forma inconsciente y casi ausente, detuve mis movimientos, dejé el cepillo de madera sobre el lavamanos y camine lentamente el espacio que me faltaba para adentrarme a mi habitación. 

Con la mirada repasé mi alrededor, mi habitación era, a mi parecer, algo que me representaba: La mayoría de mi espacio estaba ocupado por mi cama con sabanas blancas con dos mesitas de noche a cada lado, una de las paredes estaba pintado con un todo verde agua que le daba color a la habitación, ya que prácticamente todo lo que había en ella era en tonos crema. 

Una de las paredes, en la que se encontraba la cabecera de la cama, se encontraba cubierta de fotografías de la cámara instantánea y abarcaba más de la mitad de la misma. Y por último a mi izquierda se encontraba un pequeño escritorio y en la pared donde se encontraba el mueble había notas y uno que otro obsequio hecho por mi antigua pareja.

Había un par de estantes y adornos extras en mi habitación; sin embargo, mi mirada no pudo apartarse del escritorio.

De forma pausada tomé asiento en la silla que venía a juego con el mueble

Ya no tener las cosas de Derek por toda mi habitación era algo que no me dolía, de hecho, me había deshecho de cada cosa que le perteneciera por el simple hecho de que ya no las quería conmigo. Alguna prenda olvidada por error, artículos de limpieza... por lo más mínimo que fuera, me había encargado de que desapareciera de mi apartamento. 

Así que, en mi mente, no comprendía por qué no había hecho lo mismo con todas estas notas de la pared.

Soltando un suspiro, apoyé mis codos en la madera del mueble, mirando atentamente cada pequeña nota sobre la misma. Con la ira acumulándose por dentro y sin siquiera terminar de mirarlas todas, ya había tomado una decisión silenciosa que no necesitaba ser articulada para saber cuál sería mi siguiente movimiento. 

Deshacerme de todo.

A él no le había costado nada sacarme de su vida, y aunque a mí sí me había costado un poco al principio, este era el paso final y definitivo para cerrar ese ciclo de mi vida de una vez por todas.

Así que, bruscamente, comencé a arrancar cada papel de la pared y a tirarlos en el pequeño cubo de la basura que tenía bajo mi escritorio. 

Suspiré, me sentía liberada.

Ya no había nada que adornada ese lugar, y no me sentía mal, por ello ni siquiera causaba el mínimo sentimiento en mí. 

—Así está mejor —susurré para mí. 

Y lo estaba.

Ahora no estaba sintiendo ese sentimiento molesto en la boca del estómago, cada que me desprendía de algo que para mí en algún momento fue significativo. 

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—Aquí tiene señorita, que tenga un bonito día. —Se despidió la dependienta de la tienda, mientras me entregaba las compras que había hecho.

Di un breve agradecimiento antes de salir de la tienda en un andar lento y calmado.

No me encontraba a más de dos cuadras de mi apartamento, así que no me tomó más de unos diez minutos llegar a mi edificio.

Era mi día libre y normalmente no esperaba a nadie para salir a menos que nos pusiéramos de acuerdo por mensajes. Así que, cuando vi la silueta de mi morena amiga me sorprendí.

—¿Nakia? —inquirí, rápidamente en mi boca se formó una sonrisa. 

La morena se encontraba recostada en una de las paredes del pasillo con su celular en la mano. Cuando escucho mi voz, rápidamente levantó la mirada y caminó la poca distancia que nos separaba. Su aspecto era impecable como siempre, característico de ella que siempre cuidaba su físico.

Ella me dio un efusivo abrazo que no dude en corresponder.

—Estaba por llamarte —se separó de mí—, tenemos mucho de que conversar. 

Asentí de acuerdo con sus palabras.

—Así es amiga. 

Intente abrir la puerta de mi apartamento, sin embargo,  la tarea se me complicó mucho por las bolsas que cargaba. Al ver lo torpe de mis acciones, Nakia me ayudó con las compras mientras yo habría la puerta.

—Gracias —susurré mientras me hacía a un lado para ella ingresará primero.

Cuando estuvimos dentro de la estancia, ella, con toda la confianza, se paseó por el lugar y colocó las bolsas en la barra de la cocina. 

Luego, ambas tomamos asiento en el sofá más grande.

—¿Por qué no habías respondido a mis llamadas? —inquirió mirándome fijamente.

Desde el incidente me había alejado del mundo, casi no tenía comunicación con nadie y había limitado un poco mi uso del celular, al punto de dejarlo casi por completo, a lo mucho veía la hora.

—Solo... dejé el celular por unos cuantos días. 

Ella soltó un sonoro suspiro.

—Estuve preocupada, mucho. Tú nunca sueles hacer eso.

Asentí.

—Ya lo sé —murmuré— pero, necesitaba un descanso del mundo virtual y lo que conlleva.

—Es solo que... bueno, si dices que lo necesitabas, yo lo respeto. Solo avisa para que yo no me preocupe —hizo una pausa—. ¿Sabes? No vine aquí para discutir cosas insignificantes, vine a pasar el tiempo contigo. Cuéntame, ¿Qué has hecho últimamente?

—Yo, mmm... hay algo nuevo, que no ha dejado de rondar por mi mente —hice una pausa—. Es una idea muy reciente. 

Ella me escuchaba atentamente. 

—¿Qué tienes en mente? —inquirió con curiosidad. 

—Tú sabes que casi desde que terminé la escuela, mi sueño siempre ha sido un lugar donde asentarme, y ya estoy un poco más cerca de conseguirlo. Sin embargo, creo que lo pospondré por ahora, porque vi lo que tengo en mi cuenta y... me alcanza para pagar una carrera universitaria. El punto es que, quiero estudiar fotografía. 

Su expresión se mantuvo serena todo el tiempo y escuchaba con atención cada palabra que le decía. 

—¿Quieres estudiar fotografía? —inquirió después de unos cuantos segundos.

Asentí varias veces, se notaba lo nerviosa que me encontraba. Ante mí repuesta, soltó un chillido muy agudo que casi me dejó sin audición y luego se abalanzó sobre mí,  dándome un abrazo muy cariñoso.

—¡Eso es maravilloso! —exclamó entusiasmada—Estoy tan contenta por ti.

—¿Crees que es buena idea? —inquirí, con duda, una vez nos separamos de ese efusivo abrazo.

—¿Es una broma? ¡Es lo mejor que me has dicho! Esto se merece una celebración. Hoy me quedaré aquí, tendrás que prestarme alguna de tus pijamas de abuelita, pero eso es lo de menos. Comeremos helado y veremos Chicago Fire toda la noche —murmuró, rápidamente. Tanto que apenas logró entenderla.

Creo que estaba mucho más entusiasmada que yo.

—Okay, esos planes suenan bien... Gracias por tu apoyo incondicional.

—Para eso estoy. Ahora, ¿a quién más se lo has dicho? —inquirió, mirándome.

—Solo a ti, es algo muy reciente. 

Asintió. 

-—Amiga, estoy tan feliz por ti. Ya tendré quien me tome esas fotos, Tumblr y Aesthetic que me encantan —No pude evitar soltar una risita ante ese comentario. 

—Claro, seré tu fotógrafa personal. 

—¡Que bien! Hay una película muy juega con la que podemos iniciar esta fabulosa tarde, iré a cambiarme. Busca algo de comer —comentó, y antes de que pudiera hacer algún tipo de movimiento, ella ya había desaparecido de mi vista.

Solo pude sonreír mientras me levantaba a buscar algo de lo que ella había dicho, y cuando menos lo esperé, ya había regresado con una de mis pijamas puesta. 

Solía llamarlas "pijamas de abuelita" porque en su mayoría el pantalón era largo y o batas que no definían la figura, pero que, en mi defensa, eran bastante cómodas a la hora de dormir.

—Me sorprendes Brisa, ya no tienes esos camisones de abuelita. 

Ante su declaración, no pude evitar darle una mirada de reproche.

—El día que fuimos de compras, cambien parte de mi armario. —murmuré.

—Cambiando el tema, se me había olvidado preguntar por ese amigo tuyo lindo con el que has pasado mucho tiempo últimamente, ¿cómo está él? —inquirió, haciendo referencia a Arthur.

Yo suspiré. 

—La verdad no he hablado mucho con él estos días, ni nos hemos visto en persona. —Al articular esas palabras, ella me miró con intriga y el ceño fruncido. 

Creo que estaba de más decir que la película ya había quedado de lado.

—¿Qué sucedió? Hasta donde sé, ustedes estaban bastante bien.

Suspire detalladamente antes de comenzar a contarle todo. Ella fue muy paciente y comprensiva, escuchó con atención cada palabra que dije y antes de siquiera darme algún consejo, lo primero que hizo fue preguntarme como me encontraba y si no me había hecho algún daño.

—Solo me siguió, no logró acercarse a mí. 

Ella soltó un sonoro suspiro, parecía aliviada por mi declaración. 

—Me alegra saberlo. Pero, entonces, ¿Te quedaste a dormir en su casa? —asentí— ¿Y qué sucedió luego?

—Me levanté muy temprano esa mañana y me fui. —Comencé a jugar con mis manos.

—¿Antes de que se despertara? —asentí nuevamente— Demonios Brisa.

La miré con el ceño fruncido. 

—No podía quedarme, él había hecho mucho por mí la noche anterior y... realmente, no estaba tranquila y me sentía muy nerviosa. 

—No estabas tranquila, bueno, es entendible por lo que habías pasado antes. Pero, ¿nerviosa?

Asentí mirándola.

—No solo por lo que había ocurrido, sino porque quería volver a casa.

—Comprendo, pero, mínimo, debiste haberle mandado un mensaje diciendo que habías tenido que salir temprano.

—¡Sí, lo hice! —exclamé más alto de lo que hubiera querido. Ella me miró de forma acusatoria— Le envié un mensaje, apenas salí de casa y cuando llegue. 

—Eso está mejor, sin embargo, sigo creyendo que debiste quedarte —refutó poniendo una de sus manos en su mentón. 

Negué con la cabeza, si seguíamos así la conversación no terminaría nunca.

—Esto será un cuento de nunca acabar porque no tenemos las mismas opiniones. Sé que tú te hubieras quedado, pero yo no... no me gusta tomar ese tipo de atrevimiento. Sabes cuán respetuosa soy con el espacio personal.

—Nunca tomaste el teléfono de Derek sin su permiso en el año de relación que tuvieron —murmuró ella, de una forma casi mecánica. 

—Exacto, y aunque suene estúpido o ingenuo, no me gusta invadir el espacio personal de nadie —me levanté para tomar una lata de jugo del refrigerador—, y de la misma forma espero que también respeten el mío. Por lo tanto, si sentía que de cierta forma estaba invadiendo su espacio, así que me fui y no solo fue por eso, quería volver a casa.

Al mirarla, me estaba haciendo señas indicándome que también quería una lata de jugo.

—Pero, ¿el hecho de que te abrió las puertas de su casa y te dejo quedarte no te indica que no estabas siendo invasiva? —se la pasé, ella la aceptó gustosa.

Yo le di un trago a mi bebida mientras volvía a tomar asiento en el sofá.

—No lo sé.

—Amiga, la respuesta es clara: Estás pensando mucho las cosas.

Ante sus palabras, no pude evitar fruncir el ceño en señal de confusión. Al ver lo confusa que me encontraba, ella no dudó en dar su bebida en la mesa en medio de los muebles y se acomodó en posición de indio en el sofá.

>>Estas pensando demasiado y dejándote llevar mucho por eso. Básicamente, tus decisiones se están limitando a reducidas opciones solo por las dudas. Eres una chica libre, ya deja las complicaciones y empieza a actuar.

Actuar. 

Después de meditarlo unos cuantos segundos y de pensar en la decisión que yo consideraba correcta, articule una respuesta para ella.

—Tienes razón —murmuré.

Ella me sonrió y su atención volvió a la película que estaba a nada de terminar.

Nakia no se había equivocado al decir que solía pensar mucho cada decisión que tomaba, como prueba estaba la carrera que iba a estudiar, había tardado dos años en decidirme por ello.

En muchas cosas, mi mente era un ancla que no me dejaba avanzar ni hacer cosas que me gustaban por pensar en cada una de las cosas que podrían ocurrí menos en lo que me ganaría con ello o si me divertirá si lo intentaba. 

De forma pausada, volví a acercar la lata de jugo a mis labios, dándole un sorbo largo. Luego, cambié el tema de conversación y así continuamos el resto de la noche.

Teníamos algún tiempo que no dedicábamos un tiempo para nosotras, así que esto fue justo lo que necesitábamos. 

Nakia me puso al tanto de todo lo que sucedía en su vida, me comentó que estaba planeando unas pequeñas vacaciones en las afuera de la ciudad. Lamentablemente, dijo que su novio y ella habían tenido algunos pequeños desacuerdos, y que lo mejor era este momento para solucionarlo. 

También me comento que todo en su trabajo estaba marchando bien, aunque había sido complicado porque estaba muy atareada.

Cuando se acabaron los temas de conversación, fue que iniciamos el maratón de la serie que Nakia deseaba ver y ordenamos una pizza en un restaurante italiano que nos encantaba. Nos dormimos en la madrugada, a mitad de uno de los episodios que casi no estábamos viendo debido al sueño.


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En la mañana, unos golpes en la puerta principal se encargaron hacer que mi despertar ya no fuera tan alegre. Sentía que no había dormido mucho, así que, quien sea que estuviera tocando a mi puerta, era de mis personas menos favoritas.

No pude evitar soltar un gruñido de molestia, esto era un abuso en un día sábado.

Al no escuchar los insistentes golpes en la puerta, supuse que la persona del otro lado se había dado cuenta de la confusión y se había ido, cosa que me permitía poder seguir durmiendo tranquilamente. Sin embargo, el hecho de que los golpes se volvieron a escuchar, más fuertes e insistentes en la puerta, me aseguraba de que quien estaba del otro lado no se había equivocado de apartamento. 

—Brisa, ¿quién demonios está tocando la puerta tan temprano? —inquirió, Nakia con voz ronca y adormecida. Podía asegurar con certeza que ella estaba más dormida que despierta. 

—No lo sé —Mi voz sonaba casi igual que la de ella.

—Sea quien sea, se está ganado mi odio.

Ante sus palabras, solté una risita. 

Y una vez más, los golpes de una forma insistente en la puerta, volvieron a escucharse.

—Iré a ver, tú sigue durmiendo.

No pude volver a gruñir cuando sentí la madera fría contra las plantas de mis pies, había olvidado ponerme algún calzado. Luego, a paso lento, comencé a caminar hacia la puerta mientras pasaba las palmas de mis manos por mi rostro y sin importarme mucho el estado en el que me encontraba, fui a ver quién era la persona que tocaba con tanta insistencia.

Cuando abrí la puerta, no pude evitar fruncir el ceño con confusión, porque Arthur se encontraba del otro lado con la mano levantada a punto de tocar una vez más.

—Creo que si sigues tocando de esa manera despertarás a todos —murmuré por lo bajo—, buen día, Arthur. 

Lo único que pude notar de su aspecto era que se notaba algo impaciente, no repare en la forma en la que estaba vestido, mi mente no estaba lo suficientemente despierta para hacerlo.

—Lo siento mucho, es solo que... quería hablar contigo —murmuró, con un ademán le indique que pasara, pero se negó alegando que no demoraría mucho.

Una vez más, volví a pasar mis manos por mi rostro, en un intento de despertarme lo más que pudiera.

>>Lamento haberte despertado —murmuró al ver mis acciones.

Negué con la cabeza restándole importancia.

—¿Seguro que no quieres pasar? —insistí nuevamente. 

—Sí, estoy bien así. Solo, necesito saber algo y no creo que tarde mucho.

Asentí, dejándolo continuar. 

—¿Por qué estás evitándome? —inquirió de forma directa haciendo que me ahogara con mi propia saliva.

Al ver que la conversación tardaría un poco más de lo que yo creería, decidí que lo mejor era salir al pasillo. Nakia tenía una muy buena audición y sinceramente, ahora no deseaba un interrogatorio de esos a los que ella me sometía cuando algo le daba mucha curiosidad. 

—No te estoy evitando —murmuré una vez se me pasó la tos, aunque no había logrado mi tarea de disimular, porque mis mejillas se encontraban sonrojadas y no necesitaba verme en un espejo para saberlo.

Este tono de piel casi del color de un papel no me favorecía en estas situaciones.

—Sí, claro —murmuró de forma sarcástica—. Brisa, ¿hice algo mal? ¿Te incomodé de alguna forma? Sí, fue así, no era mi intención. No quería hacerte sentir de esa manera, y... no quiero que tengas algún tipo de temor cuando estés conmigo, ni que tengas algún sentimiento de incomodidad. Quiero que te sientas segura y tranquila cuando estemos pasando tiempo juntos.

Estaba estática en mi lugar. 

Dios, él estaba muy preocupado.

—¿Puedo hablar o vas a seguir? —inquirí luego de unos segundos.

Negó con la cabeza mirándome fijamente.

>>Me fui temprano porque me sentía incómoda, pero no por las razones que crees —agregue rápidamente al ver que iba a interrumpir—, simplemente, quería volver a la seguridad de mi habitación. Además de que, ya me habías ayudado bastante en la noche y estaba un tanto intranquila por el incidente. Yo me sentía segura contigo, pero quería volver a mi casa.

—Entonces, ¿no estás molesta conmigo? —inquirió. Negué con la cabeza— Y yo creyendo que lo estabas —murmuró por lo bajo.

—No estoy molesta, de hecho iba a hablar contigo hoy, pero te adelantaste.

—Quería invitarte a la biblioteca, pero no estabas seguro de si estabas molesta. Además, en los últimos días no te vi en el café y no has ido a la terraza, de allí mi conclusión de que me estaba evitando. 

Me sentía culpable, había hecho que se preocupara mucho.

—Después del incidente, he preferido evitar cualquier salida que sea en la noche. —Él asintió pensativo.

—Entonces, ¿si me aceptas la salida si es en el día? —Su tono de voz inocente me sacó una risita. 

Asentí. 

—Mañana, al mediodía, pasaré por ti.

—Eso suena bien.

Luego de despedirnos de forma breve, él se fue alegando que tenía prisa porque tenía que trabajar y ya era algo tarde. 

Cuando ingrese al apartamento, pude visualizar la figura de mi delgada amiga en el sofá mirándome de forma pícara y con pasta verde en todo el rostro.

—¡¿Usaste el aguacate que compre ayer para una mascarilla?! ¡Era para la ensalada de hoy! —le reclamé, con molestia. Había elegido ese aguacate específicamente para la comida.

—En mi defensa, no lo usé todo. Ahora, dime que no saliste así. —Me señaló con su dedo.

—¿Así cómo? —inquirí, mirándola con confusión. 

A un paso bastante apresurado, me dirigí al pasillo de las habitaciones, donde se encontraba uno de los espejos que tenía en la casa.

Cuando mire mi reflejo fue cuando me di cuenta de mi aspecto: mi cabello estaba enredado e incontrolable, tenía unas ojeras muy marcadas debido a lo tarde que nos habíamos acostado la noche anterior y como si no fuera poco, recordé que aún no lavaba mis dientes. 

—¡Si ese chico sigue viniendo después de verte, así le daré mi aprobación para salir contigo!  —gritó la morena desde la sala.

—¡Es solo un amigo! —espeté en el mismo tono. Su respuesta no tardó en llegar.

—¡Eso es lo que dices tú!

Con un sonrojo notorio en mis mejillas, me dirigí a mi habitación para hacer mi aspecto mucho más presentable de lo que ya era.

Este día había sido algo interesante, y apenas comenzaba. 


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